viernes, 11 de noviembre de 2011

San Martín de Tours 2011

SAN MARTÍN DE TOURS 2011

’ Homilía:
Sr. Alcalde y corporación municipal, autoridades, feligreses, hermanos todos en Cristo.
Hoy celebramos la fiesta de nuestro Santo Patrón: San Martín de Tours. Un de las tantas cosas que me han seducido de este ilustre santo ha sido el modo de cómo Dios ha ido entrando en su vida y cómo Martín ha sido dócil al Señor. Dense cuenta que sus padres eran paganos, no conocían el mensaje de Jesucristo. Martín, al principio no amaba a Jesucristo porque no le conocía. Además, su padre era tribuno militar romano y tenía su mirada en la conquista de nuevos pueblos y en el afán de acumular riquezas. Fue en este ambiente donde Martín se fue criando durante su infancia, adolescencia y parte de su juventud en este ambiente romano.
Sin embargo Dios le tocó en el corazón. Estudiando en Pavía descubre a una persona que se llama Jesucristo. ¿Quién le hablaría de Jesús?, ¿quién le habrá contado las parábolas y los milagros del Señor?. Lo que parece es que fue conociendo a Jesucristo gracias al testimonio de otros cristianos.
Su padre, deseando quitarle estas ideas cristianas de la cabeza le obliga a ingresar en el ejército. Sin embargo ya era muy tarde porque el Señor Jesús ya había conquistado el corazón de este jovencito soldado romano. Se dio cuenta de la imperiosa necesidad de hacer apostolado con su trabajo de militar para evangelizar y santificar a los hombres, dando un claro testimonio de Cristo. Vivía en medio del mundo y en medio de las labores temporales con un espíritu evangélico. A partir de ese momento nunca interrumpió la presencia de Dios, del mismo que no interrumpimos la respiración. Por muy grandes que fueran sus ocupaciones siempre rezó sin que se dañasen sus asuntos.
¿Por qué creen ustedes que partió con su espada en dos su capa con aquel pobre?, ¿acaso este gesto generoso brotó de un simple sentimiento de lástima? Este gesto fue fruto de una vida intensa de oración, de renuncia y de una fuerte apuesta por ser leal a Jesucristo. Dios, con su particular cincel va labrando a golpe de martillo el alma de Martín.
Martín se fue percatando como sus motivaciones fueron transformándose de espurias en puras. Ya no buscaba ni la gloria, ni el honor, ni la fama… lo único que deseaba era hacer las cosas para amar al Hacedor de todo. Martín con ese trato frecuente con el Señor en la oración fue descubriendo que «los buenos cristianos son como esos pájaros que tienen grandes alas y pequeñas patas y que no pueden posarse porque no podrían levantarse ya de nuevo y serían cogidos; por eso hacen sus nidos en el borde de las rocas, en los techos de las casas, en lugares elevados. Del mismo modo el cristiano debe de estar siempre en sus alturas; apenas bajamos nuestros pensamientos hacia la tierra somos enseguida cogidos». Recapacitando y adquiriendo los criterios de Jesucristo descubrió que «pasamos los años que el Señor nos concede en la indiferencia, sin preocuparnos del motivo por el cual el Señor nos ha puesto sobre la tierra».
Después de conocer lo que implicaba ser cristiano da un paso importante: fue bautizado. No se bautizó para celebrar una fiesta social, se bautizó para ingresar al servicio de Jesucristo y renunciando a la milicia fundó un monasterio en Ligugé (Francia) para vivir la vocación monacal, como monje bajo la dirección de San Hilario de Poitiers.
Fue ordenado sacerdote y elegido obispo de Tours. Dios, sin embargo, lo quiere pastor en su Iglesia, y Martín se dirige hacia Francia, sumida entonces aún en el paganismo. Martín la quiere convertir a base de oración y penitencia, que era una vocación tan personal suya. El monasterio que funda viene a ser un semillero y una escuela sacerdotes y obispos, que con su santidad y celo harán avanzar grandemente a la Iglesia en el suelo francés.
