martes, 31 de agosto de 2021

San Antolín , mártir, Patrono de la diócesis y de la ciudad de Palencia

 San Antolín 2021

2 de septiembre de 2021

Hermanas, les voy a contar la leyenda de San Antolín. Nos remontamos a los tiempos del rey Sancho III  Mayor de Navarra, por el año 1035 d.C., al que gustaba cazar por tierras palentinas y siempre dispuesto a cazar una buena pieza. En aquel entonces Palencia era un auténtico vergel y la zona que conocemos de la Catedral ni siquiera existía. Era todo selvático. Cuenta la leyenda que cabalgaba el rey Sancho III Mayor de Navarra en su caballo cuando vio aparecer el jabalí más grande que se haya visto jamás en Palencia. Y al ver semejante pieza de caza tan codiciada el rey Sancho Mayor de Navarra se lanza en su persecución tras el jabalí y el jabalí corriendo a toda velocidad para intentar escapar. Y recorriendo el territorio por las tierras palentinas, cuentan que el jabalí se adentró en una cueva, en una cueva silenciosa, oscura, pero el rey Sancho de Navarra no desistió de su pieza de caza porque quería comerle como plato central de las viandas que se pensaba zampar. Mas el rey cuando su visión se acostumbró a la oscuridad de la cueva atisbó a la pobre fiera que estaba acorralada, mas al tensar el venablo, el rey no podía mover su brazo, se quedó inmovilizado en su brazo, sentía su brazo paralizado, el brazo no tenía fuerzas… y en estas cuentas estaba el monarca cuando se apareció el Santo, San Antolín y entonces el rey lo comprendió. El rey cayó de rodillas, se postró ante la imagen del santo, y mirándole a los ojos le dijo: “San Antolín, noble santo, vienes aquí a reprocharme mi actitud, no debía adentrarme en terreno sagrado, porque eso es lo que es esta cueva, terreno sagrado, y aquí he entrado a derramar sangre en donde no debería haberlo hecho. Ante ti me postro, San Antolín y prometo que aquí erigiré un templo, aquí erigiré una iglesia que tendrá como base esta cripta, esta cueva tan recóndita donde ese jabalí que me ha hecho ver la verdad mediante tu aparición, saldrá sano y salvo”. 

Y aquí tenemos precisamente el origen de la Catedral de Palencia, la Bella Desconocida. El origen de la Catedral de San Antolín que es así como se llama. Todos los años –los que se puede- se renueva la tradición de beber el agua de la cripta a la que atribuyen poderes curativos. Pero más allá de esa atribución que se le puede dar al agua del pozo de la cripta hay otra sumamente más importante. Fue de esa agua donde fueron bautizados los primeros cristianos palentinos y es ahí donde se nos recuerda que surgen nuestras raíces cristianas que nos conducen al cielo.

En esta solemnidad del Patrón de nuestra diócesis se nos recuerda que no hace falta ser un profesional para poder hablar de Dios. Dios es más íntimo a nosotros que nuestra propia intimidad. Es importante hablar de Dios porque de la abundancia del corazón habla la boca. Y es normal que aquel que tiene a Dios en su corazón lo exprese, y hable de Dios de una manera o de otra. Ahora bien, siempre será mucho más de lo que expresemos, porque nuestras palabras se quedan siempre cortas. Por eso, cuando hablemos de Dios, hay que hablar con humildad. Conocemos aquella imagen que utiliza San Agustín de aquel niño que estaba en la playa y quería hacer un agujero y meter agua con los cubos de agua. A lo que san Agustín se acerca al niño y le pregunta qué es lo que hacía, a lo que el niño le responde que estaba intentando meter todo el agua del mar en ese agujero de la arena. Y en ese momento San Agustín se da cuenta de que Dios le estaba dando una llamada a corregirse, porque él estaba intentando meter a Dios en su mente y eso no es posible. Somos nosotros los que estamos llamados a hacernos imagen y semejanza de Dios, no pretendamos meter a Dios en nuestros conceptos porque no podemos hacer un dios a nuestra imagen y semejanza. Somos nosotros los que tenemos que estar en continua transformación teniendo en cuenta de que estamos hechos a imagen y semejanza de Dios. No podemos manipular nunca el concepto de Dios.

