DOMINGO
X DEL TIEMPO ORDINARIO, ciclo c LECTURA
DEL LIBRO PRIMERO DE LOS REYES 1,
17, 17-24: SALMO
29; LECTURA DE LA CARTA DEL APÓSTOL SAN PABLO A LOS GÁLATAS 1, 11-19; SAN LUCAS 7, 11-17
Acabamos de escuchar como Cristo da
la vida para que la desgastemos en libertad y responsabilidad viviendo en su
presencia. Es más, Dios nos hace dignos para que le sirvamos en su presencia
todos nuestros días; y servir a Dios es un gran honor. Sin embargo este sublime
honor no se valora y se termina como despreciando. Son muchas las familias
-fundadas en un matrimonio sacramental- han dejado de vivir religiosamente; sus
hijos -aunque han recibido una primera educación cristiana en la parroquia o en
les escuela- dejan pronto de frecuentar la Iglesia y en cuanto entran en
contacto con la escuela o con los institutos o en la universidad, así como con
círculos de amistad o de ocio, son enteramente colonizados por la cultura
vigente que asfixia la fe de los jóvenes cristianos y favorece el
indiferentismo religioso.
La exaltación del sexo como juego y
diversión, privado de su relación esencial al amor y a la fecundidad, exento de
toda norma moral, es sin duda un poderoso instrumento para alejar a los jóvenes
de la Iglesia y de cualquier sentimiento religioso. En nuestros institutos
públicos se han dado y se dan charlas -ellos lo llaman informativas, siendo en
realidad muy deformativas- que dañan la sana conciencia de nuestros
adolescentes. Ante toda esta ofensiva social los católicos nos hemos dejado de
presentar claramente el ideal cristiano de vida.
Es fundamental ser apóstoles de
Cristo para mostrar a las jóvenes generaciones los fundamentos, la grandeza y
las exigencias de la vida cristiana. Nosotros no vamos tras los pasos de un
planteamiento filosófico ni político. Nosotros nos fiamos de Jesucristo y a Él
seguimos con todo nuestro ser. Cristo es el fundamento de nuestra existencia. Dios
quiere darnos la vida. Hemos escuchado como Dios -por medio de Elías- devolvía
la respiración al hijo de la señora que lo había hospedado en su casa. También
se nos ha dicho como Jesús devuelve la vida al hijo de la viuda de Naín. Todo
contacto que mantengamos con Cristo será sanador. Supongan ustedes que
tuviésemos todo nuestro cuerpo cubierto con la enfermedad de la lepra, y que
Cristo con su poder acariciando las partes enfermas las fuera sanando
inmediatamente. Es urgente anunciar la verdad que sale de los labios de Cristo
para ofrecer ese sentido sobrenatural que da respuesta a todo lo que el hombre
buscar: amar y ser amado.
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