domingo, 15 de septiembre de 2024

Homilía del Domingo XXIV del Tiempo Ordinario, ciclo b Mc 8, 27-35

 


Domingo XXIV del Tiempo Ordinario, 15.09.2024

San Marcos 8, 27-35

 

         Recuerdan cómo el domingo pasado nos encontrábamos a Jesús en el territorio de la Decápolis, en ese territorio pagano curando/sanando a un sordomudo. Recordemos que el ambiente y el contexto era hostil y tenso para Jesús, ya que los fariseos, sacerdotes del Templo y saduceos estaban acechándole. Incluso Jesús llamó a los fariseos con el término ‘hipócritas’, con el sentido de aquellos actores que se ponían una máscara para interpretar en el teatro un personaje que no coincidía con el actor.

         Hoy conduce a sus discípulos a las aldeas de Cesarea de Filipo. Los condujo al extremo norte de la tierra de Israel desde Cafarnaúm. En total dos días de camino. Aquella zona de Israel es uno de los lugares más encantadores de la tierra de Israel. Allí está los pies del Monte Hermón, siempre nevado por el que fluyen las aguas de abundante frescura del río Jordán. Aquella llanura está regada por innumerables arroyos y por lo tanto el suelo es muy fértil; un verdadero paraíso. Región famosa por los grandes pastos y por la fecundidad de los rebaños.

¿Por qué Jesús llevó a sus discípulos a Cesarea de Filipo? ¿Acaso no podía haberlos preguntado o haber dicho sus discursos en Cafarnaúm? Jesús quiso hacerlo allí, en la capital del Reino de Filipo. Se llamaba así esta ciudad porque había sido fundada por Filipo, uno de los tres hijos de Herodes el Grande. La había construido como su capital y por supuesto, la había llamado Cesarea en honor del emperador de Roma. ¿Qué ven los discípulos a su alrededor? Los discípulos se quedaron encantados no solo por el paisaje, sino sobre todo los palacios y todos los placeres que el tetrarca Filipo podía permitirse en sus palacios. Los discípulos podían contemplar la majestuosidad de uno de esos palacios. Los discípulos saben que en ese palacio, encima del manantial y en medio de los árboles, vive Filipo, su mujer que es Salomé (la famosa bailarina que costó la cabeza de Juan el Bautista). Ciertamente Salomé era el alma de todas las fiestas, era la que las animaba. Es en el marco de esta vida tentadora donde Jesús dirige a sus discípulos esta pregunta: «¿Quién dice la gente que soy yo?». Y le contestan que para unos es Juan el Bautista, para otros Elías o uno de los profetas. Dicho con otras palabras, o parafraseando las palabras del Maestro: ¿Qué es lo que la gente valora de mi persona? ¿Mi vida tiene cierto valor para ellos o soy un valor completamente insignificante frente a tanto lujo y majestuosidad? Recordemos que Filipo era un hombre envidiado por todos y admirado por algunos; y también los propios discípulos, en el fondo de sus corazones, encarnan el deseo de ser como Filipo. Y Jesús, al oír las contestaciones de lo que la gente piensa de él, le revela que para el pueblo Jesús encarnan los valores que movieron las vidas de Juan el Bautista, de Elías y de cada uno de los profetas. Ninguna persona del pueblo ha visto a Jesús parecido a los grandes personajes de su época. La gente puede envidiar la vida de Felipo; pero en Jesús la gente capta semejanzas con personas dignas de admiración, no por sus palacios o riquezas o extravagancias que puedan permitírselas, ni ven a Jesús con semejanzas con los sumos sacerdotes ante los cuales todo el mundo se inclinaba. No se parece a ninguno de estos personajes. La gente se había dado cuenta de cómo Jesús era una persona íntegra, honrada, fiel que no se dobla como las cañas por el viento de las conveniencias, sino que dice lo que piensa y vive de acuerdo con lo que él piensa, tal y como también hizo Elías.

Jesús, al igual que Juan el Bautista, Elías y cada uno de los otros profetas predicaron la fe en el Dios único y verdadero, rechazando todo tipo de idolatría. Filipo y los que eran como Filipo o le tenían envidia eran personas que se habían vuelto idólatras, se habían convertido en esclavo de los placeres y de la carne, perdiendo su libertad, ya que todas esas cosas ocupan la integridad de sus corazones. Los pensamientos deciden todas tus opciones, si adoras al dios del dinero que crees que te lo da todo, pero tienes que obedecerle, tienes que estar dispuesto a explotar, a mentir, incluso a matar, siendo esclavo del ídolo. Jesús rechazó totalmente a todos los ídolos y dice que las cosas son criaturas, dones de Dios, pero no podemos ser sus esclavos. Todos aquellos que se inclinaban ante Filipo eran objeto de muchas de sus beneficios y riquezas, ya que muchos anhelaban las alegrías de la lujuriosa vida palaciega.

La gente apreciaba y admiraba a Jesús por su rectitud, su valentía. Pero la pregunta es ¿vale la pena ser hombres como Jesús o es mejor ser como los devotos de Filipo que se inclinan ante él para obtener sus beneficios? Hay muchos que esperan de Jesús curaciones, un empleo seguro y bien remunerado, una familia sólida y bien avenida, la protección ante los infortunios…

Ante esto Jesús hace la segunda pregunta: «Y vosotros, ¿quién decís que soy?». Todos sabemos lo que Pedro le contestó: «Tú eres el Mesías». La respuesta dada por Pedro es correcta. Pero no es esto lo que Jesús quiere saber. Lo que Jesús desea saber es qué tipo de Mesías están ellos esperando: ¿es el que está de acuerdo con los estándares de los hombres, el de la tradición, el hijo de David que habría gobernado sobre todos los reinos del mundo y que hubiera expulsado de los romanos de aquellas tierras? Ellos no entendieron su pregunta. Parafraseando a Jesús sería así: ¿Hasta qué punto estás implicado en mi propuesta de hombre? ¿cómo cuento en tú vida, en tus elecciones, en tus pensamientos? ¿cuánto te importa mi persona? Esta es realmente la pregunta que Jesús les hizo. Él quiere saber hasta qué punto sus discípulos se implican en su propuesta de hombre. Les está preguntando: ¿Vosotros queréis ser hombres como Herodes y Filipo o como yo? ¿Habéis comprendido que somos diferentes estilos de ser hombres? ¿Quién de ustedes está involucrado conmigo? ¿Deseas unir tu vida a la mía? ¿Estas dispuesto de apostar tu vida por Jesús de Nazaret?

Y ante estas preguntas uno puede decirle que… sí, deseo apostar por ti pero…a un cierto momento de la semana (a la Misa), participando en la liturgia dominical, hacer alguna obra de caridad o limosna… etc. Este tipo de respuesta no satisface a Jesús, ya que él quiere saber si quieres unir toda tu vida y vivirla como él la vivió: Pedro respondió con mucho entusiasmo, pero sin haber comprendido.

         Y como Jesús se dio cuenta de que los discípulos ni los apóstoles se habían enterado de nada dice la Palabra que «empezó a instruirlos». Pero ¿no llevaba más de un año y medio instruyéndolos? ¿cómo dice que empezó a instruirlos? Llama la atención que se emplee el verbo ‘comenzar o empezar’ a instruirlos, sobre todo porque estamos en medio de la vida pública de Jesús y ha enseñando ya muchas cosas tanto en público como en privado. Dice que empieza porque los discípulos no habían entendido nada, ni habían entendido a dónde quería llevarlos. O puede ser que ellos no quisieran entender lo que Jesús les estaba diciendo. Pero lo que está fuera de dudas es que Jesús no quería malos entendidos. Él no oculta su verdadera identidad, no se disfraza -como los fariseos-. Jesús quiere que los que se adhieran a él tengan las ideas claras de hacia dónde van y hacia dónde él los quiere llevar. Por eso les dice que su persona va a sufrir mucho, que será rechazado por las autoridades religiosas, por los que son ‘los buenos’ de la sociedad, y que le asesinarán. Jesús abiertamente dice a sus discípulos que él es, a los ojos del mundo, un perdedor, un fracasado. Mientras en la vida todo el mundo compite y se dan carreras frenéticas para ser el mejor y destacar, Él muere por amor al hermano. Jesús enseña a sus discípulos que ‘somos como hierba que por la mañana está preciosa y por la tarde se la siega’, ‘que las riquezas no salvan al hombre’, ‘que todo es vanidad’.

Jesús a los ojos del mundo es un fracasado que le matarán, pero ‘a los tres días resucitará’. La historia del hombre que nos propone Jesús no termina en la oscuridad de un sepulcro, porque el juicio de Dios trastoca los criterios y evaluar el éxito de una vida de una manera contraria a los juicios de los hombres.

