SAN PEDRO Y SAN PABLO 2012
La fiesta de San Pedro y de San Pablo puede pasar desapercibida en nuestro contexto social y cultural tan indiferente ante las cosas de Dios. Realmente nos hemos organizado nuestros mundos personales de tal modo que hemos llegado a no sentir necesidad de Dios. Hasta tal punto que los actos religiosos se han convertido en actos sociales y nos hemos olvidado de que se trata de un encuentro personal con Jesucristo resucitado.
Al dejar en el olvido la voz de Dios van surgiendo nuevas enfermedades, nuevas adicciones que tienden a llenar el hueco que debería de ocupar Dios. Las conversaciones entre la gente del pueblo se van viciando cada vez más, dejan de ser sanas para empezar con la murmuración, la crítica y las palabras con escaso contenido en caridad. Todo el mundo quiere opinar de todo porque se ha perdido la humildad y la prudencia que nos indica que necesitamos de la experiencia y de los conocimientos de los demás. Además el dominio de los medios de comunicación social es algo inaudito, que han creado una cultura de rupturas de tabúes, de estupideces y de embotamiento moral.
Llegamos a creernos que hoy podemos hace por nosotros mismos todo lo que antes sólo se esperaba de Dios. Según este modelo de pensamiento, que se considera científico, las cosas de la fe aparecen como arcaicas, míticas, como pertenecientes a una civilización pasada. Tal vez por eso no se valora el ministerio sacerdotal y hay tan pocas confesiones y pocas conversiones. El hombre no busca más el misterio, lo divino, sino que cree saber. Los jóvenes y ya no tan jóvenes están anclados en el aquí y ahora, en el disfruta del momento y no te plantees nada. E incluso buscando algo de lo divino lo hacen con el único fin de tener una parcela para poder gobernar constituyéndose en señor feudal de esa pequeña porción.
Sin embargo no olvidemos que un elemento imprescindible: sin la fuerza de la autoridad religiosa el mundo no puede funcionar, ni el mundo ni este pueblo. En la Iglesia nos encontramos con Cristo y hacia Él nos dirigimos cuando nos confesamos, rezamos o participamos en la Eucaristía. Y la Iglesia no es una institución o una asociación más o menos numerosa, sino un organismo vivo que proviene y está en el mismo Cristo. Hermanos, todos nos tememos que aferrar a Cristo y dejarnos conducir por su Espíritu de santidad. Uno no es más que los demás por lo que grite ni por el mal que pueda difundir en su alrededor. Uno adquiere sensatez en la medida que se deja influenciar por la fuerza que viene de lo alto.
San Pedro, al principio, antes de conocer a Jesús, era un hombre rudo, hecho al trabajo duro y con sus importantes problemas que le acarreaba su temperamento. Sin embargo el dedo de Dios le tocó. Todo quedó trastocado. Empezó a descubrir el gozo de estar vivo y de ser importante para alguien como era Jesucristo. Jesucristo sacó de Pedro todo lo noble, valiente y bueno que había en él. El Señor le conquistó con su cercanía, su presencia y preocupación por su persona. Cayó en la cuenta de su gran valor gracias al encuentro diario con el Señor. Algunos de los presentes pueden pensar: ya, es que San Pedro lo tuvo muy fácil porque conoció al Señor, habló con Él e incluso que seguro hasta bromearían. Pero atención, no nos equivoquemos…. tan real está en la Eucaristía como cuando estaba en las bodas de Caná de Galilea. Y tan alto y claro habla ahora con la Palabra de Dios y con los acontecimientos como cuando lo hacía en lo alto del monte de las bienaventuranzas. Lo que sucede es que no tenemos fe…. Y la fe es tan importante como la corriente eléctrica para un televisor, sin ella no podemos disfrutar del partido o no podemos enterarnos de las noticias del telediario.
Si no tenemos fe lo único que veremos será a una iglesia convertida en una simple asociación en donde la presencia de Cristo ni siquiera se le echará de menos.
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