sábado, 25 de abril de 2015

Homilía del Cuarto Domingo del Tiempo Pascual, ciclo b

DOMINGO IV DEL TIEMPO PASCUAL, ciclo b, 26 de abril de 2015

LECTURA DEL LIBRO DE LOS HECHOS DE LOS APÓSTOLES 4,8-12
SALMO 117
LECTURA DE LA PRIMERA CARTA DEL APÓSTOL SAN JUAN 3,1-2
LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN 10, 11- 18

            Hermanos, todos sabemos diferenciar perfectamente a Dios de una «máquina expendedora de refrescos».  Sin embargo no demos nada por sentado. Lo digo porque hay personas que se relacionan con Dios como si fuera esa «máquina expendedora de refrescos». Le rezan buscando únicamente que les resuelva los problemas y les consiga caprichos. Consideran que el rezo es como la moneda que uno mete en la máquina para que automáticamente salga lo que se ha pedido. Y atención, desgraciadamente, todos en un momento o en otro, podemos caer en esta tentación.

            A lo largo de toda la Historia de la Salvación Dios ha dado múltiples pruebas de que es un Dios que se relaciona con el hombre; y además se relaciona de un modo muy personal. Dios llamó a Abrahán y le hizo la promesa; Dios se manifestó a Moisés; Dios, incluso llamó a Samuel cuando era niño y le despertó por tres veces aquella noche; Dios se ha manifestado en múltiples ocasiones, pero sobre todo en su Hijo Jesucristo. Es decir, a Dios 'le gusta alternar con los hombres', le encanta 'hacer vida social' con nosotros. Sin embargo hay que aclarar una cosa ya que podemos caer en el error: Nuestra relación con Dios no se debe de parecer a la de aquel que va con su cantimplora para poderlo llenar del agua de la felicidad que mana de un manantial inagotable. O como aquel medicamento que el médico me ha recetado que tome para cuando tenga bajo el hierro. Sería algo como el Sol: todos podemos aprovecharnos de su luz y calor, pero el Sol no nos envía sus rayos pensando personalmente en cada uno de nosotros. Los rayos de Sol que yo recibo son los mismos que puede recibir cualquiera.

            En la espiritualidad cristiana nuestra relación con Dios es muy diferente. Dios no se ha limitado a crear y regir el mundo, sino que además nos conoce a cada uno de nosotros y a la perfección, tratándonos de manera personalizada. Así lo expresa el Salmo 138: «Señor, tú me sondeas y me conoces; me conoces cuando me siento o me levanto, de lejos penetras mis pensamientos; distingues mi camino y mi descanso, todas mis sendas te son familiares. No ha llegado la palabra a mi lengua, y ya, Señor, te la sabes toda. Me estrechas detrás y delante, me cubres con tu palma». Dios nos escucha, está atento a nuestras súplicas, nos asiste personalmente con su Espíritu, sana nuestras heridas particulares. En el Salmo Responsorial de la Eucaristía de hoy, cada uno de nosotros le damos las gracias a Dios porque siempre se toma la molestia, y se toma todo el tiempo del mundo con cada uno de nosotros, y se lo decimos con estas palabras del Salmo: «Te doy gracias porque me escuchaste y fuiste mi salvación».  En cambio las máquinas expendedoras de refrescos o el Sol no escuchan, se limitan a dar indiscriminadamente cosas que no nos conducen a la salvación.

            La clave de que Dios sea un Dios personal y que dedique su tiempo con cada uno de nosotros -y no sólo que esté físicamente a nuestro lado, sino que comprenda las cosas que nos hacen sufrir; que nos entienda a cada cual con su propia historia de aciertos y equivocaciones; que no tenga únicamente apuntado en su mega agenda todo lo que le pedimos sino que además se lo sepa de memoria y se acuerde hasta dónde se lo hemos pedido; etc.- pues la clave de todo eso es que nos ama. Aún me acuerdo el enfado monumental que se cogió una novia con su respectivo porque el chico no se había acordado del aniversario de cuando empezaron a salir. Pues para nuestra tranquilidad Dios tiene mucha memoria.

