Epifanía de Nuestro Señor, 6 de enero 2020
El
derrumbe de la verdad y el decaimiento moral es una consecuencia directa del
constante afán de este mundo de borrar a Dios de nuestras vidas. Si se
quita a Dios la energía vital desaparece y hasta los grandes imperios y
poderosos que se sienten seguros por lo que tienen y dominan se terminan desplomando
al no tener a Dios en sus vidas. Nosotros que estamos en la Iglesia no bajemos
la guardia, no sea que nos sintamos muy seguros y salvados y resulta que nos
terminamos colgados, y con suerte, del último fleco del purgatorio teniendo
metido el dedo gordo del pie en las encendidas, azuzadas y bien alimentadas llamas
del infierno. Es que resulta que también se puede borrar a Dios de nuestras vidas
estando en la Iglesia, siendo un cura o una monja. Porque ese famoso dicho de ‘habla
chucho que no te escucho’ o ‘por un oído me entra y por el otro me sale’ se
puede dar perfectamente estando en la Iglesia, es más, se da.
Nos encontramos con una sociedad que
está rompiendo con el pasado y miran con hostilidad agresiva a la tradición. De
tal modo que el cambio permanente priva a las personas, sobre todo a los más
jóvenes, de una brújula para indicarles el norte, para indicarles a Cristo. Incluso
los más mayores en un ejercicio de falsa caridad se amoldan a los malos usos y
costumbres sociales justificando a los más jóvenes en vez de darles una palabra
de corrección en el amor. Creen que diciendo que ‘son otros tiempos’ se
justifican en su tendencia pecaminosa y alejada de los designios divinos. Si el
cristianismo pacta con el mundo en vez de iluminarlo, los creyentes no son
fieles a la esencia de su fe. Y ¿cómo se pacta con el mundo?, no hablando con
claridad, justificando conductas impropias de cristianos en vez de corregirlas,
callándonos por falsos respetos humanos cuando debemos de decir las cosas en
conciencia y con caridad fraterna.
La
tibieza del cristianismo y de la Iglesia provoca la decadencia de la
civilización. No todo vale, no todo es evangelización, no todo es
lícito, no vale cualquier modo de celebrar los sacramentos, pero todo esto
forma parte de la táctica demoniaca que va nos ganando terreno en nuestra vida
espiritual y que costará demasiado en poderlo recuperar. El Demonio siempre tiene
planes a largo plazo, y parece que no hace nada, pero hace más de lo que podemos
llegar a pensar. El cristianismo es la luz del mundo, si deja de brillar
contribuye a que el mundo se suma en las tinieblas de la oscuridad. Cuando un creyente
se acerca al confesionario y confiesa de corazón sus pecados, ese cristiano se suma al ejercito de la luz en contra de las
tinieblas. Cuando en silencio o en comunidad estamos rezando el Oficio Divino
o meditando con la Palabra de Dios, estamos siendo soldados de Cristo que
colaboran en que la Luz brille con más fuerza en medio de las tinieblas. Cuando
un cristiano da una palabra desde la fe para aconsejar a otro está siendo
colaborador del bien.
El profeta Isaías ya nos lo dice: «¡Levántate
y resplandece, Jerusalén, porque llega tu luz; la gloria del Señor amanece
sobre ti!». Llega tu luz, llega Cristo a tu vida, a tu
existencia, a tu ser, a tu comunidad, a tu familia, a tu hogar. Sin Dios
el mundo vive en el vacío y donde se da el vacío surgen los conflictos que se
enquista, la ley del mas fuerte prevalece y nos instalamos en un sufrimiento
permanente. Uno que vive al margen de Cristo puede aparentar ser feliz una
semana, unos meses, unos años, pero su sufrimiento se incrementa llegando a ser
insoportable.
Si quitamos a Cristo del medio el
hombre se convierte en instrumento del hombre, en un objeto del cual uno puede
exprimir para aprovecharse del otro. Si quitamos a Cristo del medio, la
avaricia y el resto de los pecados capitales se multiplicarán hasta el infinito
obstaculizando desde lo más irrelevante de la vida familiar hasta lo más
relevante y serio de la vida política, pervirtiendo cosas que antes eran consideradas
más que sagradas y dignas.
No es un baladí celebrar la Epifanía
de Jesucristo. No es cosas de ñoños ni de carcas, ni de gente que chochea, ni
de nostálgicos retrógrados, es cosa de amor, de autenticidad y de andar en la
Verdad. Jesús es el auténtico regalo que te permite construir tu vida, viviendo
el presente con valentía para ser lanzado hacia el Eterno.
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