DOMINGO XXXIII DEL TIEMPO ORDINARIO
La lectura primera tomada del libro de los Proverbios es magnífica: «Una mujer hacendosa, ¿quién la hallará? Vale mucho más que las perlas (Prov. 31,10) ».
Esta pregunta del sabio de la Biblia recuerda a Diógenes, aquel filósofo griego que en una ocasión salió a una plaza de Atenas en pleno día portando una lámpara. Mientras caminaba decía: «Busco a un hombre.» «La ciudad está llena de hombres», le dijeron. A lo que él respondió: «Busco a un hombre de verdad, uno que viva por sí mismo [no un indiferenciado miembro del rebaño].» Esto decía aquel filósofo griego en los años 400 a.C.
Su marido se fía de ella, nos dice el sabio inspirado por Dios, y no le faltan riquezas. Le trae ganancias y no pérdidas todos los días de su vida... Maravilloso tesoro y dichoso quien lo encuentra. Ideal sublime que toda mujer ha de afanarse por conseguir: ser una bendición de Dios donde quiera que se encuentre, poner al servicio de los demás toda la riqueza de su condición femenina. Dar ternura a la vida, dar sencillez y belleza, dar serenidad y sosiego. Convertir cada casa en un lugar apacible y cómodo, en un hogar limpio y tranquilo en el que permanezca la paz y la alegría de Dios.
Ahí está el mal, en que a menudo se pone el valor de la mujer en su presencia física nada más. De ahí que, en la mayoría de los casos, la mujer se afane sobre todo en aparecer hermosa y atractiva, mientras descuida otros aspectos más importantes, aunque menos vistosos de momento. Hay que reconocer que la culpa, en gran parte al menos, la tiene el hombre, ese animalito extraño que teniendo la luz de la inteligencia se guía casi siempre por el instinto.
Así viene luego el triste, cuando no dramático, desenlace de la separación o el divorcio. Antes de que ese momento llegara, debería la mujer esforzarse por aparecer más bonita y arreglarse aun para estar en la cocina. Y junto a ese esfuerzo por estar siempre arreglada, poner la ilusión y el cariño de una novia. También aquí influye culpablemente el hombre, ese niño absurdo que no sabe apreciar las cosas, que es egoísta y que no piensa un poco más en los que tiene a su alrededor cuando está en casa... En fin, Señor, haz que cada hombre acierte al elegir a "su" mujer y que cada mujer encuentre a "su" hombre.
Dios no quiere que seamos gente mediocre que se va arrastrando por la arena de este mundo. Dios ha puesto nuestro mundo y nuestra vida para hacernos crecer y superarnos cada día más.
Nuestra inquietud constante, pues, es mirar siempre a un futuro mejor para nosotros y para los demás hombres. El ayer debe ser siempre peor que el hoy y el hoy peor que el mañana sin miedo alguno.Decía el escritor francés Víctor Hugo: “El futuro tiene muchos nombres: para el débil es lo inalcanzable, para el miedoso es lo desconocido, para el valiente, la oportunidad.” - Ciertamente que es más fácil no complicarse la vida por nada ni por nadie; que es más fácil ser indolente, mediocre y flojo. Pero, la verdad es, que lo bueno de hoy es fruto de quienes trabajaron ayer para que nosotros viviéramos mejor. Los flojos y los mediocres nunca son capaces de arriesgar nada por nadie. Con hombres así este mundo ya hubiera desaparecido.
- Pero también es verdad que, gracias a quienes se esforzaron, sudaron, trabajaron y multiplicaron sus talentos, el presente es mejor que el ayer.Y también es verdad que el mañana será mejor, no por quienes se cruzan de brazos por miedo a que se les complique la vida, sino por quienes hoy se siguen esforzando y multiplicando sus talentos, aunque ellos no vean el fruto de su sudor.
La lectura primera tomada del libro de los Proverbios es magnífica: «Una mujer hacendosa, ¿quién la hallará? Vale mucho más que las perlas (Prov. 31,10) ».
Esta pregunta del sabio de la Biblia recuerda a Diógenes, aquel filósofo griego que en una ocasión salió a una plaza de Atenas en pleno día portando una lámpara. Mientras caminaba decía: «Busco a un hombre.» «La ciudad está llena de hombres», le dijeron. A lo que él respondió: «Busco a un hombre de verdad, uno que viva por sí mismo [no un indiferenciado miembro del rebaño].» Esto decía aquel filósofo griego en los años 400 a.C.
Su marido se fía de ella, nos dice el sabio inspirado por Dios, y no le faltan riquezas. Le trae ganancias y no pérdidas todos los días de su vida... Maravilloso tesoro y dichoso quien lo encuentra. Ideal sublime que toda mujer ha de afanarse por conseguir: ser una bendición de Dios donde quiera que se encuentre, poner al servicio de los demás toda la riqueza de su condición femenina. Dar ternura a la vida, dar sencillez y belleza, dar serenidad y sosiego. Convertir cada casa en un lugar apacible y cómodo, en un hogar limpio y tranquilo en el que permanezca la paz y la alegría de Dios.
Ahí está el mal, en que a menudo se pone el valor de la mujer en su presencia física nada más. De ahí que, en la mayoría de los casos, la mujer se afane sobre todo en aparecer hermosa y atractiva, mientras descuida otros aspectos más importantes, aunque menos vistosos de momento. Hay que reconocer que la culpa, en gran parte al menos, la tiene el hombre, ese animalito extraño que teniendo la luz de la inteligencia se guía casi siempre por el instinto.
Así viene luego el triste, cuando no dramático, desenlace de la separación o el divorcio. Antes de que ese momento llegara, debería la mujer esforzarse por aparecer más bonita y arreglarse aun para estar en la cocina. Y junto a ese esfuerzo por estar siempre arreglada, poner la ilusión y el cariño de una novia. También aquí influye culpablemente el hombre, ese niño absurdo que no sabe apreciar las cosas, que es egoísta y que no piensa un poco más en los que tiene a su alrededor cuando está en casa... En fin, Señor, haz que cada hombre acierte al elegir a "su" mujer y que cada mujer encuentre a "su" hombre.
Dios no quiere que seamos gente mediocre que se va arrastrando por la arena de este mundo. Dios ha puesto nuestro mundo y nuestra vida para hacernos crecer y superarnos cada día más.
Nuestra inquietud constante, pues, es mirar siempre a un futuro mejor para nosotros y para los demás hombres. El ayer debe ser siempre peor que el hoy y el hoy peor que el mañana sin miedo alguno.Decía el escritor francés Víctor Hugo: “El futuro tiene muchos nombres: para el débil es lo inalcanzable, para el miedoso es lo desconocido, para el valiente, la oportunidad.” - Ciertamente que es más fácil no complicarse la vida por nada ni por nadie; que es más fácil ser indolente, mediocre y flojo. Pero, la verdad es, que lo bueno de hoy es fruto de quienes trabajaron ayer para que nosotros viviéramos mejor. Los flojos y los mediocres nunca son capaces de arriesgar nada por nadie. Con hombres así este mundo ya hubiera desaparecido.
- Pero también es verdad que, gracias a quienes se esforzaron, sudaron, trabajaron y multiplicaron sus talentos, el presente es mejor que el ayer.Y también es verdad que el mañana será mejor, no por quienes se cruzan de brazos por miedo a que se les complique la vida, sino por quienes hoy se siguen esforzando y multiplicando sus talentos, aunque ellos no vean el fruto de su sudor.
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