miércoles, 30 de junio de 2021
viernes, 25 de junio de 2021
Homilía del Domingo XIII del Tiempo Ordinario, Ciclo B
Domingo XIII del
Tiempo Ordinario, ciclo b
27 de Junio de 2021
Nos
puede pasar a nosotros, nos podemos acomodar, nos podemos aburguesar, pensamos que con lo que hacemos ya es
suficiente. Se nos proclama la Palabra de Dios y no la llegamos a permitir
que ordene nuestra vida, que nos eche el vino nuevo de su amor en nuestras
heridas para que sean cicatrizadas. Es como si le dijéramos al Señor, con gran
diplomacia y educación: ‘Señor, cuenta conmigo pero sólo hasta aquí, poniendo
uno los límites’. Y lo llegar a suceder
es que uno termina por creerse que la Palabra de Dios no le dice nada, no le
cuestiona nada, no le alumbra nada, cuando ha sido uno el que ha hecho el libre
ejercicio de silenciarla. Y cuando uno silencia la Palabra de Dios en su vida,
la lectura de todo lo que hace es una lectura plana, totalmente empobrecida y
mundanizada. Nos acostumbramos a pensar y razonar tal y como lo hace el mundo.
Estamos en la Iglesia, pero pensamos con el mundo. Nos estamos olvidando de lo que el Espíritu Santo nos dice en los
acontecimientos.
Esta
semana han salido en todos los titulares de los noticiarios un “megabrote” de
Covid-19 por los viajes de fin de curso a Mallorca con más de 500 contagiados y
más de 2000 jóvenes en cuarentena estando seis comunidades autónomas afectadas.
Pues un concierto de reggaetón, fiestas en barcos, en hoteles, en la playa… y
todo por divertirse de un modo totalmente incívico e insolidario. Pero detrás
de todo esto hay una ausencia de amor, un no renunciar a mi fiesta alocada
acosta de todos aquellos que puedo contagiar e incluso matar por el virus. Cuando el pecado abunda, la vida se
desperdicia. Se sufren enormes hemorragias de sangre, hemorragias de vida.
Daos cuenta que San Pablo, en la
segunda lectura, está exhortando a la comunidad de los Corintios diciéndoles que
los límites no los ponemos nosotros.
Que a las cosas de Dios no se les puede
poner límites, porque te limitas.
Si a una piscina de dos metros de profundidad únicamente la llenas unos
centímetros no podrás, ni siquiera chapotear con el agua. Por eso San Pablo nos
dice que demos con generosidad por amor a los demás. Le dice que pueden tener
mucho dinero, pero si no ayudan a los hermanos, ese dinero puede ser para ellos
causa de perdición.
Esas
personas que apretujaban a Jesús estaban enfermas por el pecado y no sentían la
necesidad de ser sanados porque se
habían acostumbrado a estar así. Estaban con Jesús porque sus palabras les llenaban
el corazón pero tan pronto como Jesús les ponía en la verdad y les desenmascaraba
su pecado, ellos se iban porque sus palabras eran duras y exigentes al ponerles
en un camino de conversión. Incluso Jesús les llega a decir a los doce: «¿También
vosotros queréis iros?».
Sin embargo una mujer que padecía
flujos de sangre, que oyó hablar de Jesús, se le acercó por detrás, de entre la
gente, le tocó el manto pensando que así quedaría curada. Y al tocar el manto
de Jesús, inmediatamente se secó la fuente de sus hemorragias y quedó curada. Jesús
se da cuenta de que había salido fuerza sanadora de Él y pregunta que quién le
ha tocado el manto y le busca con su mirada. Hasta que ella se le acerca,
asustada y temblorosa, se le echó a los pies y le confesó a Jesús toda la
verdad.
La
sangre representa la vida, en el libro del Deuteronomio así no lo presenta.
Una vida que se desperdicia por el pecado, por las adicciones, por entrar en la
dinámica de Satanás. Esa mujer estaba perdiendo la vida, se estaba desangrando
desde hacía doce años y quería sanar, pero no lo conseguía. Seguramente que
esta mujer ‘tocó fondo’, se consideraría como ‘causa perdida’. Sin embargo, la
Palabra también fue proclamada para ella.