Pedro al oír que le iban a maltratar e incluso a asesinar es cuando está conmocionado. Pedro había recibido un golpe terrible, lo cual nos revela que no había entendido nada de lo anterior o bien no quería entender, ya que Jesús ahora es demasiado claro. Pedro no puede aceptar esta perspectiva de la vida planteada por Jesús. Él no había abandonado la casa, el barco para seguir al Maestro, es cierto que él también está dispuesto para dar la vida, pero para ganar, no para perder. De hecho reacciona y reacciona porque ya sí lo ha entendido y no puede aceptar la propuesta de Jesús. Si nosotros no reaccionamos como Pedro oponiéndonos, es porque aún no hemos comprendido lo que Jesús nos está pidiendo.

Ante esto Pedro lo llevó a parte y comenzó a ‘increparlo’, ‘reprenderle’. El verbo ‘reprender’ es muy importante porque es el verbo usado por los evangelistas para contar las historias de los exorcismos de Jesús. Cuando Jesús tiene que expulsar a algún demonio, lo reprende a él y el diablo. En el presente caso cuando Pedro reprende a Jesús es porque Pedro está convencido que Satanás le había sugerido dichos planes de destrucción y muerte. Pedro sabe que la Biblia dice que ‘los hombres de bien son benditos y que el Señor les colma de bendiciones’. El Salmo 37 dice que ‘los malvados conspiran contra el justo, pero el Señor se ríe de los malvados y protege al justo’. Del mismo modo Pedro sabía que los salmos también decían que ‘el Señor no abandona a los justos y los impíos acaban mal’. Esta era la catequesis que había aprendido Pedro, sin embargo, ahora Jesús dice todo lo contrario. Ese era al malentendido de Pedro.

¿Y cual fue la respuesta de Jesús? Jesús empezó a reprender a Pedro, increpó a Pedro. Es decir, comenzó Jesús a hacerle a Pedro el exorcismo, ya que Pedro tiene a Satanás dentro porque razona con los criterios y normas de los hombres, no según las normas de Dios. Por eso le dice a Pedro ‘¡Ponte detrás de mí, Satanás!’, o sea, ponte detrás de mí, pero no lejos de mí.  Como solían decir en la antigüedad; ven detrás de mí, no te pares frente a mí para marcarme el camino. Ponte detrás de mí para que yo te muestre el camino, que es el camino de Dios. Si quieres ser un hombre auténtico según Dios, sígueme porque tu vida ha de estar en las manos de Dios y no en la de los hombres.

Cristo dice que ‘quien quiera salvar su vida la perderá, pero quien pierda su vida por Cristo y por el Evangelio la salvará’. A Jesús no le importan mucho los números, de si son muchos o pocos los que le seguían; lo que sí quería era que los que le siguiesen, realmente le siguiesen. Es una propuesta de amor que nos hace el Señor y el amor se propone, pero no se impone. Jesús sabía que había mucha gente que le admiraba, pero admirar a Jesús no significa todavía ser sus discípulos. Es más, ni siquiera es adhesión al Señor. Las exigencias en el seguimiento de Cristo no pueden ser mitigadas, no pueden ser negociadas; o son aceptadas o rechazadas, o pierdes tu vida por Cristo o no la pierdes por el Señor.

Y en ese morir por Cristo hay tres imperativos que el Señor nos lo deja bien en claro en este evangelio. El primero es ‘niégate a ti mismo’. Instintivamente nos replegamos en nosotros mismos y nos negamos a negarnos a nosotros mismos ya que todo lo que queremos hacer es para obtener nuestro máximo beneficio. A lo que Jesucristo nos dice que ‘olvídate de tí mismo en cada elección que hagas, ya no pienses en ti mismo, sino en la necesidad del otro: De este modo tu alegría será la alegría de Dios. El segundo imperativo es ‘toma tu cruz’. La cruz se refiere a la que el Señor te propone que abraces. Es la de aquel que por haber elegido el tener a Cristo como único Señor y siendo el Señor su delicia es maldecido por los demás. Es el ser insultado porque eligió el amor y no la complacencia; eligió dar la vida por los demás antes de quitar la vida a los demás. El discípulo de Cristo ha de saber y tener en cuenta, y Cristo es muy claro, que si uno toma la decisión de vida propuesto por Jesús de Nazaret no será una persona exitosa a los ojos del mundo, es más será un fracasado a los ojos del mundo.

Y el tercer imperativo o condición es ‘sígueme’, ‘que me siga’. Esto no quiere decir que le imitemos, sino orar y orar. Es como mantener el teléfono móvil encendido constantemente para hablar con Él, para que cualquier elección que tenga que realizar la haga contando con su presencia, preguntándole qué piensa. De tal modo que, si vivimos unidos a Él, Él nos resucitará. No quiere decir que resucitemos en el tercer día, sino que nuestra historia con Jesucristo es una historia triunfante, exitosa ya que estando con el Maestro los aparentemente fracasados y perdedores son los que llevarán una corona de gloria que no se marchita.

sábado, 7 de septiembre de 2024

Homilía del Domingo XXIII del Tiempo Ordinario, Ciclo B Mc 7, 31-37

 

Domingo XXIII del Tiempo Ordinario, ciclo B

08.09.2024 (Mc 7, 31-37)

             Jesús después de aquella discusión con los fariseos y algunos escribas venidos de Jerusalén acerca de lo puro y lo impuro; y en este contexto Marcos nos cuenta que Jesús se levantó y partió hacia Tiro, por lo tanto había ido a tierra pagana. Los judíos se alejaban de la tierra pagana porque era impura. Es precisamente en la región de Tiro y Sidón donde encontró a una mujer pagana, sirio fenicia, la cual según los fariseos había que evitar porque era impura (Mc 7,24-30). Pero resulta que hay una sorpresa, la mujer pagana había demostrado una gran fe en Jesús y en su palabra: «Es cierto, Señor, pero también los perrillos, debajo de la mesa, comen las migajas de los niños». Y Jesús se admira de su fe. Cosa que Jesús, muchas veces hablando con sus discípulos les decía que ‘eran gente de poca fe’. Alaba la fe de esta pagana y constata la poca fe de sus discípulos. Una mujer pagana e impura era una mujer de gran fe.

            Es cierto que la sociedad pagana era movida por las creencias de los espíritus inmundos, pero los paganos no eran impuros. Y el texto evangélico de hoy empieza con el retorno de esta tierra pagana. Jesús sale de la región de Tiro y debe dirigirse hacia el mar de Galilea, por lo tanto debe descender hacia el sur, pero en lugar de eso va al norte, va a Sidón. Posteriormente retorna al sur porque tiene que irse a Cafarnaúm, ya que tiene allí su residencia. Es decir, nos encontramos a Jesús en pleno territorio de la Decápolis. La Decápolis era un grupo de diez ciudades que constituía la frontera oriental del Imperio Romano. Jesús quiere estar más tiempo en territorio pagano. Los paganos no son impuros, pueden hacer obras inmundas, pero son hijos de Dios.

¿Qué vino a hacer Jesús en la Decápolis? Va allí a llevar la Palabra de vida que sana a la sociedad y que la hace más humana. Y es allí donde se encuentra con un sordo mudo. Tengamos en cuenta que cuando los evangelistas cuentan la realización de un milagro no lo hacen únicamente para darnos una información. El objetivo principal es otro: Nos quieren hacer entender, a través del signo prodigioso, lo que ocurre cuando una persona se encuentra con Cristo y con su Evangelio: esa persona se transforma.

Ahora bien, ¿qué hombre se presenta a Jesús? ¿En qué condiciones se encuentra ese hombre? No es una persona sana; es un enfermo. En el evangelio nos damos cuenta que el hombre que Jesús siempre se encuentra está enfermo o en el cuerpo o en el espíritu. Un dato clave de esa enfermedad es la sordera. Éste es el primer detalle. El hombre que Jesús se encuentra es sordo. Esta es una imagen bíblica recurrente continuamente en el Antiguo Testamento cuando los profetas hablan de la condición del Pueblo de Israel. Es un pueblo que siempre termina mal parado: acabó exiliado y deportado a Babilonia porque estaban sordos a la palabra de los profetas y a la Palabra de Dios. Recordemos lo que dice el profeta Jeremías: «Escucha, pueblo, insensato y necio que tiene ojos y no ve, oídos y no oyen» (Jr 5, 21). Y por no escuchar terminan en medio de los paganos. Por no escuchar Palabra de Dios, dejas de vivir ‘de modo cristiano’ para pasar a actuar ‘de modo pagano’, con todas las consecuencias que esto acarrea consigo. Cuando una persona sorda no puede tener las indicaciones sobre cómo comportarse y, por lo tanto se adecua, se adapta a lo que ve hacer a todo el mundo. Es lo que pasó a los israelitas en Babilonia que vivieron en medio de los paganos y poco a poco se fueron separando de las tradiciones de sus mayores porque empezaron a guiarse por lo que veían hacer a la gente pagana: Y es que resulta que ésta es nuestra historia. Si nos volvemos sordos a la Palabra del Evangelio comenzamos a dejarnos guiar por lo que vemos hacer a nuestro alrededor. Y estamos dentro de una sociedad que no sigue los principios evangélicos porque no escuchan el Evangelio. Siguen los criterios de su propia intuición, los  cuales san Pablo los llama ‘las pulsiones/impulsos de la carne’ (Gal 5, 16). Si nosotros nos dejamos llevar por ‘los impulsos de la carne’ nos volveremos sordos y nos comportaremos ‘a modo pagano’ y nos involucraremos en la mundanidad y en la secularización. Si no escuchamos y nos volvemos sordos nos adaptaremos a las modas y al pensamiento dominante y luego pasa lo que pasa: manejamos el dinero como los demás; la sexualidad la entenderemos como los demás; la lealtad, la justicia, el respeto a la vida… terminaremos pensando como todos los demás. Si nos volvemos sordos perdemos el contacto con la única palabra que nos da las indicaciones correctas.

