Segundo domingo de Pascua de
11 de abril de 2010 (Homilía con los niños y niñas)
La semana pasada hemos celebrado el acontecimiento más importante de nuestra fe:
Ahora os pregunto yo: Jesús murió realmente crucificado, pero ¿qué hizo Jesús durante el tiempo que estuvo muerto?. ¿Hizo algo o no hizo nada?. Niños y niñas, en las catequesis habéis aprendido el Credo, o sea, la profesión de fe. En el Credo decimos lo siguiente: “Jesucristo descendió a los infiernos”. Os lo explico: Jesús, estando muerto, bajó a los infiernos. Pero atención, aquí la palabra “infierno” quiere decir “morada de los muertos” y bajó allí porque los muertos se encontraban privados de la visión de Dios. Los muertos estaban a la espera, estaban esperando la visita salvadora de Jesucristo. Ahora bien, únicamente las almas de los santos que estaban en el seno de Abrahám fue a los que liberó de aquel lugar y los condujo ante la presencia de Dios, o sea, les llevó al Cielo. Y los que habían vivido con pecados y haciendo el mal les quedó en el infierno de la condenación. Dicho con otras palabras: Jesús abrió las puertas del Cielo a todas las personas justas que le habían precedido, que habían vivido antes que Él.
Y luego, en el tercer día, Jesús resucita, pero ahora os pregunto yo: ¿Qué es eso de resucitar?, ¿qué queremos dar a entender cuando decimos el verbo ‘resucitar’?. Os lo voy a explicar: Cuando una persona muere ocurre lo siguiente; el cuerpo cae en la corrupción, se corrompe, se va descomponiendo, pero el alma va al encuentro de Dios. Esa alma, que va al encuentro de Dios, espera reunirse de nuevo con su cuerpo glorificado. Dios unirá nuestros cuerpos glorificados con nuestras almas. Pero esos cuerpos ya no sufrirán enfermedades, no tendrán dolores, no sufrirán el achaque del paso de los años… lo cierto es que es algo que supera toda nuestra imaginación. Y esto de resucitar es posible gracias a la resurrección de Jesucristo. ¿No os habéis preguntado alguna vez por qué en
Hoy hemos escuchado en la proclamación del Evangelio que Jesús Resucitado se apareció a los Apóstoles. Y cómo Jesús les enseñó sus manos taladradas por los clavos y su costado traspasado por la lanza. Pero resulta que hubo uno de los Apóstoles que no estuvo presente en la primera aparición de Jesús Resucitado y no se lo creía. ¿Quién era el Apóstol que no se creía eso de que Jesús había resucitado? (Santo Tomás). Y al final Santo Tomás se dio cuenta de que realmente había resucitado Jesús. Le costó creer, pero al final creyó. Al principio no se fiaba de la palabra de los Apóstoles que le decían que Jesús había resucitado de entre los muertos.
Os voy a hacer una pregunta: ¿Qué hubiera sucedido si Jesús no hubiera resucitado?, ¿qué hubiera sucedido si hubieran encontrado el cuerpo muerto de Jesús en el sepulcro?. (Que nuestra fe no tendría sentido; que Jesús habría sido un farsante; que las puertas del Cielo seguirían cerradas). Sin embargo, CRISTO REALMENTE SÍ RESUCITÓ. Y al resucitar Jesucristo todo adquiere sentido y estamos llamados a SER CIUDADANOS DEL CIELO.
Supongo que muchas veces habréis visto arcos de piedra, en las Iglesias antiguas, en el acueducto de Segovia, en las entradas de muchas Iglesias románicas, en los puentes romanos. Pues hay una piedra que es clave, fundamental para que el arco pueda mantenerse y no destruirse: es la piedra central del arco. En esta piedra central es en la que convergen las fuerzas de las demás piedras, permitiendo la estabilidad del arco y sin la cual el arco se derrumbaría. Pues Jesús es esa piedra central que hace que toda nuestra vida adquiera sentido y se mantenga en pie.
Y si Jesús está vivo ¿dónde se encuentra ahora?. (Está a
Roberto García Villumbrales
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