sábado, 20 de mayo de 2017

Homilía del Domingo Quinto de Pascua, ciclo a

DOMINGO QUINTO DE PASCUA, Ciclo a
            «La Palabra es viva, es eficaz y más cortante que una espada de dos filos» (Heb 4, 12) y hoy nos lo vuelve a demostrar. Los cristianos que formaban aquellas primeras comunidades cristianas no andaban por la calle con la aureola sobre sus cabezas y levitando sobre el suelo. Sino que cuando a uno ‘le pinchaban’, saltaba y se enfadaba y terminaba explotando. Al principio cuando casi no se conocían, porque aún habían compartido muy poco de sus vidas y aún vivían ‘bajo la anestesia’ creyendo que el otro era incapaz de hacer nada malo, todo era perfecto, muy bonito y todos se querían porque no se daban conflictos. Era como vivir en el mundo ideal, al no conocerse y no mostrarse uno tal y como es, pues todo iba, en apariencia, bien. Pero el tiempo, al igual que arregla las cosas también las termina estropeando. Y esa persona tan sonriente, tan agradable, tan chistosa resulta llegar a ser hasta repelente.
            Eso fue lo que pasó con los hermanos de esas comunidades. Los unos protestando contra los otros porque sentían cómo sus intereses estaban siendo pisados y no tenidos en cuenta: «los de lengua griega se quejaron contra los de lengua hebrea, diciendo que en el suministro diario no atendían a sus viudas». ¿Dónde quedó el ‘buen rollito’? despareció tan pronto como el otro se convierte en un obstáculo para mis intereses. Empiezan a darse las discusiones, las rencillas, las murmuraciones….’los malos rollos’.
            Cuando la Palabra de Dios ilumina la vida de las personas y de las comunidades cristianas ofrece una respuesta ante esta situación. Nos ofrece criterios de discernimiento. ¿Es malo discutir y enfadarse? ¿Acaso discrepar o tener opiniones contrarias son motivo justificado para decir que la comunión entre las personas está rota? Si Dios no hubiera querido que nos enfadásemos nos hubiera creado de piedra o de roca insensibles. Pero nos hizo de carne. Nos podría haber hecho fotocopias, el uno fotocopia del otro y el otro una copia exacta del anterior… pero, no fue así.

Lo que hacen es convocar al grupo de los discípulos para pedir la asistencia del Espíritu y rezar. Para priorizar la unidad y el consenso en el amor sobre cualquier otra opinión interesada. Y para darse cuenta de cómo el hecho de ocuparse del suministro diario de las mesas no es un ejercicio de poder, del cual uno se puede llegar a engreír y creerse más que nadie porque puede controlar una cosa tan importante como esa, sino un acto de servicio tal y como lo hacen los esclavos con sus señores. Por lo tanto se estaba produciendo un desajuste en los modos de aquellos que tenían responsabilidad a la hora de ‘partir y repartir el bacalao’.   Y como no prevalecían los criterios cristianos, sino los intereses partidistas, las cosas no funcionaban. Los apóstoles se reunieron para deliberar. Y lo primero que hicieron fue ponerse a rezar para pedir discernimiento al Espíritu y poder tomar la decisión acertada al respecto. Lo hicieron y la tomaron. Pusieron al frente para el servicio de las mesas a personas probadas en la fe. A personas que no iban a poner a Cristo nunca en segundo lugar. A personas que saben lo que es lo importante y no lo cambiarían por nada en el mundo. De este modo, contando con ellos, se garantizan de que la Palabra sea anunciada y vivenciada, para que aquellos que les vean puedan darse cuenta de cómo hay alguien, que es Cristo, que es el motor de todo y el principio y dinamismo de una comunidad que vive para amar y en el amor.

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