domingo, 25 de agosto de 2024

Homilía del Domingo XXI del Tiempo Ordinario, ciclo B 25.08.2024

 


Domingo XXI del tiempo ordinario, ciclo b

25.08.2024                                  (Jn 6, 60-69)

 

         Jesucristo es muy claro: quien vive su vida se une a la vida del Padre –se comunica- y así el que vive su vida se vuelve eterno. Cristo nos pide una adhesión incondicional a su persona. Un apoyo entusiasta a su persona y unánime. Sin embargo, los judíos no querían acoger el pan de vida –la persona de Cristo- porque eran conscientes de lo que esto supondría para su vida cotidiana. Pero ¿cuál será la reacción de sus discípulos? ¿Cómo reaccionan los más íntimos de Jesús? Por lo menos de ellos esperamos una adhesión sin vacilaciones.

         El hecho de que los judíos se negaran a acoger a Jesús y a aceptar su propuesta de vida era algo que podría entrar dentro de lo que era lo normal. Ellos se negaban a aceptar que en Jesús se hubiera producido la encarnación de la Sabiduría de Dios y por eso no habían aceptado ni su persona ni su palabra. Sin embargo sorprende que muchos de los discípulos que le habían oído y habían sido testigos de sus milagros hubieran preferido alejarse, abandonar a Jesús: Y de hecho le abandonan. ¿Cuáles son las razones por las que ellos le abandonaron? ¿Por qué ellos le bloquearon? Ellos se dieron cuenta de lo que comportaba para su vida concreta el decir a Jesús que ‘sí’. Y llegado a este punto le dicen claramente un ‘no’, es muy duro y no quieren seguir escuchándolo. Hasta ese momento le habían escuchado de muy buena gana y habían presenciado con alegría los milagros que Jesús realizaba y además compartían muchas de las críticas que Jesús hacía a los fariseos, saduceos, herodianos…Pero claro, hasta ese momento su vida concreta y cotidiana todavía no había sido tocada por el Evangelio y continuaban comportándose y actuando como personas honestas y caritativas….se comportaban como buenas personas. De tal manera que ellos pensaban que para ser discípulos de Jesús bastaba con esto: ser buenas personas, caritativas, honestas… Y es en este punto cuando ellos entienden lo que Jesús quiere. Jesús les pide que sean como él y él es alguien que dona la vida. Jesús te plantea que dejes de pensar en ti mismo y empieces a pensar en el bien del hermano: te pide que seas/seamos siervos a tiempo completo e incluso que mueras por amor por tu enemigo. Es en este punto cuando se dan cuenta que la propuesta de Jesús es dura. Hasta ese momento los discípulos de Cafarnaúm habían percibido la palabra de Jesús como dulce, amable y razonable, pero cuando se sintieron involucrados personalmente en esa causa y en su vida concreta y cotidiana y fueron invitados a tomar la decisión de dar un golpe serio en su vida se dieron cuenta de lo que comportaba decir ese ‘sí’ a Jesús.

Ellos habían creído que en Jesús habían encontrado a alguien que le resolviera todos los problemas (recordemos que antes le querían haber nombrado rey). Los discípulos habían esperado de Jesús todo tipo de éxito y de grandezas en este mundo (recordemos los hijos del Zebedeo). Muchos viven su ser cristiano para que el Señor les proteja en los viajes, que les de éxito en las tareas temporales, para que su protección sea una constante para que las cosas les vaya bien…: Estos son los discípulos que siguen aún a Jesús porque aún no han entendido lo que realmente el Señor les está pidiendo. Recordemos las palabras de Jesús: Quien no renuncia a todas sus posesiones no puede ser mi discípulo…. Quien no ama a su padre y a su madre más que a mí, no es digno de mí… Quien no deja casa, tierras, posesiones por mí, no es digno de mí. ¿Nosotros también le abandonaríamos diciéndole que tiene un modo de hablar muy duro?

