domingo, 25 de abril de 2010

Homilía para los niños en el 4º domingo de Pascua

25 de abril de 2010, IV domingo de Pascua.


¿Sabéis lo que es el eco?. ¿Alguno de vosotros me podría decir que es eso del ‘eco’?. (El eco es la repetición de un sonido, ya que las ondas del sonido chocan contra una superficie dura y dichas ondas retornan a uno). Uno sube a una montaña y allí grita algo, enseguida vuelves a escuchar lo gritado al aire, hasta que, poco a poco, el sonido desaparece. Nosotros los cristianos, en este tiempo Pascual estamos escuchando los ecos del anuncio de la Resurrección del Señor. Jesucristo ha resucitado y este acontecimiento lo estamos escuchando, una y otra vez, como si de un ‘eco’ se tratase, pero con la diferencia que ‘este eco’ en vez de perderse y de ir desapareciendo el sonido, se va fortaleciendo y reforzando.


Jesús al resucitar abrió las puertas del Cielo. Y yo os pregunto: ¿cómo os imagináis vosotros el Cielo?, ¿os imagináis el Cielo como una gran tienda de regalos y de dulces que podéis coger sin pagar?, ¿os imagináis el Cielo como un gran parque de atracciones?. El Cielo no es un lugar donde uno pueda tener muchos regalos o dulces ni tampoco miles de tiques para subir a la montaña rusa o a la noria. El Cielo es otra cosa más bella. ¿Cómo poder explicaros a vosotros lo que es el Cielo?. A ver: ¿Vosotros alguna vez habéis sentido la alegría de encontraros con un abuelo u otro familiar que queréis mucho y que hacía mucho tiempo que no lo abrazabais?, o ¿vosotros habéis experimentado la alegría de poder ver por primera vez al hermanito recién nacido?, ¿vosotros no habéis tenido nunca la sensación gozosa de llegar a casa porque la profesora os ha felicitado por un trabajo de clase o por el buen resultado de un examen?, ¿vosotros cuando celebráis vuestros cumpleaños con los amigos y con la familia no sentís la alegría de sentiros queridos y de que se acuerden de vosotros?. Yo estoy seguro que sí tenéis estas experiencias gozosas, positivas y que alegran el corazón. Pues el Cielo sería estas sensaciones buenas multiplicadas infinitamente porque estaremos gozando de la presencia de Dios, estaremos con Dios y Él es el que llena de alegría y de satisfacción nuestro corazón.


San Juan, en el libro de la Apocalipsis, o sea, en la segunda lectura que hoy se ha proclamado, nos cuenta de que mucha gente, una gran multitud vestida con vestiduras blancas estaban delante de Dios, contemplando a Dios y de este modo estaban siendo totalmente felices: O sea, que toda esa multitud estaban en el Cielo. Y yo os pregunto: ¿Por qué van vestidos con vestiduras blancas?, ¿qué representa el color blanco? (la pureza). Esto quiere decirnos que únicamente podremos gozar de la dulzura de la visión de Dios cuando nuestra alma esté totalmente pura, sin pecado, totalmente purificada. Y os pregunto: ¿Cómo podemos nosotros purificar nuestra alma y volver a estar en plena amistad con Dios? (confesándonos).

Os explico: Hay una única Iglesia, pero hay tres estados distintos: Una es la Iglesia peregrina, o sea, los que aún vivimos en este mundo; hay otra que es la Iglesia Purgante, o sea, la que está en el purgatorio purificándose para poder hacer acto de presencia ante Dios, y por eso nosotros rezamos por las almas del purgatorio para que se purifiquen lo antes posible y puedan gozar de Dios lo antes posible; y luego está la Iglesia triunfante, que es la que está ya con Dios y son estos que tienen estas vestiduras blancas que nos habla el evangelista san Juan.


Y Jesús desea conducirnos, llevarnos a todos al Cielo. Nos dice con cariño que nosotros somos sus ovejas y que Él es… ¿quién es Él? (El Buen Pastor). Jesús es el Buen Pastor que da la vida por nosotros, que somos sus ovejas. Y yo os pregunto: ¿Qué cuidados tiene que tener el pastor para que las ovejas estén bien sanas? (llevarlas a pastar por los verdes prados; ordeñar; darlas de beber y darlas abundante comida; mantener limpios las cuadras…). Y Jesús, que es el Buen Pastor que cuida de nosotros ¿cómo nos alimenta para que caminemos y pensemos como cristianos? (con el pan de la Eucaristía que es su Cuerpo y con el vino de la Eucaristía que es su Sangre). Nos alimenta con su Cuerpo y con su Sangre y a la vez hace otra cosa muy importante: Nosotros al recibir su Cuerpo y su Sangre hace que dentro de nuestro cuerpo, ya resida en germen, como en una semilla, la esperanza cierta y segura de poder resucitar algún día y poder estar con Dios, con Nuestra Madre, la Virgen Santa María y con todos aquellos santos que, como nos dice el Evangelista San Juan, están vestidos con aquellas vestiduras blancas. Así sea.




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