viernes, 30 de abril de 2010
La ilusión de sentirse llamado por Jesucristo: El Seminario Menor
La ilusión de sentirse llamado por Jesucristo: Parte Primera
El Seminario Menor acoge y acampaña a chicos comprendidos entre los doce y dieciocho años que, con cierta inquietud vocacional pretenden descubrir qué quiere Dios de ellos, en actitud de apertura al sacerdocio ministerial.
La ilusión de sentirse llamado por Jesucristo: Parte Segunda
Cuidar la formación integral de los seminaristas menores; favorecer que el Seminario sea una experiencia religiosa intensa; animar y provocar el compromiso en la vida ordinaria de los seminaristas menores; que la experiencia de discernimiento vocacional del Seminario Menor, sea progresiva y que se intensifique en trabajo y relaciones a partir de 4º ESO, y expecialmente en el bachillerato; crear un ambiente de alegría y de trabajo, de elegancia y sencillez, de responsabilidad y dinamismo entre los seminaristas; favorecer el acompañamiento personal de los seminaristas con el diálogo personal y atendiendo a sus propias situaciones... son algunos de los medios que tenemos para ayudar a estos chicos.
La alegría del sacerdocio
La alegría del sacerdocio
Mons. Josep Ángel Saiz Meneses, Obispo de Terrassa nos ofrece una bellísima Carta Pastoral en el Adviento 2009 bajo el título
"
El texto íntegro lo pueden encontrar en el siguiente enlace: www.bisbatdeterrassa.org/archivos_pdf/Carta_Pastoral09_castellano.pdf
“El corazón de los jóvenes está sediento de felicidad, y esa sed sólo puede ser saciada por Dios. Está sediento de bondad, de belleza, de autenticidad, en definitiva, de un ideal de altura capaz de colmar su anhelo de infinito. En ese camino de búsqueda de sentido, el encuentro con el Señor provoca un cambio radical porque se ha hallado el tesoro por el que vale la pena darlo todo (cf. Mt 13,44), y ese hallazgo produce plenitud y alegría, y llena de sentido la existencia. Desde este primer momento se puede considerar la posibilidad de una vocación que comporte dejarlo todo por el seguimiento del Señor”.
Continúa diciéndonos Mons. Josep Ángel: “Pero es necesario profundizar en el encuentro con Cristo, y que establezcan con él una relación personal intensa. La vocación al sacerdocio ministerial comienza por un encuentro con el Señor, que llama a dejarlo todo y seguirle, que quiere que su llamamiento se prolongue en una vida de amistad con Él y de misión que compromete toda la existencia. La vocación es un misterio que afecta a la vida de todo cristiano, porque todo cristiano está llamado a la santidad, pero que se manifiesta con mayor relieve en los que Cristo invita a dejarlo todo para seguirle compartiendo vida y misión”.
Y continúa aportándonos: “La historia de toda vocación cristiana y particularmente de toda vocación sacerdotal, es la historia de un inefable diálogo entre Dios y el hombre, entre el amor de Dios que llama y la libertad del hombre que responde. Este modelo de llamada y de respuesta, de iniciativa de Dios y de libertad responsable del hombre, aparece siempre en las escenas vocacionales a lo largo de
(Los videos son del Seminario de Oviedo tomados de you tube, bajo el título CAMPAÑA DEL SEMINARIO 201O ENTREVISTA)
jueves, 29 de abril de 2010
Sacerdote, testigo de la misericordia (video)
Producciones CONTRACORRIENTE.
miércoles, 28 de abril de 2010
martes, 27 de abril de 2010
San Maximiliano María Kolbe
En Roma fue uno de los fundadores de la Militia Inmmaculatae, institución puesta al servicio de la Iglesia. Recibió el presbiterado en 1918 y fue profesor de historia eclesiástica en Cracovia. Sin embardo, se sentía más inclinado a ejercer una vida apostólica. Su apostolado fue de inspiración fuertemente mariana y se manifestó de un modo particular en la fundación de la "Ciudad de la Inmaculada", cerca de Varsovia (1927), institución que, establecida en el Japón, donde Maximiliano residió durante unos años, se llamó "Jardín de la Inmaculada" (1930).
Al principio de la guerra de 1939, como polaco, los japoneses lo devolvieron a su patria, en la que por dos veces fue detenido por la Gestapo, la segunda vez para ser confinado en el campo de concentración de Auschwitz. En una ocasión en que, en dicho campo, iba a ser ejecutado un padre de una numerosa familia, Maximiliano se presentó voluntariamente para ocupar el lugar del sentenciado. Así, con otros nueve prisioneros, murió de inanición en el "búnquer del hambre" el 14 de agosto de 1941; su cuerpo fue quemado.
Beatificado por Pablo VI en 1971, Juan Pablo II,compatriota del beato, tuvo el gozo de canonizarlo en 1982.
Fuente: http://www.iglesianavarrajoven.org/index.php?option=com_content&task=view&id=19&Itemid=99999999
domingo, 25 de abril de 2010
Homilía para los niños en el 4º domingo de Pascua
25 de abril de 2010, IV domingo de Pascua.