La sordera de este hombre representa la sordera de la humanidad. Además esta persona decía que «apenas podía hablar». Éste es el segundo detalle. Este hombre balbuceaba alguna cosa pero de un modo incomprensible. Este balbucear, este tartamudear representa a un pagano. Representa a la sociedad que intenta buscar una respuesta a los enigmas humanos, al sentido de la vida pero no encuentran el sentido de las cosas, pero sólo cuando el hombre encuentra a Cristo es cuando el hombre deba de tartamudear ya que empieza a decir cosas seguras, auténticas. Un matrimonio que está alejado de Cristo son dos personas que tartamudean, que no pueden vivir el auténtico sentido de la vida matrimonial, que están desorientados y abocados al naufragio; más cuando aparece Cristo en sus vidas ese matrimonio adquiere sentido y lejos de naufragar surca los mares con majestuosidad. Cristo tiene una propuesta del hombre, acepta sus consejos; de tal modo que cuando se ha de elegir entre el bien y el mal, entre la luz y la tiniebla, entre lo dulce o lo amargo no se puede tartamudear porque uno sabe qué cosa es lo mejor. El tartamudear significa que uno se ha vuelto sordo al Evangelio. Cuando nos enfrentamos a decisiones morales y tenemos abierto el oído al Evangelio sabemos que respuestas dar.

El tercer detalle es que este sordo no va solo, va acompañado: «le presentaron un sordo». Este sordo no va solo ante Jesús, sino que otros le acompañan. Cuando un ciego quiere encontrarse con Jesús debe de ser acompañado, pero este sordo podía haber ido solo ante la presencia de Jesús. El hecho de que este sordo haya ido acompañado ante Jesús no es un detalle secundario. Este tipo de enfermos han de ser acompañados ante Jesús, ya que de otro modo, por ellos solos no irían. Acuérdense de aquel paralítico que es traído entre cuatro personas ante la presencia de Jesús o el ciego de Betsaida que le acompañan ante la presencia de Jesús. ¿Qué significa este detalle del acompañar a este sordo? Es la imagen de alguien que está muy lejos de Cristo y además no es consciente realmente de lo mal que él se encuentra, que lo que vive no es vida. Recordemos en todas aquellas personas que viven en un modo pagano, ellos no se dan cuenta de lo bajo que han caído y de lo mucho que se han degradado. Pero el que tiene los oídos abiertos al Evangelio, el que ama al hermano sinceramente quiere acompañarlo ante Cristo, porque sólo si encuentra a Cristo y a su evangelio él sanará. El hecho de que este enfermo esté acompañado significa que esta persona ama a su hermano y desea que sea feliz: son aquellos ángeles que Dios encarga para que cuide de cada hombre. Nosotros estamos llamados a ser esos ángeles que acompañan a aquellos hombres que están sordos porque no han escuchado la Palabra de Dios.

El cuarto detalle es que le piden a Jesús que «le imponga la mano». Son estos ángeles quienes se lo piden a Jesús porque el sordo no tiene ni idea del porqué está ahí ni el porqué le han llevado ante Jesús. Estos ángeles están llamados a orar constantemente cuando hacen este servicio al hermano. ¿Por qué tienen que orar? Tienen que orar porque la oración es lo que nos mantiene en contacto con el Señor. Rezando uno ve a ese hermano tal y como lo ve el mismo Jesús. Si uno no reza empieza a ver a ese hermano desde el prisma humano y empiezas a enfadarte, incluso a enojarte con él porque no hace lo que se le dice, porque se arrepiente, porque desea hacer lo que hacía en la vida antigua, ‘añora las cebollas de Egipto’, o incluso te ofende diciéndote que ‘déjame en paz’. Si uno no reza uno actuará mal y arruinarás todo. Cuando uno se da cuenta que el hermano está sordo al no escuchar el evangelio, la primera cosa que debe de hacer antes de ayudarlos es rezar por ellos. Rezando estaremos sintonizando nuestras elecciones con las del Señor.

Jesús realiza una serie de gestos curativos que pueden parecer un tanto extraño, pero tienen un significado y un mensaje.  El primer gesto es que Jesús aparta a este enfermo de la gente, lejos de la multitud. ¿Por qué le separó de la multitud? Este hombre nació y creció en un ambiente pagano y sólo puede vivir y pensar como un pagano. Es sordo y nunca había oído nada más, nunca había oído otra propuesta de vida diferente. Ésta es la condición que tienen tantas personas que llevan una vida tan diferente a la propuesta del Evangelio y que se han dejado arrastrar por los pensamientos dominantes y no han escuchado otras propuestas de vida. Jesús saca a esta persona lejos del modo de razonar y de vivir al modo pagano. El mensaje es claro: si quieres que tu vida sea curada por el Evangelio debes de alejarte de la multitud y del modo de razonar de todos. Es preciso alejarse de las banalidades de Internet, del cotilleo de la prensa del corazón… es preciso alejarse de aquellas realidades que conciben como justo y como bueno lo que es en sí mismo el mal, lo malo, lo dañino. Si no te alejas de este modo de pensar, si no marcas distancias no podrás dar alas a la otra vida planteada por Cristo.

El segundo gesto es que coloca sus dedos en los oídos. El tocar a un enfermo era algo común en aquel tiempo; era el modo de comunicar el poder curativo al enfermo. En la Biblia se habla del ‘dedo de Dios’. Por ejemplo cuando los magos del faraón ante los prodigios que estaban siendo testigos exclaman ‘paremos porque aquí está el dedo de Dios’. Es el signo de la presencia del poder del Señor que interviene.

El tercer gesto es que con la saliva le tocó la lengua. Hay que entender que en aquel tiempo la saliva era entendida como el concentrado del aliento, la materialización de la respiración. Tocando con su saliva la lengua, Jesús pretendía comunicar su espíritu y su aliento al enfermo. De tal manera que la lengua tocada por Cristo ya no habla un lenguaje como antes, ahora habla otro nuevo idioma. Recordemos cuando en Pentecostés, cuando desciende el Espíritu todo el mundo habla un lenguaje nuevo; ya no hablan inspirados por los espíritus inmundos que dictan palabras ofensivas, del demonio de la arrogancia, de la mentira, del orgullo y te hacen decir cosas que no están en sintonía con el Evangelio. Quien está tocado por el espíritu de Cristo habla como hablan los hijos de Dios.

El cuarto gesto es que Jesús levanta su mirada al cielo. Este gesto es totalmente nuevo. Mirando al cielo Jesús reconoce que toda la fuerza vital procede de Dios. Luego Jesús suspiró. En ese suspiro captamos cómo Jesús entiende el sufrimiento humano. Luego pronuncia una palabra aramea: Effetá, ‘ábrete’. Es tanto como decir ¿quieres abrir tu corazón ante mi palabra? Es una palabra que te cura. Abre tu alma a la belleza del rostro de Dios que es bueno y sólo bueno y ama de un modo incondicional. Es un ábrete para descubrir lo que te está aconteciendo en la vida, el realizar la lectura creyente de todo lo ocurrido. Es una llamada a percibir la presencia de lo divino en medio de lo cotidiano.

El resultado es que a este sordo se le abrió el oído y se le soltó la traba de la lengua. Si escuchas y abres el oído al Evangelio entonces hablarás de un modo correcto y no te engañarán ante tantas tentaciones y planteamientos mundanos aparentemente buenos y seductores.

Jesús manda que no digan nada porque no quiere ser considerado como un sanador y se olviden de la auténtica señal que él quiere darnos que es traer un mensaje nuevo en medio de esta sociedad pagana. Y la gente decía admirada que ‘todo lo hace bien, hace oír a los sordos y hablar a los mudos’. Esto nos remite al libro del Génesis donde se nos dice que Dios hizo todo bueno. Con esta expresión de la gente está indicando cómo en Jesús comienza lo nuevo, comienza una nueva creación; cómo en Cristo todas  las cosas son nuevas. Ahora nace un mundo nuevo, una nueva realidad.


sábado, 31 de agosto de 2024

Homilía del Domingo XXII del Tiempo Ordinario, ciclo B 01.09.2024 Mc 7,1-8.14-15.21-23

 

Domingo XXII del Tiempo Ordinario, ciclo B

01.09.2024 (Mc 7, 1-8.14-15.21-23)

 

         Las autoridades de Jerusalén envían a algunos fariseos y escribas porque acusan a Jesús de violar un precepto grave y enseña a sus discípulos a no realizarlo. Acusaban a Jesús de no realizar las purificaciones rituales y le acusaban de enseñar a sus discípulos a no dar importancia a esta práctica. No se trataba de una práctica de higiene, ya que las purificaciones se realizaban después de realizar la higiene correspondiente.