Hoy en el día de nuestro santo Patrón, San Antolín, se nos recuerda que nuestras raíces son cristianas y que ha de circular por nuestras venas la savia de la gracia. Y del mismo modo que el rey Santo III Mayor de Navarra supo darse cuenta de que en esa cueva, de que en esa gruta aconteció algo sagrado que le cambió la vida, que también nosotros, cada día en la Eucaristía, descubramos el gozo de tener con nosotros al autor de nuestra vida y de nuestra alegría.

 GOZOS DE SAN ANTOLÍN PATRÓN DE PALENCIA

Pues en el cielo elevado
gozáis de eternos loores
rogad por los pecadores,
Antolín, mártir sagrado.

De sangre real nacisteis
en Pamiers, y en dones ricos,
en el rey Teodorico
tío y tutor vos tuvisteis;
empero libre de errores
os habéis vos conservado.
Rogad por ...

Muerto aquél a Roma huís
y en Salermo al fin paráis
donde en el yermo encontráis
sabios monjes do vivís
entre tales preceptores
veinte y dos años medrado.
Rogad por ...

El sacro orden recibido
de diácono, predicando
prodigios, muchos, obrando
la Italia habéis recorrido;
con el palo los ardores
de la sed habéis saciado.
Rogad por...

A vuestra patria volviendo,
de Arrio el error refutasteis
por lo que preso os hallasteis
dentro calabozo horrendo;
por el rey con los horrores
de hambre a morir condenado.
Rogad por...

Después del séptimo día
aún vivo os encontraron
y al pío Almaquio observaron
que el gran peso os sostenía;
de los grillos y traidores
al joven has desdeñado.
Rogad por...

Cuando Alarico murió
un ángel la libertad
os dio y a la soledad
el señor os dirigió:
de Almaquio y Juan los ardores
vuestro celo ha entusiasmado.
Rogar por ...

Del monte entre la aspereza,
Gesaleico os halló
y a sus soldados mandó
que os cortasen la cabeza;
vuestro cuerpo sus furores
al Aregia han arrojado.
Rogad por ...

Palencia por su patrón
siglos hace que os venera
y vuestros restos venera
y adora con devoción;
y con sus restauradores
un prodigio habéis obrado.
Rogad por ...

Pues por Jesús premiado
gozáis de célicos honores
rogad por los pecadores
Antolín, mártir sagrado.

domingo, 29 de agosto de 2021

Bodas de Oro de la Profesión Religiosa de una Monja Carmelita Descalza de Palencia

Bodas de Oro de la Hna. Ana María de la Santísima Trinidad

31 de agosto 2021

           

Hna. Ana María de la Santísima Trinidad estás aquí como fruto de una llamada particular que Cristo te hizo a ti personalmente: es tu respuesta a la llamada particular que Cristo te hizo, y tú has respondido con fidelidad. Y respondiendo a esta llamada de Cristo te has dedicado y te dedicas totalmente a Dios y a la perfección de la caridad movida por el Espíritu Santo. Con tu vida de oración y entrega estás colaborando en la santidad de la Iglesia y eres una discípula de Cristo que contribuye en la construcción del Reino de Dios junto a toda esta Comunidad de Carmelitas Descalzas.

            Una vida consagrada que es una llamada a mantener encendida esa lámpara, esa llama de la santidad. Una vida consagrada que sigue los consejos evangélicos como estado de vida. Es cierto que Jesús dio consejos evangélicos para todos sus seguidores, pero cuando de esos consejos que dio Jesús se convierten en estado de vida, en formas de vida explícita, es cuando estamos en el estado de vida consagrada, la cual es un regalo para la Iglesia y todas aquellas que se consagran son una bendición de Dios porque colaboran más estrechamente con el Divino Salvador.

            Es verdad que la primera consagración es la bautismal, donde se reafirma que nuestro corazón es de Dios, que nuestro corazón tiene dueño, que somos de Dios. Y el que hace los votos de la vida consagrada lo que hace es visualizar la consagración fundamental bautismal y la actualiza de una manera concreta viviéndolo a través de la consagración de unos votos. De tal modo que la vida consagrada es como un faro encendido en medio de la noche, en medio de la tibieza, en medio de la mediocridad para que recordemos todos que en el bautismo todos hemos sido consagrados a Cristo. Hoy nuestra Hermana Ana María de la Santísima Trinidad, en sus cincuenta años de consagración ha estado día y noche siendo ese faro encendido en medio de esta tierra iluminando el rostro de Cristo a toda la Iglesia, iluminando al conjunto de todos los fieles.

