sábado, 20 de mayo de 2017

Homilía del Domingo Sexto de Pascua, ciclo a

HOMILÍA DEL SEXTO DOMINGO DE PASCUA, ciclo a
            Nos dice la Palabra que «en aquellos días, Felipe bajó a la ciudad de Samaria y predicaba allí a Cristo». Nos encontramos a Felipe –a uno del grupo de los siete (Hch 6, 1-7)- que está anunciando el kerigma, el anuncio de la buena Noticia de Cristo resucitado. ¿Acaso Felipe se limitaba a reproducir como un papagayo lo que previamente había escuchado a los Apóstoles? ¿La misión de Felipe era ir allá, lanzar el rollo de turno e irse? ¿Creen ustedes que Felipe les fotocopiaría una ficha o les abriría un libro o les proyectaría un dvd para así ‘darles una catequesis’? ¿Creen ustedes que de este modo Felipe hubiera conseguido que esa gente de Samaría hubiera abierto el oído para escuchar la Palabra?
Si Felipe hubiera presentado a Jesucristo como se presenta a Cristóbal Colón o al inventor de la batería eléctrica –por ejemplo-, les puedo asegurar que por un millón de catequesis que les pueda impartir, esa gente entra como pagana y sale como pagana sin haberse enterado de nada de la vida cristiana. Y me pueden decir, «hombre, no seas tan exagerado, ya que Jesús es el hijo de Dios, el Mesías», a lo que yo contestaría que Cristóbal Colón descubrió América y que el inventor de la batería eléctrica fue un italiano en el año 1800 llamado Alessandro Volta. A lo que alguno, sintiéndose muy molesto con mis palabras, podría argumentar cosas como estas: « ¡oye, que te estás pasando!, que mis hijos están bautizados, han hecho la Primera Comunión, e incluso se han confirmado y alguno de ellos están casados por la iglesia y otros viven con sus parejas. Además, yo voy a misa los domingos y pago la cuota parroquial». Y como tanto él como yo estamos hablando en dos categorías distintas y no nos podremos entender se tendría que hacer la famosa ‘prueba del algodón’. Hace unos años había un anuncio de un producto de limpieza que dejaba las superficies de la cocina tan limpias que pasaba un algodón por ellas y demostraba que todo estaba impoluto. Pero en este caso ‘ese algodón’ tiene que detectar a Cristo en la vida de esa persona.
Felipe tiene razones personales para creer en Cristo. Felipe es consciente de que antes de creer con todo su corazón el kerigma, el anuncio de la resurrección, era otro. Felipe se da cuenta de que hay un antes y un después en su vida a partir del momento en que se creyó el mensaje de la salvación. Empezó a descubrir que era posible salir de esa situación de angustia, porque el Señor le dio la gracia de saber que los demás pueden ser como ellos quieran ser –de antipáticos, de desagradables, de groseros- pero lo importante es tener la paz del Señor para mostrarles el amor de Dios. Felipe empezó a descubrir algo que está oculto para la mayoría: que Cristo está en la otra persona, incluso en el que te calumnia, en el que te roba, en el que te da una paliza y te las hace pasar muy mal. Es cierto que uno pasa por tonto ante el mundo, pero no lo es, lo que pasa es que se fía de la promesa proclamada en el kerigma. Y que viviendo la fe en la comunidad cristiana se va gestando un modo nuevo de amar, ya que aunque estamos en la tierra somos ciudadanos del cielo. Cuando Felipe ha ido permitiendo que el Espíritu del Resucitado le fuera quitando las telarañas de los ojos, le fuera abriendo el oído y el entendimiento es entonces cuando se da cuenta de cómo el Resucitado actúa sanando y ofreciendo un sentido sobrenatural, nuevo y real a su existir. Ya que lo que único que quiere es ESTAR CON CRISTO.
Seguramente que antes, cuando alguien ‘se la jugaba’ portándose mal con él, le saldría todo tipo de demonios, de críticas, mala leche y murmuraciones. Pero al descubrir cómo Dios le ama con todas sus fuerzas a pesar de cómo uno se porta con Él y con los demás, Felipe se rindió ante ese amor y se dejó conquistar con Jesucristo resucitado.
            De tal modo que aquellos que le vean puedan decir: Felipe nos está hablando con su vida, no se trata de palabras o de sermones, sino que habla con autoridad porque él mismo es el mensaje que anuncia. Por eso dice Jesucristo en el Evangelio refiriéndose al Espíritu Santo: «vosotros, en cambio, lo conocéis, porque vive con vosotros y está con vosotros».


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