¿Sabéis lo que es el eco?. ¿Alguno de vosotros me podría decir que es eso del ‘eco’?. (El eco es la repetición de un sonido, ya que las ondas del sonido chocan contra una superficie dura y dichas ondas retornan a uno). Uno sube a una montaña y allí grita algo, enseguida vuelves a escuchar lo gritado al aire, hasta que, poco a poco, el sonido desaparece. Nosotros los cristianos, en este tiempo Pascual estamos escuchando los ecos del anuncio de
Jesús al resucitar abrió las puertas del Cielo. Y yo os pregunto: ¿cómo os imagináis vosotros el Cielo?, ¿os imagináis el Cielo como una gran tienda de regalos y de dulces que podéis coger sin pagar?, ¿os imagináis el Cielo como un gran parque de atracciones?. El Cielo no es un lugar donde uno pueda tener muchos regalos o dulces ni tampoco miles de tiques para subir a la montaña rusa o a la noria. El Cielo es otra cosa más bella. ¿Cómo poder explicaros a vosotros lo que es el Cielo?. A ver: ¿Vosotros alguna vez habéis sentido la alegría de encontraros con un abuelo u otro familiar que queréis mucho y que hacía mucho tiempo que no lo abrazabais?, o ¿vosotros habéis experimentado la alegría de poder ver por primera vez al hermanito recién nacido?, ¿vosotros no habéis tenido nunca la sensación gozosa de llegar a casa porque la profesora os ha felicitado por un trabajo de clase o por el buen resultado de un examen?, ¿vosotros cuando celebráis vuestros cumpleaños con los amigos y con la familia no sentís la alegría de sentiros queridos y de que se acuerden de vosotros?. Yo estoy seguro que sí tenéis estas experiencias gozosas, positivas y que alegran el corazón. Pues el Cielo sería estas sensaciones buenas multiplicadas infinitamente porque estaremos gozando de la presencia de Dios, estaremos con Dios y Él es el que llena de alegría y de satisfacción nuestro corazón.
San Juan, en el libro de
Os explico: Hay una única Iglesia, pero hay tres estados distintos: Una es
Y Jesús desea conducirnos, llevarnos a todos al Cielo. Nos dice con cariño que nosotros somos sus ovejas y que Él es… ¿quién es Él? (El Buen Pastor). Jesús es el Buen Pastor que da la vida por nosotros, que somos sus ovejas. Y yo os pregunto: ¿Qué cuidados tiene que tener el pastor para que las ovejas estén bien sanas? (llevarlas a pastar por los verdes prados; ordeñar; darlas de beber y darlas abundante comida; mantener limpios las cuadras…). Y Jesús, que es el Buen Pastor que cuida de nosotros ¿cómo nos alimenta para que caminemos y pensemos como cristianos? (con el pan de
miércoles, 21 de abril de 2010
Gracias a la presencia de los monjes, nadie en el mundo puede decir que está solo.
Rafael Palacios [Bach. Teo 08], monje benedictino: "Gracias a la presencia orante de los monjes, nadie en el mundo puede decir que está solo"
Texto y fotografías Chus Cantalapiedra [Com 02]
Es maestro de novicios del Monasterio de Leyre. Tiene treinta años y desde hace once su vida se ajusta con precisión a la regla de San Benito: ora et labora.
Hay quien sostiene que los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola son uno de los libros que más vidas han cambiado. La de Rafael Palacios dio un quiebro inesperado cuando en 1999 hizo el mes completo de los Ejercicios. Él tenía entonces veinte años y se preparaba para el sacerdocio en el seminario de Toledo. Según cuenta, durante aquellos días en los que se recogió frente a sí mismo y frente a Dios sintió “de modo claro” la llamada a la vida monástica. El 5 de octubre de ese mismo año ingresó en el monasterio de Leyre, donde hoy es maestro de novicios.
Tiene treinta años, es de Teba (Málaga) y ha cursado parte de sus estudios teológicos en la Universidad de Navarra.
¿Cómo descubre uno que su vocación es la de ser monje de clausura?
Yo lo descubrí durante unos ejercicios espirituales, estando ya en un Seminario diocesano. Quizá el problema actual, más que el ajetreo, es que no sabemos o no queremos escuchar. Estoy convencido de que el miedo a estar a solas con uno mismo, y mucho más con Dios, es causa de parte de la vorágine en la que hoy se sumergen las personas.
¿Por qué ser benedictino?
Ya conocía Leyre. Sólo tuve que plantearme responder a la llamada de Cristo y elegir una vida donde toda su estructura favoreciera el dedicarme a Dios. Fue fácil, sólo tuve que decir “sí”.
Los monjes benedictinos se caracterizan entre muchas otras cosas por sus cánticos gregorianos… ¿Por qué cantarle a Dios?
El canto ayuda a manifestar el amor, los deseos y sentimientos que las meras palabras no llegan a expresar. No en vano, muchos dicen cantando lo que no se atreven a comunicar con simples palabras. Una oración que se hace canto facilita su vivencia, la comunicación con Dios y la entrega de la vida. A la vez, el canto ayuda a entrar en un clima de oración, de recogimiento y de contemplación, ya que incita a poner todos los sentidos en Dios.
¿Es necesario saber cantar para ser benedictino?
Ni mucho menos. Yo mismo no sabía cantar. Incluso tengo mal oído. El canto que mejor expresa el amor a Dios es el de la vida. Cuando la boca calla, las buenas obras siguen haciendo de tu vida un canto agradable a Dios que no se silencia con el agotamiento de la garganta. Hacer de toda nuestra vida una alabanza grata a Dios es lo más importante.
¿Cómo es la vida en un monasterio cuando se tienen treinta años?