Oyó hablar de
Jesús, alguien le habló a esta mujer de Jesús. Seguramente que la contaría cómo
Jesús le ordenó su vida, descubrió el amor, recobró la alegría perdida,
adquirió el sentido de vivir que antes había desaparecido… y ese testimonio fue
el que hizo que esta mujer que sufría flujos de sangre, flujos de vida también
pudiera experimentar la alegría de poder contar con Cristo en su día a día. Se hicieron
realidad las palabras del Salmo al sacar a esta mujer del abismo y la hizo
revivir cuando bajaba a la fosa.
sábado, 19 de junio de 2021
Homilía del Domingo XII del Tiempo Ordinario, ciclo b
Domingo XII del
tiempo ordinario, ciclo b
20 de Junio de 2021
Hoy en el
Evangelio de San Marcos [Mc 4, 35-41] se nos narra ese episodio en el que los
discípulos están con la barca en medio de una fuerte tempestad, pasándolo muy
mal, mientras que Jesús, sorprendentemente estaba dormido en la popa de la
barca. Los discípulos no pueden llegar a entender cómo Jesús puede estar
dormido en esta difícil circunstancia. Los discípulos le despiertan y Jesús
calma la tempestad y les reprende. Y les reprende diciéndoles: «¿Por qué tenéis miedo? ¿Aún no tenéis fe?».
Este evangelio nos plantea para que
cada uno se pregunte sobre su confianza en el corazón del Señor en
medio de las dificultades, de la existencia. La confianza en Dios en medio de
las dificultades es un indicativo muy práctico para comprobar si nuestro amor a
Dios, si nuestro dejarnos querer por Dios es verdadero o es teórico. Este
evangelio está subrayando esa reprensión, cariñosa pero intensa que hace Jesús
a los suyos, ya que ellos pensaban que Dios no les estaba sosteniendo y que
Dios no estaba cuidando de ellos. Es una llamada a que crezcamos en la
confianza y en la providencia.
Es que resulta que nuestras
angustias, nuestros miedos no son sólo estados psicológicos, sino también
indicativos de nuestra falta de fe y de nuestra falta de esperanza y de falta
de amor. Cuando uno cede ante el miedo es una falta de confianza y de amor a
Dios.
Les voy a contar una anécdota que
sucedió, hace ya algún tiempo, en un hospital cerca de aquí. Un niño tenía que
ser operado del corazón y la operación era considerada de alto riesgo. El niño,
cuando iba a ser intervenido quirúrgicamente estaba tranquilo. A los dos días,
cuando ya estaba en planta, las enfermeras le decían que se había comportado como
un valiente, como todo un campeón y le preguntan al pequeño si había tenido
miedo de la operación. A lo que el niño les respondió: «no he tenido miedo,
porque mi papá es el médico que me ha operado y estaba conmigo». La aplicación práctica que saco de esta
anécdota es la contraria, dada la vuelta, de la angustia que sintieron los
discípulos en aquella barca fuertemente zarandeada por el viento y la olas
viendo a Jesús dormido, sin embargo este niño tenía la confianza de que su
padre llevaba perfectamente esa situación, que esa situación estaba controlada
por su padre. Por lo tanto forma parte de nuestra espiritualidad la confianza
en la providencia de Dios. Es esa confianza en Dios que sabemos que todo
resulta para bien para los que confían en el Señor. El salterio dice: «No
duerme ni descansa el guardián de Israel». Dios no duerme, Dios siempre vela,
nos cuida. «No duerme ni descansa el guardián de Israel»; así rezan los salmos. Muchas veces parece que Dios está dormido,
pero está pensando en ti y vela y cuida
de ti.
