Homilía/comentario del domingo XXXI del Tiempo Ordinario, ciclo c
30
de octubre de 2022 [Lc 19, 1-10] Zaqueo
También nosotros estamos con Jesús
recorriendo todo este camino. Estamos haciendo este recorrido físico con Jesús
que va de Galilea a Jerusalén, pero también un itinerario espiritual y existencial.
Porque Jesús va instruyendo a sus discípulos. Y cuando llega a Jericó, que
sería casi ya a las puertas de Jerusalén, es una preparación para esa entrega
total para abrirnos las puertas de la vida eterna con su muerte y resurrección.
El pueblo hebreo salió de la esclavitud de Egipto, atravesó Jericó para llegar
a la tierra prometida, a la tierra de la libertad. Cristo atraviesa Jericó para
que todos nosotros que estábamos muertos por el pecado fuésemos conducidos a la
Jerusalén donde se nos entregará el supremo regalo de la Vida Eterna a través de
la muerte y resurrección del Cordero de Dios en el ara de la cruz.
El pueblo de Israel, cuando entró en
la tierra prometida y empezó la conquista de los pueblos que allí vivían,
empiezan entrando por Jericó. Y con Jesús, en Jericó empieza el último itinerario
para llegar a Jerusalén y que es de 27 kilómetros en subida porque Jerusalén
está mas alto. Y allí en Jericó se tienen que aprovisionar sobre todo de agua porque
allí yace un manantial que dio lugar al oasis que ahí allí, en esta zona de Jericó.
Y allí los discípulos y Jesús se aprovisionaron del agua y de todo lo que necesitaron
porque de Jericó a Jerusalén tienes que atravesar el desierto de Judea. Por ello
se contrapone Jericó a Jerusalén.
Jericó es una ciudad de costumbres de
moral relajada, de comodidades y además había un micro clima tanto moral como
atmosféricamente. José Flavio escribió dos páginas y media de la ciudad de Jericó
y nos cuenta que la llaman ‘la ciudad de las palmeras’, porque dice que da unos
dátiles que cuando los exprimes sale un néctar que no desmerece en nada la de
las abejas. Jericó etimológicamente significa ‘lugar de la fragancia’ en
relación con todo esto. De hecho, en Jericó también tenía Herodes una residencia
y los que tenían dinero de Jerusalén tenían sus casas porque tenían allí un micro
clima. Cuando en Jerusalén hacía frío, allí estaban estupendamente. Y solo había
27 kilómetros de distancia. Además, Jericó se contraponía a la santidad de Jerusalén.
Y en Jericó estaba este jefe de los
publicanos llamado Zaqueo, que significa ‘el justo’, ‘el puro’. Que en este
caso era todo lo contrario.
Zaqueo
sabía que Jesús iba a atravesar la ciudad, porque Jericó era una importante
ruta comercial y de peregrinaje hacia Jerusalén. Jericó era un centro muy
importante para recaudar los impuestos y un lugar de gran lucro y beneficio para
un jefe de recaudadores, tal y como lo era Zaqueo. Y Zaqueo sabía que Jesús
estaba allí porque a la entrada de la ciudad había una aduana y le habían visto
junto con sus discípulos. Para entrar había que pagar. Luego la noticia de que
Jesús estaba en las puertas de la ciudad era bien conocida por el jefe de los
publicanos.
Cuando
la Palabra nos dice que Zaqueo era «pequeño de estatura» y que no lograba ver a
Jesús a causa del gentío se nos está refiriendo que esa inquietud que tenía
dentro el propio Zaqueo estaba siendo aplanada, apagada, sofocada, achatada por
el modo de entender la vida y la religiosidad que imperaba por la mayoría. El
gentío, fácilmente manipulable por unos pocos, termina imponiendo su modo de
entender la realidad. Sin embargo, Zaqueo se sube a un sicómoro para
distanciarse del gentío. Porque mientras el gentío no tenía inquietud, él sí lo
mantenía. Es preciso distanciarse del ajetreo del gentío para poder cultivar la
inquietud de estar con Jesucristo. La inquietud por las cosas de Dios es
enseguida minusvalorada, criticada, murmurada por el gentío que desea imponer
el pensamiento único, para que nadie disienta. Por eso es tan importante
distanciarse del gentío, aprovisionarse del agua y de la comida espiritual -tal
y como lo hicieron Jesús y los discípulos- para luego poder atravesar nuestro particular
desierto de Judea.