Mi vida en el monasterio ha sido mucho más intensa de lo que nunca hubiera imaginado. La vida cristiana –y también la monástica– hace que la persona llegue a su plenitud sacando lo mejor de uno mismo para ayudar a los demás. Lo primero a lo que lleva el dinamismo espiritual de la vida monástica es a tomarse en serio la vida y a ser muy realista respecto a uno mismo y a los demás. Uno tiene que reconocer sus debilidades y aprender que éstas son fuente de comunión con Dios y los demás. También hay que descubrir las cualidades que Dios ha puesto en nosotros y saber que lo más propio del ser humano es entregarse.
¿Cómo se traduce este planteamiento en la vida diaria?
Toda esta realidad tiene unas consecuencias prácticas: hay que dar frutos con buenas obras, como nos dice San Benito. En mi caso concreto, en estos últimos años he tenido que llevar un ritmo bastante activo. Me ha tocado organizar, junto con otros tres monjes, la enfermería del monasterio. A lo largo de cuatro años hemos tenido que responsabilizarnos del cuidado integral de tres monjes mayores que estaban encamados y con dependencia total. También teníamos a nuestro a cargo otros monjes mayores a quienes había que atender y acompañar. Durante este tiempo atendía además a algunas personas que pedían una dirección espiritual. He desarrollado un ministerio especial de ayuda a parejas con problemas. Todos estos servicios los tuve que conjugar con el ritmo monástico de la oración, lo que muchas veces exige una verdadera abnegación y entrega desde una profunda caridad cristiana, para poder servir a todos de un modo personalizado. En la actualidad, por encargo del padre abad, mi principal trabajo es la formación de los novicios. En fin, que a los treinta años la vida monástica me ha proporcionado retos intensos y frecuentes.
¿Qué significa vida monástica?
Monje viene del griego monos, uno. Es el que se dedica al Uno, a Dios. La vida monástica es aquella cuyo modus vivendi permite dedicarse a Dios de modo primordial. Mucha gente tiene olvidado a Dios, alguien tendrá que acudir a Él más allá del famoso “Sólo nos acordamos de santa Bárbara cuando truena”. Para eso estamos los monjes, para hacerle un poco de caso al Jefe.
¿Por qué es necesaria una vida monacal?
La vida en un monasterio tiene un gran sentido de solidaridad para con todos los hombres. Hace que éstos se sientan acompañados en todos los momentos de su vida. Muchos domingos, a las seis de la madrugada, pienso en tanta gente que puede estar pasándolo mal e incluso a punto de suicidarse o terminar con su vida por una sobredosis de droga. Esto, desgraciadamente, acontece en nuestros días. Pues en esos momentos difíciles para tantas personas que creen que su vida no le importa a nadie, que no tiene sentido porque están solos, los monjes estamos rezando e interesándonos por sus vidas con nuestra oración. Lo hacemos desde la madrugada hasta la noche. Gracias a la presencia orante de los monjes, que genera una comunión misteriosa pero verdadera con cada persona que vive en nuestro mundo, nadie tiene derecho a decir que está solo y que su vida no tiene valor para nadie. Dios conoce a cada persona y la vida de sus hijos tiene un valor único para Él y también para nosotros, aunque no hayamos visto la cara de tantos hermanos nuestros.
¿Se puede cambiar el mundo desde un monasterio de clausura?
Sí, y de varios modos. Primero, gracias a la oración de los monjes. Aunque mucha gente no lo crea, la intercesión orante de los monjes hace que se realicen “pequeños milagros cotidianos” que todos atribuyen a la oración de la Iglesia. Otro de los modos visibles de la influencia de los monjes en la sociedad –aparte de ser focos de cultura y civilización– es la de mostrar al ser humano que el hombre, con todos sus buenos ideales, es posible porque Cristo nos ha redimido. Hoy mucha gente no cree en la bondad del corazón humano, por decirlo de alguna manera. Parece que el mal y la corrupción nos superan. En este contexto, los monasterios deben convertirse en lugares de acogida y humanización que ayuden a que las personas crean en la bondad y capacidad del ser humano para hacer el bien, y que éste triunfe sobre el mal que nos envuelve. Esta es la ciencia de la cruz de Cristo: el mal no tiene la última palabra, es la Resurrección Gloriosa la que supera el dolor y el sufrimiento. Así, el hombre o la mujer que centra su fe en Cristo y siente su acción salvadora, recupera la confianza en la bondad de la humanidad redimida y se convierte en fermento para hacer el bien. De este modo callado, los monasterios irradian una humanización que poco a poco va cambiando el mundo. Sólo hay que echar un vistazo a la historia.
¿Y eso se entiende?
Creo que toda persona que se acerque a un monasterio puede constatar esta realidad. Tener esta experiencia vale más que todas las razones que podamos dar.
Estar siempre en el monasterio, ¿puede llevar a la monotonía?
Sí, como todo en la vida. El ser humano está creado para donarse al Otro y a los otros, y si se pierde este sentido de entrega, es fácil caer en la monotonía. Puede afectar a cualquier vocación y estado de vida. Cuando era novicio me enseñaron que, en la oración de la noche, antes de dormir, debíamos revivir nuestro amor a Cristo y nuestro deseo de entrega. Así, al levantarte tienes fresco el sentido de tu vida y puedes vivir tu entrega con una ilusión nueva.
Y levantarse todos los días a las 5.30 de la mañana, ¿no les cuesta?
Depende de los días. Algunos, bastante. Pero, en general, el ritmo del monasterio hace que nuestro reloj biológico se vaya sincronizado con la campana que nos despierta.
¿Han llegado las tecnologías al monasterio?