         Estas purificaciones eran necesarias para limpiar cualquier eventual impureza porque alguien o alguno podrían tener contacto con cualquier cosa del mundo. En el libro del Levítico hay dedicados seis capítulos a estas distinciones entre lo que es puro y lo que es impuro. Puros son ciertos animales que se pueden comer e impuros son otros animales (el cerdo, el camello, la liebre…) que hay que evitar. Las condiciones de impureza de cualquier modo llaman y recuerdan a la muerte, la sangre, todo lo relacionado con el nacimiento, las enfermedades… Pero en el tiempo de Jesús se consideraba impuro todo lo que tenía relación con la muerte ya que cualquiera que incurriese en impureza o estuviera relacionado con algo considerado impuro no podía acercarse al Señor, no podía acudir a la sinagoga ni al Templo ni a la vida social del pueblo israelita. Por lo tanto debían de purificarse.

         En el libro del Éxodo        se establece qué cosas hay que hacer para purificarse; pero las disposiciones se referían únicamente a los sacerdotes que viviendo en contacto constante ante Dios, el Santo, el Puro debían mantenerse siempre en un estado de pureza. Por lo tanto ellos no podían enterrar a un muerto y luego ir al templo a servir al Señor. Es más, los sacerdotes iban al templo descalzos, no calzados, porque los zapatos eran de cuero y el cuero está elaborado de un animal muerto, lo cual ya incurrían en impureza el hecho de ir calzados.

         Los fariseos del tiempo de Jesús habían inculcado en la mentalidad de la gente que todas estas prescripciones de pureza que tenían los sacerdotes tenían que convertirse en una práctica habitual en la vida cotidiana de todos los israelitas, porque los israelitas son un pueblo puro y los paganos son los impuros. Aquí está la disputa entre Jesús y los fariseos y escribas.

         Los fariseos y escribas sostenían la importancia de lavarse las manos para purificarse: Esto tenía un significado hermoso que era recordar al israelita que cuando tomó el pan tocaba algo puro ya que el pan es un don de Dios. Les recordaba que el pan y los dones materiales tenían un significado además del económico, tenían el significado de la fe. Por ejemplo; una esposa cuando observa el anillo, a alianza matrimonial, el cual puede o no tener mucho valor económico, pero para ella tiene todo un significado porque le recuerda muchos años de una vida de amor con el esposo. Aquí está el significado del lavado ritual de las manos que debía de realizar el israelita que debía de tomar el pan como un regalo del cielo y por tanto compartirlo con todos los hijos de Dios.

         Sin embargo en el tiempo de Jesús pasó a convertirse –el lavarse las manos como purificación- en un ritual semi-mágico para protegerse de las fuerzas del mal que podían entrar cuando uno se estaba alimentando y por lo tanto tenían que protegerse de estas fuerzas de la muerte. Por lo tanto ya habían perdido este significado original que era hermoso.

         El evangelista Marcos escribe a unas comunidades de Roma, procedentes del paganismo que no conocen estas costumbres judías; por eso el evangelista necesita explicar a sus lectores esta obsesión de los judíos con las purificaciones.

         Aquellos que iban al mercado/plaza (Jn 7,4) habían tenido contacto con otras personas con objetos, con alimentos que podían ser portadores de impureza: tocar sin querer a un pagano, un objeto idólatra o a una mujer durante su ciclo. Por esto al regresar a su casa deben de hacer el rito de la purificación y tenían que hacerlo de un modo muy meticuloso como lo prescribía el Talmud.

         ¿Cómo responde Jesús a la acusación que le están haciendo de descuidar las tradiciones de los mayores? Las manos son el símbolo de la acción que realizamos; con las manos podemos hacer el bien o hacer el mal, dar la vida y dar la muerte. Y ante la pregunta de si tocar un objeto, dar la mano a un pagano, acariciar a un leproso, enterrar a un muerto… Jesús responde que esto no ensucia tus manos. Esto es así porque ninguna criatura ni ninguna persona es impura para Dios. Jesús no acepta que se purifique las manos con un rito porque ese rito te tranquiliza la conciencia y te hace pensar de un modo engañoso. Para Jesús son puras las manos que dan de comer al hambriento y de beber al sediento, que han vestido al desnudo, curado al enfermo y visitado al que está en la cárcel. Recordemos que en el capítulo 11 de san Lucas, Jesús sigue discutiendo con los fariseos y los escribas sobre las purificaciones y les dice que ellos se afanan en purificar lo externo de las copas y de los platos. Y les dice cómo ellos deberían de purificar la copa y los platos: dad a los pobres lo que hay dentro de la copa y de los platos (la bebida y la comida) y todo se volverá puro. Aquí está la diferencia entre las manos puras de los fariseos que realizan el rito y lo de Jesús que va a lo esencial, las obras de amor, las cuales purifican las manos.

         Jesús les dice: ‘Bien profetizó Isaías de vosotros, hipócritas (…)’. El término ‘hipócrita’ no tiene el significado que tiene asumido por nosotros desde un punto de vista moral. Para nosotros los términos fariseos e hipócritas se identifican, porque entendemos al fariseo como persona falsa que predica el bien y hace el mal. Este no es el sentido de ‘hipócrita’ del evangelio.  Los fariseos no eran gente mala, es más, Pablo era un fariseo (Rm 10). Eran personas celosas y que cumplían escrupulosamente con la Torá. Pero desgraciadamente ellos eran personas esclavas de sus tradiciones religiosas y ni siquiera Jesús pudo liberarlos e introducirlos en la libertad y en la alegría del amor incondicional de Dios. Entonces ¿qué significa el término ‘hipócrita’? El término hipócrita se refería a los actores de teatro. El actor era un hipócrita; la razón era porque en aquel tiempo las representaciones teatrales el actor nunca se presentaba su rostro/cara, sino que siempre iba con una máscara y así simulaba lo que no era. Podía ser en la vida real un pobre granjero y se presentaba en la obra teatral como un filósofo. Aquí Jesús cuando se refiere a los fariseos y a los escribas no les dice que son malos, lo que les dice es que ellos son comediantes. Dice que Dios no tiene necesidad de esas escenas teatrales o de esas comedias religiosas (los rituales de purificación) ya que lo que Dios espera de ellos es otra cosa muy diferente, por eso hace referencia al profeta Isaías: «Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está muy lejos de mí» (Is 29, 13). Es decir, que sus pensamientos, sus mentes, sus decisiones están muy lejos de Dios. El profeta Isaías, en su primer capítulo presenta la comedia religiosa que sucedió en Jerusalén. Dios dice que cuando el pueblo realiza sus comedias religiosas que Él mira para otra parte (Cfr. Is 1, 15): «Cuando extendéis las manos para orar, aparto mi vista». Que el perfume del incienso, de los holocaustos los aborrece porque no obran conforme a la voluntad de Dios. La razón es clara: Con esas manos se comenten violencia, gotean sangre y luego vienen a Dios para llevar a cabo un rito de purificación y esto no le interesa a Dios, porque todo esto es una farsa, un engaño.

         Jesús toma precisamente al profeta Isaías para decirles que está esperando a alguien que quiera realmente una relación con Él, para así adentrarse en una auténtica purificación/conversión: es la purificación de los que realizan las obras de amor, ya que ese es el único culto que a Dios le gusta.

         Y a continuación Jesús dice a todos qué cosa hace impuro al hombre. Dice que es de dentro del hombre donde surge la impureza. Cuando se dice ‘de dentro’ no se está refiriendo a la sede de los afectos, sino de la mente, de la conciencia, el origen de las elecciones y de las decisiones. Y a continuación Jesús presenta doce comportamientos que vienen desde dentro del corazón del hombre y lo hacen impuro; es decir, que al hacerlo impuro mata lo humano que tiene esa persona, lo destruye como hombre.