Martín mismo es sacado de su soledad y llevado como Obispo a la ciudad de Tours, aunque le cuesta mucho dejar la paz de la oración y hacerse cargo del cuidado de las almas.
Se presenta pobre, medio desnudo y sin ningún recurso humano. El pueblo lo acepta como un enviado de Dios. Funda un nuevo monasterio, y en él se refugia cuando regresa de sus correrías pastorales, pues la oración es la vida de su vida, como recuerda un historiador suyo de aquel tiempo, que dice con gracia:
- «Como el herrero, que en medio de su trabajo encuentra descanso al golpear de vez en cuando el yunque, así Martín, cuando parecía hacer otra cosa, estaba siempre en oración».
¡Siempre en oración! La oración era su fuerza. Con la oración convertía a los paganos. Con la oración fortalecía este Pastor a sus ovejas. Con la oración, veía en todas las cosas a Dios. Con la oración tenía un poder extraordinario sobre los demonios.
La oración le descubría a Dios en todas las cosas. Sabía leer como nadie en el libro de la Naturaleza. Un día ve a los peces en el río perseguidos por unos animales voraces. Martín se vuelve sin más a sus discípulos:
- «¿Veis? Esta es la imagen cabal de los demonios: siempre al acecho, se tiran detrás de los imprudentes que se ponen en tentación, y los devoran».
El poder de Martín contra Satanás se hizo muy famoso. Un día el demonio se le aparece disfrazado de hombre santo, y comienza a hablar de teología. Martín lo reconoce:
- «¡Desgraciado! No me engañas. Tú eres el demonio. Si te convirtieras, Dios te perdonaría.
El demonio, encarnación de la soberbia, le responde furioso:
- ¿Yo convertirme? ¿Yo humillarme? ¿Yo pedir perdón? ¡Eso, jamás! ».
Hasta en el lecho de muerte se le presentará el enemigo, y Martín le desafiará valiente:
- ¡Fuera, bestia brutal! ¡Conmigo no tienes nada que hacer!
Cae una vez enfermo, y el pueblo no le deja morir:
- ¡No te vayas aún! ¡No te mueras todavía!...
Martín, como San Pablo, ve la muerte como una ganancia. Pero la Iglesia le reclama. Y el Obispo hace una oración inmortal del Pastor:
- Señor, quiero morir, para estar con Cristo. Pero si soy todavía necesario a tu pueblo, no me niego al trabajo, y aquí seguiré.
Hacia el final de su vida vuelve a su primer gesto de caridad. Ahora ya no rasga en dos su clámide militar. Ahora lo da todo...
A punto de salir para celebrar la Eucaristía, se le presenta un pobre casi desnudo del todo. Martín se quita la túnica que ya lleva puesta, y se la da. Uno de los sacerdotes se lo reclama:
- ¿No ves que está esperando toda la gente, y que así no puedes salir?
El Obispo le entrega unas monedas con el encargo de ir a comprar otra túnica sencilla.
- ¡No hay tiempo!, reclama el sacerdote. Pero Martín se mantiene firme:
- Vete a comprarla, que aquí esperaremos todos. Lo primero es vestir al pobre.
El pobre, para Martín, fue siempre Jesús en persona...
Así, como un Obispo santo y celoso Pastor de la Iglesia, humilde, caritativo, unido siempre a Dios con la oración, con milagros que lo acreditan ante el pueblo y con un poder sobrehumano sobre los demonios, muere Martín, tan querido de todo el pueblo cristiano.
«Como un arquitecto dispone las piedras de una construcción, así pone el Señor a cada uno en el puesto más adecuado». San Martín de Tours es nuestro Santo Patrón, es un punto de referencia muy importante para irnos asemejando al Buen Pastor. «Para hacer bien las cosas hay que hacerlas como Dios, en plena conformidad con sus designios»; por lo tanto que nuestra única motivación en la vida sea «hacer todo por amor a Dios».

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