sábado, 26 de noviembre de 2022

Homilía / Comentario del Domingo Primero del Tiempo de Adviento, Ciclo A

Homilía del Domingo Primero de Adviento, Ciclo A

27 de noviembre de 2022

             Hermanos, para entender el evangelio de hoy [Mt 24, 37-44] es preciso entender el contexto. Jesús está sentado en el Monte de los Olivos, con sus discípulos, y está contemplando el maravilloso Templo de Jerusalén; y es aquí donde él pronuncia este mensaje. Se acerca la fiesta de Pascua y Jerusalén es un hervidero de peregrinos que van y vienen.

Recordemos que Jesús está hablando de un mundo que está por terminar. Y los discípulos entienden que no se refiere al mundo material: está hablando de otro mundo marcado por el pecado, del mal, de la injusticia, de la violencia. Jesús está anunciando un evento gozoso: El pecado nos ha ido degradado, nos ha ido devaluando, envileciendo llegando a convertir al hombre en bestias y que este mundo inhumano está destinado a desaparecer. Y para presentar este mensaje recurre al lenguaje apocalíptico que nos puede resultar un tanto enigmático. Jesús dice «el sol se oscurecerá, las estrellas caerán del cielo y las fuerzas celestes se tambalearán» [Mt 24, 29]. No se trata del sol, de la luna y de las estrellas del firmamento que contemplamos. Se trata de las imágenes de las deidades celestiales que en el Medio Antiguo Oriente que todos adoraban y que eran los responsables de la vida del mundo y del destino de la humanidad: ‘Atón’ el dios de los egipcios que desde lo alto ilumina la tierra con sus rayos, del cual nació el faraón y su esposa Nefertiti. En Egipto adoraban al dios de la luna ‘Iah’; la diosa sumeria ‘Ishtar’, la estrella de la mañana. Y Jesús dice que el mundo viejo gobernado por los ídolos ha llegado a su fin. Que ese sol, esa luna y esas estrellas van a perder su esplendor. Ha venido el eclipse de todas las falsas divinidades que el hombre se había inventado. Y el creer en estas divinidades, de estos ídolos, se derivan todos los desastres en la vida.

Y hay muchas realidades materiales que el hombre ha divinizado, ha ensalzado como ídolos y han colocado en el cielo, como ocurre con el dinero. Y cuando uno adora al dios dinero, nos adentramos en ese mundo inmerso en la oscuridad del egoísmo y que genera un sinfín de sufrimientos, dramas y de lágrimas. En el cielo no podemos colocar ni el dinero ni las cosas terrenales, ya que el Cielo es la morada del único Dios y todos los ídolos han de ser echados del cielo, han de caer del cielo y deben ser devueltas a la tierra. Y esto ya lo anunció el profeta Isaías [Is 65, 17], en el año 450 a.C., en una época de injusticias sociales, de degradación moral, de corrupción. Y en este contexto hay enviados de Dios para anunciar un mensaje de esperanza para los pobres diciendo que ‘el Señor creará un cielo nuevo y una tierra nueva’. Y Jesús se está refiriendo a esta espera del mundo nuevo y del cielo nuevo limpio de todos los ídolos que hasta entonces habían poblado el cielo de la humanidad. No es un lamento por el mundo perdido, sino el proyecto de un mundo nuevo que estamos llamados a construir. El discípulo está en la certeza de la promesa de Cristo se realizará, de esa desaparición el mundo viejo y la creación del mundo nuevo. De hecho, en la segunda carta de san Pedro se nos dice que «nosotros, sin embargo, según la promesa de Dios, esperamos unos cielos nuevos y una tierra nueva, en que habite la justicia» [2 Pe 3, 13]. Este mundo de amor, de esperanza, de paz que estamos llamados a construir.

Ahora bien ¿quién va a dar inicio a este nuevo mundo? Jesús, por supuesto, y Él se presenta como ‘el Hijo del hombre’. La expresión ‘Hijo del hombre’ está recogido unas setenta veces en la boca de Jesús, ya que Él mismo se define como ‘el Hijo del hombre’. De hecho, en el evangelio proclamado hoy aparece tres veces esta expresión. Y Jesús se autodefine así, como ‘el Hijo del hombre’. Nos tenemos que remitir a una visión que está relatada en el capítulo 7 del libro de Daniel en el que nos relata que el profeta dice haber visto salir del mar -símbolo de todo lo que es contrario a la vida- salir cuatro bestias. La primera era un león, símbolo del imperio babilónico: Babilonia que despedazó a todos los pueblos, como hace los leones. Y su reinado duró hasta que llegó el oso que representa el imperio medo-persa. Luego vino un leopardo que representan a los persas ya que conquistaron pronto el medio antiguo oriente. Y finalmente llegó la bestia peor de todas que representa el imperio de Egipto. Todo son escenas de guerra, de desolación, de violencia, de masacres. Esto es un mundo de bestias, no es un mundo humano.

