sábado, 23 de diciembre de 2017

Homilía del Cuarto Domingo de Adviento, ciclo b

HOMILÍA DEL CUARTO DOMINGO DE ADVIENTO ciclo b
Palencia, ESPAÑA ,24 de diciembre 2017
            Hoy en la primera lectura despunta un personaje bastante importante en la vida del rey David: el profeta Natán (PRIMERA LECTURA,  2 Sam 7, 1-5. 8b-12.14a.16). El profeta Natán aconsejó al rey David durante gran parte de su vida. Este profeta actuó con gran libertad de espíritu ya que lo único que le movía era su profundo amor a Yahvé. Yahvé puso en sus labios tanto las promesas para animar al rey David como las denuncias que le hacía cuando sus acciones no eran justas y que no estaban en el plan de Dios. No se dejó manipular por los afectos, sino que fue claro porque su único amor verdadero era Dios.
            El rey David le tenía gran estima porque se daba cuenta de que el profeta Natán gozaba del don del discernimiento. Natán era libre de todo lo que le retenía para seguir los deseos de Dios. Si el profeta, antes de abrir la boca -para hablar ante el rey David- hubiera pensado en las consecuencias de decirle las cosas para que el rey viviera en la Verdad, no hubiera sido libre. No hubiera sido libre porque hubiera valorado más que su cabeza siguiera estando donde debía de estar que el hecho de que el propio rey se salvase y salvaguardara su amistad con Yahvé.
            ¿Acaso se creen que el profeta Natán no las tuvo muy gordas con el rey David con lo de Betsabé (cfr. 2 Sam 11 y 2 Sam 12 –lo de la parábola de la cordera del pobre) y con lo del censo del pueblo (cfr. 2 Sam 24)? Sin embargo lo que se estila entre nosotros es ‘el ser políticamente correcto’, porque prevalece más la imagen que yo quiero dar a los demás más que el amor que yo debo de manifestar a mi hermano.
            El profeta Natán pedía constantemente ayuda a Dios para escoger el camino correcto. Nosotros hemos de partir de la base de la Palabra y de las enseñanzas de la Iglesia, éstos son nuestros puntos de partida.
Del mismo modo, el propio profeta Natán también nos enseña a sopesar los movimientos internos del alma, para poder examinar cuáles se originan en Dios y cuáles no. Cuando uno decide perdonar a un hermano y decide romper con ese odio anidado dentro de su corazón, uno siente una paz interior. El mal espíritu te genera desasosiego que te impide progresar en la vida del espíritu haciéndote creer que es preferible no ceder para no mostrar debilidad ante el otro y nos seguirá dando razones para seguir obrando en el mal. El profeta Natán está diciendo con toda la claridad al rey David que Dios no va a permitir que le construya una casa para que allí resida. Cuando uno hace un favor a alguien es porque –de algún modo- se tendrá que amortizar/compensar. El rey David quería hacer construir una casa para Dios, pero ¿qué podría pretender conseguir de Dios al hacerle este regalo/favor? ¿Acaso que Dios se olvidara de lo que hizo a Urías, el hitita cuando se encaprichó con su esposa Betsabé? ¿Acaso ponerse a bien con Yahvé por todo lo que armó con el censo que el mismo rey mandó hacer al creerse que todo lo que tenía en su territorio era de su propiedad en vez de ser de Yahvé? El profeta Natán le está diciendo al rey David que si desea tener esa paz en su alma se ha dejar de trapicheos y de chantajes con Yahvé. Que a Yahvé no se le puede comprar con favores ni a golpe de talonario. Natán muestra al rey David cómo se ha comportado Dios con él. Dice el Señor: «Yo te saqué de los apriscos, de andar tras las ovejas, para que fueras jefe de mi pueblo Israel». Y le sigue diciendo que Dios siempre le ha acompañado, que ha suprimido a sus enemigos y que le ha dado la fama de la que ahora disfruta, que le otorga la paz a su pueblo y que su trono perdurará. Por lo que el profeta Natán le está diciendo al rey David que lo único que le puede dar la paz en su alma es vivir en la presencia de Dios, sin reservarse nada para sí, ya que todo lo que tiene y es lo ha recibido de Yahvé. Y que siempre que desee hacer lo que él quiera al margen de la voluntad divina será un claro suicidio ya que se adentrará en un profundo desasosiego que le hará sufrir sobremanera.
            El profeta Natán le ayuda a discernir al rey David para que sepa priorizar sobre lo que es lo importante en su vida. Natán le pone ante la tesitura de su muerte: «Y, cuando tus días se hayan cumplido, y te acuestes con tus padres, afirmaré después de ti la descendencia que saldrá de tus entrañas, y consolidaré el trono de su realeza». Natán es claro: El rey David se tendrá que morir. Es tanto como decir al rey David sobre lo que le gustaría argumentar ante Dios cuando esté declarando ante su propio juicio y así no dejarse influir por aquellos deseos desordenados. De tal manera que pensando en el lecho de su muerte sea capaz de juzgar rectamente las decisiones que tenga que ir adoptando.

            De ahí que el Salmo Responsorial vuelva a incidir en los mismos puntos que en la primera de las lecturas: la alianza sellada con David, el propósito de Yahvé de fundarle un linaje perpetuo, mantenerle perpetuamente su favor… (SALMO RESPONSORIAL, Sal 88,2-3.4-5.27 y 29). Aquel que es capaz de cantar y de dar gracias por el abundante amor que recibe de Dios demuestra que goza del discernimiento necesario para andar por la vida con dignidad. Un discernimiento que se va forjando cuando uno se va consolidando en el Evangelio (SEGUNDA LECTURA, Rom 16, 25-27), o sea que uno va adquiriendo en la escuela de Jesucristo, que es la Iglesia.  En este discernimiento que se encuentra erizado de dificultades nos encontramos a la Virgen María que nos indica que fiándonos de la Palabra de Dios podremos alcanzar aquello que sería impensable con nuestras propias fuerzas (EVANGELIO, Lc 1, 26-38): Que el mismo Dios nos tome como templos santos y que ponga su morada en nuestro ser.

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