Bautismo del Señor en el Jordán, año 2023
8 de enero de 2023
Hoy nos encontramos a Jesús con
treinta años: Pasa de la vida privada a la vida pública con la que comienza su
misión [Mt 3,13-17].
Jesús, que se encontraba en Galilea, al oír hablar de
su primo Juan el Bautista se dirige hacia él, hacia el Jordán. Era
prácticamente al otro lado del Jordán, en la zona oriental, la cual no dista
mucho de Jericó. El cual fue el punto por el cual entró
el pueblo de Israel para entrar a tomar posesión de la tierra prometida.
Jesús y Juan se encuentran en la parte opuesta; y Juan, desde allí bautiza.
Esto tiene un significado muy importante, porque significa que les está
pidiendo que hagan otro éxodo, pero ya no de
Egipto, sino de Israel. Les está diciendo que su vida
es un auténtico desastre y deben de retomar su vida desde la raíz. Les
está interpelando diciéndoles que ¿dónde está el espíritu de los verdaderos
israelitas, de auténtico pueblo fiel de la alianza? Les
está diciendo que vuelvan de nuevo al exilio y que una vez que hayan sido
bautizados vuelvan de nuevo a la tierra prometida. Esta era la razón por
la que los fariseos y saduceos estaban enfadados y por esta razón Juan el
bautista les llamaba ‘raza de víboras’ ‘¿queréis huir de la ira de Dios?,
¡convertíos y dad frutos dignos de conversión!’.
Recordemos que en Jerusalén había más de cien piscinas
en torno al Templo en las que se realizaba este tipo de rito. ¿Os acordáis del
paralítico que no podía entrar en la piscina cuando se removían las aguas
porque siempre otro se le adelantaba?, la piscina de Betesda [Jn 5, 1-16]. En
Jerusalén ya existía este tipo de ritos y ya había lugares preparados para
hacerlos. Este pasaje nos remite al episodio de Naamán el Sirio cuando por siete
veces se bañó en el Jordán por siete veces [2 Re 5]. Sin embargo, Jesús va al
río Jordán, y en concreto en la zona de la galilea de los gentiles, que tiene
un claro significado bíblico y que tiene relación con el éxodo. Es tanto como decirles que, aunque están en Jerusalén están
viviendo como lo hacían en Egipto, con el pecado que les está esclavizando.
Y les está diciendo que ellos, que son el pueblo de la Alianza, pero viven sin
ser consecuentes con ello, van a empezar un nuevo éxodo; y es una urgente
llamada a que empiecen de una vez a convertirse. Les
dicen que les conviertan.
El pueblo llano sí que iba donde Juan el Bautista
porque veían una coherencia en ese hombre que había estado formándose en el
monasterio de Qumrán con los esenios y que había pasado un tiempo de formación
y después se retiró al desierto. Y cuando esto lo oyó Jesús, Jesús se dirigió
de Galilea a ese punto, a la Transjordania, la galilea de los gentiles, tierra
de Zabulón y Neftalí. Esta era una tierra de paganos, no era precisamente la
tierra santa. Jesús les está diciendo, venid aquí, a
esta tierra pagana para volver a entrar en la tierra prometida, pero siendo
otras personas, viendo como seres resucitados, permitiendo que el Espíritu more
en ellos. Ellos, Jesús, Juan el Bautista y todos los que deseaban ser
bautizados estaban en tierra pagana, y les dice que ‘ahora tienen que empezar
una vida nueva’.
Cristo, que estaba por ahí, se
pone en la fila de los pecadores, y esto fue un escándalo de Juan el Bautista:
«Soy yo el que necesito que
tú me bautices, y ¿eres tú el que viene a mí?». Juan el Bautista, que todavía está haciendo su
camino, no entiende que Cristo, el hijo de Dios se presente como el hijo del
hombre, el Jesús de Nazaret que asume nuestra condición y se pone en la fila de
pecadores, aun no siendo pecador, se solidariza con el género humano hasta ese
punto. Y Juan el Bautista se queda escandalizado porque también Juan tiene que
realizar un proceso de maduración en la fe. Es importante de resaltar al contestación
que Jesús da a su primo: «Deja
eso ahora; pues conviene que cumplamos lo que Dios ha dispuesto». Ese ‘deja eso’ nos remite a
las tentaciones de Jesús en el desierto cuando Jesús dice al demonio que no le
moleste, que le deje, que se aparte. E incluso al mismo Pedro cuando le
reprende diciéndole ‘apártate de mí Satanás, tu piensas como los hombres, no
como Dios’. Juan el Bautista está en ese camino de conversión al Señor y por
eso el mismo Juan se escandaliza de la actuación de Jesús. Jesús le da a entender
a Juan que se aparte, que no le impida que él realice su misión. El problema de fondo es que a Juan le costaba aceptar el
proyecto de Dios en su vida; a Juan se resistía a creer aquello que nos dice
la carta a los filipenses: «El
cual, siendo de condición divina, no reivindicó su derecho a ser tratado igual
a Dios, sino que se despojó de sí mismo tomando condición de esclavo. Asumiendo
semejanza humana y apareciendo en su porte como hombre (…)» [Fil 2, 6-8].
Jesús es bautizado y Juan se queda perplejo. Juan el
Bautista había recibido una revelación que le dijo ‘cuando veas al Espíritu
Santo posarse sobre él en forma de paloma, ese es el hijo de Dios, el Cordero
de Dios que quita el pecado del mundo’ [Cfr. Jn 1, 32-34]. Y es más, cuando a
Juan el Bautista cuando le encarcelan, mandará a sus discípulos para que le
pregunten a Jesús ‘¿eres tú el que tiene que venir o tenemos que esperar a
otro?’ [Cfr. Lc 7, 20]. Esto formaba parte del proceso
de maduración en la fe del propio Juan el Bautista.
Jesús, al quedar sumergido en el río Jordán, es como
si se solidarizara con el hombre viejo, el Adán, que muere en el río Jordán
-las aguas representan la muerte- para pasar de una
vida de esclavitud -el pecado- a una vida de
libertad -la gracia divina-. Cristo sale de las aguas, no como Jesús de
Nazaret, sino como el Hijo de Dios ‘este es mi Hijo muy amado’. Y Jesús se
dirige después, con sus discípulos hacia la tierra prometida. Jesús, junto con sus discípulos, entra en la tierra
prometida, entra en Israel, tal y como lo hizo el pueblo hebreo después
de los cuarenta años peregrinando por el desierto tras salir de la esclavitud
del faraón de Egipto.
Dios se nos da, sin que nosotros le busquemos, porque
estamos muy distraídos. Porque estamos muy ocupados con nuestras cosas, con nuestros
cumplimientos y todas esas cosas… y es el Señor quien se nos presenta y se nos
ofrece y se nos revela a la humanidad. Y ahora la segunda parte es que nosotros nos despertemos y empecemos a ir con Él,
detrás de Él, ¡que vayamos detrás de Jesucristo!
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