Sí. La técnica bien usada ahorra mucho tiempo, y en una vida tan regulada como la nuestra, si se quiere vivir con la paz que requiere una vida cuyo centro es la oración, es necesario ahorrar esfuerzos inútiles. Por ejemplo, la informatización de la biblioteca facilita mucho el trabajo de investigación. El uso de las tecnologías en el monasterio no deshumaniza a la persona. Le facilitan el trabajo, no la sustituyen. Esta valoración marca una diferencia fuerte respecto al uso que muchas veces se les da fuera.
¿Ven los partidos de fútbol en la tele?
Eso sí que nos lo perdemos… No solemos ver la televisión. No ayuda para el recogimiento que necesitamos para vivir en un clima de oración. Sí que en ocasiones puntuales hemos visto algún informativo. En los once años que llevo en el monasterio recuerdo haber visto las noticias sobre los atentados del 11 M y 11S, la muerte de Juan Pablo II y la elección de Benedicto XVI, el terremoto de Haití… No recuerdo ahora más. En estas ocasiones de sucesos dramáticos las imágenes nos ayudan a hacernos cargo de las dimensiones de la tragedia. Eso hace que oremos con más intensidad por todas las personas afectadas.
Y la crisis… ¿Ha llegado a Leyre?
También se nota. Sobre todo lo vemos en los transeúntes (peregrinos y personas sintecho). Oramos más que nunca por las familias y personas necesitadas.
¿Cómo se ve la vida de fuera desde Leyre?
Con mucho realismo, aunque suene un poco raro. Una de las notas características del monacato benedictino es la acogida de huéspedes para que puedan pasar unos días de silencio, de oración, de descanso. Suele ser común que estas personas pidan hablar con algún monje para comentar sus situaciones personales. Esto –además de otros contactos personales y de un discreto uso de la prensa– hace que los monjes estemos al día de los anhelos, dificultades y problemas que envuelven a las personas que nos rodean. Es más, en ocasiones, podemos acercarnos a situaciones personales bastante dramáticas, situaciones que no siempre salen con tanta crudeza en los diarios y que afectan a más personas de las que pensamos.
¿Hay algún momento en el que eche de menos la vida fuera del monasterio?
Sí, siempre hay alguno, como estar al lado de algún ser querido en los momentos importantes de su vida. Pero se aprende a acompañar desde la distancia y con la cercanía de la oración. El apoyo que más agradecen muchas personas es que recemos por ellos, más que la compañía física que ya reciben de otros.
Conviviendo una treintena de personas, tendrán que estar bien organizados…
Efectivamente. San Benito conocía bien el Derecho Romano y, cuando escribió su Regla, supo establecer unas directrices que ayudaran a tener una buena organización de la vida del monasterio. De este modo, la vivencia de los puntos fundamentales de la espiritualidad benedictina favorece un orden interno y externo, que ayuda al desarrollo de la persona y del monasterio en su conjunto. Quizá el punto más importante para entender la organización es el concepto de familia. El monasterio constituye una verdadera familia presidida por el padre espiritual, que es el abad. Éste distribuye los diversos oficios (ecónomo, bibliotecario, enfermeros, etcétera.) entre los monjes y vela porque todo funcione correctamente y sirva para el desarrollo personal de cada monje y para el bien del monasterio en su globalidad.
¿Qué caracteriza a un buen monje benedictino?
Si revera Deum quaerit, si verdaderamente busca a Dios. Esta es la primera condición que pone San Benito al que ingresa en un monasterio. El monje que ha hecho de su vida una auténtica búsqueda de Dios es el mejor monje. A Dios se le encuentra en el hermano, en la persona que necesita ayuda, en la liturgia, en la oración, en todo lo que hay de bueno en el mundo. Pero hay que buscarlo.
Hay pocas vocaciones. ¿Por qué?
Por muchas cosas. Entre ellas, porque hay miedo a Dios. Parece que seguir a Dios es perder la vida, la realización, la autonomía. Nada más lejos de la realidad. Justamente, el seguir a Dios da la autenticidad que tantas personas buscan. Puede ser que los mismos consagrados no reflejemos esta realidad, y que eso impida que otros se crean esta verdad. Tampoco se sabe escuchar, orar. Y hay un tremendo egoísmo que dificulta la llamada. Recordemos aquella frase del Señor: “El que quiera guardar su vida la perderá y el que la pierda por mí y el Evangelio…”. Y saquemos las consecuencias.
Lo mejor de ser monje…
Difícil elección. Personalmente, me resulta muy especial el vivir la oración litúrgica. Es muy complicado explicar lo que se vive al indagar sobre los sentimientos de Dios por los hombres, al rezar cantando la oración de la Iglesia. También es importante ayudar con una palabra oportuna a las personas que piden ayuda. Entre aquellos que nos visitan es común la experiencia de sentirse escuchados y acogidos con una profundidad especial.
Lo más complicado para usted…
Humanamente, soportar el sueño. Alguna vez me he quedado dormido de pie. Espiritualmente, dejarse amar totalmente por Dios. A Dios no se le puede pagar con nada sus favores, sólo queda aceptarlos con gratitud. Es como cuando alguien te hace un favor grande que no puedes pagar: uno se siente impotente, y sólo queda el agradecimiento profundo, la entrega total.
Vivir en un monte alto como Leyre, ¿facilita estar más cerca del cielo?
(Se ríe) En parte sí, pues la tranquilidad y la belleza de un paisaje como el nuestro ayuda a acercarse a Dios. Pero lo más importante es crear las disposiciones internas para que sea el cielo el que habite en nosotros.
lunes, 12 de abril de 2010
Educación diferenciada, una apuesta ganadora.
