Domingo XXI del tiempo ordinario, ciclo b
25.08.2024 (Jn 6, 60-69)
Jesucristo
es muy claro: quien vive su vida se une a la vida del Padre –se comunica- y así
el que vive su vida se vuelve eterno. Cristo nos pide una adhesión
incondicional a su persona. Un apoyo entusiasta a su persona y unánime. Sin
embargo, los judíos no querían acoger el pan de vida –la persona de Cristo-
porque eran conscientes de lo que esto supondría para su vida cotidiana. Pero
¿cuál será la reacción de sus discípulos? ¿Cómo reaccionan los más íntimos de
Jesús? Por lo menos de ellos esperamos una adhesión sin vacilaciones.
El
hecho de que los judíos se negaran a acoger a Jesús y a aceptar su propuesta de
vida era algo que podría entrar dentro de lo que era lo normal. Ellos se
negaban a aceptar que en Jesús se hubiera producido la encarnación de la Sabiduría
de Dios y por eso no habían aceptado ni su persona ni su palabra. Sin embargo
sorprende que muchos de los discípulos que le habían oído y habían sido
testigos de sus milagros hubieran preferido alejarse, abandonar a Jesús: Y de
hecho le abandonan. ¿Cuáles son las razones por las que ellos le abandonaron?
¿Por qué ellos le bloquearon? Ellos se dieron cuenta de lo que comportaba para
su vida concreta el decir a Jesús que ‘sí’. Y llegado a este punto le dicen
claramente un ‘no’, es muy duro y no quieren seguir escuchándolo. Hasta ese
momento le habían escuchado de muy buena gana y habían presenciado con alegría
los milagros que Jesús realizaba y además compartían muchas de las críticas que
Jesús hacía a los fariseos, saduceos, herodianos…Pero claro, hasta ese momento su vida concreta y
cotidiana todavía no había sido tocada por el Evangelio y continuaban
comportándose y actuando como personas honestas y caritativas….se comportaban
como buenas personas. De tal manera que ellos
pensaban que para ser discípulos de Jesús bastaba con esto: ser buenas
personas, caritativas, honestas… Y es en este punto cuando ellos entienden
lo que Jesús quiere. Jesús les pide que
sean como él y él es alguien que dona la vida. Jesús te plantea que dejes
de pensar en ti mismo y empieces a pensar en el bien del hermano: te pide que seas/seamos siervos a tiempo
completo e incluso que mueras por amor por tu enemigo. Es en este punto
cuando se dan cuenta que la propuesta de Jesús es dura. Hasta ese momento los
discípulos de Cafarnaúm habían percibido la palabra de Jesús como dulce, amable
y razonable, pero cuando se sintieron involucrados personalmente en esa causa y
en su vida concreta y cotidiana y fueron invitados a tomar la decisión de dar
un golpe serio en su vida se dieron cuenta de lo que comportaba decir ese ‘sí’
a Jesús.
Ellos habían
creído que en Jesús habían encontrado a alguien que le resolviera todos los
problemas (recordemos que antes le querían haber nombrado rey). Los discípulos
habían esperado de Jesús todo tipo de éxito y de grandezas en este mundo
(recordemos los hijos del Zebedeo). Muchos viven su ser cristiano para que el
Señor les proteja en los viajes, que les de éxito en las tareas temporales,
para que su protección sea una constante para que las cosas les vaya bien…:
Estos son los discípulos que siguen aún a Jesús porque aún no han entendido lo
que realmente el Señor les está pidiendo. Recordemos las palabras de Jesús:
Quien no renuncia a todas sus posesiones no puede ser mi discípulo…. Quien no
ama a su padre y a su madre más que a mí, no es digno de mí… Quien no deja
casa, tierras, posesiones por mí, no es digno de mí. ¿Nosotros también le
abandonaríamos diciéndole que tiene un modo de hablar muy duro?
Es en el banquete
eucarístico cuando te pregunta si quieres unir tu vida a la suya. Cuando Cristo
dice que tomes su cuerpo y que bebas de su Cáliz te está planteando ¿tú también
quieres abandonarme porque has descubierto la dureza de mis palabras? ¿También tú me quieres abandonar porque te has
dado cuenta de lo que supone decirme ‘sí’ en el seguimiento? Si sigues creyendo que ser seguidor de
Cristo es algo dulce, algo suave, algo tranquilo es que no entiendes lo que
estás haciendo.
