sábado, 5 de noviembre de 2022

Homilía del Domingo XXXII del Tiempo Ordinario, ciclo C -La vida que genera Dios no desaparece-

 


Homilía del Domingo XXXII del Tiempo Ordinario, ciclo C, 6 noviembre 2022

Lc 20, 27-38 -La vida que genera Dios no desaparece-

 

            Hermanos estamos ya en la conclusión del año litúrgico.

Primero, para poder entenderlo, es preciso contextualizarlo: Éste es el penúltimo domingo. Después tenemos el domingo XXXIII -donde se nos entregará el discurso escatológico, el discurso de los últimos tiempos- y posteriormente la solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo con el que se concluye el año litúrgico. Estamos acercándonos a la conclusión del año litúrgico y tenemos que relacionarlo con las celebraciones que hemos tenido últimamente, el día de todos los Santos y los fieles difuntos. Y el evangelio de hoy hay que encuadrarlo en este contexto porque el tema de este domingo es la resurrección. Y hablar de la resurrección al estar concluyendo este tiempo litúrgico es tanto como decir que estamos viviendo en la esperanza de la realidad futura que tiene que venir. Por eso empezaremos el próximo nuevo año litúrgico con el tiempo de adviento que es la invocación del ‘Maranatha’, ‘ven Señor Jesús’.

            Recordemos que habíamos dejado a Jesús en Jericó [Lc 19, 1-10], es decir a las puertas de Jerusalén. En este domingo vemos ya a Jesús en Jerusalén [Lc 20, 27-38]. Semanas antes de la pasión y muerte de Jesucristo tienen lugar las llamadas disputas de Jesús con los fariseos, los saduceos, los herodianos y con algunos otros más. Esas disputas son las que empujan el proceso de capturar a Jesús y de condenarlo a muerte. Tienes disputas Jesús por cuestiones de la Ley, por cuestiones del Templo, de la observancia. Cuando Jesús tiene las disputas con los fariseos. Los fariseos eran la clase judía más observante y eran los mejor vistos por la gente, eran personas que vivían la observancia de la Ley y no pertenecían a la institución sacerdotal. Eran gente honesta y cumplidora, eran escrupulosamente cumplidora, muy diferente de lo que nosotros entendemos por el término ‘fariseo’. Sin embargo, la gente no aguantaba a los saduceos. Los saduceos eran los que formaban parte de la institución sacerdotal, eran de la alta sociedad y eran los que ‘cortaban el bacalao’ de todo el dinero que se recaudaba para el Templo. Los saduceos vivián a costa del dinero del Templo.

            Y Jesús, después de tener disputas con los fariseos tendrá disputas con los saduceos. Cuando Jesús hizo callar a los fariseos, fueron inmediatamente los saduceos para plantearle cuestiones delicadas para ponerlo a prueba. Los saduceos estaban que rabiaban con Jesús, porque Jesús estaba atacando la mamandurria, ya que ellos vivían del cuento, sin hacer nada. Los saduceos se la tenían jurada por todo lo que les hizo en el Templo al volcarles las mesas de los cambistas, hizo un látigo con las cuerdas y les echó a todos [Cfr. Jn 2, 13-17]. Cuando Jesús dijo que ‘habéis convertido mi casa en cueva de ladrones’, pues eso iba dirigido sobre todo a los saduceos que son los recaudadores. Jesús era para ellos un serio problema porque les estaba atacando lo que a ellos les daba de comer.

