Domingo XXII del Tiempo Ordinario, ciclo B
01.09.2024 (Mc
7, 1-8.14-15.21-23)
Las
autoridades de Jerusalén envían a algunos fariseos y escribas porque acusan a
Jesús de violar un precepto grave y enseña a sus discípulos a no realizarlo.
Acusaban a Jesús de no realizar las purificaciones rituales y le acusaban de
enseñar a sus discípulos a no dar importancia a esta práctica. No se trataba de
una práctica de higiene, ya que las purificaciones se realizaban después de
realizar la higiene correspondiente.
Estas
purificaciones eran necesarias para limpiar cualquier eventual impureza porque
alguien o alguno podrían tener contacto con cualquier cosa del mundo. En el
libro del Levítico hay dedicados seis capítulos a estas distinciones entre lo
que es puro y lo que es impuro. Puros son ciertos animales que se pueden comer
e impuros son otros animales (el cerdo, el camello, la liebre…) que hay que
evitar. Las condiciones de impureza de cualquier modo llaman y recuerdan a la
muerte, la sangre, todo lo relacionado con el nacimiento, las enfermedades…
Pero en el tiempo de Jesús se consideraba impuro todo lo que tenía relación con
la muerte ya que cualquiera que incurriese en impureza o estuviera relacionado
con algo considerado impuro no podía acercarse al Señor, no podía acudir a la
sinagoga ni al Templo ni a la vida social del pueblo israelita. Por lo tanto
debían de purificarse.
En el libro del Éxodo se establece qué cosas hay que hacer
para purificarse; pero las disposiciones se referían únicamente a los
sacerdotes que viviendo en contacto constante ante Dios, el Santo, el Puro
debían mantenerse siempre en un estado de pureza. Por lo tanto ellos no podían
enterrar a un muerto y luego ir al templo a servir al Señor. Es más, los
sacerdotes iban al templo descalzos, no calzados, porque los zapatos eran de
cuero y el cuero está elaborado de un animal muerto, lo cual ya incurrían en
impureza el hecho de ir calzados.
Los fariseos del tiempo de Jesús habían
inculcado en la mentalidad de la gente que todas estas prescripciones de pureza
que tenían los sacerdotes tenían que convertirse en una práctica habitual en la
vida cotidiana de todos los israelitas, porque los israelitas son un pueblo
puro y los paganos son los impuros. Aquí está la disputa entre Jesús y los
fariseos y escribas.
Los fariseos y escribas sostenían la
importancia de lavarse las manos para purificarse: Esto tenía un significado
hermoso que era recordar al israelita que cuando tomó el pan tocaba algo puro
ya que el pan es un don de Dios. Les recordaba que el pan y los dones
materiales tenían un significado además del económico, tenían el significado de
la fe. Por ejemplo; una esposa cuando observa el anillo, a alianza matrimonial,
el cual puede o no tener mucho valor económico, pero para ella tiene todo un
significado porque le recuerda muchos años de una vida de amor con el esposo.
Aquí está el significado del lavado ritual de las manos que debía de realizar
el israelita que debía de tomar el pan como un regalo del cielo y por tanto
compartirlo con todos los hijos de Dios.
Sin embargo en el tiempo de Jesús pasó
a convertirse –el lavarse las manos como purificación- en un ritual semi-mágico
para protegerse de las fuerzas del mal que podían entrar cuando uno se estaba
alimentando y por lo tanto tenían que protegerse de estas fuerzas de la muerte.
Por lo tanto ya habían perdido este significado original que era hermoso.
El evangelista Marcos escribe a unas
comunidades de Roma, procedentes del paganismo que no conocen estas costumbres
judías; por eso el evangelista necesita explicar a sus lectores esta obsesión
de los judíos con las purificaciones.
Aquellos que iban al mercado/plaza (Jn
7,4) habían tenido contacto con otras personas con objetos, con alimentos que
podían ser portadores de impureza: tocar sin querer a un pagano, un objeto
idólatra o a una mujer durante su ciclo. Por esto al regresar a su casa deben
de hacer el rito de la purificación y tenían que hacerlo de un modo muy
meticuloso como lo prescribía el Talmud.
