LA ASUNCIÓN DE LA VIRGEN
MARÍA 2013
Hermanos, vivimos en una situación
de enfriamiento religioso. Muchos de los que han sido bautizados se comportan
como ateos o indiferentes ante Dios. No se plantean nada a nivel de fe o bien
porque creen que ya lo saben todo o bien porque entienden que la Iglesia es la
madrastra que prohíbe todo lo que el mundo considera bueno y apetitoso. Cuando
uno se mueve en estos parámetros, cuando uno está convencido que está muy bien
como se está y sólo la palabra 'conversión' ya ocasiona un molesto 'rechinar de
dientes' uno no se plantea nada cerrándose a la acción de Dios en su ser.
El Señor nos dice «porque mis planes no son vuestros planes ni
vuestros caminos son como los míos» (Is 55,8). Es el Señor el que nos llama
seriamente la atención porque Él quiere hacer un camino con nosotros y nosotros
no le aceptamos. Nuestra soberbia nos impide reconocernos lo que somos:
pecadores. Todo lo justificamos ya que siempre hay que intentar ocultar el
reconocimiento del propio pecado. Se dice «todos
lo hacen» o incluso se oye cosas de padres y de gente madura intentando
justificar a sus hijos con frases como «déjales
que hagan lo que quieran ya que nosotros no pudimos hacerlo y que disfruten».
Nadie reconoce sus malas acciones; nadie reconoce su propio pecado y eso genera
un daño en la conciencia colectiva. Se llega a convivir con 'un corazón de
piedra' porque el pecado nos endurece cada vez con mayor intensidad, y estamos
heridos por la muerte. Esto se manifiesta en una incapacidad de amar con un
amor evangélico. Juzgamos sin conocer; caemos en la mentira y nos creemos
nuestras propias mentiras; intentamos pagar con la misma moneda a los demás
devolviendo mal por mal; nadie quiere ser menos que nadie. En una palabra:
constatamos las consecuencias de estar lejos de la gracia de Dios.
Sin embargo Cristo murió y resucitó
por tí y por mí. Se encarnó, fue despreciado por los hombres, insultado, azotado,
crucificado, como cordero llevado al matadero, como oveja ante el esquilador
enmudecía y no decía palabra. En sus llagas hemos sido curados. Su sacrificio
es infinito por amor y uno se para y se dice: todo eso Jesucristo lo ha hecho
por mí. Resulta curioso, cuando uno compra un regalo a una persona lo que se
espera es el agradecimiento por el detalle tenido. Pero cuando se trata de las
cosas del espíritu ese agradecimiento suele faltar porque nos hemos
acostumbrados a vivir como 'hijos de este mundo' empecinados en acumular cosas
y con comportamientos muy alejados de la llamada a la santidad.
La Santísima Virgen María nos ofrece
una lección magistral. Aprender a reconocer nuestra radical necesidad de
Jesucristo. La Santísima Virgen quiere que dejemos las rutinas de siempre para
empezar a escuchar el mensaje liberador de su Hijo. Desea que Cristo sea el
criterio de nuestra vida y la norma de nuestras conductas. Entre el deseo de la
Santísima Virgen y nuestra realidad se da un gran abismo, por eso Ella pretende
que cada cual caliente su vida espiritual y sea así una ofrenda agradable ante
la presencia de Dios. Así sea.
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