sábado, 6 de julio de 2013

Homilía del domingo XIV del Tiempo Ordinario, ciclo c


DOMINGO XIV DEL TIEMPO ORDINARIO, ciclo c ISAÍAS 66, 10-14c; SALMO 65; SAN PABLO A LOS GÁLATAS 6, 14-18; SAN LUCAS 10, 1-12.17-20

 

            Hermanos, creer en Dios y creer en Jesucristo influye en nuestra manera de ver el mundo, en la idea que tenemos de nosotros mismos, en el modo de situarnos y desenvolvernos en la realidad, en nuestras relaciones con las cosas y sobre todo en nuestro modo de estar con las personas. Del contacto personal con Cristo nacen unos modelos de comportamiento arraigados y firmes. Cristo no vino a nosotros para presentarnos una doctrina ni una filosofía. Cristo nos ofrece un modo de vivir iluminados por el Espíritu Santo de Dios.

            La sociedad actual nos plantea -perdón, nos imponen- unos modos de vivir iluminados por el placer, la sensualidad, el consumismo, disfrutar de lo que sabemos que es efímero -pasajero, de corta duración- pero engañándonos vendiéndonos que eso es lo definitivo. Y lo peor de todo esto hermanos, es que esto al resultarnos atrayente y muy apetitoso, anestesiamos nuestra conciencia, aceptamos como bueno lo que sabemos que es perjudicial para nuestra vida espiritual. Luego viene la Iglesia anunciando el mensaje de Jesucristo para que el hombre sea libre y al desenmascarar la mentira que envuelve ese modo de vivir indigno es entonces cuando 'saltan las chispas' atacando a la Iglesia de 'no ir con la sociedad ni con los tiempos'.

            La Iglesia, iluminada con las palabras del Maestro, cree que el hombre y la mujer ha sido creado para «ser un himno de alabanza a su gloria» (Ef 1,12), «para que fuésemos su pueblo y nos mantuviéramos sin mancha en su presencia» (Ef 1,4), de tal modo que todas nuestra acciones sean para hablar bien de Dios. El profeta Isaías presenta a Dios como una madre amamantando a su bebé, como un río de paz inundando nuestro mundo. Es lo que Jesús llamará 'el Reino'. Una humanidad en que reine el estilo de Dios. La dificultad seria radica cuando uno cree en conciencia estar cerca de Jesucristo pero no se ha asumido ni incorporado las orientaciones que Él ha ido ofreciendo en los diversos aspectos de la vida. Si Cristo te ha proporcionado consejos y uno 'se ha hecho el sordo' pensaremos que las cosas en la vida cristiana va marchando bien pero nos estaremos engañando. San Pablo en su carta a los Gálatas nos habla de «una criatura nueva», no nos habla de 'una criatura maquillada', sino de una criatura «que nace del agua y del Espíritu» (Jn 3,5), de hecho esto mismo fue lo que Jesús dijo a Nicodemo en aquella noche dichosa para el anciano Nicodemo. El propio ser de la persona queda sublimado, elevado, enriquecido, ennoblecido, divinizado en Cristo Jesús.

            Nace una forma nueva de entender y realizar el matrimonio y la vida familiar, el modo de vivir e interpretar los momentos decisivos de la salud y de la enfermedad, del nacimiento y de la muerte. Estamos constatando, nos estamos dando cuenta cómo los nuevos ciudadanos -nuestros jóvenes y los matrimonios de mediana edad- no se incorporan a la Iglesia, porque la mayoría de los ciudadanos siguen dócilmente las pautas provenientes de la sociedad porque les resulta -en principio- mucho más cómodo. Nosotros, los cristianos tenemos como misión presentarles a Cristo, no sólo con nuestras palabras sino con nuestro estilo de vida. Ya que mencionado estilo de vida cristiano -si realmente es fiel al mensaje de Cristo- será como una invitación muy clara para que esos hermanos nuestros puedan conocer a aquel que da sentido a nuestra existencia: Cristo Jesús. Jesucristo nos envía a todos los pueblos y lugares, seamos sus embajadores.

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