DOMINGO XXIX DEL TIEMPO ORDINARIO, ciclo
a
Realmente un pequeñito destello de
la sabiduría divina ensombrece a toda la sabiduría humana. Recuerdo cuando era niño que en el colegio,
cuando había que hacer los equipos para jugar al baloncesto, los dos que mejor
jugaban iban eligiendo, uno a uno, de entre todos los que allí estábamos
presentes. Y nosotros no nos quedábamos en silencio, sino que constantemente
les decíamos ‘a mí’, ‘a mí’ para ser seleccionados para ese equipo. Cuanto
antes te elegían, más orgulloso te encontrabas porque siempre se peleaban por
los mejores y dejaban para lo último a los peores jugadores. Luego uno descubre
–por desgracia- que esa competitividad se arrastra en el instituto, en la
universidad, en todos los ámbitos de la vida.
Pero hoy Dios no sé cómo lo ha hecho
pero me ha sorprendido. Mira que había gente muy buena, excelente, cumplidora,
judíos fieles y amantes de Yahvé…porque en medio del pueblo hebreo había mucha
gente y muchos de ellos con Matrículas de Honor en la vida religiosa…, que va
Dios –y para seleccionar a su equipo- elige únicamente a uno, y encima no era
ni judío, un extranjero que no creía ni en Yahvé. Desconcertante. Y por lo
visto no se equivocó Yahvé al elegirle, porque el profeta Isaías se ha deshecho
en elogios con este extranjero por nombre Ciro, rey de Persia.
Resulta que el pueblo judío ha visto
en Ciro a un liberador porque con su nueva política trae la libertad a Israel. Es
poder de liberación para los desterrados en Babilonia. Ciro no conocía a Yahvé,
pero Yahvé sí que conocía a Ciro, al rey de Persia. En la historia humana
podemos ver la mano de Dios en la bondad o en los principios éticos y sociales
de pueblos y de gobernantes que anteponen el bien a todos los otros valores. Por
eso rezamos por aquellos que nos gobiernan, para que Dios pueda hablar por
medio de sus decisiones y actuaciones…aunque muchas veces nos decepcionen por
sus pecados de egoísmo.
Si teníamos a Ciro –del cual el
profeta Isaías se deshace en elogios y en piropos en la primera de las lecturas
(PRIMERA LECTURA: Isaías 45,1.4-6), en la
segunda de las lectura es una acción de gracias que San Pablo hace a la
comunidad de Tesalónica. Y hace esta acción de gracias porque esa comunidad
aceptó el Evangelio que se le predicó. Y eso que era un Evangelio y un mensaje
que les acarrearía dificultades y desventajas frente a la sociedad e incluso
frente a la sinagoga (SEGUNDA LECTURA: 1ª
Tesalonicenses 1,1-5a), pero ellos demostraron que las fuerzas que
tuvieron para afrontar los serios problemas veía de lo alto, de Dios.
Y si decíamos que Isaías había
hablado maravillas de Ciro, el rey de Persia, ahora vemos cómo otro gobernante
–cuyo nombre no aparece directamente- es cruel e insensible. Vienen a Jesús con
una pregunta capciosa y con una gran ‘mala leche’ al pedirle su opinión de si
es lícito o no pagar el impuesto al César (EVANGELIO:
Mateo 22, 15-21). Con esta pregunta ponían a Jesús en todo el centro de
la diana. Y es curioso que se lo preguntaran a él cuando estos judíos –los
fariseos y los partidarios de Herodes- estaban muy molesto con Poncio Pilato. Poncio
Pilato hacía que el reinado de Roma fuera cruel, pesado y sumamente molesto
para los judíos. El prefecto romano Poncio Pilato era un gobernante de una
crueldad sin miramientos, vengativo y arbitario. Los judíos lo odiaban porque
había introducido en Jerusalén bustos e insignias del César, además de haber
usado el dinero sagrado del templo para construir un acueducto que llevara el
agua a Jerusalén. Y hacen esta trampa a
Jesús de si se tiene que pagar el impuesto al Cesar sí o no. La trampa la
resuelve Jesús, no solamente con inteligencia, sino con sabiduría, donde salta
por los aires la legalidad con la que pretenden acusarlo en su caso. La
respuesta de Jesús no es evasiva, sino profética; porque a trampas legales no
valen más que respuestas proféticas. El tributo de hacienda es socialmente
necesario; el corazón, no obstante, lleva la imagen de Dios donde el hombre
recobra toda su dignidad, aunque pierda el “dinero” o la imagen del césar de
turno que no valen nada.
He empezado diciendo que Dios –como
si se tratara de un seleccionador para hacer un equipo de baloncesto o de
futbol- elige a quien quiere para las grandes misiones, nos hace pensar que tal
vez, aún no nos elija para sus cometido porque Dios sigue sin ser la columna
fundamental de nuestra vida, porque aún el ahorro, la comodidad, el dinero y el
bienestar usurpen el puesto que le corresponde a Él en nuestras vidas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario