sábado, 10 de agosto de 2013

Homilía del domingo XIX del tiempo ordinario, ciclo c


DOMINGO XIX DEL TIEMPO ORDINARIO, ciclo c

SABIDURÍA 18, 6-9; SALMO 32; HEBREOS 11, 1-2.8-19; SAN LUCAS 12, 32-48

 

            Hermanos resulta muy curioso que un libro escrito -probablemente- en Alejandría y redactado entre los años 150-30 a.C. nos pueda dar un mensaje tan actual. Les estoy hablando del libro de la Sabiduría; en concreto de la primera de las lectura proclamadas hoy.

            El pueblo judío se encuentra en la diáspora en Egipto. El pueblo judío está fuera de su tierra, viviendo en un país extranjero. Ellos son los extraños. Ellos son los que han venido de fuera; son ciudadanos de tercera o de cuarta categoría. Además aquellos judíos que desean ser fieles a Dios lo tienen muy difícil -muy cuesta arriba- porque todo el contexto social y cultural que les rodea constantemente les está mandando mensajes muy seductores, engañosos, muy bien elaborados... para confundirles y que abandonen su fe. A todo esto hay que sumar que el contexto social donde se desenvuelven se celebran muchos cultos a los diversos dioses de aquel lugar. A todo esto hay que sumar que los ciudadanos de aquel país no tienen precisamente aprecio a los judíos dándose un clima de hostilidad y persecución. Algunos de judíos, al no tener una fe madura en Dios terminan apostatando, abandonando las creencias y tradiciones de sus antepasados.

 

            En cambio los que desean ser fieles a la Alianza que Dios hizo a sus padres se aferran al Señor con firmeza y convicción. Para muestra un botón, y dense cuenta cómo desean que Dios sea el Señor de sus vidas; escuchen lo que dice estas frases de la primera de las lecturas: «Los hijos piadosos de un pueblo justo ofrecían sacrificios a escondidas y de común acuerdo se imponían esta ley sagrada, que todos los santos serían solidarios en los peligros y en los bienes; y empezaron a entonar los himnos tradicionales». Sin embargo no olvidemos que estos judíos piadosos eran 'bichos raros' para la gente de aquel entonces.

 

            Ahora nos vamos a situar en los tiempos presentes, a inicios del siglo XXI. Cuando una persona permite que Jesucristo entre de lleno en su vida y que sea el Espíritu de Dios quien la guíe, ya pasa a ser un 'bicho raro' para este mundo. El trato personal con Jesucristo le va abriendo otros horizontes, otro modo de entender la realidad que conduce a la plenitud. Siempre ayudan los ejemplos para que yo me pueda explicar mejor: una persona que está descubriendo la novedad de Cristo, que permite que Cristo esté en el centro de su vida luchará contra aquellos hábitos de conducta que le alejen de Él. Irá desvinculando el beber por beber alcohol con el salir de fiesta y divertirse; irá valorando la Eucaristía y la Confesión como medios imprescindibles para entender su propia realidad; cuidará mucho el tipo de conversaciones que se tenga y las imágenes que vea; se esforzará por apostar por los valores cristianos; irá sintiendo la presencia de Jesucristo y su exigencia por ir dando pasos en el camino de la conversión... Y cuando uno se va adentrando en ese camino trazado por Jesucristo los demás te señalan con el dedo porque se dan cuenta que has cambiado y sólo los que te quieren te aceptarán en ese cambio que ha sido fruto de tu decir SÍ al Señor.  

 

            Nosotros al igual que Abrahán vivimos en tierra extranjera y como Abrahán nos dejamos mover por la fe. Y nos movemos por la fe porque nuestro único tesoro es Jesucristo, ¡y donde esté Jesucristo allí queremos estar también nosotros! Así sea.

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