            Nuestra Hermana Ana María aporta y ha aportado a la Iglesia al entregarse a Cristo y a los hermanos, dando testimonio de la esperanza del Reino de los Cielos. La Hermana Ana María sabe que lo principal de su vocación no es qué cosas se hace, sino lo que es, lo que somos: la vocación es ser de Cristo. Y de ese ser de Cristo manan las diversas actividades diarias, desde pintar, rezar en el coro, tocar el órgano hasta planchar o hacer las formas. Ella sabe que lo esencial es primero el ser antes que el hacer. La vida de esta Comunidad de Carmelitas Descalzas nos recuerda a todos que somos de Dios, que nuestro corazón tiene dueño y que su dueño es Jesucristo. Nos recuerdan que tenemos a Dios como Padre y que nuestro corazón está centrado en esa filiación divina.

            La Hermana Ana María, junto a toda la Comunidad, es testimonio de la esperanza del Reino de los Cielos, porque ustedes adelantan lo que será ese don de la esposalidad que tendremos todos con Dios en los cielos. Allí no habrá esposos ni esposas, ni maridos ni mujeres, sino que allí seremos como ángeles con un único corazón en Dios. La vida consagrada nos adelanta esa esperanza de la vida eterna con el Señor. La vida consagrada nos recuerda que nuestro corazón esté libre de ataduras, sólo estar con el Señor, siendo un estímulo a la santidad. De tal modo que la santidad de los consagrados es un estímulo para los matrimonios, para los sacerdotes para todos los creyentes, y la hermana Ana María es un estímulo para aquellos que tenemos la suerte de conocerla. La vocación cuando se vive con intensidad, cuando se vive en plenitud acaba siendo un estímulo para los demás y este es el caso de nuestra hermana Ana María de la Santísima Trinidad porque durante estos noventa años de vida y cincuenta de consagrada ha ido realizando ese proyecto de santidad aquí en el Carmelo Teresiano, en el lugar donde el Señor la ha plantado y que ahora celebramos recordándonos que la principal llamada que hemos recibido en esta vida es una llamada a la santidad.

            La vida de esta hermana nuestra, Ana María, es un ‘amén’, es un sí confiado y total al Señor, confiándose totalmente a su Amado, Cristo el Señor. Ella dice ‘amén’ como la Virgen María, como señal de solidez, de fidelidad al Señor y en el Señor. Decir ‘amén’ es recordar que Dios es fiel y nosotros estamos llamados a confiar plenamente en su fidelidad. Y nuestra hermana Ana María diariamente proclama este ‘amén’ en señal y como signo de constante fidelidad al Señor aún en medio de la prueba. Este ‘amén’ significa también un acto de obediencia a la voluntad de Dios. San Agustín dice que “los que en esta vida dicen ‘amén’  a Dios, en la próxima vida dirán ‘aleluya’ “. Para poder gritar ‘aleluya’ en la vida eterna tienes que abrazar el ‘amén’ que es la obediencia, que es la fidelidad, es decir el ‘yo confío plenamente en la fidelidad de Dios’. Es un ‘amén’ a la fidelidad de Dios; es una ‘amén’ a la voluntad de Dios. Los que son fieles en el ‘amén’ en esta vida, reciben el don del ‘aleluya’ en la vida eterna. Y nuestra hermana Ana María de la Santísima Trinidad ha proclamado durante estos cincuenta años de vida consagrada en el Carmelo Teresiano ese ‘amén’ a Dios Padre, a Dios Hijo y a Dios Espíritu Santo y lo seguirá haciendo hasta el día que ella, junto a todos nosotros podamos proclamar, junto con ella, a pleno pulmón el ‘aleluya’ en la Patria Celestial.

            Hermana Ana María, “el Señor te bendiga y te proteja,

ilumine su rostro sobre ti y te conceda su favor,

el Señor te muestre su rostro y te conceda la Paz”.