            Ni el Sol ni las máquinas aman, por eso no se comunican de corazón a corazón con nosotros. Y cuando digo máquinas y Sol estoy metiendo en el mismo saco a todos nuestros ídolos y aquellas cosas o personas que pensamos que nos pueden salvar. Y lo más importante: Dios nos ha hecho con amor, nos ayuda con amor y nos espera en el Cielo con amor, pero no es un amor que fuerce nuestra libertad, sino que nos deja que cada cual sea responsable de su vida.

sábado, 18 de abril de 2015

Homilía del Tercer Domingo del Tiempo Pascual, ciclo b


TERCER DOMINGO DEL TIEMPO PASCUAL,  ciclo b, 19/04/2015

            Cuando estaba preparando esta Palabra ha generado dentro de mí un impulso hacia la esperanza. Os voy a comentar el por qué. La Sagrada Escritura, fuente incesante de sabiduría nos dice que «En aquellos días, Pedro tomó la palabra y dijo: –Israelitas, ¿de qué os admiráis?, ¿por qué nos miráis como si hubiésemos hecho andar a éste por nuestro propio poder o virtud?». Pedro se dirige ante esas personas que se habían congregado allí y les dice que el único que tiene poder para arrancar de cuajo las cadenas del pecado que nos ata y poder para destrozar íntegramente los grilletes que nos esclavizan es Cristo Jesús. De tal modo somos esclavizados por Satanás que nos ha podido llegar a domesticar. Este mundo está domesticado por Satanás. ¿Acaso un pájaro que desde siempre ha estado en su jaula, que ha nacido en cautiverio y en cautiverio morirá, puede llegar a soñar volando lo más alto del cielo? ¿Cómo puede un cristiano, enjaulado en su particular pecado, poder exclamar jubiloso que 'Cristo ha resucitado' si convive amigablemente con su pecado?

            Estamos en una sociedad enferma. Y ni yo ni tú estamos sanos. No estamos sanos porque cuando veo que se acerca ese hermano, ese vecino, ese compañero que me causa desagrado, yo le evito; No estoy sano porque cuando me tocan el bolsillo, el monedero, descubro que tengo más apego al dinero de lo que yo pienso; No estoy sano porque cuando tengo que posicionarme ante determinadas conversaciones, algunas de ellas subiditas de tono, o charlas cuyos participantes llegar a herir la sensibilidad de un cristiano, pues yo me callo no sea que se vayan a meter encima conmigo; No estoy sano porque estoy siendo testigo de un comportamiento indigno de una persona, yo 'me hago el loco', me desentiendo del tema porque no quiero tener problemas alegando que 'nadie me ha dado vela en este entierro', etc. Nuestro pecado nos impide poder andar con rectitud, por eso cuando Pedro y Juan, al entrar en el templo miran a aquel paralítico que les estaba llamando la atención para que le dieran limosna, ellos -Pedro y Juan-, le miraron fijamente con atención.  Son capaces de distinguir, de separar el obrar pecaminoso de la propia persona, son capaces de lanzar una mirada a lo más noble de ser humano. A lo que Pedro le dijo: «No tengo ni plata ni oro; pero te doy lo que tengo: en nombre de Jesucristo Nazareno, echa a andar». Pedro y Juan pusieron sus ojos fijos en aquel paralítico de nacimiento que todos los días le llevaban y le colocaban junto a la puerta Hermosa del templo para pedir limosna; pues bien, ese paralítico eres tú. ¡Tu pecado te genera esa parálisis!  

            Esa parálisis es sanada en ti por Cristo. De tal modo que, si dejas que el Espíritu obre en tí -no poniéndole resistencias ni obstáculos-, tú mismo irás descubriendo todas aquellas cosas que tu propio pecado no te permitía disfrutar. Pero lo que sucede es que los malos hábitos, el mal proceder, el pensar retorcido, el apego al dinero, el desorden de los afectos, el resentimiento que se ha enquistado en el corazón, todo esto que viene de Satanás, ha echado profundas raíces malvadas en nuestro ser personal concreto. ¿Cómo permanecer en la lucha contra el pecado sin 'tirar la toalla', sin darnos por derrotados, manteniéndonos firmes ante el desaliento?¿de dónde sacar la suficiente humildad y dolor por el pecado cometido para rogar el perdón por algo de lo que previamente había jurado y perjurado no volver a caer de nuevo? Una cosa sí que os puedo asegurar, del mismo modo que los enfermos hospitalizados en las habitaciones precisan de la atención de los médicos, enfermeras, auxiliares de enfermería, celadores, servicio de limpieza, capellanes y demás del personal del hospital para que ese enfermo con gran calidad humana y profesional para poder ser sanado, así también cada uno de los creyentes necesitamos, y con gran urgencia, de una Comunidad Cristiana para poder avanzar por las sendas de la conversión sincera del corazón y así, con la ayuda de Dios ir arrancando de cuajo esas profundas raíces de maldad.

