sábado, 26 de marzo de 2016

Homilía de la Vigilia Pascual 2016

VIGILIA PASCUAL 2016
            La fe cristiana es encontrar un TÚ que me sostiene y que, a pesar de mi imperfección, de mis pecados, de mi ser incompleto, le regala la promesa de un amor indestructible. Ese TÚ no solo me orienta hacia la eternidad, sino que la otorga. La fe cristiana ilumina el entendimiento para que descubramos que no sólo existe lo que vemos y tocamos, sino que también hay Alguien que me conoce y me ama, del que yo puedo confiarme a Él con la seguridad de un niño que ve en su madre la resolución de todos sus problemas.
            En el momento en que Cristo ha resucitado, todos aquellos que estamos unidos a él como el sarmiento a la vid, somos regados por la sabia de la resurrección. La fe en Cristo adquiere un protagonismo personal sin precedentes que se va concretando en numerosos cambios radicales.
            Tenemos que ser capaces de resistir a la incredulidad del mundo. No corren tiempos de grandes conversiones; son momentos de poco éxito pastoral. Todos conocemos a gente buena, noble, sincera, incapaz de hacer el mal a nadie pero que se sienten cada vez más lejos de la fe. Esta gente se aleja porque en los cristianos no ven ese algo diferente que nos ha venido a traer Cristo. Es verdad que hay mucha imperfección en nuestras personas. Sin embargo la dificultad no sólo radica principalmente en nuestros comportamientos éticos, sino que hay una atmósfera sociológica y cultural que hacen muy difícil la vivencia y expresión de la fe. Es necesario crear comunidades donde Cristo Resucitado, el Maestro, nos vaya mostrando su rostro, vaya calentando nuestros corazones, fortaleciendo nuestras voluntades y ofreciendo sabiduría a nuestro entendimiento. Comunidades que nos ayuden a soportar los zarpazos de la secularización reinante; que nos ayuden a soportar la indiferencia de la masa.
            Muchas veces el faraón se alzará con ira, preparará su carro de combate y reunirá a su ejército y sus carros y mejores capitanes correrán y nos perseguirán, pero el Señor no nos abandona. El Resucitado está con nosotros. Son muchas las personas que cuando ven a matrimonios que están abiertos a la vida y ya van teniendo muchos más hijos de la media nacional empiezan a razonarlo con criterios de comodidad y económicos, la hipoteca, un sólo salario que entra en esa casa, dar de comer, vestir, el colegio de todos ellos....es como si con esos juicios estuvieran acechando los caballos y caballeros del faraón para que desistamos del proyecto de Dios. Y tal y como lo hizo en el pasado, abrirá de nuevo el mar para que podamos pasar en medio del mar como tierra seca librándonos de todo mal para proseguir con la vocación dada por Dios. El Resucitado actuará para que ese proyecto llegue a bien fin, a pesar de todos los problemas, situaciones delicadas. Es Cristo el que nos abre el sendero, tal y como el mar fue partido en medio. Cristo siempre 'da el ciento por uno'.
            La experiencia del encuentro real con Cristo no nace de la nostalgia de haber convivido con una persona extraordinaria, ni tampoco de la reflexión sobre la nobleza del mensaje de esa persona. Es una experiencia que nace de la certeza de que Jesucristo está vivo por ellos, «los Doce», y algunos discípulos más, se han encontrado realmente con Él después de su cruel muerte. Y ese encuentro disipa su tristeza, su desconfianza y derrotismo. Es el encuentro que les trasforma.

            Cuando una muchacha recibe por vez primera del muchacho por quien se interesa la expresión «te quiero», no empieza a saltar ni a gritar; queda sobrecogida. Porque lo más profundo no nos hace brincar, sino sobrecogernos. Cuando a lo largo de nuestra vida Jesucristo nos va mostrando cómo se nos hace presente todo va cambiando. Algunos pueden decir que a cualquier cosa llamamos un encuentro con Cristo ya que de lo único de lo que se trata es de un conjunto de circunstancias o casualidades. Sin embargo el conjunto de circunstancias o casualidades no provocan el regreso de la alegría  y la esperanza. No provoca que el comportamiento de individual y de las comunidades cambien y que la gente se llegue a preguntar '¿qué está pasando aquí?', '¿de dónde sacan estas fuerzas?', '¿de dónde les viene este ánimo inasequible ante el desaliento?'. Las circunstancias o casualidades pueden pasar o no. Y moverse con las circunstancias no nos conducen a ningún puerto: es tanto como intentar sembrar una piedra en una tierra. No da nada. Sin embargo, si es una irrupción de Cristo en la vida personal, allá donde Cristo se encuentre generará manantiales de vida. Esa experiencia con el resucitado inunda todas las áreas del hombre y se convierte en una experiencia central y básica. No seremos personas perfectas, pero sí con la capacidad de creer en un futuro a pesar de las dificultades y esto gracias a que Cristo al resucitar nos dio un impulso donde antes sólo había vacío. 

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