 

            Hermana, enhorabuena por estos cincuenta años de vida consagrada.

 

 


jueves, 26 de agosto de 2021

Homilía del Domingo XXII del Tiempo Ordinario, Ciclo B

 Domingo XXII del Tiempo Ordinario, ciclo b

29 de agosto de 2021

            La primera lectura tomada del libro del Deuteronomio [Dt 4, 1-2.6-8] subraya la importancia de la Ley de Dios. De hecho la palabra ‘deuteronomio’ segunda Ley. La primera ley fue la que Dios dio a Adán y Eva y el libro del libro del Deuteronomio es el libro de la segunda Ley. Es un libro donde se subraya que la Ley de Dios es liberadora, no es un peso, sino que permite al hombre vivir con libertad y con dignidad. Por eso dice la primera lectura: «Escucha los mandatos y decretos que yo os enseño para que, cumpliéndolos, viváis y entréis a tomar posesión de la tierra que el Señor, Dios de vuestros padres, os va a dar». El Señor nos pide que seamos fiel a la Ley.

            Teniendo en cuenta esta primera lectura, se podría decir que uno de los problemas de nuestra cultura actual es el tener recelo, sospecha de que la Ley de Dios nos va a quitar libertad. Esta es la primera aportación que nos ofrece esta primera lectura. No tengáis miedo a la Ley de Dios, porque la Ley de Dios nos libera. Por ejemplo, no matarás, el que bebe y se emborracha está pecado contra este mandamiento y hace que todas las relaciones familiares, personales, allá en donde él se mueva se generen profundos problemas, malos tratos, y la degeneración de una convivencia con esa persona. Puede decir uno, ‘yo hago lo que me da la gana’ y ‘bebo lo que quiera, no eres tú nadie para decirme lo que tengo yo que hacer’. Sin embargo la Ley de Dios, libera. Y curiosamente este mundo ofrece libertad y nos esclaviza, y es muy importante que cada uno vaya haciendo experiencia de esto. Dios te pide que cumplas su Ley y te libera. Este mundo te promete libertad y te esclaviza. Esta es una experiencia que tenemos que hacer, y de hecho uno va constatándolo. Por eso la primera lectura nos abre a que acojamos la Ley de Dios como liberadora, como un don, como un regalo que nos permite vivir en dignidad y cuidar nuestra propia vida.

            Pero curiosamente pasamos al evangelio [Mc 7, 1-8. 14-15.21-23] y Jesús nos habla de un riesgo: el de cumplir la Ley sin cumplirla. ¿Cómo se puede cumplir la Ley sin cumplirla?, sí, sí es posible. Los fariseos y saduceos son cumplidores de la Ley, pero Jesús les dice ‘la cumplís sin cumplirla’, porque corre el riesgo de que uno se quede con la letra de la ley y olvide el espíritu de la Ley. Esta es una disociación que a veces nosotros la solemos aplicar a los fariseos cuando Jesús dice que limpian por fuera las manos, cumplen las normas de precepto de la limpieza ritual, pero por dentro están llenos de podredumbre. Pero esto está muy cerca de nosotros. Por ejemplo, el joven rico, que nos representa a cada uno de nosotros, cuando el joven rico se presenta delante de Jesús diciendo ‘¿qué tengo que hacer para llegar a la vida eterna?’, y luego en el fondo queda bastante claro que no estaba dispuesto a seguir la voluntad de Jesús. Es como si uno se presenta ante Dios diciendo ‘¿qué normas tengo que cumplir para poder seguir haciendo mi santa voluntad sin faltar a la Ley de Dios?’. O sea que existe este riesgo. Existe el riesgo de cumplir la letra de la Ley pero en el fondo sin terminar de descubrir el espíritu de la Ley. ¿Cómo estar atentos a este riesgo? Estamos llamados a entender la Ley de Dios no separado del amor de Dios. Por ejemplo, no es bueno que nos planteemos nuestra vida moral en los siguientes términos: ‘¿esto está permitido?, ¿esto está prohibido?’. Si nos lo planteamos en estos términos no vamos por buen camino, más bien deberíamos de plantearlo de otra manera: ‘¿esto agrada al Señor?, ¿esto es conforme a su voluntad?’. Os dais cuenta dónde ponemos el acento, si en la letra o en el espíritu de la Ley.