            Esa experiencia de sentirse sanado del pecado -y uno se va dando cuenta de esto ya que su corazón se inclina hacia las cosas de Dios y adquiere discernimiento, así como voluntad firme para perseguir las cosas del Espíritu-; cuando uno se siente sanado -el paralítico se puso en pié y empezó a saltar- es cuando uno reconoce a Cristo que está vivo y que está actuando ya que ha dejado impresa su huella en tú ser. Y los demás, que se dan cuenta de todo, se preguntarán: ¿este no es el que había metido en juicio a su hermano y se había quedado con sus tierras?, ¿cómo es posible que ahora estén tratándose como auténticos hermanos?; ¿no es aquella esa chica que estaba liada cada vez con uno?¿cómo es que ahora se mete religiosa?; ¿no es aquella jovencita la que quedó embarazada y que le dejó el novio?¿cómo es posible que haya tenido a su hijo y se la vea radiante de alegría? ¿Cómo es posible que ese matrimonio tenga tantos hijos y en su casa tengan de todo y no les falta de nada? ¿cómo es posible que ese muchacho que le veíamos borracho a la puerta del bar ahora vaya bien vestido, trabaje en un banco y no haya vuelto a beber? Pues estas cosas y más son posibles porque Cristo Resucitado ha actuado, actúa y actuará. Depende que cada uno de nosotros se lo permitamos.

            Estoy totalmente convencido que la Nueva Evangelización pasa necesariamente por la creación de Comunidades Cristianas al estilo de las de los primeros cristianos. Esto supone no un reajuste o poner un remiendo -al estilo de los remiendos en la ropa-. Esto implica pasar página a un modo determinado de ser cristiano para empezar a escribir empleando el mismo tintero que se usó para redactar todos los documentos del Concilio Vaticano II. No nos engañemos, en las Pequeñas Comunidades Cristianas -y las Parroquias deberían de ser comunidad de comunidades- es donde uno puede tener la experiencia de ser sanados de nuestro pecado avanzando por las sendas de la conversión, siempre con fidelidad al Magisterio de la Iglesia y de la mano de los sucesores de los Apóstoles.

domingo, 12 de abril de 2015

Homilía del SEGUNDO DOMINGO DE PASCUA, ciclo b, DOMINGO DE LA MISERICORDIA


DOMINGO SEGUNDO DE PASCUA, ciclo b, 12 de abril de 2014

            La Sagrada Escritura, durante este tiempo pascual, nos muestra los efectos de la resurrección de Cristo en los discípulos. Tal es el cambio radical que operó en los discípulos la fe en la Resurrección que Juan en su primera carta nos anima a los cristianos de todos los tiempos a vivir esta experiencia como ‘un nuevo nacimiento’ que es obra de Dios y nos capacita para ‘vencer al mundo’. Hermanos, se trata de un nuevo nacimiento; nuestro modo de entender la vida,  la labor cotidiana, el trabajo, todo lo que nos va envolviendo durante las cosas que son cotidianas ha quedado desfasado. Todo esto nos ha servido hasta ahora, pero a partir de ahora todo es distinto porque Cristo nos ha abierto las puertas de un horizonte infinito, de vida eterna; puertas que antes, si bien sabíamos que existían no nos lo terminábamos de creer.

            Nuestro mundo no cree en el hecho real de la resurrección de Jesucristo, porque el modo de actuar sigue siendo el mismo de siempre, o sea, más de lo mismo. Ya no nos debería de importar nuestras seguridades; ya no nos debería de importar nuestras posesiones porque sabemos con la certeza que es real, que Cristo Jesús al resucitar de entre los muertos saldrá a nuestro encuentro para que nosotros también resucitemos con Él. Hay cristianos, de esos que tienen su bautismo muerto, que declaran que ‘ellos, alguna vez va a Misa, por si acaso hubiera algo en el más allá’. ¿Para qué va un padre o madre de familia a ‘trasmitir la fe a sus hijos’ si viven muy felices con sus posesiones, con sus amistades, con sus seguridades, es decir que conviven en gran armonía y complicidad con sus propios ídolos? Llega el niño donde su padre y le dice: «Papa, me han puesto la catequesis el mismo día que tengo música», -y como el padre tiene menos discernimiento que el burro de mi antigua la vecina del pueblo,  que no brillaba precisamente por su lucidez le dice: «Vete a música, que cada clase me vale cara y queda mucho tiempo aún para tu Primera Comunión». Y tan fresco se queda el padre creyendo que ha ejercido su autoridad con un esplendor digno de elogio. Realmente un rebuzno de aquel burro es más sabio que las palabras de este señor.

