DOMINGO
VIII DEL TIEMPO ORDINARIO, ciclo a
ISAÍAS 49, 14-15;
SALMO 61; PRIMERA CARTA DEL APÓSTOL SAN PABLO
A LOS CORINTIOS 4, 1-5;
SAN MATEO 6,
24-34
Las
nuevas circunstancias hacen difícil entender el sentido del cristianismo. Antes
conceptos como sacrificio, virginidad, culpa, gratuidad, donación, vecindad,
renuncia, sufrimiento y otras muchas más estaban sociales y culturalmente
aceptados y asumidos. Ahora estos conceptos están cargados de connotaciones
negativas o han tomado otro sentido. De tal manera que únicamente aquellos que
nos encontramos en la Iglesia y estamos convencidos los podemos comprender. Al
no haber un laicado fuerte no se ha podido infiltrar esos valores en la
sociedad. Los pequeños afluentes fluviales van desembocando su caudal en el río
para enriquecerlo, y lo enriquece con los minerales del agua, con la vida
microscópica que en ella vive, con los peces que por allí aletean con soltura…y
así surtir de agua a los campos y a la población. Un cristiano que no está empapado del Evangelio
es como un ‘pato mareado’ que no sabe ‘ni para quien vendimia’. El gran
problema es que multitud de ‘patos mareados’ pueden ir asentando las bases de
algo que no se parezca ni en el nombre al proyecto original de la Iglesia de
Cristo.
Hay
partidos políticos, sindicatos y medios de comunicación que se resaltan por su
beligerancia y agresividad contra el catolicismo. En el plano político hay un
número muy reducido de católicos que anteponen la fe y el Magisterio a las
consignas de sus partidos políticos y a las presiones mediáticas. En el plano
eclesial hay un número reducido de
presbíteros que anteponen el celo pastoral a sus intereses mundanos. Ahora
bien, los presbíteros que aman a la Iglesia se les nota y el pueblo creyente lo
percibe como regalo de Dios. Gran número de católicos de nuestro tiempo van
desarrollando sus criterios de pensar y de actuar con los ámbitos de
información y conocimiento contrarios abiertamente a la fe. Carecemos de
movimientos que encuadren a los laicos donde puedan adquirir el hábito de
discernir a la luz de la Palabra de Dios, donde ejerzan la exigencia de la fe y
de la ayuda mutua. Me van a disculpar, he dicho que carecemos esos movimientos
cuando en realidad no es así: los tenemos pero no nos permiten existir en
muchas parroquias y eso que somos de los suyos, amamos a la Iglesia y estamos
incondicionalmente en comunión tanto con los Obispos como con el Papa.
Estamos
inmersos en una cultura católica muy débil. San Pablo cuando escribe a los
corintios y les habla de aquellos que tienen como servicio el predicar el
Evangelio es muy claro: «Que la gente
sólo vea en vosotros servidores de Cristo y administradores de los misterios de
Dios». Lo nuestro es llevar a Cristo a los hombres y ofrecer luz allá donde
sólo había tinieblas. Nosotros somos sus pies, sus manos, sus ojos, sus oídos.
Somos la boca de Jesús en medio del mundo, a través nuestro le han de conocer.
Es verdad que en nuestra sociedad hay un gran vacío de raíces y que la forma
que ha tenido el cristianismo de entender la historia está siendo debilitada
como memoria válida para ser aplicada en nuestra vida cotidiana, sin embargo no
olvidemos que Dios es el Señor de la Historia, que Él nunca nos olvida y que
precisamente es Cristo el que nos dice estas palabras de consuelo y ánimo: «Sobre todo buscad el Reino de Dios y su
justicia; lo demás se os dará por añadidura».
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