         Hay doce comportamientos en los que encuentras seis en singular y seis en plural. La primera de ellas es la prostitución o fornicaciones: no sólo habla de la única forma de prostitución o de fornicación que conocemos, sino que está en plural porque son muchas; son todas aquellas situaciones de la vida en la que uno se vende por intereses. Si para conseguir cualquier cosa en el trabajo o en la carrera uno vende su propia conciencia y sus propios valores personales o la propia dignidad uno se prostituye, fornica y esto deshumaniza. El segundo es ‘los robos’, no robo; usa el plural porque existe muchas maneras de robar. No consiste sólo en quitar algo a alguien, sino que la gestión de los bienes de este mundo es un robo porque los bienes de este mundo son todos de Dios. El robo puede incluso robar el buen nombre de una persona y hay muchas formas de robar y todas ellas te deshumanizan. El tercero son los homicidios; no sólo es quitar la vida a una persona con un arma, sino que cualquier reducción en la vida del otro es un homicidio, uno puede quitarle la alegría de vivir, de trabajar porque se le está acosando en su trabajo, se le está atacando por pensar y sentir de un modo diferente, se está abusando de él y minando su autoestima y su propia persona, todo esto es un homicidio, y no digamos nada de las calumnias y maquinaciones contra una persona, y todos estos homicidios están proyectados y nacen del corazón del hombre. La cuarta son los adulterios; hay muchas traiciones a la lealtad y muchas infidelidades al amor. Todas las búsquedas del placer egoísta que suponga la esclavitud o servidumbre del otro son traiciones al amor, son adulterios. La quinta son las codicias; las codicias son los antojos que te llevan a querer tener cada vez más para acumular y guardar la felicidad de tener más. La alegría del hombre no consiste en tener más o en acumular más sino en el dar/donar más. Hay más alegría en el dar que en el recibir. El hijo de Dios que hay en uno crece cuando hay disposición para hacer al otro feliz ya que si acumulamos para nosotros nos olvidamos de los demás. La sexta son las malicias; son los malos pensamientos, el pensar y buscar siempre mal de alguien. Hay muchísima gente, de las que son incluso muy devotas, que tienen un deseo incontenible de controlar y vigilar la vida de los demás porque sospechan y piensan mal de esas personas y sienten un placer morboso de decirles a sus amigos toda la porquería de esa persona en concreto. Estas personas son devastadoras; siempre miran las acciones con sospecha, siempre ven las malas intenciones de los demás por todas partes. Y a partir de aquí empiezan los seis comportamientos en singular. El séptimo es el fraude, el engaño; es el comportamiento de aquellos que piensan en su propio interés y está dispuesto a realizar cualquier truco para conseguir sus propios objetivos. Sería lo que en griego se llama δόλος (dólos), engaño. El octavo comportamiento es el desenfreno; no se refiere sólo al campo sexual, pero todos los sentidos han de tener sus propios frenos, en el beber, en el comer, en el entretenimiento… es la falta de autocontrol; es el comportamiento de aquellos cuya norma es que  “yo hago lo que me plazca”. El noveno comportamiento es la envidia; es el miedo de que alguien quiera algo de mí y me reste algo de mí, por lo que uno está atento no sea que la habilidad de esa persona, ese modo de actuar o esos estudios o ‘labia’ haga que mi posición o pretensiones sean restadas o entren en serio peligro, porque el otro es un enemigo, contrincante, una persona a derrocar para que ‘no me haga sombra’; me lamento de que el otro tenga algo que yo no puedo tener. Muchas veces cuando uno no se alegra de los éxitos de los demás es porque la envidia gobierna ese corazón. El décimo comportamiento es la calumnia o difamación; es la oposición a la verdad, porque como esa verdad no me gusta o no me conviene tengo que buscar el modo de cómo obstaculizar la verdad, de ocultarla. El decimo primer comportamiento es el orgullo; es como si cuando uno hablara todo el mundo se tuviera que callar porque es que de nuestra boca sólo salen oráculos. Y el último comportamiento que viene del corazón y te arruina como hombre es la frivolidad; la frivolidad es la estupidez, es el orientar de un modo incorrecto las elecciones en la propia vida. Es el comportamiento del hombre de la parábola del capítulo 12 de san Lucas que había acumulado los bienes de sobra para poder vivir perfectamente toda su vida. Lo tenía acumulado en vez de distribuirlos, ya que ha tenido la fortuna de poseerlos en sus manos y lo que ha hecho ha sido ampliar los almacenes para guardarlos. La frivolidad es sacrificar toda la existencia por acumular en lugar de donar, y luego encima no ha construido nada. Es una persona que no terminó nada en su vida porque no construyó nada con el amor.

         De todas estas cosas/comportamientos concluye Jesús que son malos porque salen de dentro para afuera y éstos contaminan al hombre porque degradan al hombre, le hacen inmundo, te hacen morir como hombre.

         Es esta impureza interior, es esta muerte interior la que debemos purificar y esto no se purifica con el agua de las purificaciones. El que purifica el corazón es la voz del Espíritu que Cristo nos ha entregado; es la Palabra de Cristo la que nos purifica.


domingo, 25 de agosto de 2024

Homilía del Domingo XXI del Tiempo Ordinario, ciclo B 25.08.2024

 


Domingo XXI del tiempo ordinario, ciclo b

25.08.2024                                  (Jn 6, 60-69)

 

         Jesucristo es muy claro: quien vive su vida se une a la vida del Padre –se comunica- y así el que vive su vida se vuelve eterno. Cristo nos pide una adhesión incondicional a su persona. Un apoyo entusiasta a su persona y unánime. Sin embargo, los judíos no querían acoger el pan de vida –la persona de Cristo- porque eran conscientes de lo que esto supondría para su vida cotidiana. Pero ¿cuál será la reacción de sus discípulos? ¿Cómo reaccionan los más íntimos de Jesús? Por lo menos de ellos esperamos una adhesión sin vacilaciones.

         El hecho de que los judíos se negaran a acoger a Jesús y a aceptar su propuesta de vida era algo que podría entrar dentro de lo que era lo normal. Ellos se negaban a aceptar que en Jesús se hubiera producido la encarnación de la Sabiduría de Dios y por eso no habían aceptado ni su persona ni su palabra. Sin embargo sorprende que muchos de los discípulos que le habían oído y habían sido testigos de sus milagros hubieran preferido alejarse, abandonar a Jesús: Y de hecho le abandonan. ¿Cuáles son las razones por las que ellos le abandonaron? ¿Por qué ellos le bloquearon? Ellos se dieron cuenta de lo que comportaba para su vida concreta el decir a Jesús que ‘sí’. Y llegado a este punto le dicen claramente un ‘no’, es muy duro y no quieren seguir escuchándolo. Hasta ese momento le habían escuchado de muy buena gana y habían presenciado con alegría los milagros que Jesús realizaba y además compartían muchas de las críticas que Jesús hacía a los fariseos, saduceos, herodianos…Pero claro, hasta ese momento su vida concreta y cotidiana todavía no había sido tocada por el Evangelio y continuaban comportándose y actuando como personas honestas y caritativas….se comportaban como buenas personas. De tal manera que ellos pensaban que para ser discípulos de Jesús bastaba con esto: ser buenas personas, caritativas, honestas… Y es en este punto cuando ellos entienden lo que Jesús quiere. Jesús les pide que sean como él y él es alguien que dona la vida. Jesús te plantea que dejes de pensar en ti mismo y empieces a pensar en el bien del hermano: te pide que seas/seamos siervos a tiempo completo e incluso que mueras por amor por tu enemigo. Es en este punto cuando se dan cuenta que la propuesta de Jesús es dura. Hasta ese momento los discípulos de Cafarnaúm habían percibido la palabra de Jesús como dulce, amable y razonable, pero cuando se sintieron involucrados personalmente en esa causa y en su vida concreta y cotidiana y fueron invitados a tomar la decisión de dar un golpe serio en su vida se dieron cuenta de lo que comportaba decir ese ‘sí’ a Jesús.

Ellos habían creído que en Jesús habían encontrado a alguien que le resolviera todos los problemas (recordemos que antes le querían haber nombrado rey). Los discípulos habían esperado de Jesús todo tipo de éxito y de grandezas en este mundo (recordemos los hijos del Zebedeo). Muchos viven su ser cristiano para que el Señor les proteja en los viajes, que les de éxito en las tareas temporales, para que su protección sea una constante para que las cosas les vaya bien…: Estos son los discípulos que siguen aún a Jesús porque aún no han entendido lo que realmente el Señor les está pidiendo. Recordemos las palabras de Jesús: Quien no renuncia a todas sus posesiones no puede ser mi discípulo…. Quien no ama a su padre y a su madre más que a mí, no es digno de mí… Quien no deja casa, tierras, posesiones por mí, no es digno de mí. ¿Nosotros también le abandonaríamos diciéndole que tiene un modo de hablar muy duro?

Es en el banquete eucarístico cuando te pregunta si quieres unir tu vida a la suya. Cuando Cristo dice que tomes su cuerpo y que bebas de su Cáliz te está planteando ¿tú también quieres abandonarme porque has descubierto la dureza de mis palabras?  ¿También tú me quieres abandonar porque te has dado cuenta de lo que supone decirme ‘sí’ en el seguimiento? Si sigues creyendo que ser seguidor de Cristo es algo dulce, algo suave, algo tranquilo es que no entiendes lo que estás haciendo.

El Pan de Cristo te pregunta ¿quieres ser similar a mí? ¿Quieres partirte y repartirte, desgastarte e ir muriendo poco a poco amando a todos? ¿Quieres que tu vida sea un regalo constante para la vida de tu hermano e incluso de tus enemigos? ¿Quieres unir tu vida a la mía? Porque ante esto se plantea una cuestión ¿por qué estoy buscando a Jesús y qué espero yo de él?

Esta más que claro que la mayoría de los cristianos se asemejan a las multitudes de Cafarnaúm que querían a un salvador fácil, a uno que les salvase del hambre, que les saciase respondiéndoles con milagros a sus necesidades: que les ayudase a estar bien en esta vida. ¿Qué cosas le pedimos al Señor?