Es en el banquete eucarístico cuando te pregunta si quieres unir tu vida a la suya. Cuando Cristo dice que tomes su cuerpo y que bebas de su Cáliz te está planteando ¿tú también quieres abandonarme porque has descubierto la dureza de mis palabras?  ¿También tú me quieres abandonar porque te has dado cuenta de lo que supone decirme ‘sí’ en el seguimiento? Si sigues creyendo que ser seguidor de Cristo es algo dulce, algo suave, algo tranquilo es que no entiendes lo que estás haciendo.

El Pan de Cristo te pregunta ¿quieres ser similar a mí? ¿Quieres partirte y repartirte, desgastarte e ir muriendo poco a poco amando a todos? ¿Quieres que tu vida sea un regalo constante para la vida de tu hermano e incluso de tus enemigos? ¿Quieres unir tu vida a la mía? Porque ante esto se plantea una cuestión ¿por qué estoy buscando a Jesús y qué espero yo de él?

Esta más que claro que la mayoría de los cristianos se asemejan a las multitudes de Cafarnaúm que querían a un salvador fácil, a uno que les salvase del hambre, que les saciase respondiéndoles con milagros a sus necesidades: que les ayudase a estar bien en esta vida. ¿Qué cosas le pedimos al Señor?

Y ¿cómo vive Jesús estos momentos de crisis de los discípulos? Sabían que ellos murmuraban. Ellos habían sentido una profunda repulsa a la propuesta de Jesús de donar toda la vida y de sacrificarse por los demás. Es todo lo contario a los criterios de este mundo que busca acumular riquezas y éxitos, posesiones y reconocimientos. Los discípulos contestaron abiertamente oponiéndose a la propuesta de Jesús.

Cuando Jesús lanza la propuesta central de quién es discípulo y quién no lo es, es cuando se escandalizan, es cuando ‘patinan’. Sin embargo Jesús no se sorprende de esta reacción instintiva de los discípulos. No se sorprendió porque el propio Jesús había experimentado durante toda su vida lo duro y difícil que es obedecer siempre a la voz del Espíritu. Esto es así porque la naturaleza biológica nos lleva a una dirección contraria: no a entregar la vida, sino a aferrarte a la vida. Jesús ha experimentado personalmente esta fatiga. Recordemos el capítulo 4, versículo 15 de la carta a los Hebreos: «Pues no es él un sumo sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras flaquezas, sino que las ha experimentado todas, excepto el pecado». Quien sabe lo duro que es seguir a la voz del Espíritu comprenderá lo doloroso de nuestra fragilidad.

Jesús nos dice que si queremos acoger la propuesta que él nos plantea es preciso tener un corazón puro y abierto a la voz del Espíritu. Por la voz de la carne, la voz de sus pulsiones, por la voz de la secularización, de la mundanidad y por las otras propuestas de vida van abandonando la comunidad cristiana.

Los discípulos de Cafarnaúm están en un tiempo de crisis. «Crisis» viene de  «κρίνειν», que significa que es la hora en la que hay que discernir, hacer una elección. De las crisis uno puede salir derrotado o mejorado/maduro. Esto es fundamental ahora para la Iglesia: ¿Apostamos por una Iglesia más evangélica, más dinámica en el dinamismo del Espíritu –y no el de la carne-, más consciente y más madura? Si apostamos por este modelo evangélico y en sintonía con la voluntad de Cristo para la Iglesia ¿dónde tomamos las fuerzas para tomar las decisiones correctas en este momento de crisis?

La carne, dice Jesús, no sirva para nada. En la Biblia cuando se habla de ‘carne’ significa la naturaleza humana. Jesús te dice: ‘si quieres entender la propuesta que yo te hago tú debes tener un corazón puro, un corazón abierto a la voz del Espíritu, porque la voz de la carne, es decir, de tus impulsos, de tus instintos no te dirán que yo tengo la razón y te llevarán a la dirección opuesta. Esa voz de la carne lo que pretende es que el mensaje del Evangelio se ponga de acuerdo con el consenso humano. La carne te dará los argumentos opuestos a los del espíritu. Y las palabras que yo te doy son espíritu y son vida’. Las propuestas que recibimos del Señor no las recibimos de las sugerencias de la carne, sino de la voz del espíritu dentro de cada uno que te dirá dónde viene la auténtica vida. Escucha la voz del espíritu, y no escuches la voz de la carne.

