LA ASUNCIÓN DE LA VIRGEN
MARÍA, 15 de agosto de
2014
Hermanos, tenemos la gran suerte de
que Dios nos habla como amigos. Jesucristo nos dice que «En adelante, ya no os llamaré siervos, porque el siervo no conoce lo
que hace su señor. Desde ahora os llamo
amigos, porque os he dado a conocer todo lo que he oído a mi Padre» (Jn
15,15). El siervo no sabe lo que piensa su amo. Al siervo se le manda que haga
tal o cual cosa y se acabó, no hay que darle ningún tipo de explicaciones ni de
razones del por qué. Hace lo que se le manda y chitón y sin entender nada. Sin
embargo a nosotros nos llama amigos,
porque todo lo que hace el Padre nos lo comunica a nosotros.
Supongamos que el amo ordena al
siervo que todos los días y a la misma hora lleve un pesado paquete a una
dirección en concreto y que lo deje a la puerta, que llame a la puerta y que se
vaya corriendo sin esperar a que abran, el amo no tiene por qué darle razones
ni el otro tiene derecho a pedirlas. En cambio si lo hiciese un amigo, tan
pronto como tuviera ocasión le explicaría que en esa casa vive una familia muy
pobre y que si supiesen de quien lo reciben, tal vez se corriera el riesgo de
que no aceptasen la comida que lleva dentro el mencionado paquete. El amo no
tiene que estar contando intimidades al siervo. Sin embargo al amigo no se le
trata como mero enviado; es cierto que el
amigo también tiene que obedecer, pero no es una obediencia servil, sino
una obediencia de amistad, una obediencia que parte de una comunicación porque a
él el amo le abre su corazón y le cuenta su intimidad.
Ahora bien si Dios nos abre su
corazón no es porque lo necesite. Si lo hace es porque está movido
exclusivamente por el amor. Dios abre su
intimidad porque te ama. Dios no se mueve por el cotilleo, cosa que sí que caracteriza
a nuestra sociedad, tanto el cotilleo como la indiscreción: o sea, la tentación
de hablar más de lo debido. Ahora bien, Dios
se comunica exclusivamente por amor. La Santísima Virgen tiene mucha
experiencia de todo esto. Ella, en el canto del Magníficat nos lo comenta: «Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de
la misericordia». Dios, movido exclusivamente por su gran amor, se nos revela, se produce la
revelación. Y movido por su gran amor le ha llevado a la encarnación, le ha
llevado a estar con nosotros. Además, la
clave de la revelación está en invitarnos a estar en comunión con Dios, el
tener una relación del 'tú a tú' con Dios. La Santísima Virgen María este
tipo de relación con Dios la tenía a diario, recordemos que ella es la hija
predilecta del Padre, modelo de entrega a Dios, discípula predilecta de Cristo.
Mientras nuestra religiosidad sea de
masas, en el sentido de que nos escondemos en las manifestaciones colectivas y
de ese modo no estamos manifestando realmente la espiritualidad personal y
estamos evitando la relación del tú a tú y eso genera una carencia de
comunicación personal con Dios y es que resulta que ante Dios tenemos que
quedarnos a solas delante de Él. El escuchar la revelación es insuficiente
mientras no tengamos una relación de intimidad de tú a tú con el Señor. Que las
únicas seguridades sean las palabras que Dios te dirige y ponte a escucharle
para responderle personalmente. Esto fue lo que hizo la Santísima Virgen,
escuchar en ese tú a tú al Señor para responderte con todo su corazón sin
reservarse absolutamente nada.
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