Y ¿cómo vive Jesús estos momentos de crisis de los discípulos? Sabían que ellos murmuraban. Ellos habían sentido una profunda repulsa a la propuesta de Jesús de donar toda la vida y de sacrificarse por los demás. Es todo lo contario a los criterios de este mundo que busca acumular riquezas y éxitos, posesiones y reconocimientos. Los discípulos contestaron abiertamente oponiéndose a la propuesta de Jesús.

Cuando Jesús lanza la propuesta central de quién es discípulo y quién no lo es, es cuando se escandalizan, es cuando ‘patinan’. Sin embargo Jesús no se sorprende de esta reacción instintiva de los discípulos. No se sorprendió porque el propio Jesús había experimentado durante toda su vida lo duro y difícil que es obedecer siempre a la voz del Espíritu. Esto es así porque la naturaleza biológica nos lleva a una dirección contraria: no a entregar la vida, sino a aferrarte a la vida. Jesús ha experimentado personalmente esta fatiga. Recordemos el capítulo 4, versículo 15 de la carta a los Hebreos: «Pues no es él un sumo sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras flaquezas, sino que las ha experimentado todas, excepto el pecado». Quien sabe lo duro que es seguir a la voz del Espíritu comprenderá lo doloroso de nuestra fragilidad.

Jesús nos dice que si queremos acoger la propuesta que él nos plantea es preciso tener un corazón puro y abierto a la voz del Espíritu. Por la voz de la carne, la voz de sus pulsiones, por la voz de la secularización, de la mundanidad y por las otras propuestas de vida van abandonando la comunidad cristiana.

Los discípulos de Cafarnaúm están en un tiempo de crisis. «Crisis» viene de  «κρίνειν», que significa que es la hora en la que hay que discernir, hacer una elección. De las crisis uno puede salir derrotado o mejorado/maduro. Esto es fundamental ahora para la Iglesia: ¿Apostamos por una Iglesia más evangélica, más dinámica en el dinamismo del Espíritu –y no el de la carne-, más consciente y más madura? Si apostamos por este modelo evangélico y en sintonía con la voluntad de Cristo para la Iglesia ¿dónde tomamos las fuerzas para tomar las decisiones correctas en este momento de crisis?

La carne, dice Jesús, no sirva para nada. En la Biblia cuando se habla de ‘carne’ significa la naturaleza humana. Jesús te dice: ‘si quieres entender la propuesta que yo te hago tú debes tener un corazón puro, un corazón abierto a la voz del Espíritu, porque la voz de la carne, es decir, de tus impulsos, de tus instintos no te dirán que yo tengo la razón y te llevarán a la dirección opuesta. Esa voz de la carne lo que pretende es que el mensaje del Evangelio se ponga de acuerdo con el consenso humano. La carne te dará los argumentos opuestos a los del espíritu. Y las palabras que yo te doy son espíritu y son vida’. Las propuestas que recibimos del Señor no las recibimos de las sugerencias de la carne, sino de la voz del espíritu dentro de cada uno que te dirá dónde viene la auténtica vida. Escucha la voz del espíritu, y no escuches la voz de la carne.

Jesús sabe que «hay alguno de entre vosotros que no creen». Parece que nos remite a la figura de Judas Iscariote. Sin embargo, en el evangelio de Juan esta figura misteriosa se convierte para el evangelista en símbolo del anti-discípulo que prefiere escuchar a la carne antes que al espíritu. Y aquellos que se comportan como el propio Judas decretan su propio suicidio, destruye la propia naturaleza humana y se niegan a ser plenamente humanos como Jesús propone. Jesús no está hablando del Judas histórico, sino en el Judas que está presente en cada uno de nosotros. Tengamos en cuenta que si rechazamos la propuesta de Jesús arruinamos nuestra vida.

Veamos cómo salen los discípulos de esta crisis. Muchos de los que habían seguido a Jesús le abandonan, no vuelven a ir con él. Es lo mismo que nos pasa hoy: tantos hermanos y hermanas que abandonan la comunidad cristiana. Ahora bien, ¿cómo juzgamos a estas personas? (Personas que se salen de los Institutos de Vida Consagrada; que abandonan el sacerdocio; que se divorcian de sus cónyuges; de los que se confirman y no aparecen por la Iglesia; de las familias que no pisan la parroquia; y de tantos y tantos casos que se puedan dar…). Estas gentes no son malas, no son traidores, son personas que se han replegado en las realidades del mundo porque entendieron que Jesús exigió demasiado y ellos no lo aceptaron. Ellos no tenían ganas de dar a Cristo su propia adhesión. Estemos atentos a no enfadarnos con ellos, no podemos enojarnos con ellos. Porque si te enojas esto significa que tal vez tú ni siquiera estés muy convencido de que hiciste bien quedándote con Jesús. Tal vez no estés del todo contento de estar con Jesús es que realmente exigente.

Jesús respeta la libertad de todas las personas. No obliga a nadie a compartir su elección; no te obliga a comer/masticar su cuerpo y beber su sangre. Se supone que los que quedan en la comunidad cristiana sepan dar un testimonio de vida realmente evangélico coherente con la petición que Jesús les ha planeado a cada uno de ellos.

Y Jesús se dirige a los Doce, a los Apóstoles y les pregunta si ellos también se quieren ir. Jesús no les está presionando ni provocando a los Doce para que le abandonen. Jesús no discute. El diálogo con los Doce ya se ha dado. Es como cuando uno se quiere casar (contraer matrimonio), primero antes de casarse uno se ha de comprometer con la persona amada (anillo de compromiso); pero llega un momento en el que tienes que decir o ‘sí’ o ‘no’. Si dices que ‘sí’ sois cónyuges, esposos; de lo contrario todo se rompe, se alejan, el uno desaparece de la vida del otro. El momento del compromiso no puede durar para toda la vida. La respuesta de Pedro (v.68-69) la da en nombre de todos nosotros: «Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios». Pedro, en nombre de todos, da las razones de nuestra adhesión al Señor porque hemos entendido lo que Cristo ha venido a traernos, a darnos: la Vida Eterna, él viene a traernos palabras de Vida Eterna.

Jesús decepcionó las expectativas de la mayoría de los discípulos que tenía en Cafarnaúm. Los Doce no son discípulos perfectos (y junto a los Doce otros discípulos que le han seguido y le siguen a lo largo de los siglos en la comunidad cristiana), es más, ni siquiera habían entendido la mayor parte de las cosas que Jesús les había dicho. Ellos celebran la Eucaristía aunque siempre acompañados de tantas preguntas, dudas por tanta perplejidad ante lo pedido por el Señor. Pedro dice que incluso cuando estamos débiles y frágiles confiamos en Cristo y creemos en Cristo. Y Pedro le reconoce como el ‘Santo de Dios’, y al decir esta expresión está manifestando a Jesús que le damos toda nuestra adhesión a su persona, aunque no entendamos todo acerca de lo que nos pide el Evangelio pero estamos en camino detrás de Jesús porque estamos confiando en su propuesta de vida.


sábado, 3 de agosto de 2024

Homilía del domingo XVIII del Tiempo Ordinario, ciclo b 04.08.2024

 

Homilía del domingo XVIII del Tiempo Ordinario, ciclo B

04.08.2024

 

         El domingo pasado veíamos cómo querían proclamar a Jesús como rey porque con cuatro panes y dos peces había dado de comer a unos cinco mil. En nuestra opinión lo que allí ocurrió fue un triunfo, pero para Jesús fue una profunda decepción. Jesús se dio cuenta que la gente no entendió el significado del milagro. La gente entendió mal el signo que hizo Jesús porque consideraron a Jesús como un hacedor de milagros. Ellos entendieron que Jesús era alguien que les resolvía todos los problemas. Jesús no llegó hacerles entender que el mundo nuevo no viene del cielo con milagros, sino que hay que construirlo siguiendo la propuesta de Jesús. Es entonces cuando irá surgiendo un mundo sin guerras, sin hambre, sin sufrimiento. El signo que Jesús les había dado la gente lo había equivocado.

         Cuando abandonan aquel lugar del milagro, los discípulos se habían entretenido entre la gente mientras que Jesús había ido a la montaña porque comparte el pensamiento de Dios, y el único que sube al monte es Jesús ya que es el único que piensa con sus criterios.

Los discípulos embarcan en una barca y atraviesan el lago. Esa barca, sin Jesús se torna un viaje tormentoso, un viaje agitado, porque sus corazones están agitados al ser conscientes que el éxodo que Jesús les propone, que la propuesta que Jesús les hace es muy complicada porque se trata de comportarse como aquel que no retiene para sí nada, sino que lo entrega por amor. Como ese niño o muchacho que no vendió su comida ni cobró nada por ella, sino que lo entregó por amor: puso todos los bienes que tenía a disposición de los hermanos. De este modo ha demostrado que comportándose así se satisface el mundo y se vencen a las injusticias. Pero el corazón se agita porque acoger esta propuesta de Jesús es difícil.

         Esta agitación del corazón es la que se debería de dar en los corazones de los hermanos que forman la comunidad cristiana ante la palabra provocativa del Evangelio que pide una conversión y un cambio radical de las elecciones en la vida.

