sábado, 20 de abril de 2019

Homilía de la Vigilia Pascual 2019


Homilía de la Vigilia Pascual 2019
         
          La Pascua Judía, memorial de la liberación de Egipto, preveía cada año el rito de la inmolación del cordero, un cordero por cada familia, según la prescripción mosaica. Jesucristo se nos revela como ese ‘cordero inmolado’ en la cruz para quitar los pecados del mundo. Jesucristo fue sacrificado en la hora en que era costumbre inmolar los corderos en el Templo de Jerusalén.
El sentido de su sacrificio lo había anticipado Jesús en la Última Cena, sustituyéndose bajo los signos de pan y vino, por los alimentos rituales de la comida hebrea. De este modo Jesús ha llevado a cumplimiento la tradición de la antigua Pascua y la ha transformado en su Pascua. Los alimentos rituales de la comida hebrea quedaron superados bajo los signos del pan y vino. Un pan ácimo, sin levadura. El Apóstol San Pablo se refiere a una costumbre hebrea respecto a los panes ácimos. San Pablo en la Primera Carta a los Corintios nos dice: «7 Eliminad la levadura vieja, para ser masa nueva, pues todavía sois ázimos. Porque nuestro cordero pascual, Cristo, ha sido inmolado. 8 Así que, celebremos la fiesta, no con vieja levadura, ni con levadura de malicia e inmoralidad, sino con ázimos de sinceridad y verdad» (1 Cor 5, 7-8). San Pablo aplica a la vida cristiana los ritos que los judíos practicaban con ocasión de la Pascua: Los judíos arrojaban fuera de casa todo pan fermentado, comían pan sin fermento (ácimo), celebraban la fiesta con un banquete, en el que comían el cordero pascual poco antes inmolado. Ahora deben actuar así tanto los de Corinto como todo el resto de los creyentes. «Eliminad la levadura vieja», alejad de vosotros la vieja levadura del pecado, echando no sólo –como les pasaba a los corintos- a los incestuosos, sino a todo lo que sea pecado, que pertenezca al hombre viejo. Los cristianos somos ácimos por nuestra condición, esto es, en virtud del bautismo, ya que en el bautismo hemos sido purificados del pecado. Ahora la tarea que tenemos entre manos es ir progresando en la vida de la gracia, en la vida del pan ácimo, purificado de pecado, para ser esa masa nueva, esa creación nueva.
San Pablo al explicar esta vieja tradición hebrea de arrojar de casa todo pan fermentado adquiere un nuevo sentido a partir del ‘nuevo Éxodo’ que es el paso de Cristo de la muerte a la vida eterna.
Esto de arrojar el “pan fermentado” es una lucha que podemos afrontar gracias a que Cristo ha resucitado y se pone de nuestra parte como aliado contra el pecado. Os voy a contar un chiste para que veáis cómo el Demonio usa de la mentira para que no arrojemos ese pan fermentado del pecado.
«Cuentan de uno que estando en las puertas del cielo, ante San Pedro, le dice San Pedro: -Mira, Silverio, estás entre Pinto y Valdemoro. Puedes estar una semana tanto en el Cielo como en el Infierno. Te lo dejamos a tu elección, y lo que elijas será tu decisión y allí irás. –A lo que Silverino asintió con la cabeza.
Va en primer lugar al Cielo, y allí se encuentran a los habitantes del Cielo recostados, descansando, dando paseos, todo con mucha tranquilidad. A lo que Silverino se dijo -¡Que rollo es esto del Cielo!, ¡qué aburrimiento!, me voy al Infierno a ver si allí hay más movimiento- . Y Silverino se marchó al Infierno para pasar allí su semana. Y allí ve a todos de botellón, con la música a todo volumen, unas juergas y unas orgías espectaculares, unos banquetes de comida suculenta, vino a raudales, todo tipo de lujos, spas y masajes… una pasada. A lo que Silverio se dice: -Esta es la mía. ¡Decidido! Me voy a hablar con San Pedro para decirle que ya he decidido, que me quedo aquí en el Infierno-. A lo que Silverio llega ante la presencia de San Pedro, a las puertas de los Cielos y le dice: -Mira San Pedro, me gusta más lo del Infierno y me voy a quedar allí-. A lo que San Pedro se le queda mirando fijamente y le dice: -Silverio, ¿estás totalmente seguro de ir para el Infierno y no quedarte en el Cielo?-. A lo que Silverio le dice todo decidido: -Yo me quiero quedar en el Infierno, es mi decisión última-. Va Silverio al Infierno y allí ya no se encuentra ese paraíso de fiestas, vino, mujeres y juergas, sino sufrimientos, torturas indescriptibles. A lo que Silverio, en medio de todos estos tormentos alza la voz a San Pedro y le dice entre sollozos y gritos de dolor: -¡San Pedro!, ¡esto no es lo que yo esperaba!-. A lo que San Pedro le contestó: -Es que allí estaban en campaña electoral-.
El Demonio se las apaña para engañarnos. Cristo es el verdadero Cordero que se ha sacrificado a sí mismo por nosotros, a lo que nosotros –sus discípulos- , gracias a Él y por medio de Él, podemos ser “masa nueva”, “ácimos”, liberados del viejo fermento del pecado y así poder presentarnos ante Dios con el grito de victoria. Cristo es nuestra esperanza y Él es la verdadera paz del mundo. Con Cristo venceremos al Mundo.
¡Cristo ha resucitado! ¡Verdaderamente ha resucitado!









Vigilia Pascual, Sábado 20 de abril de 2019
Roberto García Villumbrales

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