DOMINGO XX DEL TIEMPO
ORDINARIO, ciclo c
JEREMÍAS 38, 4-6. 8-10; SALMO 39; HEBREOS
12, 1-4; SAN LUCAS 12, 49-43
Hoy nos encontramos con uno de esos
personajes que han despuntado por su fidelidad a Dios: El profeta Jeremías. A
Jeremías le toca vivir una época muy dura. El rey Sedecías no escucha las
palabras del Señor pronunciadas por medio del profeta Jeremías. Al rey sólo le
interesa escuchar lo que él desea escuchar: halagos, buenas palabras y
victorias a costa de lo que fuese. El pueblo mientras tanto atravesando una
carencia severa: el pueblo está desanimado, el rey no tiene poder, no hay agua
en la cisterna -sólo lodo- y no hay pan en la ciudad. El pueblo está sufriendo
las consecuencias de las malas decisiones de sus dirigentes. Cuando uno no
escucha la voz de Dios se comporta como un insensato cuyas consecuencias negativas repercuten a todos. El rey
Sedecías no respeta la Palabra de Dios porque no dice lo que él desea escuchar.
De todos modos, siendo sinceros, tenemos cosas en común con el rey Sedecías:
Tan pronto como el Señor nos manda algo que no queremos o nos dice algo que nos
incomoda ya empezamos a refunfuñar e intentamos 'salir con la nuestra'.
El Señor había dicho a su profeta
Jeremías que la ciudad de Jerusalén iba a ser entregada al rey de Babilonia. Dios
desea darles una lección para que aprenda a obedecerle ya que está educando a su pueblo, como lo hace un padre con
su hijo. El profeta Jeremías era más molesto que 'una piedra en el zapato'
porque cuando te indican lo que Dios quiere de tí y uno hace 'lo que le viene en gana', en el
fondo su conciencia uno se siente denunciado por saber que hizo lo que no
debía. El buen cristiano, el auténtico discípulo de Cristo, tiene que estar
siempre dispuesto a predicar la verdad del Evangelio, aunque su lucha por
anunciar a Jesucristo le acarree marginación o aún cosas peores. Seremos
auténticos incordios para muchos, peores que esas 'piedras en sus zapatos' pero
les estaremos ayudando a salvarse, aunque ellos ni lo reconozcan ni agradezcan.
Como el rey Sedecías no escuchó ni
obedeció al Señor le vino el castigo. Sedecías y el pueblo recibió su merecido
-a Sedecías le sacaron los ojos y le cargaron de cadenas llevándolo a
Babilonia. ¿Para qué quería los ojos sino veía la luz que Dios le ofrecía y
prefería la oscuridad de su pecado? En cambio los que eran fieles a Dios -muy
pocos- pudieron gozar de paz y tranquilidad.
Dios también, en la actualidad, está educando a su pueblo.
Y se toma tantas molestias que hasta se hace presente en medio de todo
nosotros: «Donde estén dos o tres
reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos» (Mt 18, 20). En la
carta a los Hebreos nos dice que estamos rodeados de muchos testigos. ¿Testigos
de quien? ¿que han visto y oído para que sea tan importantes esos testigos? Son
testigos -en primera persona- de la acción de Dios en sus vidas. Como dice San
Juan en su primera carta: «Lo que hemos
visto y oído os lo anunciamos para que también vosotros estéis en comunión con
nosotros» (1 Pe 1,3a). Y esos testigos que tienen experiencia de la presencia
de Jesucristo ¿dónde se están? ¿dónde se les puede encontrar? El Señor Jesús
nos dice que «por sus frutos les
conoceréis» (Mt 7, 20) y le pelea contra el pecado es una constante, sin
desfallecer. Una comunidad cristiana formada por personas que son constantes en
la oración y en su lucha contra el pecado nos ayuda a tener los ojos y el
corazón fijos en Jesucristo...y eso marca, hace que uno deje de vivir para sí
mismo y empiece a vivir para los demás porque así está amando a Dios. Una
comunidad cristiana así es un estímulo y una ayuda infinita y uno descubre
cosas que de otro modo ni llegaría a intuir. Y lo curioso de todo esto es que
lo único que se ha de hacer es dejarse quemar por el amor de Dios manifestado
en Cristo Jesús. El profeta Jeremías estaba lleno del fuego de Dios y por eso
actuaba como actuaba. Ojala que también nosotros seamos hoguera de ese fuego de
amor divino.
1 comentario:
el aprendizaje que he obtenido es que vale la pena sufrir por amor.
y que el sufrimiento en la vida no es la ultima palabra!!! la gran noticia es que yo, mereciendo la muerte fue Cristo quien subio a la cruz por mi. eso es amor!!! y la consecuencia... la felicidad plena!!, cenit de la alegria, extasis... Dios.
Publicar un comentario