Y por este motivo los saduceos en una de las disputas que tienen con Jesús le presentan la cuestión de la resurrección. Porque mientras los fariseos habían aceptado la tradición que hacía referencia a los Macabeos, que es el texto de la primera lectura de hoy, [2 Mac 7,1-2,9-14] de la resurrección, el volver otra vez a la Vida. Sin embargo, los saduceos se mofaban de esta creencia de los fariseos. ¿Por qué? Porque se encontraban muy satisfechos de su situación económica, eran los que ‘cortaban el bacalao’ y no les interesaba a ellos la vida de después. A los saduceos les interesaba la vida en el momento presente. Los saduceos querían sobre todo vivir el culto, atraer la bendición de Dios sobre el pueblo y sobre ellos mismos, porque eso les generaba unos ingresos económicos bastante considerables. La bendición de Dios conllevaba la prosperidad material y la abundancia de los hijos, en la línea de lo prometido a Abrahán ‘tu descendencia será tan abundante como las estrellas del cielo’. Por lo tanto, a los saduceos no les importaba, para nada, el más allá. Una vez que se morían se acababa todo. Los saduceos se mofaban abiertamente de esto de la resurrección. ¿En qué se basaban los saduceos para afirmar esto? En el Pentateuco, es decir en la Torah. Los saduceos no hacían tanto caso a los profetas. Mientras que para los fariseos era importante toda la sabiduría y toda la tradición profética, para los saduceos principalmente era la Torah, los cinco libros del Antiguo Testamento, sobre todo el Levítico y el Deuteronomio. Estos eran sus libros de referencia. Y mira por dónde, los saduceos hacen referencia a esos libros cuando hablaban con Jesús en la disputa para argumentar que no existe resurrección: Los saduceos hacen referencia a Moisés diciendo que no existe resurrección. Y los saduceos ponen el ejemplo de la mujer viuda de siete maridos, que al final murió la mujer. Y le preguntan los saduceos a Jesús: «¿de cuál de ellos será la mujer?». Es entonces que ponen ese caso porque tienen presente el caso de Tobías y su mujer, Sara [Tob 7, 6-14]. En ese caso de Sara que había estado casada con siete maridos y los siete murieron en la cámara nupcial durante la noche.

Los saduceos sacan a la luz ese caso y dicen que, si ha tenido siete maridos, en la resurrección de los justos ¿de quién será la esposa? Esta pregunta está haciendo referencia a la ley de Moisés del levirato. Si moría un hombre dejando a la mujer sin descendencia el hermano tenía que casarse con ella para dar descendencia a la familia y sobre todo para los temas de la herencia, para que el dinero no saliera de casa, acumular los capitales.

Y entonces Jesús haciendo referencia al libro del Levítico -libro que los saduceos admitían- les dice que el Dios de Abrahán, el Dios de Isaac, el Dios de Jacob no es Dios de muertos, sino de vivos. La imagen que Dios les trasmite, iluminando e interpretando la imagen que han recibido del Antiguo Testamento, es que en el momento en que Dios es ‘el Dios de Abrahán’, ‘de Isaac’ ‘y de Jacob’, está diciendo que Dios no es el Dios de una nación en el sentido geográfico, sino que es el Dios de un pueblo en el sentido personal. Es un Dios que ama personalmente y que es el Dios quien les da la vida.

Y Jesús da un paso más para clarificar cuando dice que ya no estarán casados ni solteros, sino que serán ‘como los ángeles de Dios’ porque han nacido de Dios.  Aquí está la cuestión: han nacido de Dios. Los ángeles son generados por Dios, no tienen vida biológica, les genera Dios y por lo tanto es el amor. El amor y la elección de Dios va más allá del aspecto biológico, les genera como los ángeles. El amor de Dios no sólo nos ha proporciona una vida biológica, sino que su propio amor nos genera como lo hace con los ángeles. Ese amor hace imposible que mueran. El amor de Dios es lo que nos impide morir, porque el amor no muere. Es el amor de Dios el garante de nuestra vida, hasta el punto que no puede permitir que una cosa amada desaparezca. El amor de Dios genera vida y la vida que genera Dios no desaparece.

No es el dios de las otras civilizaciones como las egipcias o de la civilización griega o romana. No es el dios del panteón. No es un Dios geográfico, es un Dios personal que ama a las personas y a las cuales, aunque parezcan que están muertas, si Dios los ha amado quiere decir que no pueden desaparecer. Por eso hace referencia a los ángeles de Dios porque han sido generados por Él y no biológicamente. No pueden estar muertos porque han vivido en el amor de Dios y el amor de Dios no conduce a la muerte. Y el ejemplo lo tenemos en Cristo que fue entregado a la muerte, pero la muerte no podría tenerlo ni retenerlo como prisionero.

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