Homilía del Domingo XXXII del Tiempo Ordinario, ciclo C, 6 noviembre 2022
Lc
20, 27-38 -La vida que genera Dios no desaparece-
Hermanos estamos ya en la conclusión
del año litúrgico.
Primero, para poder entenderlo, es preciso
contextualizarlo: Éste es el penúltimo domingo. Después tenemos el domingo
XXXIII -donde se nos entregará el discurso escatológico, el discurso de los
últimos tiempos- y posteriormente la solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo
con el que se concluye el año litúrgico. Estamos acercándonos a la conclusión
del año litúrgico y tenemos que relacionarlo con las celebraciones que hemos
tenido últimamente, el día de todos los Santos y los fieles difuntos. Y el
evangelio de hoy hay que encuadrarlo en este contexto porque el tema de este
domingo es la resurrección. Y hablar de la resurrección al estar
concluyendo este tiempo litúrgico es tanto como decir que estamos viviendo
en la esperanza de la realidad futura que tiene que venir. Por eso empezaremos
el próximo nuevo año litúrgico con el tiempo de adviento que es la invocación
del ‘Maranatha’, ‘ven Señor Jesús’.
Recordemos que habíamos dejado a
Jesús en Jericó [Lc 19, 1-10], es decir a las puertas de Jerusalén. En este
domingo vemos ya a Jesús en Jerusalén [Lc 20, 27-38]. Semanas antes de la
pasión y muerte de Jesucristo tienen lugar las llamadas disputas de Jesús
con los fariseos, los saduceos, los herodianos y con algunos otros más. Esas
disputas son las que empujan el proceso de capturar a Jesús y de condenarlo a
muerte. Tienes disputas Jesús por cuestiones de la Ley, por cuestiones del
Templo, de la observancia. Cuando Jesús tiene las disputas con los fariseos. Los
fariseos eran la clase judía más observante y eran los mejor vistos por la
gente, eran personas que vivían la observancia de la Ley y no pertenecían a la institución
sacerdotal. Eran gente honesta y cumplidora, eran escrupulosamente cumplidora, muy
diferente de lo que nosotros entendemos por el término ‘fariseo’. Sin embargo, la
gente no aguantaba a los saduceos. Los saduceos eran los que formaban parte
de la institución sacerdotal, eran de la alta sociedad y eran los que ‘cortaban
el bacalao’ de todo el dinero que se recaudaba para el Templo. Los saduceos
vivián a costa del dinero del Templo.
Y Jesús, después de tener disputas
con los fariseos tendrá disputas con los saduceos. Cuando Jesús hizo callar a los
fariseos, fueron inmediatamente los saduceos para plantearle cuestiones
delicadas para ponerlo a prueba. Los saduceos estaban que rabiaban con Jesús,
porque Jesús estaba atacando la mamandurria, ya que ellos vivían del
cuento, sin hacer nada. Los saduceos se la tenían jurada por todo lo que les
hizo en el Templo al volcarles las mesas de los cambistas, hizo un látigo con
las cuerdas y les echó a todos [Cfr. Jn 2, 13-17]. Cuando Jesús dijo que ‘habéis
convertido mi casa en cueva de ladrones’, pues eso iba dirigido sobre todo a
los saduceos que son los recaudadores. Jesús era para ellos un serio
problema porque les estaba atacando lo que a ellos les daba de comer.
Y por este motivo los saduceos en una de las disputas que
tienen con Jesús le presentan la cuestión de la resurrección. Porque mientras
los fariseos habían aceptado la tradición que hacía referencia a los Macabeos, que
es el texto de la primera lectura de hoy, [2 Mac 7,1-2,9-14] de la
resurrección, el volver otra vez a la Vida. Sin embargo, los saduceos se
mofaban de esta creencia de los fariseos. ¿Por qué? Porque se encontraban
muy satisfechos de su situación económica, eran los que ‘cortaban el
bacalao’ y no les interesaba a ellos la vida de después. A los saduceos les
interesaba la vida en el momento presente. Los saduceos querían sobre todo
vivir el culto, atraer la bendición de Dios sobre el pueblo y sobre ellos
mismos, porque eso les generaba unos ingresos económicos bastante
considerables. La bendición de Dios conllevaba la prosperidad material y la
abundancia de los hijos, en la línea de lo prometido a Abrahán ‘tu descendencia
será tan abundante como las estrellas del cielo’. Por lo tanto, a los saduceos
no les importaba, para nada, el más allá. Una vez que se morían se acababa
todo. Los saduceos se mofaban abiertamente de esto de la resurrección. ¿En qué
se basaban los saduceos para afirmar esto? En el Pentateuco, es decir en la Torah.
