DOMINGO SEGUNDO DE CUARESMA,
CICLO A
El camino cristiano consiste en
renovar primero nuestra casa, viviendo y anunciando el Evangelio de Jesús con
una renovada autenticidad e intensidad. Cada cual nos movemos por ambientes muy
diversos y a la vez muy secularizada. He aquí que nosotros corremos el alto
riesgo de 'bajar la guardia' y dejarnos arrastrar por lo más fácil y
aparentemente lo mejor. San Pablo cuando escribe a Timoteo nos dice: «Toma
parte en los duros trabajos del Evangelio, según las fuerzas que Dios te dé».
No nos vale con conservar lo que tenemos sino que constantemente debemos de
hacer frente al desafío de ser cristiano.
Partimos de un hecho innegable: ¡Cristo
ha vencido a la muerte! y Él nos conduce a la Vida Eterna. Al lado de Cristo nos
conducimos por la vida de una manera luminosa e envidiable. Con claridad, con
fervor y con coherencia. De esta manera los demás hermanos verán en nosotros algo que es en sí
mismo distinto, surgirán en ellos las preguntas eternas sobre el sentido de su
vida, les cuestionará mucho las razones de fondo de nuestras palabras y
acciones porque no manan de los criterios del mundo. Tendremos ocasión de
anunciarles con sencillez el Evangelio de la salvación para que ellos también
puedan disfrutar de la gracia de Jesucristo.
Para
convencer no bastan las palabras, hay que vivir intensamente lo que se
anuncia. Algunas veces sentiremos que la alegría está muy pronunciada porque
sentimos la presencia de Cristo muy cerca de nosotros; pero también llegarán
las noches oscuras, las dudas y el desaliento donde el Señor nos prueba para
afianzarnos en su seguimiento. San Pablo nos dice en su carta a Timoteo que «Él
nos salvó y nos lleva a una vida santa». Algunos piensan que uno se acuesta
pecador y se levanta santo. Necesitamos constantemente alimentarnos de Cristo y
de descalzarnos ante su Palabra para dejarnos instruir por Ella. Según nos
vayamos a la luz que es Cristo nos iremos enamorando más y más de su persona. De
tal modo que, incluso en las decisiones más íntimas, el sentir y la Palabra de
Cristo tiene un peso muy destacado. ¿Quiere decir eso que Cristo nos condiciona
en la libertad? Esto es lo que el Demonio quiere que creamos. Cristo nos da la
libertad porque desea que cada cual viva en la Verdad. Recordemos que la Verdad
nos hará libres y el pecado nos hace esclavos (Jn 8,31-32).
Dios cuando irrumpe en la conciencia
hace que algo nos ocurra, que podemos disfrutar, aunque solo sea de un
instante, de esa alegría pascual de sentir a Cristo resucitado y trasfigurado.
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