De hecho, después de las visiones de las bestias del profeta Daniel, entra en escena un anciano de vestiduras blancas como la nieve y sus cabellos como lana pura, símbolo de la luz pura de Dios. Y ese hombre anciano representa a Dios. Y en las nubes del cielo aparece un hijo del hombre que se acerca al anciano, en hebraico es ‘Ben adam’, que se traduce como ‘hijo de Adán’. Y después de todo ese escenario de guerra, de las cuatro bestias -que representan los imperios- que habían gobernado a la humanidad basándose en la violencia, entra al final en escena un hombre, no una bestia. Y el anciano da a este hombre el poder, la gloria y el reino y que todos los pueblos estarán sujetos a Él. Y en su reino no habrá más destrucción y que será eterno.

Jesús al calificarse como el ‘Hijo del hombre’ es para decir que con él se inicia en la humanidad nueva, capaz de amar. No para competir, no para aplastar al hermano. Una humanidad de corderos, una humanidad de hombres que donan la vida, que entregan la vida, que se desgastan por amor a los hermanos. Uno es hombre no cuando domina, sino cuando se sirve. El plan de Dios que quiere para la humanidad concluirá con el final del mar, de ese mar del que aparecieron las cuatro bestias del profeta Daniel.

Jesús hace un paralelo entre lo ocurrido en la época de Noé, cuando la gente comía, bebía, se casaba…ellos no hacían nada de extraño ni nada malo. Hacían lo que nosotros hacemos también. Pero hay dos formas de comer y de beber y dos formas de vivir la propia sexualidad. Hay quien sólo se alimenta pensando en sí mismo y dejando a lado a los otros y les hay también quien parte su pan con el hermano para ayudarle a quitar el hambre. Son dos formas diferentes de saciar sus necesidades orgánicas. Hay quien piensa en el propio placer y a quienes son felices haciendo felices a los otros.

El egoísmo es lo que caracteriza al mundo viejo y la atención al otro es lo que caracteriza el mundo nuevo. ¿Cuál el error cometido por la generación de Noé? Basta con leer el capítulo seis del libro del Génesis para entender el motivo del diluvio, porque era una humanidad que no entra dentro del diseño de Dios, porque no eran hombres, sino bestias. Dice que era una humanidad corrompida y estaba llena de violencia, y esto es lo que caracteriza la humanidad vieja. Es la tentación de esclavizar al más pobre y esta humanidad estaba destinada a desaparecer. Ellos deberían de haber entendido el signo profético de Noé cuando le veían construir el arca. Y ellos no lo quisieron ver y no quisieron entrar, embarcar en la nueva humanidad. Vino el diluvio y los arrastró a todos. Y Jesucristo dice «lo mismo sucederá cuando venga el Hijo del hombre. Y el Hijo del hombre viene hoy en el evangelio y nos dice que prestemos atención porque hoy se puede repetir lo mismo que les pasó a los paisanos de Noé cometiendo el mismo error que los de la generación del diluvio. El Hijo del hombre te propone un nuevo modo de vivir las cosas de tu vida cotidiana, el beber, el comer, el hacer la compra, el ir al trabajo, el relacionarte con los compañeros, la relación con tu esposa o esposo, con tus hijos… etc. Porque nosotros lo podemos vivir al modo antiguo -al estilo a los de la generación de Noé con planteamientos corrompidos, egoístas- o al modo que nos plantea el Hijo del hombre, vivirlo como hombres nuevos. Por eso Jesús nos dice que estemos atentos a esto: que no repitamos el error que se cometió en el pasado, porque quedaríamos fuera de la historia de Dios.

Hay dos modos de vivir el beber, el comer, el vivir la sexualidad…uno egoísta y el otro guiado por el amor y de la alegría por ver al otro feliz. Por Jesús dice: «dos hombres estarán en el campo, a uno se le llevarán y a otro lo dejarán; dos mujeres estarán moliendo, a una se la llevarán y a otra la dejarán». Jesús da ejemplos para mostrar que hay dos modos diversos de llevar la propia actividad profesional y personal. Una es la que no han aceptado el Reino de Dios y la propuesta del hombre nuevo que Jesús hace y la otra es la que a aceptado el Reino de Dios y ha entrado en la dinámica del mundo nuevo. Jesús recoge lo que hacían sus paisanos, los hombres al campo y las mujeres se quedaban en casa moliendo el grano para elaborar la harina y hacer el pan.