Jesús sabe que «hay alguno de entre vosotros que no creen». Parece que nos remite a la figura de Judas Iscariote. Sin embargo, en el evangelio de Juan esta figura misteriosa se convierte para el evangelista en símbolo del anti-discípulo que prefiere escuchar a la carne antes que al espíritu. Y aquellos que se comportan como el propio Judas decretan su propio suicidio, destruye la propia naturaleza humana y se niegan a ser plenamente humanos como Jesús propone. Jesús no está hablando del Judas histórico, sino en el Judas que está presente en cada uno de nosotros. Tengamos en cuenta que si rechazamos la propuesta de Jesús arruinamos nuestra vida.

Veamos cómo salen los discípulos de esta crisis. Muchos de los que habían seguido a Jesús le abandonan, no vuelven a ir con él. Es lo mismo que nos pasa hoy: tantos hermanos y hermanas que abandonan la comunidad cristiana. Ahora bien, ¿cómo juzgamos a estas personas? (Personas que se salen de los Institutos de Vida Consagrada; que abandonan el sacerdocio; que se divorcian de sus cónyuges; de los que se confirman y no aparecen por la Iglesia; de las familias que no pisan la parroquia; y de tantos y tantos casos que se puedan dar…). Estas gentes no son malas, no son traidores, son personas que se han replegado en las realidades del mundo porque entendieron que Jesús exigió demasiado y ellos no lo aceptaron. Ellos no tenían ganas de dar a Cristo su propia adhesión. Estemos atentos a no enfadarnos con ellos, no podemos enojarnos con ellos. Porque si te enojas esto significa que tal vez tú ni siquiera estés muy convencido de que hiciste bien quedándote con Jesús. Tal vez no estés del todo contento de estar con Jesús es que realmente exigente.

Jesús respeta la libertad de todas las personas. No obliga a nadie a compartir su elección; no te obliga a comer/masticar su cuerpo y beber su sangre. Se supone que los que quedan en la comunidad cristiana sepan dar un testimonio de vida realmente evangélico coherente con la petición que Jesús les ha planeado a cada uno de ellos.

Y Jesús se dirige a los Doce, a los Apóstoles y les pregunta si ellos también se quieren ir. Jesús no les está presionando ni provocando a los Doce para que le abandonen. Jesús no discute. El diálogo con los Doce ya se ha dado. Es como cuando uno se quiere casar (contraer matrimonio), primero antes de casarse uno se ha de comprometer con la persona amada (anillo de compromiso); pero llega un momento en el que tienes que decir o ‘sí’ o ‘no’. Si dices que ‘sí’ sois cónyuges, esposos; de lo contrario todo se rompe, se alejan, el uno desaparece de la vida del otro. El momento del compromiso no puede durar para toda la vida. La respuesta de Pedro (v.68-69) la da en nombre de todos nosotros: «Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios». Pedro, en nombre de todos, da las razones de nuestra adhesión al Señor porque hemos entendido lo que Cristo ha venido a traernos, a darnos: la Vida Eterna, él viene a traernos palabras de Vida Eterna.

Jesús decepcionó las expectativas de la mayoría de los discípulos que tenía en Cafarnaúm. Los Doce no son discípulos perfectos (y junto a los Doce otros discípulos que le han seguido y le siguen a lo largo de los siglos en la comunidad cristiana), es más, ni siquiera habían entendido la mayor parte de las cosas que Jesús les había dicho. Ellos celebran la Eucaristía aunque siempre acompañados de tantas preguntas, dudas por tanta perplejidad ante lo pedido por el Señor. Pedro dice que incluso cuando estamos débiles y frágiles confiamos en Cristo y creemos en Cristo. Y Pedro le reconoce como el ‘Santo de Dios’, y al decir esta expresión está manifestando a Jesús que le damos toda nuestra adhesión a su persona, aunque no entendamos todo acerca de lo que nos pide el Evangelio pero estamos en camino detrás de Jesús porque estamos confiando en su propuesta de vida.


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