            Cuando alguien dice ‘esto no lo puedo hacer porque me lo prohíbe mi moral’, lo que hay que decir que te lo prohíbe la Ley porque es malo. Dice Santo Tomás de Aquino ‘ofende a Dios lo que hace daño al hombre’. Y Dios prohíbe o manda aquello que es conforme al bien del hombre. Es importante que pongamos nuestro acento en agradar a Dios. No preguntarnos si cumplimos o no la Ley, sino poner el acento en qué es lo que agrada a Dios, qué es lo que está conforme a la voluntad de Dios. La Ley hay que cumplirla, pero siempre haciéndolo agradando a Dios.

            También es importante que en nuestro examen de conciencia no nos limitemos a examinar el cumplimiento literal de las cosas, sino que también examinemos el intención con la que las hacemos. Es fundamental caer en la cuenta si el cumplimiento de los preceptos de Dios lo hacemos con amor, si la caridad es el motor del cumplimiento. O si el motor de hacer las cosas es la practicidad o el ser visto por los demás o por otros motivos que no son los de la caridad. Examinarnos ante Dios no sólo del cumplimiento material de las cosas, sino también de la intención formal con la que las hacemos. Pidiendo a Dios el don para que la caridad sea el motor formal de todo lo que hacemos.

            Es posible que haya cristianos que materialmente las cosas las hagan bien, pero les falta purificar la intención formal, y eso es muy importante. Por eso Jesús, después de la primera lectura del Deuteronomio que subraya la importancia de la Ley, Jesús en el evangelio insiste en la importancia de que la Ley no esté muerta y nos llama la atención de ‘cumplir la Ley sin cumplirla’, es decir de vaciarla de su intencionalidad formal que es dar gloria a Dios sirviendo a nuestros hermanos.

            No queremos ser meros cumplidores, queremos ser seguidores de Jesús. Queremos poner el acento en el seguimiento de la persona de Jesucristo. Porque en el fondo ¿qué es la moral?, la moral –dice el Catecismo- es el estilo de vida de los seguidores de Cristo. Lo que configura la vida moral del cristiano es el seguimiento de Jesucristo, Nuestro Señor.

