Domingo XII del
tiempo ordinario, ciclo b
20 de Junio de 2021
Hoy en el
Evangelio de San Marcos [Mc 4, 35-41] se nos narra ese episodio en el que los
discípulos están con la barca en medio de una fuerte tempestad, pasándolo muy
mal, mientras que Jesús, sorprendentemente estaba dormido en la popa de la
barca. Los discípulos no pueden llegar a entender cómo Jesús puede estar
dormido en esta difícil circunstancia. Los discípulos le despiertan y Jesús
calma la tempestad y les reprende. Y les reprende diciéndoles: «¿Por qué tenéis miedo? ¿Aún no tenéis fe?».
Este evangelio nos plantea para que
cada uno se pregunte sobre su confianza en el corazón del Señor en
medio de las dificultades, de la existencia. La confianza en Dios en medio de
las dificultades es un indicativo muy práctico para comprobar si nuestro amor a
Dios, si nuestro dejarnos querer por Dios es verdadero o es teórico. Este
evangelio está subrayando esa reprensión, cariñosa pero intensa que hace Jesús
a los suyos, ya que ellos pensaban que Dios no les estaba sosteniendo y que
Dios no estaba cuidando de ellos. Es una llamada a que crezcamos en la
confianza y en la providencia.
Es que resulta que nuestras
angustias, nuestros miedos no son sólo estados psicológicos, sino también
indicativos de nuestra falta de fe y de nuestra falta de esperanza y de falta
de amor. Cuando uno cede ante el miedo es una falta de confianza y de amor a
Dios.
Les voy a contar una anécdota que
sucedió, hace ya algún tiempo, en un hospital cerca de aquí. Un niño tenía que
ser operado del corazón y la operación era considerada de alto riesgo. El niño,
cuando iba a ser intervenido quirúrgicamente estaba tranquilo. A los dos días,
cuando ya estaba en planta, las enfermeras le decían que se había comportado como
un valiente, como todo un campeón y le preguntan al pequeño si había tenido
miedo de la operación. A lo que el niño les respondió: «no he tenido miedo,
porque mi papá es el médico que me ha operado y estaba conmigo». La aplicación práctica que saco de esta
anécdota es la contraria, dada la vuelta, de la angustia que sintieron los
discípulos en aquella barca fuertemente zarandeada por el viento y la olas
viendo a Jesús dormido, sin embargo este niño tenía la confianza de que su
padre llevaba perfectamente esa situación, que esa situación estaba controlada
por su padre. Por lo tanto forma parte de nuestra espiritualidad la confianza
en la providencia de Dios. Es esa confianza en Dios que sabemos que todo
resulta para bien para los que confían en el Señor. El salterio dice: «No
duerme ni descansa el guardián de Israel». Dios no duerme, Dios siempre vela,
nos cuida. «No duerme ni descansa el guardián de Israel»; así rezan los salmos. Muchas veces parece que Dios está dormido,
pero está pensando en ti y vela y cuida
de ti.
El evangelio de hoy es una llamada a que cada uno de nosotros, en este mes dedicado al Corazón de Jesús, aprendamos a decir en verdad, y no como una frase hecha, no como una jaculatoria vacía de contenido: «Sagrado Corazón de Jesús, en vos confío», en tus manos está mi vida, sé que está en buenas manos.
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