            Cristo Resucitado nos capacita para ‘vencer al mundo’. Sacar adelante una vocación matrimonial, presbiteral, consagrada –no nos engañemos- es bastante duro y muy exigente. Y que el mundo con su mentalidad intenta ganar terreno tanto en nuestras mentes como en nuestros corazones. Aparentemente es lo mejor, lo que más apetece, lo más fácil, lo más atractivo y que nos seduce a primera vista. De tal modo que llegamos a pensar que podemos vivir como nos de la gana y nos olvidamos de nuestra realidad; y nuestra realidad es que somos como una flor campestre, que por la mañana florece y por la noche se pone mustia.

            Nosotros hemos sido consagrados por Cristo; nosotros somos templos del Espíritu del Señor y nuestro destino es ser testigos de la resurrección del Señor. «A vino nuevo, odres nuevos». Si somos testigos es porque ha habido algo que nos ha cambiado por dentro nuestra existencia. Todos estamos experimentando ese ‘nuevo nacimiento’ que no es otra cosa más que redescubrir la riqueza insondable e inabarcable que nos genera nuestro bautismo. Y esa riqueza que brota incesantemente del bautismo nos orienta, nos posiciona para ir viviendo desde las posiciones de ese nuevo nacimiento sobrenatural. Lo curioso es que, como consecuencia de ese nuevo nacimiento, uno se siente denunciado en muchas cosas, ya que comportamientos que uno llevaba a cabo en el pasado se nos revelan como impropios de un cristiano.

            Los Apóstoles gozaron de esa experiencia tan trascendental que supone el ser llamados a una vida que jamás terminará. Cuando uno sabe esto y tiene experiencia de esto se comporta del mismo modo que aquel de aquella parábola del Señor que vendió todo lo que tenía para comprar aquel campo para tener así la joya preciosa. Es ese padre de familia que ama con la integridad de su cuerpo y alma a la esposa, y viceversa, permiten que Cristo esté en medio de su hogar, se esfuerzan en trasmitir su fe a los hijos y con su forma de estar, pensar y comportarse esté haciendo presente a Cristo porque su sola presencia ya evangeliza.

            Todos tenemos que estar a la escucha del Espíritu –afinando mucho los oídos- para poder tener el discernimiento suficiente –a la luz de la Palabra- para ir naciendo a esa vida nueva en Cristo.

jueves, 9 de abril de 2015

Solemne Renovación de las Promesas Bautismales PRIMERA COMUNIDAD DEL CAMINO NEOCATECUMENAL PALENCIA


SOLEMNE RENOVACIÓN DE LAS PROMESAS BAUTISMALES

                En la noche de Pascua se celebró la Solemne Vigilia presidida por el Obispo, en la Santa Iglesia Catedral, en cuya celebración la Primera Comunidad del Camino Neocatecumenal de la Parroquia de Nuestra Señora de la Calle (Palencia) renovó solemnemente sus promesas bautismales.

             Es un gran motivo de alegría para toda la Diócesis ya que es Jesucristo Resucitado el único que es capaz de sacar adelante esta preciosa historia de Salvación. La Primera Comunidad lleva caminando en Palencia cerca de tres décadas como fruto gozoso del Concilio Vaticano II, orientada a la urgente Nueva Evangelización, siempre al servicio de todos los párrocos.

            La Primera Comunidad está formada por treinta y cuatro hermanos. También hay una segunda y tercera Comunidad, con sede en la Parroquia de la Compañía.