LA TRANSVERBERACIÓN DE SANTA TERESA DE JESÚS

26 DE AGOSTO DE 2021


Hoy celebramos una de las fiestas que integran la espiritualidad del Carmelo. Es uno de los días fundamentales para dar una palabra al respecto. Celebramos esa experiencia mística de unión con Dios que experimentó Santa Teresa de Jesús y a la que ella se refiere en el ‘Libro de la vida’ (cap. 29): “Vi a un ángel hacia el lado izquierdo en forma corporal, muy hermoso, y vi en sus manos un dardo de oro largo y al fin del hierro me parecía tener un poco de fuego. Me parecía que me lo metía en el corazón y me llegaba a las entrañas. Al sacarlo, me dejaba toda abrazada en amor grande por Dios”. También en una de sus poesías lo expresó así: “Me hirió con una flecha enherbolada de amor, y mi alma quedó hecha una con sus criador. Yo ya no quiero otro amor, pues a mi Dios me he entregado, y mi Amado es para mí y yo soy para mí Amado”. 
Santa Teresa de Jesús trataba de entender y comprender qué se escondía detrás de todas estas experiencias místicas. Deseaba conocer la razón del porqué de esas experiencias porque ella no quería que esas experiencias místicas quedasen en algo hermoso y bonito, sino que la alentara en su profunda unión con el Señor. Y por eso la gran lucha de Santa Teresa de buscar confesores, de personas letradas, de cristianos con profundo amor de Dios era para confrontarse con la verdad evangélica. Esto la constituye a ella como doctora de la Iglesia porque tiene una doctrina sólida, una experiencia de Dios sólida que ella ha sabido acoger, entender y transmitirnos. Santa Teresa plantea la vida teologal asentada en Cristo Jesús, ya que Él es nuestra esperanza, Él es la razón de nuestra fe. 
La transverberación no es un hecho aislado o no es un hecho que confirme en sí mismo la santidad de Teresa, porque eso sería no entender la acción de Dios en la persona. La trasverberación forma parte de un proyecto de Dios con Teresa. Esto es lo que tenemos que comprender y comprender. De hecho cuando Teresa nos narra su proceso espiritual en ‘El libro de la vida’, su autobiografía, nos lo presenta en un contexto muy bien pensado y muy bien meditado, donde la experiencia mística marca una parte importante de ese camino que va a culminar en la fundación de San José y el inicio de la reforma teresiana. Como Teresa misma expresa en el ‘Libro de la vida’, esta experiencia, como otras muchas, forman parte de un camino de crecimiento espiritual, o de un camino donde Dios quiere hacernos partícipes de su gracia, hacernos partícipes de su amor. Y que ayuda a Teresa en ese proceso de conversión, una conversión que no acontece de la noche a la mañana, sino después de haberse pasado prácticamente 20 años en el convento. Una conversión que marca el inicio de una actitud diferente de vida. La conversión es un proceso en el que tenemos que entrar libre y voluntariamente cada uno para darnos cuenta de cómo estamos viviendo y qué sentido estamos dando a nuestra vida. 
De hecho Teresa, y este es el elemento que va a sostener la experiencia mística de la transverberación, antes de contarnos sus experiencias místicas nos narra al inicio del capítulo 23, nos habla de que va a presentarnos su vida nueva, una vida que ha cambiado a partir de la conversión. Ella dice, una mujer nueva, antes era yo la protagonista, pero a partir de ese momento es Dios el verdadero protagonista de mi vida. Cambia ya la perspectiva, ya no es ella la dueña y señora de su vida y de su proyecto de salvación, sino que el autor de su salvación es a partir de ese momento Dios. 
Recordad que cuando Teresa nos relata en el capítulo 9 su conversión, ella nos dice que esa imagen del Cristo llagado que se encontró en un oratorio que habían traído al monasterio para hacer una fiesta, ella dice que en ese momento me di cuenta, fui consciente de lo que el Señor había sufrido por mí y lo mal que yo había agradecido aquellas llagas. Ella lo dice así: «Acaecióme que, entrando un día en el oratorio, vi una imagen que habían traído allá a guardar, que se había buscado para cierta fiesta que se hacía en casa. Era de Cristo muy llagado y tan devota que, en mirándola, toda me turbó de verle tal, porque representaba bien lo que pasó por nosotros. Fue tanto lo que sentí de lo mal que había agradecido aquellas llagas, que el corazón me parece se me partía, y arrojéme cabe El con grandísimo derramamiento de lágrimas, suplicándole me fortaleciese ya de una vez para no ofenderle» (cap. 9). ¿Detrás de estas palabras qué se esconde? La