         Las multitudes entendieron mal el milagro de la multiplicación y ellos buscan a Jesús pero no lo encuentran. Ni los propios discípulos le encuentran porque todos están confundidos y desorientados. Es importante que nos reconozcamos en esa multitud de Cafarnaún y que nos reconozcamos entre los suyos que estamos desconcertados y desorientados. Jesús ha iniciado su éxodo para introducirnos en la dinámica de la vida nueva, de la vida del Espíritu, pero la multitud se quedó con sus pies plantados en su orilla, en la orilla de la tierra de la esclavitud, con sus viejos planteamientos. Esta gente busca a Jesús pero le buscan con motivos equivocados. Es más, cuando le encuentran le preguntan «¿cuándo has venido aquí?». Esa no debería de haber sido la pregunta que le tenían que hacer, ya que le estaban buscando porque ese Jesús sería como un dios que nos facilitaría la vida, que hiciera maravillas para que nosotros fuésemos felices, de tal manera que todos los problemas y dificultades nos lo resolvería Jesús. La multitud que así piensa y razona no ha empezado a realizar el éxodo, sino que tienen sus pies bien asentados en la tierra de la esclavitud. Ellos pensaban que si Jesús no nos resuelve los problemas materiales y personales ¿de qué nos sirve el haberte encontrado?

         Las expectativas de la gente de Cafarnaún se parecen a las nuestras. Hay muchos creyentes que acuden solo a Jesús cuando tienen dificultades o se le invoca para salir de un apuro.

         Jesús no responde a la pregunta que le dirigieron, sino que Jesús responde a la cuestión auténtica y de fondo del porqué le están buscando. Jesús dice que le buscan porque responde con milagros a las necesidades materiales de la gente. Jesús dice: ‘no me estás buscando, estás buscando los panes y los peces’. Este es el gran equivoco de muchos de los cristianos: ¿por qué buscamos al Señor? Las peticiones correctas serían en la línea de pedirle luz para tomar las decisiones correctas en la vida para ver claramente y así no cometer errores. Pedirle que nos enseñe a amar, a entregarnos a buscar siempre el bien del otro por encima del nuestro propio. Recordemos cómo Salomón pidió sabiduría a Dios.

         Jesús no ha venido al mundo para aportar el pan para la vida biológica. Jesús ha venido para aportarnos el pan que dura para la vida eterna. Las personas que acudían a él eran de Cafarnaún. Eran personas que acudían a la sinagoga, que cumplían con el ayuno y las limosnas, eran fieles cumplidores de lo mandado. ¿Acaso Jesús espera mucho más de lo que ya estamos haciendo? Jesús no manda nuevas cosas, sólo hay una obra importante y fundamental: cree en mí. ¿Qué significa creer? Creer es fiarse de la propuesta de vida que Jesús nos hace. Creer es aceptar y hacer propia la propuesta planteada por Jesús de Nazaret. Es decir, donar la vida por amor, eso es creer en Él.

         Creer es que  yo me juego la vida por la propuesta de Jesucristo. Es una propuesta que es desafiante. Ahora bien, ¿tendré la garantía de que si sigo la vida propuesta por Jesucristo las cosas me irán bien? Por eso la gente de Cafarnaún le dice, ‘danos una señal’, danos una señal que demuestre que tu propuesta es exitosa, que no será un fiasco. Ellos dicen que Moisés pidió confianza al pueblo, el cual le siguió en el desierto, el cual le dio al descender el maná del cielo. Jesús no está dispuesto a realizar un milagro para que ellos acepten su propuesta de vida. No da ni pruebas surgidas de los milagros ni pruebas racionales. La propuesta de vida que Jesús nos hace no la podemos comprobar con la racionalidad. Jesús pide la confianza que tiene un enamorado con su amante. Un enamorado no puede decir a su chica diciéndole que estará seguro y que le puede dar la certeza de que él le hará feliz a la chica. No lo puede probar; o confías o no te confías. Jesús sólo te da una prueba: la belleza de su vida, donada por amor. Ahora bien ¿quieres apostar y juntar tu vida a la propuesta de vida que te ofrece Jesús?

         Jesús confronta el regalo que Moisés pidió al pueblo, el regalo del maná y el verdadero pan que proviene del cielo. El enamorado quiere que sea feliz su amada y él no puede ser feliz sino está con ella. Jesús es el amante que nos quiere convencer que sólo él puede llenar nuestra necesidad de amor infinito, de vida que perdura. Jesús no da pruebas. Nos atrae como lo hacen los amantes con su belleza. Nos cuenta lo que nos puede dar. No nos puede dar comida material, pero sí el alimento de la vida que no acaba. Pero si crees que te puedes satisfacer sólo de la comida material, esta comida te decepcionará. Son como esos amantes que se prometen satisfacer su hambre y sed de alegría simplemente con las cosas materiales, terminan decepcionados. El maná era un regalo de Dios, fue un pan para la tierra, un pan que perece, que se termina poniendo podrido. Pero el pan del cielo es real, es lo que realmente alimenta la vida que no perece. El pan del cielo alimenta una vida que no perece. Pero la multitud no lo entiende, ya que siguen pensando que el pan que viene del cielo es lo material. Llegamos a pensar que el pan que viene del cielo es lo que nos ayuda a nuestra vida material. Jesús nos lo aclara: ‘yo soy el pan de la vida’. Jesús es el pan que sacia lo más íntimo de nuestras necesidades del hombre. Si pensamos saciar nuestra hambre y nuestra sed de felicidad con el pan que perece, con comida, con bienes que perecen, como si estuviésemos sacando agua de un pozo que al final se seca, nosotros permaneceremos decepcionados. Si uno busca la felicidad en su profesión, si uno desea encontrar la felicidad en el pozo de su trabajo, de su profesión, de su cargo, se terminará secando, porque llegará una hora en que dejemos ese trabajo, ese cargo y nadie nos llame, pasemos al olvido, ese pozo se seque y sigamos teniendo sed y hambre como el primer día. O que nos apasione la música y así busquemos saciarnos de ese placer, llegará un momento en que el oído no responda y no podamos sacar más agua de ese pozo y sigamos estando totalmente sedientos. O que el viajar fuera una pasión que hiciera que tuviésemos una gran alegría y nos ayudase a vivir de un modo más satisfactorio, pero llegará un día en que no puedas viajar, que tus fuerzas flaqueen y no puedas sacar más agua de ese pozo porque ya se ha terminado secando. Todos los pozos se terminan secando y la sed permanece en nosotros. La sed del infinito, la sed de Dios que tenemos dentro de nosotros –porque Él mismo nos lo ha puesto- para que le busquemos. Recordemos el llanto del salmista ‘tengo sed de Dios, del Dios vivo’. O la profecía del profeta Amós ‘llegarán los días en los que enviaré el hambre en la tierra, no hambre de pan ni sed del agua, sino de la escucha de la palabra del Señor’. O las palabras de Jeremías que nos cuenta que ‘cuando encontraba la palabra del Señor las devoraba con avidez. Tu palabra era una alegría y felicidad para mi corazón.

         El único pan que sacia la necesidad de la alegría plena es la palabra de Cristo, su evangelio, no el maná del desierto. Y hasta que uno no coma este pan que sacia estará siempre inquieto aunque esté colmado de todos los bienes materiales. 









lunes, 29 de julio de 2024

Homilía de Santa Marta 2024 29.07.2024

 

Santa Marta 2024 (Lc 10, 38-42)

29.07.2024

             Si subimos a la cima del Monte de los Olivos y luego descendemos por la vertiente occidental llegamos a Jerusalén. Jesús, cuando estaba por Jerusalén, pasaba toda la jornada en el Templo enseñando, teniendo las discusiones con los saduceos, fariseos. Y de ahí se dirigía a Betania. Para llegar a Betania tenía que subir al Monte de los Olivos para descender por la vertiente oriental y así llegar, después de recorrer unos seis kilómetros poder llegar a Betania. El evangelista Marcos, nos narra que de noche Jesús se iba a descansar a Betania. Por la mañana salía de Betania, subía al Monte de los Olivos para luego pasar toda la jornada en el Templo.

            Llega a un pueblo donde una mujer llamada Marta lo recibe en su casa. Nos cuenta el evangelista Lucas que Jesús entró en la casa de Marta. ¿Dónde fueron a parar los discípulos? Ellos desaparecieron. Sólo entra Jesús en la casa de Marta.  Esta familiaen el evangelio de Lucas y en el evangelio de Juan tiene un significado simbólico: Veamos de quién está compuesto. No son padres, madres, maridos, esposas, abuelos, niños… Es una familia compuesta solo por hermanos y hermanas: Ésta es la imagen de la comunidad de discípulos que acogen a Jesús. Esta es la razón por la que los discípulos no entran en la casa de Marta. Ellos son esta familia que son llamados a acoger a Jesús cuando él llega.

