viernes, 25 de enero de 2013

Homilia del tercer domingo del tiempo ordinario ciclo c (modelo dos)



Domingo tercero del tiempo ordinario, ciclo c ; LECTURA DEL LIBRO DE NEHEMIAS 8, 2-4a.5-6.8-10; SALMO 18; LECTURA DE LA PRIMERA CARTA DEL APÓSTOL SAN PABLO A LOS CORINTIOS 12, 12-30; SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS 1, 1-4; 14-21
             
               La Palabra de Dios de hoy contiene una catequesis espléndida que no quiero que pase desapercibida. En la primera de las lecturas, nos cuenta el libro de Nehemías cómo el pueblo judío había sufrido el exilio en Babilonia y ahora abandonan el destierro y vuelven, una gran parte de los deportados, a Palentina en sucesivas caravanas. Nehemías nos cuenta una gran alegría para ese pueblo: Regresan a su tierra. Y cuando por fin llegan a su deseado destino se reúne todo el pueblo judío y jubilosos escuchan la proclamación de la Ley de Dios; es decir se les dice dónde están sus raíces. Y con esas raíces que les indica la Palabra Divina ellos ‘se ponen manos a la obra’ para levantar su nación, su pueblo, su patria.
            Ellos vienen de sufrir el exilio y hay muchas generaciones que no han conocido realmente las tradiciones, no han vivido cómo ese pueblo tenía que vivir, no han disfrutado de esa esencia peculiar que tiene ese pueblo que le distingue, precisamente,  de los otros pueblos. Muchos de esas jóvenes generaciones no tenían la conciencia de saberse pueblo elegido, propiedad del mismo Dios. Y la gente que ama con corazón puro al pueblo, que quieren que las cosas se cimiente como tienen que cimentarse, hacen lo más urgente: Proclamar, ante toda la Asamblea, el Libro de la Ley, la Palabra revelada por Dios. De este modo todos se dan por enterados del designio de amor de Dios hacia ellos y que se enteren, de una vez por todas, de que Dios les ama.
            Nosotros también vivimos en el exilio. Nuestra patria es el Cielo; nuestra patria es la Gloria, el estar junto a Dios. Él es nuestra tierra; Él es nuestra heredad; Él es nuestro tesoro; toda la plenitud de la alegría reside en Él. Pero claro, corremos el riesgo que corrieron los judíos en Babilonia. Muchos de ellos, en Babilonia, adaptaron usos, costumbres, normas que eran ajenas a su propia fe, a sus propias creencias, a su propia religiosidad. Muchos de ese pueblo se contaminaron. Nosotros que estamos viviendo en este particular exilio también nos estamos contaminando de usos, formas, costumbres, formas de pensar y de obrar que son ajenas que desdicen, que hablan mal de nuestro ser cristianos. Por eso, también hoy, ante esta Asamblea de creyentes y en toda la Iglesia se proclama la Palabra revelada de Dios para recordar donde tenemos que estar cimentados; para que nos demos por enterados de que estamos llamados a ser santos y participar de esa gran Asamblea allá en la Gloria. Y a todo esto se plantea una pregunta vital: ¿Cómo poder despegarnos, separarnos, desjuntarnos de todo aquello que ‘dice mal’ de nuestro ser cristianos? Lo podremos hacer en la medida en que estemos ‘bajo la acción del Espíritu Santo’. Jesucristo dice en el Evangelio: «El Espíritu del Señor está sobre mí»; Cristo está bajo la acción del Espíritu Santo. Todos sabemos lo que significa estar bajo la acción de algo; un borracho está bajo la acción del alcohol, un toxicómano está bajo la acción de la droga, uno que está griposo está bajo los efectos del virus de la gripe… Pues Cristo está bajo la acción del Espíritu Santo. Nosotros somos templo del Espíritu Santo y es preciso que estemos bajo la acción del Espíritu Santo para podernos descontaminar e ir empezando a ponernos, también nosotros, ‘manos a la obra’ para levantar el nivel espiritual de nuestros hogares, de nuestras familias, de nuestra parroquia. La Palabra de Dios que se proclama, como si se tratase de un manual de instrucciones de un aparato informático, nos ofrece las orientaciones para vivir nuestra vida cristiana con solidez. Los hebreos escucharon la Palabra revelada y la tomaron como norma de vida, que su ejemplo sea un estímulo para nosotros. Así sea.

1 comentario:

Anónimo dijo...

El espiritu hace milagros pero solo si lo crees, y la creencia la da la.fe... la prueba de q Dios existe... mi prueba es mi historia y mi conversion. Alguien pideroso lo a tenido q hacer... y cuando te llena un Dios de alegria y da motivos de mi existencia... poco mas se pue decir