El evangelio de hoy es una llamada a que cada uno de nosotros, en este mes dedicado al Corazón de Jesús, aprendamos a decir en verdad, y no como una frase hecha, no como una jaculatoria vacía de contenido: «Sagrado Corazón de Jesús, en vos confío», en tus manos está mi vida, sé que está en buenas manos.
lunes, 14 de junio de 2021
Eucaristía por el eterno descanso de don Vicente Moreno Nevares [Capellán del Hospital de Palencia hasta el año 2013]
Por iniciativa del personal del Complejo Hospitalario de Palencia se ha aplicado la Eucaristía en el Salón de Actos del Complejo Asistencial de la ciudad de Palencia. Muchos de los trabajadores del centro no han podido asistir al coincidirles en su horario laboral pero han querido estar presente en espíritu. Damos gracias a Dios porque han sido más de 15 años al servicio de los enfermos y de todo el personal del Hospital, siempre llevando una sonrisa y el Evangelio en su vida.
Ha llevado a Cristo a muchos de los enfermos administrándoles los sacramentos y hablándoles de Cristo. Su vida y su testimonio no pasó desapercibido. Muchos de los trabajadores y el resto del personal sanitario guardan un profundo agradecimiento a este gran capellán.
Del mismo modo, el actual equipo de capellanes nos sentimos agradecidos y siempre estamos a total disposición de médicos, enfermeras, demás personal sanitario, personal de limpieza y de cafetería... enfermos y familiares, en una palabra, LOS CAPELLANES SOMOS DE TODOS Y ESTAMOS PARA TODOS. Estáis en nuestras oraciones. Lo nuestro es iluminar el sufrimiento y vuestras vida a la luz del Señor Resucitado, porque el Señor Jesús sale a nuestro encuentro tanto en los momentos felices, en la vida cotidiana, como también en aquellos que nuestras lágrimas abundan por el dolor.
Don Vicente Moreno Nevares, que el Dios de la gloria te acoja y puedan gozar de la visión de Dios en la eternidad. Amén.
sábado, 12 de junio de 2021
Homilía del Domingo XI Tiempo Ordinario, Ciclo b
Homilía del Domingo XI Tiempo Ordinario, Ciclo b
Hoy el Señor nos regala un evangelio con unas parábolas. Y el Señor suele empezar sus parábolas con esta expresión: «¿Con qué compararemos el Reino de Dios?», u otras veces dice, «el Reino de Dios se parece…». Jesús intenta mostrarnos el desarrollo del Reino de Dios. Pero antes de esto tenemos que hacernos una pregunta: ¿Qué es el Reino de Dios? El Reino de Dios es la obra de Dios que Él mismo está completando: Dios creó el mundo y Él mismo continúa adelante su obra. Dios obra en el mundo. Dios no se limitó a crear el mundo y luego a desentenderse de él y ausentándose de este mundo. Ésta no es la visión cristiana de la historia ya que esta concepción estaría muy cerca del deísmo. El deísmo es la concepción filosófica que cree en la existencia de un ser supremo pero niega la intervención divina en el mundo.
La visión cristiana es que Dios
actúa, de manera que su Reino se abre camino, poco a poco, en la historia de la
humanidad. ¿Y cómo interviene Dios? De
ordinario Dios interviene dando su gracia para que nosotros utilicemos bien de
nuestra libertad. Hay una oración litúrgica que dice: «Señor que tu gracia inspire, sostenga y acompañe
nuestras obras; para que todo nuestro trabajo brote de ti, como su fuente, y
tienda a ti, como a su fin»,
es decir, somos asistidos por la gracia de Dios. Pero la gracia de Dios
no evita el esfuerzo del hombre, sino que la gracia de Dios hace posible que
nos esforcemos y nos esforcemos bien. Por eso es tan importante cuidar con
gran esmero la oración litúrgica, la oración personal, la lectura responsada de
la Palabra de Dios, la confesión, la limosna y el ayuno para poder permitir que
Dios nos ayude a recibir de su gracia. La gracia de Dios hace posible que nos
esforcemos y nos esforcemos bien: Dios cuenta con nuestra colaboración. Dios
cuenta con tus cinco panes y dos peces para que el Señor pueda proceder al
milagro de la multiplicación. Dios colabora con nosotros contando con nuestra
respuesta. Porque si colaboramos con Dios iremos transformando nuestras
familias, nuestra comunidad, nuestra iglesia, nuestro mundo. Esta es la forma
ordinaria que tiene Dios para intervenir en el mundo y así ir edificando el
Reino de Dios entre nosotros: nosotros
somos las manos de Dios y Él nos da de su gracia para que obremos el bien.