Educación diferenciada, una apuesta ganadora
En los últimos meses, los colegios diferenciados por sexo han adquirido notable protagonismo en diversos medios de difusión por la oposición que repentinamente ha surgido entre ciertas administraciones educativas y sectores políticos a que reciban cualquier tipo de financiación pública, como sucede con los denominados conciertos escolares.
Simultáneamente, pero en dirección diametralmente opuesta, en determinados países desarrollados de nuestro entorno, la diferenciación por sexo en las aulas está siendo impulsada por la propia Administración educativa, aplicándose como una novedosa técnica pedagógica que está proporcionando excelentes resultados, tanto académicos, como personales. Y, también contrariamente a lo que sucede en nuestro país, estas experiencias se están desarrollando precisamente en escuelas públicas que, por la implementación de tan innovadores programas, reciben incluso financiación adicional de los presupuestos estatales para la formación de su profesorado en el conocimiento y profundización de las diferencias sexuales en el aprendizaje, de cara a optimizar las potencialidades propias de cada sexo, de acuerdo con sus características psicológicas, somáticas y personales.
No se trata de una vuelta a un pasado afortunadamente muy lejano, en el que se educaba a los muchachos para dominar el mundo y a las niñas para someterse a la voluntad masculina, quedando injustamente relegadas al ámbito privado del hogar. Antes al contrario, supone la aplicación de técnicas docentes y pedagógicas innovadoras y punteras, basadas en recientes descubrimientos científicos que muestran cómo los cerebros de hombres y mujeres, aunque porcentualmente iguales en inteligencia, son notablemente diferentes, en estructura y funcionamiento; estableciendo una conexión incontrovertible entre cerebro, hormonas, comportamientos y también, en consecuencia, aprendizaje. Estamos presenciando la implantación seria y definitiva de un nuevo modelo pedagógico, cuya fuerza arranca de sus propias ventajas, demostradas empíricamente, y de su fuerte aceptación social, al margen de ideologías, creencias o tendencias.
En Estados Unidos, demócratas y republicanos, han apoyado unánimemente estas nuevas experiencias docentes que están dando resultados espectaculares, especialmente en escuelas copadas por minorías desfavorecidas. Algunos Estados, como Carolina del Sur, tienen previsto ofrecer clases diferenciadas por sexo, para los padres que lo soliciten, en «todos» los colegios e institutos públicos en un plazo no superior a cinco años. En Alemania, la Ministra de Educación de Berlín, Ingrid Stahmer (socialista) implantó un proyecto piloto en 156 escuelas públicas donde se imparten clases de matemáticas «sólo para niñas», con un excelente resultado, reflejado en el aumento del acceso de mujeres a carreras técnicas. En Renania del Norte-Westfalia, la Ministra de Educación, Barbara Sommer (demócrata-cristiana) ha impulsado en las escuelas públicas la creación de grupos de apoyo para varones con graves dificultades de fracaso y absentismo escolar. Los resultados obtenidos hasta ahora superan cualquier tipo de expectativa. También Hamburgo se ha unido a esta experiencia muy recientemente.
En España, las cifras de fracaso, violencia y absentismo escolar de los últimos años resultan absolutamente alarmantes. Los alumnos españoles son cada vez más analfabetos. Pero a diferencia de otros países, se ignora la existencia de un fuerte componente sexual en el fracaso escolar. Se barajan muchas variables, la edad, la raza, el nivel económico, pero las diferencias entre los sexos se han extirpado de nuestros datos porcentuales. En consecuencia, no hay ninguna actuación para darle solución, ni experimental, ni administrativa. Sin embargo, la variable de sexo es relevante en el ámbito educativo, es determinante, básica y esencial. Tanto los chicos como las chicas están sufriendo una desventaja en el sistema escolar actual que al considerarlos idénticos los perjudica, mermando sus verdaderas potencialidades. Datos objetivos y estudios empíricos demuestran que niños y niñas pueden llegar con mayor éxito a idénticas metas formativas y, en consecuencia, a una igualdad de oportunidades más real, si la enseñanza se adapta a la peculiar forma de aprender de cada sexo desde la más tierna infancia; todo ello partiendo de la premisa de que todos, hombres y mujeres, compartimos una misma humanidad y dignidad, y unos mismos derechos y deberes.
Sus detractores, infundadamente, suelen atribuir a este sistema problemas en la socialización de los niños. Pero la realidad es bien distinta. Como regla general, nos encontramos con niños con un elevado concepto y respeto hacia el sexo opuesto, adquirido, en gran medida, gracias a un ambiente escolar que favorece y permite un conocimiento de uno mismo más sosegado y un desarrollo personal más completo, para, más tarde, con la personalidad más definida, relacionarse equilibradamente y con naturalidad con el otro sexo; sin problemas, sin prisas, sin prejuicios. Varios estudios reflejan cómo los niños y las niñas que comparten aula no se muestran como verdaderamente son, por vergüenza, por miedo al ridículo, a no «gustar», lo que dificulta un desarrollo personal sano y equilibrado. Las máximas clásicas proclamadas por Píndaro («Llega a ser el que eres») y Sócrates («Conócete a ti mismo») son premisas esenciales para una correcta configuración personal, que difícilmente se pueden alcanzar actualmente en un aula mixta donde se está más pendiente de agradar al sexo opuesto que de ser uno mismo.