El Pan de Cristo
te pregunta ¿quieres ser similar a mí? ¿Quieres partirte y repartirte,
desgastarte e ir muriendo poco a poco amando a todos? ¿Quieres que tu vida sea
un regalo constante para la vida de tu hermano e incluso de tus enemigos? ¿Quieres
unir tu vida a la mía? Porque ante esto se plantea una cuestión ¿por qué estoy
buscando a Jesús y qué espero yo de él?
Esta más que
claro que la mayoría de los cristianos se asemejan a las multitudes de
Cafarnaúm que querían a un salvador fácil, a uno que les salvase del hambre,
que les saciase respondiéndoles con milagros a sus necesidades: que les ayudase a estar bien en esta vida.
¿Qué cosas le pedimos al Señor?
Y ¿cómo vive Jesús estos momentos de crisis de
los discípulos? Sabían que ellos murmuraban. Ellos habían sentido una
profunda repulsa a la propuesta de Jesús de donar toda la vida y de
sacrificarse por los demás. Es todo lo contario a los criterios de este mundo
que busca acumular riquezas y éxitos, posesiones y reconocimientos. Los
discípulos contestaron abiertamente oponiéndose a la propuesta de Jesús.
Cuando Jesús
lanza la propuesta central de quién es discípulo y quién no lo es, es cuando se
escandalizan, es cuando ‘patinan’. Sin embargo Jesús no se sorprende de esta
reacción instintiva de los discípulos. No se sorprendió porque el propio Jesús había experimentado durante toda su vida lo duro
y difícil que es obedecer siempre a la voz del Espíritu. Esto es así porque
la naturaleza biológica nos lleva a una dirección contraria: no a entregar la
vida, sino a aferrarte a la vida. Jesús ha experimentado personalmente esta
fatiga. Recordemos el capítulo 4, versículo 15 de la carta a los Hebreos: «Pues no es él un sumo sacerdote incapaz de
compadecerse de nuestras flaquezas, sino que las ha experimentado todas,
excepto el pecado». Quien sabe lo duro que es seguir a la voz del Espíritu
comprenderá lo doloroso de nuestra fragilidad.
Jesús nos dice
que si queremos acoger la propuesta que él nos plantea es preciso tener un corazón puro y abierto a la voz del Espíritu. Por la
voz de la carne, la voz de sus pulsiones, por la voz de la secularización, de
la mundanidad y por las otras propuestas de vida van abandonando la comunidad
cristiana.
Los discípulos
de Cafarnaúm están en un tiempo de
crisis. «Crisis» viene de «κρίνειν»,
que significa que es la hora en la que hay que discernir, hacer una elección. De
las crisis uno puede salir derrotado o mejorado/maduro. Esto es fundamental
ahora para la Iglesia: ¿Apostamos por una Iglesia más evangélica, más dinámica en
el dinamismo del Espíritu –y no el de la carne-, más consciente y más madura?
Si apostamos por este modelo evangélico y en sintonía con la voluntad de Cristo
para la Iglesia ¿dónde tomamos las fuerzas para tomar las decisiones correctas
en este momento de crisis?
La carne, dice
Jesús, no sirva para nada. En la Biblia cuando se habla de ‘carne’ significa la
naturaleza humana. Jesús te dice: ‘si quieres entender la propuesta que yo te
hago tú debes tener un corazón puro,
un corazón abierto a la voz del Espíritu,
porque la voz de la carne, es decir, de tus impulsos, de tus instintos no te
dirán que yo tengo la razón y te llevarán a la dirección opuesta. Esa voz de la
carne lo que pretende es que el mensaje del Evangelio se ponga de acuerdo con
el consenso humano. La carne te dará los argumentos opuestos a los del espíritu.
Y las palabras que yo te doy son espíritu y son vida’. Las propuestas que recibimos
del Señor no las recibimos de las sugerencias de la carne, sino de la voz del
espíritu dentro de cada uno que te dirá dónde viene la auténtica vida. Escucha
la voz del espíritu, y no escuches la voz de la carne.