actitud de una persona que se da cuenta de que el propósito de su entrada en el convento la mantuvo durante 20 años en la mentira, ella entra en el convento, como nos dice, para librarse del infierno, y ahora ante este Cristo llagado se da cuenta de que es Él el que le ha librado y le ha salvado ya. Le ha salvado el Señor no esperando a sus obras, sino antes de sus obras, antes de las obras de Teresa. Esto supone para Tersa el despertar al verdadero sentido del amor y de la misericordia de Dios. Nosotros no somos los protagonistas, el auténtico y único protagonista es Dios. Porque en el cristianismo la salvación es un don, el don del amor de Dios que se ha adelantado, que ha entregado la vida para salvarnos, no es algo que tengamos que ganar, sino algo que Él ya nos ha regalado y esto lo descubre Teresa ante este Cristo llagado en aquel oratorio del monasterio. 
Y es aquí el gran relato de Teresa, su conversión, el descubrir que la misericordia de Dios no tiene límites y ella se da cuenta que 20 años que usó mal de esa gracia porque pensaba que sus trabajos y sacrificios eran para no ir al infierno, cuando era el mismo Dios quien ya le había abierto las puertas del cielo gracias a la Sangre derramada por Cristo por nuestros pecados. Teresa se da cuenta de cómo la misericordia de Dios siempre ha estado confiando en ella y esperando en ella. Que la misericordia de Dios le castigaba con amor, nos dice Teresa, que abrió las puertas para dejar a Dios ser Dios. La conversión para Teresa es eso, empezar a dejar que Dios sea Dios, no mi idea, mis perjuicios, mis conceptos. Y este cambio tan importante que experimenta Teresa en su conversión es lo que va a ser el preámbulo de su vida mística, de sus gracias místicas y concretamente de la transverberación. Pero antes ya nos dirá Teresa que en ese itinerario fue fundamental el disponerse a aprender a amar. Nos dirá Teresa que la oración, mirada siempre desde la clave de amor, no se trata de pensar mucho, no se trata de decir muchas palabras, sino de amar mucho. Una capacidad que tenemos todos los seres humanos pero que tenemos que aprender y a ejercitar. Ella misma nos dirá en el capítulo 24 del ‘Libro de la vida’ que antes tuvo que aprender a soltar y a liberar su corazón de los afectos que la tenían atada. Todos conocemos cómo era la vida de Teresa, de cómo la encantaba mantener amistades, ir al locutorio, etc, etc, etc…algo que ingenuamente le parecía bueno, pero Teresa se da cuenta de que la tenían en cierto modo esclavizada. Y ahí va a surgir la primera gracia mística de Teresa, su primer arrobamiento que tuvo que dejarse liberar, y como ella dice, ‘aprender a amar a todos en Dios y desde Dios’, ese el principio donde Dios le dice que ya no tendrá más conversaciones con hombres sino con ángeles. El contenido es que no se trata de que ocupes tu corazón con otras cosas, sino que desde Dios y en Dios aprendas a amar. Y en ese proceso va a acontecer la transverberación, el flechazo, el enamoramiento de Teresa; Teresa enamorada locamente de Jesús. Jesús le ha concedido enamorarse de esa gracia. Y todos tenemos experiencia del enamoramiento como energía vital de la persona, que centra todos nuestros pensamientos, todas nuestras energías, todo nuestro ser en la persona amada. Pero también sabemos, por experiencia, que el enamoramiento no es el último estadio del amor; el enamoramiento nos introduce a vivir al amor y a partir de entonces a aprender a amar con la energía necesaria para hacerlo. 
Dios va haciendo este camino en Teresa que luego se irá culminando con una serie de gracias, que en el fondo van a hacer todas el ensanchar su corazón, enseñándola a aprender a amar. Cuando Teresa vivía en el convento lo que menos le interesaba era lo que acontecía fuera de los muros del convento, pero cuando Dios empieza a ensancharla el corazón empieza ella a preocuparse hacia los otros. Este es el significado profundo de la acción de la transverberación, el tener el corazón ensanchado de amor divino que hace que sufra y se preocupe de todos los pecadores. Un corazón que se hace partícipe de ese amor de Dios. Y por eso Teresa necesita compartir ese amor y la grandeza que en sí misma conlleva. Y así consigue Dios ensanchar el corazón de Teresa, aunque aún tengan que pasar varios años para poder recibir la principal de sus gracias, estando en el Monasterio de la Encarnación, ya como priora, la gracia del Matrimonio Espiritual, como culmen de este proceso, de este camino de enamoramiento de amor. 