Lo que verdaderamente está dañando la socialización de nuestros jóvenes es la incomprensión hacia sus peculiaridades como hombres y mujeres; la exigencia de comportamientos, reacciones y sentimientos idénticos que les conduce finalmente a constantes choques y enfrentamientos, frustración y, en muchas ocasiones, a desprecio y falta de respeto entre los sexos.
La educación separada por sexo, la denominada educación diferenciada, es un modelo moderno e innovador; la educación del futuro, por la que están apostando Gobiernos de muy diferente simbología política. En España tenemos la fortuna de contar con algunos centros de este tipo. Apenas llegan al 1%. Ninguno es público. Muy pocos concertados. Y, aunque todos obtienen excelentes resultados académicos y personales, es una educación criticada, incomprendida y sobre la que existe una profunda ignorancia y desconocimiento.
Seguir rechazando este modelo, seguir dificultándole el acceso a las ayudas públicas o negar la apertura de los colegios públicos a clases diferenciadas para los padres que así lo deseen, supone una postura conservadora, quietista, que se cierra a la ciencia y a la innovación pedagógica, que se opone a la tendencia marcada por países que están logrando remontar la crisis educativa; supone negar a los padres su derecho a elegir la educación que quieren para sus hijos en un marco de gratuidad garantizado constitucionalmente; y supone condenar a nuestros jóvenes a seguir engrosando los porcentajes más elevados del fracaso escolar en Europa, con las graves consecuencias sociales y económicas que esto implicará en un futuro no muy lejano para nuestro país.
La educación mixta no es la única opción válida y, por lo tanto, no debe ser la única ofertada por la Administración. Es obligación de los poderes públicos hacer posibles todas las ofertas educativas, dando a todos por igual la oportunidad de realizar al máximo sus posibilidades dentro de la opción libremente escogida: la educación mixta o la educación diferenciada. Para ello hay que plantear sin miedos la posibilidad de que los centros públicos ofrezcan clases separadas por sexos. La libertad de enseñanza lo exige; nuestros hijos lo merecen; muchos padres lo quieren y nuestro rancio sistema escolar lo necesita.
María Calvo Charro
Profesora de Derecho Administrativo en la Universidad Carlos III
domingo, 11 de abril de 2010
HOMILÍA DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI
HOMILÍA DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI
Basílica Vaticana
Sábado Santo 3 de abril de 2010
Queridos hermanos y hermanas
Una antigua leyenda judía tomada del libro apócrifo «La vida de Adán y Eva» cuenta que Adán, en la enfermedad que le llevaría a la muerte, mandó a su hijo Set, junto con Eva, a la región del Paraíso para traer el aceite de la misericordia, de modo que le ungiesen con él y sanara. Después de tantas oraciones y llanto de los dos en busca del árbol de la vida, se les apareció el arcángel Miguel para decirles que no conseguirían el óleo del árbol de la misericordia, y que Adán tendría que morir. Algunos lectores cristianos han añadido posteriormente a esta comunicación del arcángel una palabra de consuelo. El arcángel habría dicho que, después de 5.500 años, vendría el Rey bondadoso, Cristo, el Hijo de Dios, y ungiría con el óleo de su misericordia a todos los que creyeran en él: «El óleo de la misericordia se dará de eternidad en eternidad a cuantos renaciesen por el agua y el Espíritu Santo. Entonces, el Hijo de Dios, rico en amor, Cristo, descenderá en las profundidades de la tierra y llevará a tu padre al Paraíso, junto al árbol de la misericordia». En esta leyenda puede verse toda la aflicción del hombre ante el destino de enfermedad, dolor y muerte que se le ha impuesto. Se pone en evidencia la resistencia que el hombre opone a la muerte. En alguna parte —han pensado repetidamente los hombres— deberá haber una hierba medicinal contra la muerte. Antes o después, se deberá poder encontrar una medicina, no sólo contra esta o aquella enfermedad, sino contra la verdadera fatalidad, contra la muerte. En suma, debería existir la medicina de la inmortalidad. También hoy los hombres están buscando una sustancia curativa de este tipo. También la ciencia médica actual está tratando, si no de evitar propiamente la muerte, sí de eliminar el mayor número posible de sus causas, de posponerla cada vez más, de ofrecer una vida cada vez mejor y más longeva. Pero, reflexionemos un momento: ¿qué ocurriría realmente si se lograra, tal vez no evitar la muerte, pero sí retrasarla indefinidamente y alcanzar una edad de varios cientos de años? ¿Sería bueno esto? La humanidad envejecería de manera extraordinaria, y ya no habría espacio para la juventud. Se apagaría la capacidad de innovación y una vida interminable, en vez de un paraíso, sería más bien una condena. La verdadera hierba medicinal contra la muerte debería ser diversa. No debería llevar sólo a prolongar indefinidamente esta vida actual. Debería más bien transformar nuestra vida desde dentro. Crear en nosotros una vida nueva, verdaderamente capaz de eternidad, transformarnos de tal manera que no se acabara con la muerte, sino que comenzara en plenitud sólo con ella. Lo nuevo y emocionante del mensaje cristiano, del Evangelio de Jesucristo era, y lo es aún, esto que se nos dice: sí, esta hierba medicinal contra la muerte, este fármaco de inmortalidad existe. Se ha encontrado. Es accesible. Esta medicina se nos da en el Bautismo. Una vida nueva comienza en nosotros, una vida nueva que madura en la fe y que no es truncada con la muerte de la antigua vida, sino que sólo entonces sale plenamente a la luz.