Jesús sabe que «hay alguno de entre vosotros que no creen».
Parece que nos remite a la figura de Judas Iscariote. Sin embargo, en el
evangelio de Juan esta figura misteriosa se convierte para el evangelista en
símbolo del anti-discípulo que prefiere escuchar a la carne antes que al espíritu.
Y aquellos que se comportan como el propio Judas decretan su propio suicidio,
destruye la propia naturaleza humana y se niegan a ser plenamente humanos como
Jesús propone. Jesús no está hablando del Judas histórico, sino en el Judas que
está presente en cada uno de nosotros. Tengamos en cuenta que si rechazamos la
propuesta de Jesús arruinamos nuestra vida.
Veamos cómo
salen los discípulos de esta crisis. Muchos de los que habían seguido a Jesús
le abandonan, no vuelven a ir con él.
Es lo mismo que nos pasa hoy: tantos hermanos y hermanas que abandonan la
comunidad cristiana. Ahora bien, ¿cómo juzgamos a estas personas? (Personas que
se salen de los Institutos de Vida Consagrada; que abandonan el sacerdocio; que
se divorcian de sus cónyuges; de los que se confirman y no aparecen por la
Iglesia; de las familias que no pisan la parroquia; y de tantos y tantos casos
que se puedan dar…). Estas gentes no son malas, no son traidores, son personas
que se han replegado en las realidades del mundo porque entendieron que Jesús
exigió demasiado y ellos no lo aceptaron. Ellos no tenían ganas de dar a Cristo
su propia adhesión. Estemos atentos a no enfadarnos con ellos, no podemos
enojarnos con ellos. Porque si te enojas
esto significa que tal vez tú ni siquiera estés muy convencido de que hiciste
bien quedándote con Jesús. Tal vez no estés del todo contento de estar con
Jesús es que realmente exigente.
Jesús respeta la
libertad de todas las personas. No obliga a nadie a compartir su elección; no
te obliga a comer/masticar su cuerpo y beber su sangre. Se supone que los que
quedan en la comunidad cristiana sepan dar un testimonio de vida realmente
evangélico coherente con la petición que Jesús les ha planeado a cada uno de
ellos.
Y Jesús se
dirige a los Doce, a los Apóstoles y les pregunta si ellos también se quieren
ir. Jesús no les está presionando ni provocando a los Doce para que le
abandonen. Jesús no discute. El diálogo con los Doce ya se ha dado. Es como
cuando uno se quiere casar (contraer matrimonio), primero antes de casarse uno
se ha de comprometer con la persona amada (anillo de compromiso); pero llega un
momento en el que tienes que decir o ‘sí’ o ‘no’. Si dices que ‘sí’ sois
cónyuges, esposos; de lo contrario todo se rompe, se alejan, el uno desaparece
de la vida del otro. El momento del compromiso no puede durar para toda la vida.
La respuesta de Pedro (v.68-69) la da en nombre de todos nosotros: «Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes
palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de
Dios». Pedro, en nombre de todos, da las razones de nuestra adhesión al
Señor porque hemos entendido lo que Cristo ha venido a traernos, a darnos: la
Vida Eterna, él viene a traernos palabras de Vida Eterna.
Jesús decepcionó
las expectativas de la mayoría de los discípulos que tenía en Cafarnaúm. Los
Doce no son discípulos perfectos (y junto a los Doce otros discípulos que le
han seguido y le siguen a lo largo de los siglos en la comunidad cristiana), es
más, ni siquiera habían entendido la mayor parte de las cosas que Jesús les
había dicho. Ellos celebran la Eucaristía aunque siempre acompañados de tantas preguntas,
dudas por tanta perplejidad ante lo pedido por el Señor. Pedro dice que incluso
cuando estamos débiles y frágiles confiamos en Cristo y creemos en Cristo. Y
Pedro le reconoce como el ‘Santo de Dios’, y al decir esta expresión está
manifestando a Jesús que le damos toda
nuestra adhesión a su persona, aunque no entendamos todo acerca de lo que nos
pide el Evangelio pero estamos en camino detrás de Jesús porque estamos confiando en su propuesta de vida.
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