domingo, 2 de marzo de 2014

Homilía del Octavo Domingo del Tiempo Ordinario, ciclo a



DOMINGO VIII DEL TIEMPO ORDINARIO, ciclo a
ISAÍAS 49, 14-15; SALMO 61; PRIMERA CARTA DEL APÓSTOL SAN PABLO A LOS CORINTIOS 4, 1-5;
SAN MATEO 6, 24-34
            Las nuevas circunstancias hacen difícil entender el sentido del cristianismo. Antes conceptos como sacrificio, virginidad, culpa, gratuidad, donación, vecindad, renuncia, sufrimiento y otras muchas más estaban sociales y culturalmente aceptados y asumidos. Ahora estos conceptos están cargados de connotaciones negativas o han tomado otro sentido. De tal manera que únicamente aquellos que nos encontramos en la Iglesia y estamos convencidos los podemos comprender. Al no haber un laicado fuerte no se ha podido infiltrar esos valores en la sociedad. Los pequeños afluentes fluviales van desembocando su caudal en el río para enriquecerlo, y lo enriquece con los minerales del agua, con la vida microscópica que en ella vive, con los peces que por allí aletean con soltura…y así surtir de agua a los campos y a la población.  Un cristiano que no está empapado del Evangelio es como un ‘pato mareado’ que no sabe ‘ni para quien vendimia’. El gran problema es que multitud de ‘patos mareados’ pueden ir asentando las bases de algo que no se parezca ni en el nombre al proyecto original de la Iglesia de Cristo.    
            Hay partidos políticos, sindicatos y medios de comunicación que se resaltan por su beligerancia y agresividad contra el catolicismo. En el plano político hay un número muy reducido de católicos que anteponen la fe y el Magisterio a las consignas de sus partidos políticos y a las presiones mediáticas. En el plano eclesial hay un número  reducido de presbíteros que anteponen el celo pastoral a sus intereses mundanos. Ahora bien, los presbíteros que aman a la Iglesia se les nota y el pueblo creyente lo percibe como regalo de Dios. Gran número de católicos de nuestro tiempo van desarrollando sus criterios de pensar y de actuar con los ámbitos de información y conocimiento contrarios abiertamente a la fe. Carecemos de movimientos que encuadren a los laicos donde puedan adquirir el hábito de discernir a la luz de la Palabra de Dios, donde ejerzan la exigencia de la fe y de la ayuda mutua. Me van a disculpar, he dicho que carecemos esos movimientos cuando en realidad no es así: los tenemos pero no nos permiten existir en muchas parroquias y eso que somos de los suyos, amamos a la Iglesia y estamos incondicionalmente en comunión tanto con los Obispos como con el Papa.
            Estamos inmersos en una cultura católica muy débil. San Pablo cuando escribe a los corintios y les habla de aquellos que tienen como servicio el predicar el Evangelio es muy claro: «Que la gente sólo vea en vosotros servidores de Cristo y administradores de los misterios de Dios». Lo nuestro es llevar a Cristo a los hombres y ofrecer luz allá donde sólo había tinieblas. Nosotros somos sus pies, sus manos, sus ojos, sus oídos. Somos la boca de Jesús en medio del mundo, a través nuestro le han de conocer. Es verdad que en nuestra sociedad hay un gran vacío de raíces y que la forma que ha tenido el cristianismo de entender la historia está siendo debilitada como memoria válida para ser aplicada en nuestra vida cotidiana, sin embargo no olvidemos que Dios es el Señor de la Historia, que Él nunca nos olvida y que precisamente es Cristo el que nos dice estas palabras de consuelo y ánimo: «Sobre todo buscad el Reino de Dios y su justicia; lo demás se os dará por añadidura».

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