            El Camino está pensado para formarse en la fe y ponerse a disposición de las parroquias. Valioso respaldo que la Iglesia regala a nuestros Párrocos. El Camino, obra del Espíritu, llama a las puertas de todas las parroquias para evangelizar a través de las catequesis de jóvenes y adultos.

sábado, 4 de abril de 2015

Homilía del Domingo de Resurrección, ciclo b


DOMINGO DE RESURRECCIÓN, ciclo b

            Hoy estamos celebrando un acontecimiento que sucedió en la historia y que trascendió la misma historia. Nosotros somos testigos de la resurrección. Ahora bien, ¿qué experiencia tengo yo de la resurrección para argumentar que soy testigo?; ¿Que he visto y qué he oído para afirmar que soy testigo de la resurrección? Y es más, dando una nueva vuelta de tuerca, ¿que supone ser testigo de la resurrección en mi vida cotidiana?

            Hay una película japonesa de un director llamado Akira Kurosawa que nos habla un hombre, un vieja funcionario público que arrastra una vida monótona y gris, sin hacer prácticamente nada. Durante treinta años no se ha preocupado más que de llevar esa vida rutinaria de trabajo. Vive con sus dos hijos sin mujer, porque ella falleció. Vive solamente para sus hijos porque es lo único que tiene. ¿Sabéis que le pasa? Que va al médico y  resulta que le diagnostican un cáncer incurable en el estómago. Se siente deshecho. Va a su casa y, sin encender la luz, se queda sentado en un sillón sumido en sus pensamientos. Es entonces cuando entran sus hijos que van hablando de a ver cuándo se muere su padre para poder heredar todos sus ahorros. De repente se le cae toda su vida. Todo lo que ha hecho no le ha servido de nada porque sus hijos nunca le han querido. Todo lo que ha ahorrado no le sirve ahora porque tienen cáncer y le quedan meses de vida. Todo se le derrumba de pronto. Con la certeza de que el fin de sus días se acerca, surge en él la necesidad de buscarle un sentido a la vida.

            Abrahán obedece y sube al monte. Su hijo, Isaac, le pregunta: «¿Dónde está la víctima para el sacrificio?», a lo que Abrahán le responde: : «Dios proveerá». Imagínense a un pobre viejo que subiría al monte con el corazón destrozado, diciéndose en su interior: : «¿Cómo es posible que Dios me mande esto?, ¿qué me mande Dios sacrificar a mi único y amado hijo?». Abrahán no entiende nada, pero piensa que Dios es poderoso y proveerá. Cuando nos ocurre una desgracia, un hijo que muere, una enfermedad agresiva, numerosas situaciones que generan un dolor muy hondo, si lo afrontamos bien abrazos a Cristo nos llegará a fortalecer notablemente. Es cierto que todos queremos que nos expliquen con precisión lo que nos sucede; queremos que Dios esté a nuestro servicio; a lo que Abrahán responde: «Dios proveerá». ¿Y cómo provee Dios? Dios frente al acontecimiento de muerte, provee un cordero; fijaos que acontecimiento de muerte tiene Abrahán, tener que sacrificar a su hijo. Pero Dios provee con un cordero: EL CORDERO DE DIOS QUE QUITA LOS PECADOS DEL MUNDO. Jesucristo es ese Cordero que Dios ha provisto para todos tus acontecimientos de muerte. Imagínense el profundo dolor que han ocasionado la matanza yihadista en jueves santo contra los cristianos de Kenia matando a 147 universitarios por ser cristianos. O el avión que fue estrellado por el copiloto contra los Alpes franceses muriendo 150 personas el pasado mes de marzo. ¿Por qué Dios permite todo esto? ¿por qué Dios permite el cáncer de ese ser tan querido? ¿por qué permite que un hijo se nos muera? ¿por qué la muerte y el sufrimiento? Tú exiges que esto se te explique porque no lo entiendes. La cruz es símbolo de muerte. Y la gente dice: ¿Cómo, si Dios es tan bueno, puede llegar a permitir que los niños mueran de hambre o se maten en tantas guerras abiertas? Hermanos, LA CRUZ ESCANDALIZA AL MUNDO.

            La cruz es lo que nos destruye. Las cruces que tú tienes cada día: el trabajo que no te gusta, que no tienes dinero, que no sientes que te reconozcan tu labor, que tienes que vivir con tu suegra, todo lo que te destruye es tu cruz.

            Y frente a esta cruz, ¿cuál es la respuesta de Dios? Hacerla gloriosa y luminosa. Porque Dios siempre provee. Porque el Señor, de la muerte y del mal, saca la vida y el bien. Porque frente a ese acontecimiento de muerte que tú no entiendes el Señor te presenta el hecho de la resurrección.