         

viernes, 6 de agosto de 2021

Homilía del Domingo XIX del Tiempo Ordinario, ciclo C

Homilía del Domingo XIX del Tiempo Ordinario, Ciclo B

8 de agosto de 2021

            En el evangelio de este domingo el Señor nos habla del Pan de Vida, es un discurso eucarístico [Jn 6, 41-51]. Y en este mismo evangelio se nos hace alusión a dos episodios acontecidos en el Antiguo Testamento. Uno de ellos es paso por el desierto del pueblo de Israel durante cuarenta años. Y ese pueblo sobrevivió a todo ese larguísimo itinerario gracias al maná. Un maná venido del Cielo y que permitió la supervivencia de Israel a lo largo de esa travesía por el desierto durante esos cuarenta años. Pero tengamos presente que el pueblo de Israel no vivió con gratitud y agradecimiento por este maná. El pueblo de Israel se quejaba, decían ‘estamos hartos ya de este pan sin sabor’, ‘de este pan insípido’, ‘¿pero no hay otra cosa distinta para comer?’, no les resultaba sabroso, no les resultaba atrayente. Ellos en vez de percibirlo como un don de Dios, ellos lo vivían con quejas y como algo que les mortificaba.

            Algo parecido pasa con la primera lectura que está tomada del libro de los Reyes [1Re 19, 4-8]. Es el pasaje en el que el profeta Elías huye por el desierto durante cuarenta días porque está siendo perseguido porque es el último de los profetas de Yahvé que había permanecido fiel y Jezabel le perseguía para matarle. Elías estaba rendido por el cansancio, y agotado se sienta bajo una retama y se desea la muerte. Y en ese momento un ángel del Señor le despierta y le dice ‘levántate y come’. Y a Elías no le apetecía comer en absoluto, es como si el propio instinto de supervivencia ya no le funcionase a Elías. Pero el ángel le dice ‘levántate y come’. Y Elías, por obediencia, se levantó, comió un poco y se volvió a tumbar. Pero el ángel le volvió a insistir ‘levántate y come más’. Y Elías obedeciendo volvió a comer, forzándose, obligándose y con la fuerza de aquel alimento fue capaz de atravesar el desierto durante cuarenta días.

            Una aplicación para nuestras vidas de este paso por el desierto del pueblo de Israel y por el paso por el desierto Horeb del profeta Elías. A todos los pasa que cuando estamos extenuados por el cansancio lo que nos apetece es tumbarnos, dormir, …muchas veces necesitamos más el dormir que el comer por el agotamiento tan serio que a veces podemos sufrir…y no comer. Pero sin embargo necesita comer y sólo así le volverán las fuerzas. Esto mismo ocurre en la vida espiritual, que el desánimo, la desesperación nos conduce a tirar la toalla y a dejarnos llevar. Y sin embargo es precisamente en ese momento cuando más necesitamos del alimento de Dios. Puede ocurrir que cuando menos nos apetezca una cosa sea cuando más lo necesitemos. Lo cual es importantísimo educar las ganas, educar el gusto, porque muchas veces al hombre no le apetece lo que es bueno, sino que le apetece lo malo. Es muy importante educar el gusto, el forzarnos en gustar de las cosas de Dios, de lo bueno y aborrecer lo malo. Y a veces hay que obligarnos a comer. Eso que aconteció a Elías es también una enseñanza para nosotros, ya que también nosotros podemos padecer una especie de anorexia espiritual, en la que alguien no llega a percibir que tiene distorsionada la percepción de la realidad y no se da cuenta de que tiene que comer, de que tiene que alimentarse, de que está débil y no lo percibe. Y cuando uno está débil tiene que dar un voto de confianza a aquel que le cuida y le dice ‘aliméntate, come porque la travesía es fuerte, es larga y necesitas el alimento para el camino’. El pueblo de Israel decía que no le gustaba el maná del Cielo, pero es que resulta que el gusto hay que educarlo: hay que aprender a gustar de la Eucaristía. Porque en la vida espiritual hay muchos momentos en los que uno no siente nada, tiene una sequedad interior, se acerca a los sacramentos y no tiene esa percepción favorable que en otros momentos haya podido tener…Es que en nuestra vida espiritual hay muchas ocasiones en las que tenemos que caminar a la luz de la fe. Lo decisivo en la experiencia de Dios no es el sentimiento, sino caminar en la fe. No se puede confundir experiencia de fe con sentimientos. La mayoría de las veces la experiencia más profunda de la fe es obediencia, no sentimiento. El sentimiento puede acompañarnos en algunas fases de nuestra vida espiritual, pero en otras nos abandona. Y esas fases donde caminamos a la luz de la fe, obedeciendo –aún sin entender- son muy importante porque se va aquilatando nuestra fe, se autentifica nuestra fe, se madura.

            De tal modo que cuando comulguemos digamos: Creo firmemente Señor que estás aquí, aunque no te sienta. Y esa Eucaristía alimenta la presencia de Dios dentro de mí. Y es fundamental también el educarnos a aprender a vivir de la Eucaristía. ¿De dónde saco mis fuerzas para el camino? ¿De dónde saco esa energía que a veces me falta porque humanamente andamos carentes de fuerzas? La fuerza la sacamos de la presencia de Jesús que está dentro de mí en la Eucaristía que comulgo. Él me da la fuerza para seguir caminando.