Pero en el evangelio de hoy va más
allá [Mc 4, 26-34] y nos dice una cosa bastante importante: Se nos dice que el
Reino de Dios es como un hombre que ha sembrado una semilla, y luego ya se
olvida de ella, y sin que él sepa cómo va creciendo, y en realidad lo hace la
tierra sola. El hombre no hace nada. Y esto subraya que la intervención de Dios
va más allá de nuestro esfuerzo; la
gracia de Dios actúa incluso cuando el hombre duerme. El hombre está
durmiendo y la semilla está creciendo. Hay un salmo que nos dice: «Dios lo da a sus amigos mientras duermen», [«si
el Señor no construye la casa»,
el salmo 127].
Muchas veces la mejor comparación
que podemos usar para entender la relación que Dios tiene con nosotros es recurrir
a la metáfora de cómo unos buenos padres cuidan de sus hijos pequeños. Y
los padres cuidan de sus hijos pequeños, por una parte, apelando a su
responsabilidad, pidiéndoles su colaboración, pidiéndoles que sean obedientes
en el colegio, en la disciplina del hogar… y los niños con su libertad
incipiente, los niños van descubriendo lo que es bueno y lo que es malo. Los
padres van orientando la libertad primera de esos niños. Pero también esos
padres hacen muchas cosas, incluso sin que los niños lo sepan, sin que sean
conscientes de ello. Por ejemplo: los padres optan por un lugar de vacaciones
pensando que los niños tendrán un buen ambiente y que estén con buenas
compañías; o esconderles algo que los padres intuyen que va a ser perjudicial
para ellos; o poniéndoles variedad de comida en los platos para que aprendan a
comer de todo…
Los padres no sólo actúan con los hijos pidiéndoles
que se comporten bien, sino también trazando una estrategia que permanece
oculta a los ojos de los niños. Así también ocurre con Dios: Dios va sembrando
el bien en el mundo, no sólo para inspirarnos el bien para que lo hagamos con
nuestra libertad, sino también realizándola también de manera anónima, oculta
pero efectiva. Y por eso intuimos que Dios tiene su estrategia: es cuando
decimos que «Dios
escribe derecho con renglones torcidos», que acontecen cosas que uno no las entienden, no las
controla. Pero luego va descubriendo que Dios ha actuado ahí, que
aquello fue para el bien en mi vida.
Es la acción continua de Dios en la
historia personal y en la historia de la humanidad. Y es una parábola que hace
una lectura muy positiva de la historia porque nos dice que en el mundo de hoy
Dios sigue actuando y que el Reino de Dios se sigue abriendo paso, aunque
aparentemente no nos lo parezca. A pesar de tener la sensación de que estamos
retrocediendo porque la sociedad da la espalda a Dios, pero Dios tiene un plan
de salvación y lo está llevando adelante.
Incluso cuando nosotros estamos durmiendo, el Reino de
Dios está creciendo.
miércoles, 9 de junio de 2021
Misa de familia del señor Felipe
El pasado domingo día 6 de junio el Señor llamó ante su presencia a nuestro hermano Felipe. Estaba haciendo lo que solía hacer un día de descanso, dar un paseo, estar sentado en un banco charlando y disfrutando de la compañía de sus amigos y conocidos en aquella soleada tarde de primavera. Y así fue como el Señor le llamó ante su presencia. Fue algo repentino, inesperado, pasó de estar con nosotros a ir hacia la presencia del Creador.
