sábado, 11 de febrero de 2017

Homilía del Domingo Sexto del Tiempo Ordinario, ciclo a

DOMINGO SEXTO DEL TIEMPO ORDINARIO, Ciclo a
            Durante muchos años estaba convencido que ser cristiano consistía en cumplir la Ley, rezar y asistir a la Misa. E incluso uno se sentía 'satisfecho' porque se encontraba como 'en condiciones' de pedir -o exigir- cosas a Dios porque para eso uno 'se portaba' bien con Él ya que, prácticamente la mayoría, pasaba totalmente de la Iglesia o de los asuntos de la fe. A todo esto se sumaba que tampoco los que acudíamos al culto captásemos el hecho de que la fe fuese un motor que bombease en el modo de proceder que veíamos en los que tenían que ir por delante de nosotros. Es verdad que les veíamos rezar, que eran educados, pero algo fallaba. A modo de ejemplo: es como si una pareja de novios se hubieran acostumbrado a estar juntos pero sin la chispa del enamoramiento mutuo.
            Hace pocos días me encontré con los padres de una muchacha que suele ir a las peregrinaciones a Lourdes que me decían que su hija tenía mucha fe porque asistía siempre a la oración semanal en la parroquia. A lo que pensaba en mi interior, ¿esa fe únicamente se manifiesta acudiendo a esa oración? Satanás es muy zorro. Nos engaña con gran facilidad. Nos hace creer que podemos seguir a Cristo sin renunciar a nuestros ídolos. Nos hace creer que ser buenos cristianos y dejar las cosas de nuestra vida tal y como están son cosas compatibles.  Tantos años pensando de este modo han ido creando cristianos con importantes minusvalías tanto en su propia fe como en el modo de trasmitir esa fe a las generaciones siguientes.
            Hay una dolorosa tradición china del vendados de pies. Las mujeres sufrían un dolor inmenso con tal de tener un pie pequeño, de tal modo que quedaban deformes. Esto es lo que hace Satanás con nuestra alma. Y como este ser cornudo, con rabo y tridente nos tiene tan engañados porque nos sigue seduciendo con lo fácil y nos dice lo que queremos escuchar. El Demonio es como esa araña de grandes proporciones que nos va atando, rodeando y vendando con su particular tela. Nos domestica y nos convence diciéndonos que 'todo va bien en tu vida'. Es nuestro faraón de Egipto que no quiere que nada cambie.  A lo que la Palabra de Dios sale a nuestro socorro.
            El apóstol San Pablo ha adquirido una visión sobrenatural de la realidad porque Jesucristo es su único amor. Es capaz de dar a cada situación su tratamiento justo, de tener la palabra oportuna y el gesto acertado. Nos dice el apóstol: «Hablamos, entre los perfectos, una sabiduría que no es de este mundo». Pero claro ¿cómo podemos escuchar y hablar en esa sabiduría? Está muy claro que para escuchar esa sabiduría de Dios uno tiene que empezar a coger las tijeras para ir cortando esa tela de araña que te tiene apresado y enrollado. Porque hay cosas en tu vida que están coartando tu libertad, que te impiden amar como quisieras o aceptarte como deberías hacerlo. Pero ten cuidado, porque con el Demonio pasa lo mismo que con los jabalís heridos, que se vuelven muy violentos y te atacan. El Demonio no dudará en atacarte en tu particular talón de Aquiles tan pronto como le lleves la contraria. Y todos sabemos cuál es nuestro talón de Aquiles que haría que todo podría quedar desestabilizado.  De ahí la importancia de tener el talón protegido con el calzado de la obediencia a la Palabra y llevarla adonde con nosotros adonde vayamos.




Lectura del libro del Eclesiástico 15, 16-21
Sal 118, 1-2. 4-5. 17-18. 33-34 R. Dichoso el que camina en la voluntad del Señor
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 2, 6-10

Lectura del santo evangelio según san Mateo 5, 17-37

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