Ante esto, algunos, tal vez muchos, responderán: ciertamente oigo el mensaje, sólo que me falta la fe. Y también quien desea creer preguntará: ¿Es realmente así? ¿Cómo nos lo podemos imaginar? ¿Cómo se desarrolla esta transformación de la vieja vida, de modo que se forme en ella la vida nueva que no conoce la muerte? Una vez más, un antiguo escrito judío puede ayudarnos a hacernos una idea de ese proceso misterioso que comienza en nosotros con el Bautismo. En él, se cuenta cómo el antepasado Henoc fue arrebatado por Dios hasta su trono. Pero él se asustó ante las gloriosas potestades angélicas y, en su debilidad humana, no pudo contemplar el rostro de Dios. «Entonces — prosigue el libro de Henoc — Dios dijo a Miguel: “Toma a Henoc y quítale sus ropas terrenas. Úngelo con óleo suave y revístelo con vestiduras de gloria”. Y Miguel quitó mis vestidos, me ungió con óleo suave, y este óleo era más que una luz radiante... Su esplendor se parecía a los rayos del sol. Cuando me miré, me di cuenta de que era como uno de los seres gloriosos» (Ph. Rech, Inbild des Kosmos, II 524).
Precisamente esto, el ser revestido con los nuevos indumentos de Dios, es lo que sucede en el Bautismo; así nos dice la fe cristiana. Naturalmente, este cambio de vestidura es un proceso que dura toda la vida. Lo que ocurre en el Bautismo es el comienzo de un camino que abarca toda nuestra existencia, que nos hace capaces de eternidad, de manera que con el vestido de luz de Cristo podamos comparecer en presencia de Dios y vivir por siempre con él.
En el rito del Bautismo hay dos elementos en los que se expresa este acontecimiento, y en los que se pone también de manifiesto su necesidad para el transcurso de nuestra vida. Ante todo, tenemos el rito de las renuncias y promesas. En la Iglesia antigua, el bautizando se volvía hacia el occidente, símbolo de las tinieblas, del ocaso del sol, de la muerte y, por tanto, del dominio del pecado. Miraba en esa dirección y pronunciaba un triple «no»: al demonio, a sus pompas y al pecado. Con esta extraña palabra, «pompas», es decir, la suntuosidad del diablo, se indicaba el esplendor del antiguo culto de los dioses y del antiguo teatro, en el que se sentía gusto viendo a personas vivas desgarradas por bestias feroces. Con este «no» se rechazaba un tipo de cultura que encadenaba al hombre a la adoración del poder, al mundo de la codicia, a la mentira, a la crueldad. Era un acto de liberación respecto a la imposición de una forma de vida, que se presentaba como placer y que, sin embargo, impulsaba a la destrucción de lo mejor que tiene el hombre. Esta renuncia —sin tantos gestos externos— sigue siendo también hoy una parte esencial del Bautismo. En él, quitamos las «viejas vestiduras» con las que no se puede estar ante Dios. Dicho mejor aún, empezamos a despojarnos de ellas. En efecto, esta renuncia es una promesa en la cual damos la mano a Cristo, para que Él nos guíe y nos revista. Lo que son estas «vestiduras» que dejamos y la promesa que hacemos, lo vemos claramente cuando leemos, en el quinto capítulo de la Carta a los Gálatas, lo que Pablo llama «obras de la carne», término que significa precisamente las viejas vestiduras que se han de abandonar. Pablo las llama así: «fornicación, impureza, libertinaje, idolatría, hechicería, enemistades, contiendas, celos, rencores, rivalidades, partidismo, sectarismo, envidias, borracheras, orgías y cosas por el estilo» (Ga 5,19ss.). Estas son las vestiduras que dejamos; son vestiduras de la muerte.
En la Iglesia antigua, el bautizando se volvía después hacia el oriente, símbolo de la luz, símbolo del nuevo sol de la historia, del nuevo sol que surge, símbolo de Cristo. El bautizando determina la nueva orientación de su vida: la fe en el Dios trinitario al que él se entrega. Así, Dios mismo nos viste con indumentos de luz, con el vestido de la vida. Pablo llama a estas nuevas «vestiduras» «fruto del Espíritu» y las describe con las siguientes palabras: «Amor, alegría, paz, comprensión, servicialidad, bondad, lealtad, amabilidad, dominio de sí» (Ga 5, 22).
En la Iglesia antigua, el bautizando era a continuación desvestido realmente de sus ropas. Descendía en la fuente bautismal y se le sumergía tres veces; era un símbolo de la muerte que expresa toda la radicalidad de dicho despojo y del cambio de vestiduras. Esta vida, que en todo caso está destinada a la muerte, el bautizando la entrega a la muerte, junto con Cristo, y se deja llevar y levantar por Él a la vida nueva que lo transforma para la eternidad. Luego, al salir de las aguas bautismales, los neófitos eran revestidos de blanco, el vestido de luz de Dios, y recibían una vela encendida como signo de la vida nueva en la luz, que Dios mismo había encendido en ellos. Lo sabían, habían obtenido el fármaco de la inmortalidad, que ahora, en el momento de recibir la santa comunión, tomaba plenamente forma. En ella recibimos el Cuerpo del Señor resucitado y nosotros mismos somos incorporados a este Cuerpo, de manera que estamos ya resguardados en Aquel que ha vencido a la muerte y nos guía a través de la muerte.
En el curso de los siglos, los símbolos se han ido haciendo más escasos, pero lo que acontece esencialmente en el Bautismo ha permanecido igual. No es solamente un lavacro, y menos aún una acogida un tanto compleja en una nueva asociación. Es muerte y resurrección, renacimiento a la vida nueva.
