DOMINGO XII DEL TIEMPO
ORDINARIO, ciclo c ZACARÍAS 12, 10-11; 13,1; SALMO
62, 2. 3-4. 5-6. 8-9 (R.:
2b); SAN PABLO A LOS GÁLATAS 3, 26-29; SAN LUCAS 9, 18- 24
Hermanos venimos a celebrar la
Eucaristía porque tenemos ganas de encontrarnos con Cristo. Durante esta semana
hemos estado ajetreados con un sin fin de tareas, los niños, la casa, el
trabajo, los estudios... cada cual sus quehaceres. De tal manera que cada cual
conoce cuales son las motivaciones internas que le mueven para hacer las
diferentes cosas a lo largo de la jornada.
Los cristianos podemos actuar con la
verdadera seguridad de que el Evangelio viene a humanizar y a perfeccionarnos
en la medida en que seamos dóciles a la verdad que reside en Jesucristo. Cuando
uno se va acercando a la persona de Jesucristo se va adentrando en una cultura
nueva que no tiene nada que ver con la que habitualmente nos desenvolvemos. San
Pablo, en su carta a los Gálatas, cuando les dice que ellos han sido
incorporados a Cristo y revestidos de Cristo, les recuerda que ser cristiano
lleva consigo un constante diálogo con los demás ofreciéndoles una palabra
nueva que brota de la experiencia de encuentro con Jesucristo. De tal modo que
la gente perciba la diferencia entre lo que es una vida guiada por la
sabiduría divina y la vida consumida por el sin sentido del mundo.
Hace poco tiempo pregunté a una
muchacha recién confirmada que cómo se planteaba a partir de ahora su consumir
bebidas alcohólicas -en botellones y en las bodegas- ya que ella se había
comprometido a vivir su ser cristiana en serio. La respuesta fue ten
desconcertante como desagradable. Ella sostenía que una cosa era «eso de la fe»
y de «los curas» y otra cosa muy diferente era «su vida». De tal modo que para
ella la fe quedaba reducida al ámbito de las oraciones de toda la vida, e ir «a
escuchar la Misa» cuando toca y no queda más remedio que reducirlo al ámbito de
lo más privado. Esta muchacha ¿se ha llegado a enterar que seguimos a
Jesucristo, el cual está vivo? No se ha procedido a realizar una opción
personal por Jesucristo llegando a arrinconar al Señor a las cosas ñoñas de la
infancia y como un elemento innecesario.
Jesucristo nos lanza su pregunta: «¿Quién
decís vosotros que soy yo?». Mucha gente «tiraría de catecismo» para afirmar
que es el hijo de Dios, el Mesías, el hijo de María y de José...pero -aun
siendo contestaciones correctas- distan mucho de ser la respuesta deseada. Nosotros
somos los portadores de la Buena Noticia, de tal modo que cuando uno está en
medio de una conversación de crítica...uno sepa guardar silencio o desaparecer,
aun con el riesgo de que te aparten por no decir ni pensar el resto de las
personas presentes. De no consentir el tener fijado la mirada en escenas de
impureza en la televisión. De tener muchos detalles con la esposa o con el
esposo que sean expresión de su amor mutuo. De no permitir ser tratado como un
objeto por la otra persona. Los cristianos somos los «bichos raros» en una
sociedad donde lo que antes era malo ahora se ha convertido en bueno e incluso
apetitoso. Y ¿porque somos los «bichos raros»? lo somos porque en medio de esta
tempestad tan agitada luchamos para que con nuestras opciones y opiniones se
vaya comunicando el mensaje/persona de Jesús de Nazaret. Ante la pregunta del
Maestro «¿Quién decís vosotros que soy yo?» la contestación es: Aquel que me
proporciona una lucidez ante la vida que nada ni nadie me puede proporcionar y
aunque tenga que cargar con mi cruz acuestas se hará gustosamente porque hay
algo en mi interior que me muestra que ese es el camino de la salvación.
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