Epifanía del Señor, año 2023, Ciclo A
Hoy la Iglesia nos regala el capitulo
dos de san Mateo [Mt 2,1-12] y nos invita a distanciarnos de todo aquello que
nos pueda distorsionar su sentido más profundo. El evangelio nos habla de un rey,
del rey Herodes, el cual era un rey ilegítimo. Era ilegítimo porque no tenía
sangre judía en las venas y por lo tanto no podía ser rey de los judíos. Y era
un rey tan sospechoso que pensaba que en cualquier momento alguien podía quitarle
el trono, de tal modo que él mismo mando matar a sus propios hijos. Y en medio
de este contexto de tensión aparecen unos magos diciendo «¿dónde está el Rey de los judíos que ha nacido?».
Aparecen
unos magos venidos de oriente. En aquel tiempo el término ‘mago’ se entendía
como el adivino, el engañador, el astrólogo. De tal modo que era una actividad
que venía prohibida en el libro del Levítico capítulo 19, de tal modo que en el
primitivo catecismo cristiano ‘Didajé’ -palabra hebrea que significa
enseñanza- el ejercer como mago estaba prohibido.
Por
lo tanto, en cuanto paganos y en cuanto magos, desde el punto de vista del Antiguo
Testamento eran los que estaban más alejados de Dios. El evangelista quiere significar que el amor
universal de Dios se extiende en todas partes y por todas partes: El amor de Dios
es para todos y todos lo reciben con la misma calidad,
incluso para aquellas personas a las que podríamos considerar despreciables.
Los
magos vienen de oriente hacia Jerusalén. Y realmente los magos se confunden al
ir a Jerusalén, la ciudad santa, porque Jesús no nació en Jerusalén, la ciudad
santa. Jesús nace a las afueras de un pueblo llamado Belén, que significa en
hebreo ‘casa del pan’. Recordemos que Cristo es el pan vivo bajado del Cielo y
nace a las afueras de Belén como los excluidos, como los marginados.
Los
magos van a Jerusalén, pero no van al Templo. Esto
es significativo: ¿dónde van a buscar al Dios que se revela? El pueblo judío
buscaba a Dios en el Templo. Cristo se revelará como aquel que muere fuera del
recinto sagrado, y será colgado del madero fuera de la ciudad santa. Pues Jesús
nace también fuera de la ciudad santa, nace en Belén. Dios no se hace contemporáneo
ni cómplice de aquel aparato religioso; ausente totalmente de aquel aparato de
la jerarquía religiosa. Y van a buscarle al castillo de Herodes, y el mismo Herodes
no sabe ni dónde ni cómo buscar a ese niño recién nacido. Serán las profecías
las que indican esta revelación de Dios.
El
evangelista contrapone a dos reyes: a Herodes y al niño recién nacido. Los
magos dicen «hemos visto salir su estrella». Los magos han sido guiados por una
estrella. Los magos eran sobre todo astrólogos y se dejaban guiar por la
manifestación de la naturaleza, porque Dios también se
manifiesta en la naturaleza; en todo lo creado. Los magos que venían de
otras religiones buscan caminos para encontrar a Dios. Los
magos no siguen los caminos habituales, como hubiera sido lo más normal
al acudir al Templo de Jerusalén. Ellos van a preguntar a otro rey. Y el otro
rey está totalmente desorientado porque Dios se manifiesta en el hombre, en los
pobres, en la miseria, en la humildad. Ante esto se plantea una cuestión ¿dónde
buscamos a Dios? ¿lo buscamos en la práctica religiosa del cumplimiento y lo
excluimos tan pronto como salimos a la vida cotidiana?
Esa
estrella no la van a encontrar en los cielos, sino en la tierra. En aquel
tiempo se pensaba que cuando nacía alguien muy importante aparecía una nueva
estrella en el firmamento. Dice la Palabra que cuando escuchó esto el rey Herodes
se quedó turbado, se sobresaltó. El rey Herodes era un rey que había usurpado
el trono y ahora tenía miedo de perderlo. Se cuenta que toda Jerusalén se
sobresaltó con Herodes, porque Jerusalén había usurpado
el papel de ser el pueblo de Dios. Jerusalén se había configurado a su imagen
y semejanza el modo de cómo actuar ante Dios, como un negocio, como un intercambio,
y Jerusalén tenía miedo de perder el Templo. Y ese Templo presentaba
una imagen de Dios falsa, el cual no corresponde para nada al Padre de
Jesús.
Nos
dice el evangelista que el rey Herodes dijo a los magos «id y averiguad cuidadosamente
qué hay del niño y, cuando lo encontréis, avisadme, para ir yo también a adorarlo».
Aquí vemos como el evangelista presenta una imagen del poder que siempre es
mentiroso y asesino. Mentiroso porque impone su poder usando de las mentiras y
del engaño; y asesino porque lo defiende con la violencia. El evangelista nos
pone sobre aviso sobre el modo de cómo se ha de ejercer el poder: desde el
servicio.
Una
vez que los magos han descubierto al autor de la vida, se arrodillan y le
adoran, «ellos vuelven a su tierra por otro camino». Los magos buscaban al rey
de los judíos usando de la religiosidad natural con tintes idolátricos, pero
ellos vuelven con una religiosidad evangélica. Uno, con la religiosidad
natural, buscamos a Dios en las prácticas religiosas, pero
hay ellos llenaron su vida con el contenido cristiano, por eso se fueron por
otro camino. Los magos han descubierto que amando sin medida, que anunciando
con su vida lo que ellos allí han sido testigos todo adquiere un nivel
sobrenatural. Que donde antes estaba un horno de odio en el corazón, ahora se
torna en amor. Que uno cuanta con la ayuda de Dios para amar sin reservas, que
todo pecado tiene su perdón, que toda herida tiene su
cicatrización, que todo error tiene su solución. Y cuando los magos han
descubierto la belleza de este gran tesoro, ellos «se
retiran a su tierra por otro camino». Jesús se manifiesta de un modo que
nos cambia todos los esquemas.
El
evangelista cuando usa el término «se retiraron a su tierra por otro camino».
Esta es una expresión muy rara que nos encontramos en el primer libro de los Reyes
[1 Re 13, 9s] donde se nos indica el santuario de Betel donde se adoraba al becerro
de oro, a la idolatría. El evangelista quiere indicar que Jerusalén es la antigua Betel, una ciudad idólatra y
ellos se deben de distanciar de ese lugar.
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