Sí, la hierba medicinal contra la muerte existe. Cristo es el árbol de la vida hecho de nuevo accesible. Si nos atenemos a Él, entonces estamos en la vida. Por eso cantaremos en esta noche de la resurrección, de todo corazón, el aleluya, el canto de la alegría que no precisa palabras. Por eso, Pablo puede decir a los Filipenses: «Estad siempre alegres en el Señor; os lo repito: estad alegres» (Flp 4,4). No se puede ordenar la alegría. Sólo se la puede dar. El Señor resucitado nos da la alegría: la verdadera vida. Estamos ya cobijados para siempre en el amor de Aquel a quien ha sido dado todo poder en el cielo y sobre la tierra (cf. Mt 28,18). Por eso pedimos, seguros de ser escuchados, con la oración sobre las ofrendas que la Iglesia eleva en esta noche: Escucha, Señor, la oración de tu pueblo y acepta sus ofrendas, para que aquello que ha comenzado con los misterios pascuales nos ayude, por obra tuya, como medicina para la eternidad. Amén.
Segundo domingo de Pascua de la Divina Misericordia
Segundo domingo de Pascua de
11 de abril de 2010 (Homilía con los niños y niñas)
La semana pasada hemos celebrado el acontecimiento más importante de nuestra fe:
Ahora os pregunto yo: Jesús murió realmente crucificado, pero ¿qué hizo Jesús durante el tiempo que estuvo muerto?. ¿Hizo algo o no hizo nada?. Niños y niñas, en las catequesis habéis aprendido el Credo, o sea, la profesión de fe. En el Credo decimos lo siguiente: “Jesucristo descendió a los infiernos”. Os lo explico: Jesús, estando muerto, bajó a los infiernos. Pero atención, aquí la palabra “infierno” quiere decir “morada de los muertos” y bajó allí porque los muertos se encontraban privados de la visión de Dios. Los muertos estaban a la espera, estaban esperando la visita salvadora de Jesucristo. Ahora bien, únicamente las almas de los santos que estaban en el seno de Abrahám fue a los que liberó de aquel lugar y los condujo ante la presencia de Dios, o sea, les llevó al Cielo. Y los que habían vivido con pecados y haciendo el mal les quedó en el infierno de la condenación. Dicho con otras palabras: Jesús abrió las puertas del Cielo a todas las personas justas que le habían precedido, que habían vivido antes que Él.
Y luego, en el tercer día, Jesús resucita, pero ahora os pregunto yo: ¿Qué es eso de resucitar?, ¿qué queremos dar a entender cuando decimos el verbo ‘resucitar’?. Os lo voy a explicar: Cuando una persona muere ocurre lo siguiente; el cuerpo cae en la corrupción, se corrompe, se va descomponiendo, pero el alma va al encuentro de Dios. Esa alma, que va al encuentro de Dios, espera reunirse de nuevo con su cuerpo glorificado. Dios unirá nuestros cuerpos glorificados con nuestras almas. Pero esos cuerpos ya no sufrirán enfermedades, no tendrán dolores, no sufrirán el achaque del paso de los años… lo cierto es que es algo que supera toda nuestra imaginación. Y esto de resucitar es posible gracias a la resurrección de Jesucristo. ¿No os habéis preguntado alguna vez por qué en
Hoy hemos escuchado en la proclamación del Evangelio que Jesús Resucitado se apareció a los Apóstoles. Y cómo Jesús les enseñó sus manos taladradas por los clavos y su costado traspasado por la lanza. Pero resulta que hubo uno de los Apóstoles que no estuvo presente en la primera aparición de Jesús Resucitado y no se lo creía. ¿Quién era el Apóstol que no se creía eso de que Jesús había resucitado? (Santo Tomás). Y al final Santo Tomás se dio cuenta de que realmente había resucitado Jesús. Le costó creer, pero al final creyó. Al principio no se fiaba de la palabra de los Apóstoles que le decían que Jesús había resucitado de entre los muertos.
Os voy a hacer una pregunta: ¿Qué hubiera sucedido si Jesús no hubiera resucitado?, ¿qué hubiera sucedido si hubieran encontrado el cuerpo muerto de Jesús en el sepulcro?. (Que nuestra fe no tendría sentido; que Jesús habría sido un farsante; que las puertas del Cielo seguirían cerradas). Sin embargo, CRISTO REALMENTE SÍ RESUCITÓ. Y al resucitar Jesucristo todo adquiere sentido y estamos llamados a SER CIUDADANOS DEL CIELO.
Supongo que muchas veces habréis visto arcos de piedra, en las Iglesias antiguas, en el acueducto de Segovia, en las entradas de muchas Iglesias románicas, en los puentes romanos. Pues hay una piedra que es clave, fundamental para que el arco pueda mantenerse y no destruirse: es la piedra central del arco. En esta piedra central es en la que convergen las fuerzas de las demás piedras, permitiendo la estabilidad del arco y sin la cual el arco se derrumbaría. Pues Jesús es esa piedra central que hace que toda nuestra vida adquiera sentido y se mantenga en pie.
Y si Jesús está vivo ¿dónde se encuentra ahora?. (Está a
Roberto García Villumbrales
sábado, 10 de abril de 2010
sábado, 3 de abril de 2010
Galería de Semana Santa en Palencia (Parte 5)
Fotos publicadas en: http://www.villaluengadelavega.com/