JULIA PÉREZ MENESES, 20 de abril de 2012, Cevico de la Torre
Hermanos, muchas veces resulta extremadamente complicado entender los designios de Dios. Tal vez pueda ser que nuestra perspectiva de las cosas sea tomada a ras de tierra, mientras que Dios, al ser Dios, contempla desde el maravilloso mirador del Cielo todo y Él dispone de esa infinita sabiduría a la que nosotros no llegamos ni a intuir. Muchas veces han sido las que el Señor Jesús nos dice que ‘no temamos’, que ‘nos fiemos de Él’, que ‘Él ha ido al Cielo para prepararnos una morada allá’. Pero el dolor, en estos momentos, actúa como una densa niebla impidiéndonos comprender la muerte de un ser muy querido.
Hace poco comentaba que nuestra vida, hermanos, debe de asemejarse a la vela encendida del Sagrario. Se va consumiendo estando en presencia de Dios. Proporciona una pequeña claridad que indica que Jesucristo está aguardándonos en el Sagrario. La gente sencilla y buena de nuestros pueblos siguen el ejemplo de la vela del Sagrario porque en la medida en que trabajan, soportan los sufrimientos y comparten las alegrías se van desgastando delante de la presencia de Dios. Y cuando se desgasta por amor a Dios, es entonces cuando uno recobra, y con creces, la propia vida. ¿Recuerdan ustedes aquellas palabras de Jesucristo cuando dijo que «…el que pierda su vida por mí y por la buena noticia, la salvará»? (Mc 8,35), pues estas palabras son totalmente ciertas.
La enfermedad se ha hecho presente en la vida de Julia. La crudeza del dolor y el sufrimiento ocasionado ha sido compartido, de modo muy entrañable por aquellos que dejando cosas muy importantes han deseado, y de hecho así lo han hecho, tomar sobre sí el dolor de Julia para que ese, su dolor, fuera más soportable para ella: Y esto es un ejemplo claro y concreto de amor. Cuando el peso de la carga es compartida el amor y la ternura adquiere mayor intensidad.
Ayer me encontré con el Capellán del hospital y di gracias a Dios por este encuentro porque me comentó que Julia había sido fortalecida en su cuerpo y en su alma con el sacramento de la Unción de los Enfermos. Y a mí esto me generó una gran paz interior.
Somos cristianos, seguimos a una persona viva y resucitada que se llama Jesús. Muchas veces puede parecer que no pasa nada si prescindiésemos de su divina presencia. Sin embargo, sí que pasa. Participar en la Eucaristía, confesarse y mantener ratos de oración es el mayor de los beneficios que podemos alcanzar en esta vida.
No hace mucho comentaba a una gran amiga que yo únicamente tengo un temor, un miedo. Que cuando el Señor me llame a audiencia allá en lo alto, mientras aguarde en aquella sala de espera a ser recibido para el juicio, yo sea torturado por mis propios pensamientos por haber sido infiel a su amor. Esa tortura me quita el sueño. Dios ha sido bueno conmigo y yo he de crecer respondiendo a su amor con mi amor.
Ángel, ahora empieza una etapa nueva en tu vida. Cuentas con tus hijos, familiares y amigos y si este sacerdote te puede ayudar en algo, dímelo.
Dale Señor el descanso eterno, y brille para ella la luz perpétua. Que su alma y las almas de los fieles difuntos por la misericordia de Dios descansen en paz.
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