Santa María, Madre de Dios, Solemnidad
1 de enero de 2023
El primer día del año se abre con un
deseo de buenas noticias. Y esta buena noticia que nos anuncia el evangelista
Lucas es que todos aquellos que la religión consideraba más lejos de Dios, en
realidad para Jesús son los que más cercanos están. En el evangelio de hoy [Lc 2, 16-21] nos cuenta
que «los
pastores fueron corriendo hacia Belén y encontraron a María y a José, y al niño
acostado en el pesebre».
Los pastores eran considerados como personas impuras, apartadas por su
actividad, eran considerados como marginados, excluidos como pecadores porque
vivían de una manera fuera de la ley; su tarea de cuidar al rebaño les impedía
asistir a los servicios del Templo, de la sinagoga. También se creía que cuando
el Mesías llegara los tendría que castigar. Pero cuando el ángel del Señor
entró en contacto con los pastores y les dijo «no temáis, yo os anuncio una gran alegría, que lo será
también para todo el pueblo: os ha nacido hoy en la ciudad de David un salvador» [Lc 2, 10-11]. Es decir, que cuando se presenta el
ángel a los pastores no les incinera en su ira, ni los destruye, ni les pasa
por la espada, sino que los envuelve con su luz, es decir, con su amor. El
evangelista niega la doctrina tradicional que premia el bien y que castiga el
mal. Cuando Dios se encuentra con los pecadores, no les reprocha nada, no los
castiga, sino que los envuelve con su amor.
Nos sigue contando el evangelista que
fueron corriendo hacia Belén y que al verlo, contaron lo que el ángel les había
dicho de aquel niño. Ellos fueron sin demora y les encontraron en aquel pesebre.
El Hijo de Dios que les había sido anunciado no había nacido en el Templo ni en
un lugar digno, sino que nació en un lugar desapercibido, oculto. Y los
pastores después de haberlo visto dieron testimonio de lo que les habían dicho
del niño. El anuncio del ángel era que les había nacido el Salvador, no el justiciero
ni el verdugo.
Es significativo que toda la gente que oía este
testimonio anunciado por parte de los pastores «se admiraban»,
pero no hay ninguna reacción de alegría por parte de la gente. Ante esta
noticia la gente del pueblo no se alegra, es algo que desconcierta sobremanera.
¿Por qué? Porque en la doctrina tradicional esos pastores tendrían que haber
sido castigados por ese ángel y esto escandalizó a la gente del pueblo que se
consideraba fiel a la Ley de Moisés. Lo que el ángel les está anunciando a
los pastores es el escándalo de la misericordia de Dios: que Dios te quiere
infinitamente con ternura, y ese es el hilo conductor de todo el evangelio de
Lucas.
María,
por su parte, gozaba por esa novedad porque descubrió que Dios es
misericordioso, que ama a sus hijos; y ella, por su parte «conservaba todas
estas cosas meditándolas en su corazón», buscando el verdadero sentido de
las cosas en su corazón. María también está desconcertada por esta novedad
porque no corresponde con lo que ella siempre ha enseñado en la religión judía,
pero ella no lo rechaza, se alegra por ellos. María es grande, no sólo porque
ha dado a luz al Hijo de Dios, sino por tener el coraje de seguirlo y volverse
su discípula, “discípula predilecta de Cristo”.
Nos
dice el evangelista que «los pastores se volvieron dando gloria y alabanza a
Dios por todo lo que habían visto y oído». Hacen lo mismo que los ángeles,
glorificar a Dios. Y glorificar a Dios es un privilegio de los ángeles y eso
mismo hacían los pastores. Esta gente que era apartada y marginada estaban haciendo
lo mismo que los ángeles de Dios en el cielo. Una vez que han experimentado
el amor de Dios, son los que más cerca están de Dios. Pero este plan divino
se encuentra con la resistencia de los hombres, la novedad traída por Jesús no será
acogida por muchos.
El
evangelista nos cuenta que cuando se cumplieron los ocho días prescitos para la
circuncisión le hacen miembro del pueblo de Israel e hijo de Abrahán, pero ese
niño había sido anunciado por el arcángel San Gabriel como Hijo del Altísimo.
Hay una lucha interna entre el espíritu de la tradición hebrea y con la novedad
que está irrumpiendo con Cristo, y esta novedad sale triunfante y queda
plasmada cuando le pusieron el nombre de Jesús, «como lo había llamado el ángel
antes de su concepción». Y el propio Jesús sabe, y así lo hará durante toda su
vida, obedeciendo y escuchando a aquel que es su padre, Dios.
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