Hay
un dato muy importante: nosotros le importamos a Dios. Nosotros somos muy
valiosos para Dios. Nuestra vida le importa a Dios, Dios se interesa por cada
uno. Y tanto le importamos que envió a su único Hijo para que muriera por
nosotros en una cruz, al tercer día resucitase de entre los muertos y así
podernos abrir las puertas del Cielo. Y esto no es un modo de hablar, o una
imagen o palabras vacías, sino que es realidad. Lo que nos sucede es que
estamos acostumbrados a elaborarnos nuestras ideas, nuestros razonamientos,
nuestra forma de actuar, de interactuar entre nosotros y de amar teniendo como
instrumentos todo lo que vemos, olfateamos, gustamos, oímos y tocamos. Y cuando
se nos presenta realidades como el sufrimiento, la muerte o alguna desgracia no
sabemos o no podemos dar respuesta a eso porque nos supera, nos
trasciende. Sin embargo Jesucristo nos
dice: “Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo”, “en el
mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo” (Jn 16, 33).
En el fondo el Señor Jesús te está preguntando: ¿hasta
qué punto tú te fías de mí? ¿Cómo y hasta qué grado te dejas influir por mi
presencia y por mi mensaje? A lo largo de tu vida, o de lo que llevas de vida ¿te
has dejado influir por el mensaje de Cristo para tomar decisiones u otras
cuestiones? O incluso más, por mantener tu fe ¿te has sentido rechazado por los
demás?
Estamos en un contexto social, ideológico, cultural e
incluso religioso acostumbrado a elaborar una interpretación o lectura de lo
que nos pasa meramente lineal, como si fuera un encefalograma plano. Pero es
que resulta que hay una realidad superior a nosotros, que nos supera
totalmente, que nos abarca y que nosotros no la percibimos. Sólo la perciben
aquellos que se sientan necesitados de Dios. Un aparato de radio capta las
señales radiofónicas que se comunican por el aire, pero si con el dial de la
radio voy sintonizando/buscando las emisoras, uno puede disfrutar desde una
tertulia a una bellísima canción. Yo esas señales no las veo, pero sí que sé
que están. Yo a Dios quizá no le perciba, pero está conmigo y contigo. Pero si
el dial de mi alma va buscando esa presencia de Dios acudiendo a los
sacramentos, a la confesión, a la oración diaria, a la vida cristiana constante
y costosa… uno se irá dando cuenta que junto a lo que uno ve, oye, toca, huele
o saborea también está la presencia amorosa de Dios que te está sosteniendo
entre sus manos y en ese momento es cuando te darás cuenta que en todo momento,
aún sin que tú te hubieras dado cuenta antes, el Señor te sostiene entre sus
divinas manos. Y lo hace porque tú eres muy importante para Él.
De esto sabía mucho
nuestro hermano Felipe. Alguna vez pude hablar de estos temas con él, ya que
era un hombre sociable y de fe. Y todo esto que les he contado hoy, fue ni más
ni menos, lo que estuvimos hablando en una ocasión. Y Felipe me decía: «Esto es
cierto, aunque yo no sabía ponerlo en palabras». Ahora estará reunido con sus
antepasados, conocidos y podrá dar aquel abrazo tan anhelado a sus padres y a
su querida y amada esposa Priscila Luisa. Felipe Nicolás Hernández, por ti elevamos
nuestra plegaria al Padre. Dele Señor el descanso eterno, y brille para él la
luz eterna. Amén.
