jueves, 14 de agosto de 2014

Homilía de la Asunción de la Virgen María


LA ASUNCIÓN DE LA VIRGEN MARÍA, 15 de agosto de 2014

            Hermanos, tenemos la gran suerte de que Dios nos habla como amigos. Jesucristo nos dice que «En adelante, ya no os llamaré siervos, porque el siervo no conoce lo que hace su señor. Desde ahora os llamo amigos, porque os he dado a conocer todo lo que he oído a mi Padre» (Jn 15,15). El siervo no sabe lo que piensa su amo. Al siervo se le manda que haga tal o cual cosa y se acabó, no hay que darle ningún tipo de explicaciones ni de razones del por qué. Hace lo que se le manda y chitón y sin entender nada. Sin embargo a nosotros nos llama amigos, porque todo lo que hace el Padre nos lo comunica a nosotros.

            Supongamos que el amo ordena al siervo que todos los días y a la misma hora lleve un pesado paquete a una dirección en concreto y que lo deje a la puerta, que llame a la puerta y que se vaya corriendo sin esperar a que abran, el amo no tiene por qué darle razones ni el otro tiene derecho a pedirlas. En cambio si lo hiciese un amigo, tan pronto como tuviera ocasión le explicaría que en esa casa vive una familia muy pobre y que si supiesen de quien lo reciben, tal vez se corriera el riesgo de que no aceptasen la comida que lleva dentro el mencionado paquete. El amo no tiene que estar contando intimidades al siervo. Sin embargo al amigo no se le trata como mero enviado; es cierto que el amigo también tiene que obedecer, pero no es una obediencia servil, sino una obediencia de amistad, una obediencia que parte de una comunicación porque a él el amo le abre su corazón y le cuenta su intimidad.

            Ahora bien si Dios nos abre su corazón no es porque lo necesite. Si lo hace es porque está movido exclusivamente por el amor. Dios abre su intimidad porque te ama. Dios no se mueve por el cotilleo, cosa que sí que caracteriza a nuestra sociedad, tanto el cotilleo como la indiscreción: o sea, la tentación de hablar más de lo debido. Ahora bien, Dios se comunica exclusivamente por amor. La Santísima Virgen tiene mucha experiencia de todo esto. Ella, en el canto del Magníficat nos lo comenta: «Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia». Dios, movido exclusivamente por su gran amor, se nos revela, se produce la revelación. Y movido por su gran amor le ha llevado a la encarnación, le ha llevado a estar con nosotros. Además, la clave de la revelación está en invitarnos a estar en comunión con Dios, el tener una relación del 'tú a tú' con Dios. La Santísima Virgen María este tipo de relación con Dios la tenía a diario, recordemos que ella es la hija predilecta del Padre, modelo de entrega a Dios, discípula predilecta de Cristo.

            Mientras nuestra religiosidad sea de masas, en el sentido de que nos escondemos en las manifestaciones colectivas y de ese modo no estamos manifestando realmente la espiritualidad personal y estamos evitando la relación del tú a tú y eso genera una carencia de comunicación personal con Dios y es que resulta que ante Dios tenemos que quedarnos a solas delante de Él. El escuchar la revelación es insuficiente mientras no tengamos una relación de intimidad de tú a tú con el Señor. Que las únicas seguridades sean las palabras que Dios te dirige y ponte a escucharle para responderle personalmente. Esto fue lo que hizo la Santísima Virgen, escuchar en ese tú a tú al Señor para responderte con todo su corazón sin reservarse absolutamente nada.

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