¿Cómo responde Jesús a la acusación que
le están haciendo de descuidar las tradiciones de los mayores? Las manos son el
símbolo de la acción que realizamos; con las manos podemos hacer el bien o
hacer el mal, dar la vida y dar la muerte. Y ante la pregunta de si tocar un
objeto, dar la mano a un pagano, acariciar a un leproso, enterrar a un muerto… Jesús
responde que esto no ensucia tus manos. Esto es así porque ninguna criatura ni
ninguna persona es impura para Dios. Jesús no acepta que se purifique las manos
con un rito porque ese rito te tranquiliza la conciencia y te hace pensar de un
modo engañoso. Para Jesús son puras las manos que dan de comer al hambriento y
de beber al sediento, que han vestido al desnudo, curado al enfermo y visitado
al que está en la cárcel. Recordemos que en el capítulo 11 de san Lucas, Jesús
sigue discutiendo con los fariseos y los escribas sobre las purificaciones y
les dice que ellos se afanan en purificar lo externo de las copas y de los
platos. Y les dice cómo ellos deberían de purificar la copa y los platos: dad a
los pobres lo que hay dentro de la copa y de los platos (la bebida y la comida)
y todo se volverá puro. Aquí está la diferencia entre las manos puras de los
fariseos que realizan el rito y lo de Jesús que va a lo esencial, las obras de
amor, las cuales purifican las manos.
Jesús les dice: ‘Bien profetizó Isaías
de vosotros, hipócritas (…)’. El término ‘hipócrita’ no tiene el significado
que tiene asumido por nosotros desde un punto de vista moral. Para nosotros los
términos fariseos e hipócritas se identifican, porque entendemos al fariseo
como persona falsa que predica el bien y hace el mal. Este no es el sentido de
‘hipócrita’ del evangelio. Los fariseos
no eran gente mala, es más, Pablo era un fariseo (Rm 10). Eran personas celosas
y que cumplían escrupulosamente con la Torá. Pero desgraciadamente ellos eran
personas esclavas de sus tradiciones religiosas y ni siquiera Jesús pudo
liberarlos e introducirlos en la libertad y en la alegría del amor
incondicional de Dios. Entonces ¿qué significa el término ‘hipócrita’? El
término hipócrita se refería a los actores de teatro. El actor era un
hipócrita; la razón era porque en aquel tiempo las representaciones teatrales
el actor nunca se presentaba su rostro/cara, sino que siempre iba con una
máscara y así simulaba lo que no era. Podía ser en la vida real un pobre
granjero y se presentaba en la obra teatral como un filósofo. Aquí Jesús cuando
se refiere a los fariseos y a los escribas no les dice que son malos, lo que les
dice es que ellos son comediantes.
Dice que Dios no tiene necesidad de esas escenas teatrales o de esas comedias
religiosas (los rituales de purificación) ya que lo que Dios espera de ellos es
otra cosa muy diferente, por eso hace referencia al profeta Isaías: «Este
pueblo me honra con los labios, pero su corazón está muy lejos de mí» (Is 29,
13). Es decir, que sus pensamientos, sus mentes, sus decisiones están muy lejos
de Dios. El profeta Isaías, en su primer capítulo presenta la comedia religiosa
que sucedió en Jerusalén. Dios dice que cuando el pueblo realiza sus comedias
religiosas que Él mira para otra parte (Cfr. Is 1, 15): «Cuando extendéis las
manos para orar, aparto mi vista». Que el perfume del incienso, de los
holocaustos los aborrece porque no obran conforme a la voluntad de Dios. La
razón es clara: Con esas manos se comenten violencia, gotean sangre y luego vienen
a Dios para llevar a cabo un rito de purificación y esto no le interesa a Dios,
porque todo esto es una farsa, un engaño.
Jesús toma precisamente al profeta
Isaías para decirles que está esperando a alguien que quiera realmente una
relación con Él, para así adentrarse en una auténtica purificación/conversión:
es la purificación de los que realizan las obras de amor, ya que ese es el
único culto que a Dios le gusta.
Y a continuación Jesús dice a todos qué
cosa hace impuro al hombre. Dice que es de dentro del hombre donde surge la
impureza. Cuando se dice ‘de dentro’ no se está refiriendo a la sede de los
afectos, sino de la mente, de la conciencia, el origen de las elecciones y de
las decisiones. Y a continuación Jesús presenta doce comportamientos que vienen desde dentro del corazón del hombre
y lo hacen impuro; es decir, que al hacerlo impuro mata lo humano que tiene esa
persona, lo destruye como hombre.
Hay doce comportamientos en los que
encuentras seis en singular y seis en plural. La primera de ellas es la
prostitución o fornicaciones: no
sólo habla de la única forma de prostitución o de fornicación que conocemos,
sino que está en plural porque son muchas; son todas aquellas situaciones de la
vida en la que uno se vende por intereses. Si para conseguir cualquier cosa en
el trabajo o en la carrera uno vende su propia conciencia y sus propios valores
personales o la propia dignidad uno se prostituye, fornica y esto deshumaniza.