Los saduceos no hacían tanto caso a los profetas. Mientras que para los
fariseos era importante toda la sabiduría y toda la tradición profética, para
los saduceos principalmente era la Torah, los cinco libros del Antiguo
Testamento, sobre todo el Levítico y el Deuteronomio. Estos eran sus libros de
referencia. Y mira por dónde, los saduceos hacen referencia a esos libros
cuando hablaban con Jesús en la disputa para argumentar que no existe
resurrección: Los saduceos hacen referencia a Moisés diciendo que no existe resurrección.
Y los saduceos ponen el ejemplo de la mujer viuda de siete maridos, que
al final murió la mujer. Y le preguntan los saduceos a Jesús: «¿de cuál de ellos será la mujer?». Es entonces que ponen ese caso porque tienen
presente el caso de Tobías y su mujer, Sara [Tob 7, 6-14]. En ese caso de
Sara que había estado casada con siete maridos y los siete murieron en la cámara
nupcial durante la noche.
Los saduceos sacan a la luz ese caso y dicen que, si
ha tenido siete maridos, en la resurrección de los justos ¿de quién será la esposa?
Esta pregunta está haciendo referencia a la ley de Moisés del levirato. Si
moría un hombre dejando a la mujer sin descendencia el hermano tenía que casarse
con ella para dar descendencia a la familia y sobre todo para los temas de
la herencia, para que el dinero no saliera de casa, acumular los capitales.
Y entonces Jesús haciendo referencia al libro del
Levítico -libro que los saduceos admitían- les dice que el Dios de Abrahán,
el Dios de Isaac, el Dios de Jacob no es Dios de muertos, sino de vivos.
La imagen que Dios les trasmite, iluminando e interpretando la imagen que han
recibido del Antiguo Testamento, es que en el momento en que Dios es ‘el Dios
de Abrahán’, ‘de Isaac’ ‘y de Jacob’, está diciendo que Dios no es el Dios
de una nación en el sentido geográfico, sino que es el Dios de un pueblo
en el sentido personal. Es un Dios que ama personalmente y que es el Dios
quien les da la vida.
Y Jesús da un paso más para clarificar cuando dice que
ya no estarán casados ni solteros, sino que serán ‘como los ángeles de Dios’ porque
han nacido de Dios. Aquí está la
cuestión: han nacido de Dios. Los ángeles son generados por Dios,
no tienen vida biológica, les genera Dios y por lo tanto es el amor. El amor y
la elección de Dios va más allá del aspecto biológico, les genera como los ángeles.
El amor de Dios no sólo nos ha proporciona una vida biológica, sino que su propio
amor nos genera como lo hace con los ángeles. Ese amor hace imposible que
mueran. El amor de Dios es lo que nos impide morir, porque el amor no muere.
Es el amor de Dios el garante de nuestra vida, hasta el punto que no puede
permitir que una cosa amada desaparezca. El amor de Dios genera vida y la
vida que genera Dios no desaparece.
No es el dios de las otras civilizaciones como las egipcias
o de la civilización griega o romana. No es el dios del panteón. No es un Dios
geográfico, es un Dios personal que ama a las personas y a las cuales, aunque
parezcan que están muertas, si Dios los ha amado quiere decir que no pueden
desaparecer. Por eso hace referencia a los ángeles de Dios porque han sido
generados por Él y no biológicamente. No pueden estar muertos porque han vivido
en el amor de Dios y el amor de Dios no conduce a la muerte. Y el ejemplo lo
tenemos en Cristo que fue entregado a la muerte, pero la muerte no podría tenerlo
ni retenerlo como prisionero.
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