Educación diferenciada, una apuesta ganadora
En los últimos meses, los colegios diferenciados por sexo han adquirido notable protagonismo en diversos medios de difusión por la oposición que repentinamente ha surgido entre ciertas administraciones educativas y sectores políticos a que reciban cualquier tipo de financiación pública, como sucede con los denominados conciertos escolares.
Simultáneamente, pero en dirección diametralmente opuesta, en determinados países desarrollados de nuestro entorno, la diferenciación por sexo en las aulas está siendo impulsada por la propia Administración educativa, aplicándose como una novedosa técnica pedagógica que está proporcionando excelentes resultados, tanto académicos, como personales. Y, también contrariamente a lo que sucede en nuestro país, estas experiencias se están desarrollando precisamente en escuelas públicas que, por la implementación de tan innovadores programas, reciben incluso financiación adicional de los presupuestos estatales para la formación de su profesorado en el conocimiento y profundización de las diferencias sexuales en el aprendizaje, de cara a optimizar las potencialidades propias de cada sexo, de acuerdo con sus características psicológicas, somáticas y personales.
No se trata de una vuelta a un pasado afortunadamente muy lejano, en el que se educaba a los muchachos para dominar el mundo y a las niñas para someterse a la voluntad masculina, quedando injustamente relegadas al ámbito privado del hogar. Antes al contrario, supone la aplicación de técnicas docentes y pedagógicas innovadoras y punteras, basadas en recientes descubrimientos científicos que muestran cómo los cerebros de hombres y mujeres, aunque porcentualmente iguales en inteligencia, son notablemente diferentes, en estructura y funcionamiento; estableciendo una conexión incontrovertible entre cerebro, hormonas, comportamientos y también, en consecuencia, aprendizaje. Estamos presenciando la implantación seria y definitiva de un nuevo modelo pedagógico, cuya fuerza arranca de sus propias ventajas, demostradas empíricamente, y de su fuerte aceptación social, al margen de ideologías, creencias o tendencias.
En Estados Unidos, demócratas y republicanos, han apoyado unánimemente estas nuevas experiencias docentes que están dando resultados espectaculares, especialmente en escuelas copadas por minorías desfavorecidas. Algunos Estados, como Carolina del Sur, tienen previsto ofrecer clases diferenciadas por sexo, para los padres que lo soliciten, en «todos» los colegios e institutos públicos en un plazo no superior a cinco años. En Alemania, la Ministra de Educación de Berlín, Ingrid Stahmer (socialista) implantó un proyecto piloto en 156 escuelas públicas donde se imparten clases de matemáticas «sólo para niñas», con un excelente resultado, reflejado en el aumento del acceso de mujeres a carreras técnicas. En Renania del Norte-Westfalia, la Ministra de Educación, Barbara Sommer (demócrata-cristiana) ha impulsado en las escuelas públicas la creación de grupos de apoyo para varones con graves dificultades de fracaso y absentismo escolar. Los resultados obtenidos hasta ahora superan cualquier tipo de expectativa. También Hamburgo se ha unido a esta experiencia muy recientemente.
En España, las cifras de fracaso, violencia y absentismo escolar de los últimos años resultan absolutamente alarmantes. Los alumnos españoles son cada vez más analfabetos. Pero a diferencia de otros países, se ignora la existencia de un fuerte componente sexual en el fracaso escolar. Se barajan muchas variables, la edad, la raza, el nivel económico, pero las diferencias entre los sexos se han extirpado de nuestros datos porcentuales. En consecuencia, no hay ninguna actuación para darle solución, ni experimental, ni administrativa. Sin embargo, la variable de sexo es relevante en el ámbito educativo, es determinante, básica y esencial. Tanto los chicos como las chicas están sufriendo una desventaja en el sistema escolar actual que al considerarlos idénticos los perjudica, mermando sus verdaderas potencialidades. Datos objetivos y estudios empíricos demuestran que niños y niñas pueden llegar con mayor éxito a idénticas metas formativas y, en consecuencia, a una igualdad de oportunidades más real, si la enseñanza se adapta a la peculiar forma de aprender de cada sexo desde la más tierna infancia; todo ello partiendo de la premisa de que todos, hombres y mujeres, compartimos una misma humanidad y dignidad, y unos mismos derechos y deberes.
Sus detractores, infundadamente, suelen atribuir a este sistema problemas en la socialización de los niños. Pero la realidad es bien distinta. Como regla general, nos encontramos con niños con un elevado concepto y respeto hacia el sexo opuesto, adquirido, en gran medida, gracias a un ambiente escolar que favorece y permite un conocimiento de uno mismo más sosegado y un desarrollo personal más completo, para, más tarde, con la personalidad más definida, relacionarse equilibradamente y con naturalidad con el otro sexo; sin problemas, sin prisas, sin prejuicios. Varios estudios reflejan cómo los niños y las niñas que comparten aula no se muestran como verdaderamente son, por vergüenza, por miedo al ridículo, a no «gustar», lo que dificulta un desarrollo personal sano y equilibrado. Las máximas clásicas proclamadas por Píndaro («Llega a ser el que eres») y Sócrates («Conócete a ti mismo») son premisas esenciales para una correcta configuración personal, que difícilmente se pueden alcanzar actualmente en un aula mixta donde se está más pendiente de agradar al sexo opuesto que de ser uno mismo.
Lo que verdaderamente está dañando la socialización de nuestros jóvenes es la incomprensión hacia sus peculiaridades como hombres y mujeres; la exigencia de comportamientos, reacciones y sentimientos idénticos que les conduce finalmente a constantes choques y enfrentamientos, frustración y, en muchas ocasiones, a desprecio y falta de respeto entre los sexos.
La educación separada por sexo, la denominada educación diferenciada, es un modelo moderno e innovador; la educación del futuro, por la que están apostando Gobiernos de muy diferente simbología política. En España tenemos la fortuna de contar con algunos centros de este tipo. Apenas llegan al 1%. Ninguno es público. Muy pocos concertados. Y, aunque todos obtienen excelentes resultados académicos y personales, es una educación criticada, incomprendida y sobre la que existe una profunda ignorancia y desconocimiento.
Seguir rechazando este modelo, seguir dificultándole el acceso a las ayudas públicas o negar la apertura de los colegios públicos a clases diferenciadas para los padres que así lo deseen, supone una postura conservadora, quietista, que se cierra a la ciencia y a la innovación pedagógica, que se opone a la tendencia marcada por países que están logrando remontar la crisis educativa; supone negar a los padres su derecho a elegir la educación que quieren para sus hijos en un marco de gratuidad garantizado constitucionalmente; y supone condenar a nuestros jóvenes a seguir engrosando los porcentajes más elevados del fracaso escolar en Europa, con las graves consecuencias sociales y económicas que esto implicará en un futuro no muy lejano para nuestro país.
La educación mixta no es la única opción válida y, por lo tanto, no debe ser la única ofertada por la Administración. Es obligación de los poderes públicos hacer posibles todas las ofertas educativas, dando a todos por igual la oportunidad de realizar al máximo sus posibilidades dentro de la opción libremente escogida: la educación mixta o la educación diferenciada. Para ello hay que plantear sin miedos la posibilidad de que los centros públicos ofrezcan clases separadas por sexos. La libertad de enseñanza lo exige; nuestros hijos lo merecen; muchos padres lo quieren y nuestro rancio sistema escolar lo necesita.
María Calvo Charro
Profesora de Derecho Administrativo en la Universidad Carlos III
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