            Yo he oído decir a padres y madres de familia que tienen ya un hijo en el cielo; yo he visto a una mujer en cuidados paleativos durante más de cuatro meses y tener en su interior más alegría y paz que yo; yo he visto a personas que les tienen que intervenir quirúrgicamente a vida o a muerte y estar con más serenidad en el rostro que el hombre más sano de toda la provincia. Estos hermanos nuestros y tantos más por medio de su cruz descubren que son muy limitados, que ellos no pueden, PERO QUE HAY OTRO QUE LES SALVA, JESUCRISTO RESUCITADO.

jueves, 2 de abril de 2015

Homilía del VIERNES SANTO, ciclo b

VIERNES SANTO, ciclo b, 3 de abril de 2015

 
A todos nos gusta que nos digan lo que tenemos que hacer para no sufrir. La mayoría de esos consejos suelen ser bastante poco afortunados. Hace no mucho, sin yo pretenderlo, escuché en el hospital, de una conversación muy poco lúcida. Una señora de mediana edad, convaleciente de una intervención quirúrgica,  estaba ‘poniendo verde’ a su esposo delante de su amiga. Y su amiga, como un mago que se ‘saca de su chistera la solución mágica’ le dice: « ¿Qué necesidad tienes de soportar a tu marido?, ¡divórciate de él y así que te deje en paz!» Para esta paciente hospitalizada, su esposo era su cruz. Y esta mujer, al no aceptar su cruz, se estaba dejando convencer por la catequesis de Satanás. Satanás le va adoctrinando e introduciendo su veneno,  y lo curioso es que Satanás ‘te sabe vender muy bien la moto’, y siempre te ofrece argumentos que además te parecen ser de peso para que le hagas caso a él. Y como sabe que cuando uno lo está pasando mal desea que dicho trance doloroso pase lo antes posible ya se encarga de ofrecernos 'de sus cosas' para engañar el corazón del hombre y no vaya detrás de la Verdad.

Jesucristo no se ha encarnado para engañarnos ni para hacernos perder el tiempo. Jesucristo ya sabe, que son muchos los que le abandonan porque su mensaje es duro y exigente, ahora bien, conduce a la Vida Eterna. Esa cruz dolorosa se ha de tornar en cruz gloriosa. ¿No te has parado a pensar que quizá en esa situación de dolor, inquietud, malestar... el Señor te va educando, guiando y fortaleciendo? Uno de los problemas que Dios tiene contigo -y también conmigo- es que la felicidad que nosotros pedimos es la que nos imaginamos. Y sucede que la felicidad que Dios nos quiere dar es mucho mayor y no se puede imaginar. De acuerdo, esa esposa puede 'dar con la puerta en las narices' a su esposo, simplemente porque no le soporta; esa esposa puede comportarse del mismo modo cómo él se ha comportado con ella, haciéndole exactamente lo mismo; y pasado el tiempo esa relación se llega a enquistar perdiendo una gran oportunidad.

La carta a los Hebreos nos dice que Cristo «ha sido probado en todo exactamente como nosotros». Cristo nos comprende y sale a nuestro auxilio. Posicionarse como cristiano en nuestra sociedad y en nuestra Iglesia implica reconocer que tenemos cruces. Que esas cruces las hemos intentado ocultar, nos hemos 'hecho los despistados' porque no queríamos cargar con ellas y por eso hemos tenido una serie de comportamientos y actitudes -que desdicen de nuestra fe- pero que nos han mantenido entretenidos. Es como si uno tiene un gravísimo problema de salud y en vez de afrontar ese problema nos dedicamos a estar con morfina para evadir el dolor. Y esto es 'pan para hoy y hambre para mañana'. Muchos de nuestros comportamientos inapropiados y de los pecados que cometemos tienen como origen nuestra cobardía por no reconocer la cruz que tenemos y por no abrazarla con todas las fuerzas. El Demonio te dice -y me dice- que no tenemos cruces, que lo que pasa es que Dios quiere que vivamos como si fuésemos menores de edad y que no hay nada de malo en vivir en las claves del placer estando relajados.  

Cristo se acerca a tu lado y te habla al oído: «¿Quieres heredar la Vida Eterna? ¿quieres ser mi discípulo?, pues, carga con tu cruz y sígueme». Dios no va a permitir que achaques tu vida, ni que la vivas sin sentido. Lo que quiere es que te preguntes sobre tu vida y así le digas: «Mi vida sin tí, Señor, no es vida».