Homilía de la Vigilia Pascual 2019
La Pascua Judía,
memorial de la liberación de Egipto,
preveía cada año el rito de la inmolación del cordero, un cordero por cada
familia, según la prescripción mosaica. Jesucristo se nos revela como ese
‘cordero inmolado’ en la cruz para quitar
los pecados del mundo. Jesucristo fue sacrificado en la hora en que era costumbre
inmolar los corderos en el Templo de Jerusalén.
El sentido de su sacrificio lo había anticipado Jesús en
la Última Cena, sustituyéndose bajo los
signos de pan y vino, por los alimentos rituales de la comida hebrea. De
este modo Jesús ha llevado a cumplimiento la tradición de la antigua Pascua y
la ha transformado en su Pascua. Los alimentos rituales de la comida hebrea quedaron superados bajo los signos del
pan y vino. Un pan ácimo, sin levadura. El
Apóstol San Pablo se refiere a una costumbre hebrea respecto a los panes ácimos.
San Pablo en la Primera Carta a los Corintios nos dice: «7 Eliminad la levadura vieja, para ser masa nueva,
pues todavía sois ázimos. Porque nuestro cordero pascual, Cristo, ha sido
inmolado. 8 Así que, celebremos la fiesta, no con vieja
levadura, ni con levadura de malicia e inmoralidad, sino con ázimos de
sinceridad y verdad» (1 Cor 5, 7-8). San Pablo aplica a la vida
cristiana los ritos que los judíos practicaban con ocasión de la Pascua: Los
judíos arrojaban fuera de casa todo pan fermentado, comían pan sin fermento
(ácimo), celebraban la fiesta con un banquete, en el que comían el cordero
pascual poco antes inmolado. Ahora deben actuar así tanto los de Corinto como
todo el resto de los creyentes. «Eliminad
la levadura vieja», alejad de
vosotros la vieja levadura del pecado, echando no sólo –como les pasaba a los
corintos- a los incestuosos, sino a todo lo que sea pecado, que pertenezca al
hombre viejo. Los cristianos somos ácimos
por nuestra condición, esto es, en virtud del bautismo, ya que en el
bautismo hemos sido purificados del
pecado. Ahora la tarea que tenemos entre manos es ir progresando en la vida de la gracia,
en la vida del pan ácimo, purificado de pecado, para ser esa masa nueva, esa
creación nueva.
San Pablo al explicar esta vieja tradición hebrea de arrojar de casa
todo pan fermentado adquiere un nuevo sentido a partir del ‘nuevo Éxodo’ que es el paso de Cristo de la
muerte a la vida eterna.
Esto de arrojar el “pan
fermentado” es una lucha que podemos afrontar gracias a que Cristo ha
resucitado y se pone de nuestra parte como aliado contra el pecado. Os voy a
contar un chiste para que veáis cómo el Demonio usa de la mentira para que no
arrojemos ese pan fermentado del pecado.
«Cuentan de uno que estando en las puertas del cielo, ante San Pedro,
le dice San Pedro: -Mira, Silverio, estás
entre Pinto y Valdemoro. Puedes estar una semana tanto en el Cielo como en el
Infierno. Te lo dejamos a tu elección, y lo que elijas será tu decisión y allí
irás. –A lo que Silverino asintió con la cabeza.
Va en primer lugar al Cielo, y allí se encuentran a los habitantes del
Cielo recostados, descansando, dando paseos, todo con mucha tranquilidad. A lo
que Silverino se dijo -¡Que rollo es esto
del Cielo!, ¡qué aburrimiento!, me voy al Infierno a ver si allí hay más
movimiento- . Y Silverino se marchó al Infierno para pasar allí su semana.
Y allí ve a todos de botellón, con la música a todo volumen, unas juergas y
unas orgías espectaculares, unos banquetes de comida suculenta, vino a
raudales, todo tipo de lujos, spas y masajes… una pasada. A lo que Silverio se
dice: -Esta es la mía. ¡Decidido! Me voy
a hablar con San Pedro para decirle que ya he decidido, que me quedo aquí en el
Infierno-. A lo que Silverio llega ante la presencia de San Pedro, a las
puertas de los Cielos y le dice: -Mira
San Pedro, me gusta más lo del Infierno y me voy a quedar allí-. A lo que
San Pedro se le queda mirando fijamente y le dice: -Silverio, ¿estás totalmente seguro de ir para el Infierno y no quedarte
en el Cielo?-. A lo que Silverio le dice todo decidido: -Yo me quiero quedar en el Infierno, es mi
decisión última-. Va Silverio al Infierno y allí ya no se encuentra ese
paraíso de fiestas, vino, mujeres y juergas, sino sufrimientos, torturas
indescriptibles. A lo que Silverio, en medio de todos estos tormentos alza la
voz a San Pedro y le dice entre sollozos y gritos de dolor: -¡San Pedro!, ¡esto no es lo que yo esperaba!-.
A lo que San Pedro le contestó: -Es que
allí estaban en campaña electoral-.
El Demonio se las apaña para engañarnos. Cristo es el verdadero Cordero que se ha
sacrificado a sí mismo por nosotros, a lo que nosotros –sus discípulos- ,
gracias a Él y por medio de Él, podemos ser “masa nueva”, “ácimos”, liberados
del viejo fermento del pecado y así poder presentarnos ante Dios con el grito
de victoria. Cristo es nuestra esperanza y Él es la verdadera paz del mundo. Con
Cristo venceremos al Mundo.
¡Cristo ha resucitado! ¡Verdaderamente ha
resucitado!
Vigilia
Pascual, Sábado 20 de abril de 2019
Roberto García
Villumbrales
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