sábado, 19 de noviembre de 2011

Solemnidad de Cristo Rey


DOMINGO XXXIV DEL TIEMPO ORDINARIO

SOLEMNIDAD DE CRISTO REY

Hoy la Iglesia Católica celebra la solemnidad de Cristo Rey. Hoy la liturgia quiere destacar sobremanera la centralidad de Jesucristo. Nosotros somos cristianos y nuestro único punto de referencia, nosotros seguimos a una persona: Jesucristo.

Sin embargo, muchas veces desviamos nuestras miradas hacia otras cosas o personas y nos terminamos extraviando del camino. Nos suele suceder como lo que nos cuenta el profeta Ezequiel en la primera lectura poniendo el ejemplo de las ovejas; que se desperdigan y dispersan. A lo que Dios responde con gran misericordia: «Yo mismo en persona buscaré a mis ovejas, siguiendo su rastro».

Cristo es rey y tiene que reinar en nuestro ser. Es más, hay un prefacio del Misal Romano, el prefacio común VII en el que damos gracias al mismo Dios porque a lo largo de la historia ha estado haciendo obras grandes a favor de su pueblo. Llamó a Abrahán y le mandó salir de su tierra, para constituirlo padre de todas las naciones. Dios suscitó a Moisés para librar a su pueblo de la esclavitud de los egipcios y conducirlos a la tierra prometida. Pero no queda aquí la dedicación de Dios, sino que da un paso más importante aún si cabe; nos envía a su único Hijo para redimirnos del pecado y de la muerte. Y nos lo ha enviado, no con espadas en las manos, sino con un corazón repleto de amor para conquistarnos a base de amor. Como Jesucristo debía retornar al lugar de donde salió, de la diestra de Dios Padre, deseó quedarse en medio de nosotros por medio del Espíritu Santo. Y el Espíritu Santo, que ha sido derramado para mantener ardiente la presencia de Jesucristo en medio de nosotros, es el que nos une como Iglesia, nos constituye como un nuevo pueblo que tiene como meta el Reino de Dios, como estado la libertad de los hijos y como ley el precepto del amor.

Y Jesucristo como Rey que es, sirve a su pueblo en la Iglesia Católica por medio del Romano Pontífice y de los obispos en comunión con él. Todos nosotros somos su pueblo, ovejas de su rebaño que debemos tener los oídos atentos y el corazón ardiendo para acoger su Palabra divina. Del mismo modo que el escultor va moldeando la roca de mármol a golpe de cincel para sacar algo bello; del mismo modo la Palabra de Dios debe de esculpir nuestras vidas y nosotros dejarnos labrar el alma por las manos divinas.

¿Cómo dejarnos labrar el alma por las manos divinas?¿cómo favorecer que Jesucristo sea el centro de nuestra vida? El primer paso es reconocer que nuestro único señor es Jesucristo. En segundo lugar asegurar lo que podríamos llamar ‘la versión básica’ de la vida cristiana. Esta versión básica de la vida cristiana se asemeja a un taburete de tres patas. La primera pata de esta versión básica de la vida cristiana es participar en la Eucaristía. La segunda pata está íntimamente relacionada con la primera, que es confesarse con mucha frecuencia. Y la tercera pata de este particular taburete de la vida cristiana es el trato con el Señor en la oración por medio de la lectura de la Biblia. Si nos adentramos en esta particular aventura de seguir a Jesucristo iremos adquiriendo esa finura y delicadeza en el trato con lo sagrado que nos llenará de esa alegría que únicamente Dios nos puede proporcionar.

¡Viva Jesús sacramentado!, ¡sea por siempre bendito y adorado!.



1 comentario:

Angelo dijo...

Feliz fiesta. Que todos reconozcan al Rey de todo lo creado. Un abrazo