El segundo es ‘los robos’, no robo;
usa el plural porque existe muchas maneras de robar. No consiste sólo en quitar
algo a alguien, sino que la gestión de los bienes de este mundo es un robo
porque los bienes de este mundo son todos de Dios. El robo puede incluso robar
el buen nombre de una persona y hay muchas formas de robar y todas ellas te
deshumanizan. El tercero son los homicidios;
no sólo es quitar la vida a una persona con un arma, sino que cualquier
reducción en la vida del otro es un homicidio, uno puede quitarle la alegría de
vivir, de trabajar porque se le está acosando en su trabajo, se le está
atacando por pensar y sentir de un modo diferente, se está abusando de él y
minando su autoestima y su propia persona, todo esto es un homicidio, y no
digamos nada de las calumnias y maquinaciones contra una persona, y todos estos
homicidios están proyectados y nacen del corazón del hombre. La cuarta son los adulterios; hay muchas traiciones a la
lealtad y muchas infidelidades al amor. Todas las búsquedas del placer egoísta
que suponga la esclavitud o servidumbre del otro son traiciones al amor, son
adulterios. La quinta son las codicias;
las codicias son los antojos que te llevan a querer tener cada vez más para
acumular y guardar la felicidad de tener más. La alegría del hombre no consiste
en tener más o en acumular más sino en el dar/donar más. Hay más alegría en el
dar que en el recibir. El hijo de Dios que hay en uno crece cuando hay
disposición para hacer al otro feliz ya que si acumulamos para nosotros nos
olvidamos de los demás. La sexta son las
malicias; son los malos pensamientos, el pensar y buscar siempre mal de
alguien. Hay muchísima gente, de las que son incluso muy devotas, que tienen un
deseo incontenible de controlar y vigilar la vida de los demás porque sospechan
y piensan mal de esas personas y sienten un placer morboso de decirles a sus
amigos toda la porquería de esa persona en concreto. Estas personas son
devastadoras; siempre miran las acciones con sospecha, siempre ven las malas
intenciones de los demás por todas partes. Y a partir de aquí empiezan los seis
comportamientos en singular. El séptimo es el
fraude, el engaño; es el comportamiento de aquellos que piensan en su
propio interés y está dispuesto a realizar cualquier truco para conseguir sus
propios objetivos. Sería lo que en griego se llama δόλος (dólos),
engaño. El octavo comportamiento es el desenfreno;
no se refiere sólo al campo sexual, pero todos los sentidos han de tener sus
propios frenos, en el beber, en el comer, en el entretenimiento… es la falta de
autocontrol; es el comportamiento de aquellos cuya norma es que “yo hago lo que me plazca”. El noveno
comportamiento es la envidia; es el
miedo de que alguien quiera algo de mí y me reste algo de mí, por lo que uno
está atento no sea que la habilidad de esa persona, ese modo de actuar o esos
estudios o ‘labia’ haga que mi posición o pretensiones sean restadas o entren
en serio peligro, porque el otro es un enemigo, contrincante, una persona a
derrocar para que ‘no me haga sombra’; me lamento de que el otro tenga algo que
yo no puedo tener. Muchas veces cuando uno no se alegra de los éxitos de los
demás es porque la envidia gobierna ese corazón. El décimo comportamiento es la calumnia o difamación; es la
oposición a la verdad, porque como esa verdad no me gusta o no me conviene
tengo que buscar el modo de cómo obstaculizar la verdad, de ocultarla. El decimo
primer comportamiento es el orgullo;
es como si cuando uno hablara todo el mundo se tuviera que callar porque es que
de nuestra boca sólo salen oráculos. Y el último comportamiento que viene del
corazón y te arruina como hombre es la
frivolidad; la frivolidad es la estupidez, es el orientar de un modo
incorrecto las elecciones en la propia vida. Es el comportamiento del hombre de
la parábola del capítulo 12 de san Lucas que había acumulado los bienes de
sobra para poder vivir perfectamente toda su vida. Lo tenía acumulado en vez de
distribuirlos, ya que ha tenido la fortuna de poseerlos en sus manos y lo que
ha hecho ha sido ampliar los almacenes para guardarlos. La frivolidad es
sacrificar toda la existencia por acumular en lugar de donar, y luego encima no
ha construido nada. Es una persona que no terminó nada en su vida porque no
construyó nada con el amor.
De todas estas cosas/comportamientos
concluye Jesús que son malos porque salen de dentro para afuera y éstos
contaminan al hombre porque degradan al hombre, le hacen inmundo, te hacen
morir como hombre.
Es esta impureza interior, es esta
muerte interior la que debemos purificar y esto no se purifica con el agua de
las purificaciones. El que purifica el corazón es la voz del Espíritu que
Cristo nos ha entregado; es la Palabra de Cristo la que nos purifica.