sábado, 5 de junio de 2021
Homilía del Domingo del Corpus Christi 2021
Homilía del
Domingo del Corpus Christi, 6 de Junio de 2021
Hoy se remarca que
Jesús está realmente presente en la
Eucaristía. Y hoy la Iglesia quiere que lo celebremos de un modo más
solemne para que caigamos en la cuenta de que hay algo muy grande entre
nosotros y puede ser que no nos estemos enterando. Porque a veces tenemos
auténticos tesoros a nuestro lado y no nos damos cuenta. Caer en cuenta de que
tenemos a Jesús a nuestro lado en la Eucaristía. Y esto es muy importante
porque en este tiempo de secularización
en el que estamos viviendo y todos estamos afectados muy seriamente por esta
secularización, a veces por la increencia que pierde la fe, a veces por la
desidia que deja en el olvido, a veces por errores por la forma de ver o de
pensamiento, todos estamos sufriendo las consecuencias de este vaciamiento de
lo divino con todas las consecuencias personales, sociales y eclesiales que
ello conlleva. El racionalismo actual ha
vaciado a la fe de su contenido, y algunos dicen que lo que ha
resucitado no es la persona de Jesús, sino que lo importante es que sus ideas
están vivas, o reducen los evangelios a una simple metáfora. ¿Para qué voy a
rezar si estoy hablando solo? ¿para qué voy a hacer un sacrificio, una limosna,
un ayuno sin nadie me va a ver y esto no tiene una recompensa? Con tal que me
vean hacer las cosas que tengo que hacer y me mandan iré bien. Con tal de
cumplir con los horarios estoy tranquilo. ¿Y dónde queda Dios en todo esto? En
ningún lado. Seremos cristianos que practicamos el agnosticismo o incluso el
ateísmo. Y a veces, respecto a la Eucaristía se la quiere interpretar no como
que Jesús esté ahí, sino que es un mero símbolo, un símbolo de que tenemos que
hacer comunión entre nosotros, pero sin creer de verdad que Jesús está
realmente presente en la Eucaristía. A veces permitimos al Demonio, que usa de
este ambiente racionalista, que nos meta un gol por toda la escuadra permitiendo interpretar la fe como si fuera un
mero símbolo, olvidando que lo más importante en la fe es el acontecimiento
de la encarnación en el que Dios ha tomado nuestra carne.
La
fiesta del Corpus Christi está pensada para que no perdamos la fe, para
que no seamos como un tronco hueco, porque existe una realidad que nos
sobrepasa totalmente, que no podemos ni pesar, ni medir, ni controlar, ni
enjaular. La Biblia es un conjunto de
actas de encuentros con Dios. Cada día se acerca el Señor Jesús en la
Eucaristía y te da de su Espíritu para irte transformando, para irte
‘cristo-formando’, para que vayas entendiendo tu existencia dejándote influir
por su presencia.
Dios
te dice que tienes aprender caminando a creer en Dios. Que los únicos
criterios para poder generarnos un modo de razonar y actuar no son únicamente
lo que vemos, oímos, comemos, palpamos, gustamos y olfateamos. Que hay otros,
que son más importantes, que no pueden ser capturados por la mente, como un
aparato de radio captura la señal radiofónica o una cámara de fotos la imagen. Muchas
veces a uno le entra el miedo y las dudas pensando que es todo es fruto de la
imaginación o dela psicología personal y no digamos nada cuando encima nos está
tocando vivir acontecimientos trágicos o que nos causan gran desasosiego
interior porque no aceptamos nuestra propia historia.
Y ¿quién
nos auxilia para que podamos aprender caminando a creer en Dios? En
primer lugar, el Espíritu Santo y ese Espíritu actúa en su Iglesia, en la vida
de los hermanos, tanto en sus lágrimas como en sus gozos. Y me pueden decir, y
qué pasa si el hermano no me habla de su vida. ¿Qué sucede cuando el que tengo
al lado en el fondo es un conocido bastante desconocido? O dos cosas; o ese
desconocido bastante conocido está
interiormente muy mal y por eso no puede hacer una lectura a la luz de
la fe de su propia vida porque se encuentre en una especie de ‘rebeldía o
molesto con Dios’, con la comunidad, con la mujer o el marido, porque reniega
de su historia… o bien porque no se cree
que Dios esté haciendo obras grandes en su vida.
Y en segundo lugar quien nos auxilia para que podemos
aprender caminando a creer en Dios es la propia Comunidad cristiana, y ésta lo
hace de muchos modos, con los ecos poniendo nuestra vida siendo iluminada por
la fe, con el gozo de juntarnos para celebrar la Eucaristía participando,
alegrándonos de tener a Jesús Eucaristía con nosotros, mostrándonos ante el
Señor y ante los hermanos tal y como somos. Y si alguno juzga al hermano, el
problema lo tiene quien lo juzga, y ya sabe lo que tiene que hacer, confesarse
y reparar el daño.
Y en medio de toda esta lucha y de
todo este esfuerzo para intentar interpretar con la luz de la fe el paso del
Señor en mi vida, viene Jesucristo y nos alimenta con su Cuerpo y Sangre para
decirnos, ‘yo estoy contigo, hasta el final’.