Del evangelio de San Lucas hay que destacar que tiene
la connotación de la alegría. San Lucas llena páginas de la alegría y del gozo
porque la salvación de Dios ya está actuando. Por eso Zaqueo lo primero que
hace es que se llenó de alegría; nos dice «que lo recibió muy contento».
La Virgen, desde los primeros versículos del evangelio de san Lucas, está lleno
de alegría, lo mismo que Juan el Bautista en el seno de su prima Santa Isabel: «porque
en cuanto oí tu saludo, el niño empezó a dar saltos de alegría en mi seno» [Lc
1, 44]. Y esta característica de la alegría la encontramos en el momento en que
Jesús le dice «Zaqueo, date prisa y baja, porque hoy en es necesario que me
quede en tu casa». Y Zaqueo bajó lleno de alegría, contento. E inmediatamente
el evangelista contrapone esa alegría a la murmuración y a la crítica de la
gente: «Al ver esto todos murmuraban diciendo ‘ha entrado en casa de un
pecador’». La gente está contrapuesta a Zaqueo como gente que sigue las
costumbres y ese modo de proceder que no da espacio a la inquietud. Zaqueo
tenía inquietud dentro y por eso quería ver a Jesús. Zaqueo quería conocerlo,
mientras la gente la primera cosa que hace es murmurar, criticar, aplanar. Y la
gente cierra totalmente la puerta a la inquietud.
Y
es cuando Jesús le dice, «hoy ha sido la salvación a esta casa, pues también
este es hijo de Abrahán». Es que Zaqueo había sido expulsado de la comunidad
judía. ¿Por qué estaba Zaqueo expulsado de la comunidad judía? La razón es
porque, según se acostumbraba a hacer los funcionarios del poder romano, todos aquellos
que trabajaban para el poder romano, y cuanto más el jefe de los publicanos,
tenían que ofrecer un sacrificio a los dioses romanos para congratularse con el
césar, pidiendo por el césar. Y eso les excomulgaba inmediatamente de la religión
judía porque cometían idolatría en grado sumo. Por ese motivo era considerado
impuro y ya no pertenecía al pueblo de Israel. Y Jesús dirá «también este es
hijo de Abrahán». Y al oírlo el gentío se escandalizaron.
Y
Jesús sentencia diciendo «porque el Hijo del hombre ha venido a buscar y a
salvar lo que estaba perdido». Esto es una sentencia muy importante porque por
medio de la mirada de Jesús a Zaqueo se puede descubrir en Jesús de Nazaret a
un Dios que no espera a que tú vayas a Él: Es un Dios que Él te busca a ti. La
iniciativa es de Dios. Es una iniciativa de la cual nosotros no tenemos ningún
mérito y se subraya la característica esencial del evangelista san Lucas, ya
que es el evangelio de la misericordia. Es una iniciativa de salvación
totalmente gratuita ya que nosotros no merecemos nada. La salvación nos viene
dada sin que lo merezcamos. Zaqueo no hizo nada, nosotros no hacemos nada. Es
que resulta el término mérito, merecer viene den ‘meretriz’, y ‘meretriz’ hace
referencia a ‘amor pagado’. Y la meretriz lo hace porque lo pagan, entonces no
sirven de nada los méritos. Es que resulta que Dios es un amor gratuito y no
pagado. Y esto es lo que quería expresar Jesús y por eso murmuraban porque no
aceptan a ese Dios con esa lógica de la gratuidad. Es una salvación que te la
regala Dios porque quiere y sin la que tu no puedas corresponder con nada. El
agradecimiento y todo lo que ello conlleva es la única respuesta. Lo único que
nos pide Jesús es la inquietud, que no la dejamos ahogar. Porque ese hombre que
poseía todo, sin embargo vivía inquieto porque se sentía insatisfecho, y eso
que tenía un montón de bienes tanto materiales como de cualquier otro tipo. Y por
eso estaba buscando y esa inquietud le ha merecido el poder acoger la salvación
de Dios.
Lo
único que podemos hace es disponernos y decir al Señor usando las palabras del
salmo 144: «Todos esperan puestos los ojos en ti, y tú les das la comida a
su tiempo».
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