sábado, 16 de agosto de 2014

Homilía del Domingo XX del Tiempo Ordinario, ciclo a


DOMINGO XX DEL TIEMPO ORDINARIO, ciclo a

LECTURA DEL LIBRO DE ISAÍAS 56, 1. 6-7
SALMO 66
LECTURA DE LA CARTA DEL APÓSTOL SAN PABLO A LOS ROMANOS 11 13-15. 29-32
LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO 15, 21-28

            San Pablo estaba totalmente convencido y decidido en colaborar con el proyecto de Dios. Estaba inmerso en ese ambiente misionero y movilizaba los corazones para que todos fueran responsables en la evangelización. Pero con una matización muy importante: San Pablo para que a nadie 'se le subiese los humos a la cabeza' ni se creyera 'el rey del mambo' o que la soberbia enturbiase los ojos de la mente les dice que Dios no es propiedad de nadie; que son ellos los que se tienen que acercar a Dios, que no tienen nada conseguido; que Dios es de todos. Es que nos podemos encontrar con gente que dice «yo tengo a todos los hijos bautizados, hechos la Primera Comunión, se han confirmado... han hecho todo en la Iglesia».  A lo que vendría San Pablo y nos lo refutaría diciendo «¿Qué me estás contando?¿acaso tienes más privilegios ante Dios que aquel hermano tuyo que aún no ha podido escuchar el mensaje de la divina revelación?» Ante Dios nada valen las medallas o los galones ya que «ante el nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en los abismos, y toda lengua proclame, Jesucristo es Señor para gloria de Dios Padre» (Flp.2,10-11).  Con Dios no nos vale lo de la 'cartilla de vacunación' que tienen los niños, que se tienen que vacunar cada determinado espacio de tiempo tanto de Hepatitis B, Difteria, Polio, Varicela o otras tantas que se ponen. Nosotros no funcionamos en la vida espiritual con esa 'cartilla de vacunación'... el bautismo, la primera comunión, la confirmación...En las cosas de Dios no funcionan así. Ante Dios toda nuestra vida ha de ser un constante ejercicio de opciones personales y consolidadas para acercarnos, cada vez más, a Él.

            San Pablo se nos ha puesto un tanto provocativo. Quiere provocarnos...quiere provocarnos la respuesta de la fe. Nos dice «haré honor a mi ministerio, por ver si despierto emulación en los de mi raza y salvo a alguno de ellos». Pueden ser muchas las veces que nos conformamos con decir que somos cristianos y que asistimos al culto pero Cristo no es el motor fundamental que mueve nuestros deseos y acciones. Parece como si la mayoría de las cosas que nos pueden suceder o nos planteamos fueran respuesta a nuestros intereses, a lo que nos conviene a nosotros, dejando esa oportunidad de responder 'desde la fe' fuera de juego. Por ejemplo, ante un esposo que ha sido infiel a su esposa, lo que 'le pide el cuerpo' es, o bien romper o bien echárselo en cara siempre que se pueda como arma arrojadiza cuando lo desee. Pero si permitimos que Dios diga una Palabra en todo esto, con toda la seguridad la fe ayudará a un nuevo planteamiento para solucionar el problema. La fe no es solamente para ponerse de rodillas en la Iglesia sino también para tener en cuenta que toda nuestra existencia ha de estar sostenida por Dios.

            Hermanos, ¿y dónde se nos ayuda a entender nuestra vida sostenida por Dios? En una sociedad dominada por la increencia y en unas iglesias que también son territorio de misión ¿cómo ayudar a entender la vida desde la fe? Si el cristianismo en nuestros pueblos está amenazado de extinción es porque las parroquias son incapaces de evangelizar. ¡Son demasiados los jóvenes que se ausentan habitualmente de la Eucaristía dominical y en sus hogares el gran ausente es Jesucristo! Y las parroquias son incapaces de evangelizar debido a la precariedad y mediocridad de su fe, debido, por tanto, a que ellas están necesitadas de evangelización. Nos estamos acostumbrando a lo mediocre y el Demonio nos está ganando totalmente la partida. Pobrecito el presbítero o el laico que se atreva a plantear al Párroco la urgente necesidad de empezar a evangelizar en la parroquia porque sale 'escopetado' por la puerta. No podemos seguir conformándonos en mantener únicamente lo que tenemos, del mismo modo que ya en nuestros hogares no tenemos la corriente a 125 vatios o ya no nos desplazamos con carros o carretas tiradas por animales.

            Hermanos, pongámonos todos a rezar al Espíritu Santo, con todas las fuerzas de nuestro corazón, para que suscite a un grupo de personas, presididas por el Obispo, que se entreguen de verdad al Señor y al servicio de la Evangelización. Dispuestas a dejar la vida en el empeño, sin miedo a las dificultades del mundo y de las terribles persecuciones internas de la propia Iglesia, sin más pretensiones ni aspiraciones que servir al Señor con la vida entera en la primera línea de la evangelización. Y ojalá el Señor Jesús nos pueda decir como a aquella mujer cananea: «Mujer, qué grande es tu fe: que se cumpla lo que deseas».

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