            Normalmente era el hombre el señor de la casa el que acoge al huésped y las mujeres se quedaban dentro de la cocina sin poder ver al huésped. En esta casa los papeles se invierten: la dueña es una mujer, Marta y quien interactúa con el huésped es María junto con Marta. El evangelista nos lanza un mensaje muy claro: Donde Jesús es acogido, donde el Evangelio es acogido todos los prejuicios y discriminaciones entre los hombres y las mujeres que son legados de una cultura, de una herencia pagana son denunciados y superados. No sólo se supera los roles y se anula el sometimiento a las mujeres. Jesús introduce un comportamiento revolucionario. Recordemos que en aquella época era extremadamente impropio que un hombre aceptase la hospitalidad que le ofreciese una mujer. Jesús no se deja influir de las tradiciones. Es un hombre libre. Jesús es exigente en la relación con la mujer; es exigente en pureza de corazón. Recordemos cuando él dice que «quien mira a una mujer para desearla tiene ya cometido adulterio en su corazón». Jesús es muy exigente y muy libre en la relación externa con la mujer porque tiene el corazón puro.

            Hay un mensaje aún más importante que constituye el tema central del texto evangélico: Jesús es Dios que pide ser acogido. Nuestro Dios necesita entrar en el corazón de cada uno de nosotros, en nuestro hogar. Es un Dios que busca nuestra compañía y desea ser escuchado. Jesús se encuentra en Jerusalén en medio de un ambiente que tiene mucho de enfrentamiento, donde le ponían numerosas trampas, situaciones de tensión y de persecución porque le quieren acusar y quitarle del medio. Es en este contexto de malestar, de tensión… es en este ambiente cuando Jesús llega por la tarde y siente la necesidad de encontrar un contexto familiar en el que se sienta acogido y comprendido por quienes comparten sus valientes elecciones. Jesús busca una casa donde él se puede desahogar sus preocupaciones. Nuestro Dios necesita del cariño del calor humano.

            El capítulo 3 del libro del Apocalipsis tenemos un célebre texto de una carta que el Resucitado escribe a la comunidad de Laodicea que dice: «Mira que estoy llamando a la puerta. Si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo» (Ap 3, 20). Es él el que llama a la puerta; es una voz que no se impone por la fuerza, sino que hace una propuesta de amor. Es el amante que quiere conquistar el corazón de la persona amada.

            Nos dice el evangelista Lucas que María «sentada a los pies del Señor». ¿Por qué el evangelista revela la posición/postura asumida por María? Ella estaba sentada a los pies del Maestro. En las casas de palestina no había sillas; había colchonetas para que todos fueran colocados en el suelo. Esta no es una anotación trivial. Se trata de una expresión técnica que tiene un valor muy específico. Ella estaba sentada a los pies de un maestro significaba ser bienvenido entre los discípulos. Este modo de proceder era el habitual para la elección de un rabino. Por ejemplo, Pablo recuerda con orgullo cómo ha estado sentado a los pies del gran rabino Gamaliel. Esta expresión aparentemente afectuosa y devota de María al estar sentada a los pies de Jesús constituye una absoluta novedad ya que ningún maestro, ningún rabino aceptaría jamás a una mujer entre sus discípulos. Para los judíos de aquella época era mejor que los rabinos quemasen la Biblia que ponerla en manos de las mujeres. No se permitía que las mujeres pronunciasen la bendición antes de la comida y si una mujer acude a la sinagoga que se quede oculta, que no aparezca en público. Esta mentalidad era tan extendida que se llegó a infiltrar en las primeras comunidades. A los cristianos de Corinto, por ejemplo, Pablo da orden para que las mujeres deban guardar silencio en las asambleas porque no les permitía a ellas hablar. Y si ellas quisieran aprender algo deben de interrogar a sus maridos en sus casas, porque es inapropiado para una mujer hablar en la reunión de la comunidad. María no está a los pies de Jesús para hablar de tonterías ni de banalidades, sino que como discípulo se pone devotamente a la escucha del Maestro.

            Cuando Marta manifiesta que  «Señor, no te importa que mi hermana me deje sola en la tarea? Dile que me ayude» y esto le recoge san Lucas, no es algo trivial o un simple desacuerdo entre hermanas. Presenta a Marta como los miembros de la comunidad cristiana de hoy que al igual que Marta aman a Jesús, lo acogen en su casa, es decir son los que están bautizados, confirmados van a la Iglesia, pero luego para ellos la escucha de la Palabra de Dios pasa a segundo plano. La Palabra pasa a segundo plano respecto a la actuación, al compromiso, a la eficacia, a la producción… y deja aparte la escucha de la Palabra: Este es un comportamiento peligroso del que quiere advertir a los discípulos y ponerles en guardia.

El Señor nos quiere enseñar que la actividad que no nace de la escucha de la Palabra y que no es continuamente alimentada con esta escucha, se trasforma fácilmente en agitación, en estrés y termina por absorber toda la energía, todo el interés hasta el punto de perder de vista el objetivo, el significado de todo lo que se hace en la vida. Pensemos en tantos cristianos que tienen éxito en su profesión y apenas se despiertan empiezan a agitarse, a estresarse con una agenda muy ocupada de compromisos sin haber sacado ni un minuto de tiempo para reflexionar para preguntarse si lo que se está haciendo está en sintonía o no con el diseño del Señor sobre su propia vida.

Marta está actuando con un modo de proceder que no está precedido con la escucha de la Palabra. Marta no está serena, no está tranquila, si no que captamos de su reacción una señal de un trabajo mal configurado y no guiado por la escucha de la Palabra y el resultado es el enfado; Marta se desquita con María incluso delante del invitado que no tiene nada que ver.

¿Qué cosa responde Jesús a Marta? Jesús le dice «Marta, Marta», le llama por su nombre de pila, y repetir dos veces el nombre es el modo de cómo a menudo es presentada en la Biblia la vocación de una persona: Samuel, Samuel… Moisés, Moisés,… Saulo, Saulo… Aquí Marta es llamada a convertirse en discípula. Marta es muy buena y muy trabajadora, pero todavía no es discípula. Para conseguirlo debe de entender que ha de poner en primer lugar, antes de su trabajo, la escucha de la Palabra del Maestro, la cual ha de guiar todas sus actuaciones. La consecuencia de la no escucha de esta Palabra es que ella se afana por las cosas. El verbo afanarse describe la división en el corazón del hombre cuando se ve arrastrado entre dos objetivos. El verbo turbar significa que Marta esta dentro de una gran confusión y mencionada confusión le impide en disfrutar de las cosas bellas que ella está haciendo. No tiene tiempo para pararse y disfrutar de la vida reuniéndose con los hermanos. No es el trabajo, ni los afanes los que nos distancian de Dios, es la alienación en este trabajo y la pérdida de la cabeza por no tener un momento para respirar y pensar en otras cosas. Y este modo de actuar sin pararse, sin tener en cuanta la Palabra es lo que deshumaniza y hace que pasemos por alto lo que es esencial.

«Una sola cosa es necesaria. María ha escogido la mejor parte, y nadie se la quitará». ¿Cuál es la herencia elegida por María? Jesús nos remite al salmo 16 que fue compuesto por un sacerdote de la tribu de Leví en el contexto de cuando estaba partida la tierra de Canaán después de la conquista de la tierra, donde ellos, la tribu de Leví no recibió ningún territorio como herencia, sino únicamente la ciudad donde ellos podían vivir. Lo que ellos habían heredado era el servicio en el santuario; este es el magnífico legado que queda en pie, el estar siempre con el Señor. Éste es el legado que María ha elegido; escuchando la Palabra ella vive toda su vida en armonía/sintonía con el Maestro.

Si todo el trabajo no es precedido de la escucha de la Palabra de Dios se transforma en una afanosa búsqueda frenética del resultado que se convierten en un motivo de celos, de argumentos en contra que buscan cierta visibilidad. Jesús no dice que María no deba de trabajar, pero la parte buena e indispensable es la escucha atenta de la Palabra que guía todas las opciones.

Ante esta respuesta de Jesús llama la atención el silencio de María. Ella no dice ni una triste palabra en toda esta historia. Esto es así porque la Palabra no se defiende, no explica la propia elección. No basta con escuchar la Palabra del Evangelio, se precisa ser meditada, asimilada y esto sólo puede proceder del silencio.

Marta ahora necesita sentarse a los pies de Jesús para escucharlo, para recuperar la calma y la serenidad, la paz interior.

Deseo concluir recordando el capítulo 12 del evangelista san Juan donde se nos presenta a María con el resultado de esta escucha de la Palabra del Maestro. María vierte la precisa libra de perfume de nardo puro, muy caro, el cual es símbolo del amor gratuito. Y vierte este perfume de nardo puro a Jesús a través del amor del hermano. Este perfume de amor, que es el amor de Cristo, es un perfume que hizo que «toda la casa se llenó del olor del perfume»; Marta, al lado de su hermana María, colaboró activamente para que ese olor de nardo puro, que es el amor a Cristo, fuese una constante en esa casa. Es el perfume del amor que todos los que se acercan a nuestra comunidad deberían de percibir inmediatamente ya que antes del trabajo está la escucha y meditación de la Palabra que orienta, guía y fortalece el quehacer diario.