Empieza diciendo que un hombre que esta en el campo será tomado porque está involucrado en la nueva propuesta del hombre nuevo y toda su actividad está orientada según el hombre nuevo que acepta el mensaje de Jesús. Y el otro hombre se quedará, se perderá. Cuando el Evangelio entra en la vida de una persona el trabajo que antes hacía lo planteas y vives de un modo diferente, con diferentes objetivos. A modo de ejemplo, cuando Jesús se encuentra con el publicano, Jesús no le dice que deje de cobrar los impuestos, porque es un servicio que debe hacerse. Pero puede ser llevado a cabo de dos maneras: Una es la en la que se piensa enriquecerse aprovechándose la propia posición y la otra manera es la que lleva de un modo justo porque quiere que ese dinero sirva para el bien de toda la comunidad. Juan el Bautista no dice a los soldados que tiren sus armas y abandonen su profesión, ya que son necesarias para poder mantener el orden en la sociedad, pero pueden vivir su profesión de modo diverso: Una es el aprovecharse de su fuerza intimidad y cometer abusos y el otro modo es que lo vive como un servicio para el bien común, para el orden común. Y esto es aplicable a nosotros, cada cual en su situación particular.

Hay dos formas de vivir: una es la que ha entrado el mundo nuevo que acoge ya hace suya la propuesta planteada por Jesucristo y la otra es la que piensa sólo en el propio interés. Un ejemplo: un profesor que imparte una asignatura. Él puede dar la clase casi sin prepararla, no teniendo en cuenta a los alumnos que precisan más atención, y mostrándose irascible con los alumnos por no entender las cosas. El otro modo es el profesor que se prepara su clase, se toma su tiempo para prestar atención a las necesidades de sus alumnos, ejercitando la paciencia y ayudándoles a entenderlo. Son dos modos diversos de plantearse la profesión. Es cierto que la amistad, la paciencia, el trabajo extra que te generan los alumnos y el ser afable no entra dentro del contrato, pero ha entrado a formar parte del mundo nuevo porque ha acogido el mensaje de Jesucristo y viven pensando en la necesidad del hermano y vive en el amor… ese es el que se llevado. Pero el otro, que vive para sí, envuelto en su egoísmo, se queda y se pierde. Pero en el fondo lo que Jesús nos plantea es la alternativa entre si quieres vivir como un ser humano o no serlo.

Habrá dos monjas rezando en la capilla, a una se le llevarán y a otra le dejarán. Habrá dos sacerdotes celebrando la Eucaristía, a uno le llevarán y a otro le dejarán. Habrá dos obispos reunidos en asamblea….Depende si uno vive para sí o vive desde el planteamiento del Reino de Dios.

Tú no puedes perderte la oportunidad de acoger el Reino de Dios. Dice la Palabra «estad alerta, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre». Es importante recordar que ese ‘viene el Hijo del hombre’, aunque está planteado en términos de futuro acontece en el aquí y ahora. Y es aquí y ahora cuando, del mismo modo que los contemporáneos de Noé veían cómo él construía el arca, nosotros ahora sí que reaccionemos optando por los valores del Reino de Dios. El Señor con su Evangelio viene hoy a ti para que aceptes ser ese hombre nuevo y tienes que ser vigilante para no perder la oportunidad de participar en el Reino de Dios. Y para urgir a esta vigilancia Jesús utiliza la imagen del ladrón cuando dice «comprended si supiera el dueño de casa a qué hora de la noche viene el ladrón, estaría en vela y no dejaría que abriera un boquete en su casa».  La imagen del ladrón no era usada por los rabinos, sin embargo era una imagen que los cristianos entendían para estar atentos y vigilantes.

Ahora bien, ¿cómo mantenerse despiertos?, ¿cómo estar en vela? Cultivando la reflexión y el silencio en toda esta confusión que nos rodea. Cultivar la sensibilidad y los valores evangélicos no dejándonos engañar por la publicidad de la moda, de la moral actual, del pensamiento líquido e insulso que se ha colado en todos los rincones -la iglesia no se salva de esto-, luchando contra el relativismo moral o hago lo que me place y me auto justifico en mi actuación. Estar vigilante es prestar atención, saber discernir entre lo que te hace como verdadero hombre y entre aquello que te deshumaniza, aunque sea aprobado por toda la mayoría. Ahora bien ¿serán muchos o pocos los que estén en vela? Sin lugar a dudas serán pocos, tal y como pasó en los tiempos de Noé. Sin embargo, no te quite la paz esto: tú estate vigilante para no perder la oportunidad de tu vida.


No hay comentarios: