Domingo tercero del tiempo ordinario,
ciclo c ; LECTURA DEL LIBRO
DE NEHEMIAS 8, 2-4a.5-6.8-10; SALMO 18; LECTURA DE LA PRIMERA CARTA DEL
APÓSTOL SAN PABLO A LOS CORINTIOS 12, 12-30; SANTO
EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS 1, 1-4; 14-21
Hermanos, no se si sería demasiado
de atrevido afirmar que los cristianos estamos
sufriendo el destierro. No es como el destierro de los judíos cuando les
llevaron cautivos a Babilonia viéndose privados de su tierra. Nuestro caso es
muy distinto. Nosotros estamos en nuestra tierra, tierra que amamos y de la que
damos gracias. Nuestro destierro es diferente. Muchas son las parejas que
contraen matrimonio pero Cristo no está ahí en medio. Muchos son los jóvenes
que se confirman pero no forman parte de esa milicia que anuncia a Cristo.
Muchos son los niños que reciben la primera Comunión pero arrinconan el regalo
más importante que han recibido. Decimos
que tenemos fe, pero no vivimos con la fe. Es como si estuviéramos bajo
los efectos de potentes tranquilizantes en nuestra conciencia en donde es
complicado que quepa la exigencia espiritual y la lucha por ser fiel a Cristo.
Lo más triste de todo esto es que al permanecer en este particular destierro ya
nos hemos acostumbrado y ya ni
añoramos lo que deberíamos de añorar. El pueblo hebreo, sufriendo el
destierro en Babilonia, añoraban su tierra y soñaban con volver a restaurar el
Templo en la ciudad santa de Jerusalén. Nosotros nos hemos acomodado a
costumbres y usos ajenos a nuestra fe. Lo mismo les pasó a los judíos en
Babilonia y en Egipto asumiendo las costumbres de aquellos pueblos y adorando a
dioses que nos los podían salvar porque eran hechuras de manos humanas. Por desgracia algo socialmente aceptado es la
no asistencia a la
Eucaristía dominical, y no digamos nada del sacramento de la
confesión. Algo socialmente aceptado es el mal uso que se suele hacer del
alcohol, entre otras sustancias, durante las noches de fiesta; y no digamos
nada de cómo algunos tratan a algunas y algunas se dejan tratar por algunos
cuando se desinhiben empañando la imagen que Dios ha puesto en ellos. Recordemos
hermanos que somos cristianos, y por eso digo esto. Somos cristianos, pero
acostumbrados a usos que no son los nuestros.
Del mismo modo que el pueblo hebreo salió del
destierro en Babilonia para repoblar la ciudad de Jerusalén y levantar de nuevo
el sagrado Templo y para ello el pueblo prestó
toda la atención para
escuchar la Ley de Dios,
tal y como nos cuenta el libro de Nehemías; del mismo modo nosotros, estamos
urgidos a abandonar y romper con todo aquello que nos separe de Cristo, nuestro
Señor. Cristo, haciendo suyas las palabras del profeta Isaías, dice: «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque
él me ha ungido». Cristo está bajo los efectos del Espíritu Santo; Cristo
está poseído por ese amor profundo que brota del corazón de Dios Padre. Nosotros
abandonaremos los efectos de esos tranquilizantes de nuestra conciencia que nos
impide el crecimiento y el cambio en la vida cristiana en la medida en que
vivamos como Él, aprendamos los secretos del Reino, seamos obedientes a sus
divinas palabras, palabras apremiantes y exigentes. Es plantearse la existencia
de la siguiente manera: Jesucristo, aunque yo no soy digno de que entres bajo
mi techo, deseo que mi elección por ti sea fruto de una respuesta firme y
decidida, para que escuchándote solo a ti, mi Señor, yo abandone mi particular
destierro. Así sea.
1 comentario:
Buenas tardes
Un destierro siempre será algo muy negativo que afecte a nuestra vida, pues podemos perder esa casa, ese pueblo o ciudad donde han pasado tantas cosas, tantos recuerdos imborrables…cuesta imaginar que haya gente, que por su propia voluntad, acepte ese aislamiento de todo lo que ama. En esto, encontramos el problema, pues como usted dice, muchos creen que vivir es hacer lo que uno mismo quiere, si le apetece beber…beberá, si no le apetece ir a la Eucaristía…pues no irá…etc. Todo esto de pensar de manera egocéntrica, egoísta…no ayuda, pues se debe conseguir una unión, que reside en la Comunidad Cristiana (a la que para muchos parece ser invisible a los sentidos). Lo único que se consigue cuando hacemos lo contrario a esa comunidad, es pensar en si mismo y lo que a uno le rodea, y aquí ocurre lo que usted demuestra, al abandonar lo que se ve poco importante, hace que nuestro corazón pase a ser como un baúl, en el que dejamos en el fondo lo que debería estar lo primero, al que debemos amar incondicionalmente. Estas características solo pueden pertenecer a Él, el primero de nuestra lista.
Yo estoy sufriendo un cambio en mi vida cristiana, y uno de mis objetivos principales, es respetar el primer mandamiento, aunque sé que me va a costar, me dijo mi sacerdote que nunca es demasiado tarde, asique en ello estoy, y espero salir del grupo de personas que no le ven como necesario en su día a día. NO QUIERO TENER FE, QUIERO VIVIR CON FE, pues quiero que mi vida cambie, pero que cambie de tal forma que llegue a mí lo que hace que se encuentre la verdadera felicidad, disfrutando de sentirse amado o amada por Dios.
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