DOMINGO
XXVII DEL TIEMPO ORDINARIO, ciclo a
Is
5,1-7; Sal 79; Flp 4,6-9; Mt 21,33-43
No hace mucho me
comentaban que un cura de un pueblo bautizaba y casaba a la gente ‘sin pedir
tantos requisitos’. Mejor dicho, no pedía ningún requisito y muchas personas se
iban a donde él para que les hiciese todo. Además –algunos de ellos tienen la
desfachatez de decirte- «ahí tienes el crucifijo, confiésate con él» o engañan
a sus feligreses impartiendo la absolución general sin que nadie pase por el
confesionario a manifestar sus pecados. Nada de catequesis o de preparación
previa, nada de formación en la vida espiritual, nada de nada. Y además me
comentaban que la gente y sus feligreses están contentísimos con ellos y que les
quieren mucho.
Ante esto me paro a pensar
y me digo: De este modo ¿se ayudará a que las personas bautizadas se puedan llegar a plantear el fundar hogares cristianos?
¿Acaso creen ustedes que se llegan a
plantear que esto de ser cristiano es un estilo de vida basado en seguir a
la persona de Jesucristo? Deseo recalcar eso de «se puedan llegar a plantear»
porque no se puede dar ya nada por supuesto. España es territorio de misión en toda regla y es urgente
adentrarse, sin miedos ni temores, en una nueva evangelización. Esos
curas –más funcionario del culto que otra cosa- con su lamentable modo de
ejercer su ministerio ¿están provocando que se den los primeros pasos para la
conversión y así poder aceptar el mensaje de Jesucristo? ¿No será que ese cura
se ha secularizado y mundanizado y lo único que haga sea un emisor, que esté
emitiendo, generando ondas corrosivas de esa secularización y mundanización
pervirtiendo la vida cristiana y así perjudicando a tantas almas? Si el pastor
de almas no está profundamente enamorado del Señor y no tiene un trato muy
frecuente con Él en la vida de oración ¿cómo
va a trasmitir a los demás una espiritualidad que no tiene? ¿Cómo
comunicará una experiencia viva y profunda de Dios si carece de ella? Ahora
bien, como no genera problemas –al plantear todo tan light`- que ningún
responsable le dice nada incrementando, aún más, el daño a las almas ocasionado
por ellos. A corto plazo todo iría genial, a largo plazo esas parroquias
tendrán que poner el cartel ‘cerrado
por cese de negocio’.
Dice
el profeta Isaías «Mi amigo tenía una
viña en fértil collado. La entrecavó, la descantó, y plantó buenas cepas; y
construyó en medio una atalaya y cavó un lagar. Y esperó que diese uvas, pero
dio agrazones».
Los primeros que nos
tenemos que convertir somos
los presbíteros. Los presbíteros no gozamos de inmunidad ante
el pecado, como pueden gozar de inmunidad parlamentaria algunos políticos.
A nosotros también el pecado nos corroe, nos erosiona. Por eso la oración personal y la oración de intercesión de cada uno de
ustedes son tan sumamente importantes. Nos dice San Pablo «vuestras peticiones sean presentadas a Dios».
Recordemos que llevamos un tesoro tan importante ‘en vasijas de barro’.
Un
padre o una madre de familia ¿cómo van a santificarse si ni siquiera se han planteado tener a Jesucristo en medio de su
matrimonio? Uno se encuentra con parejas de novios que primero van a hablar con
el restaurante, determinan el día de su enlace matrimonial conforme a los
intereses del banquete y luego el presbítero tiene que ceder en el día y hora para que ‘no le armen la marimorena’. Uno se encuentra con parejas de novios que
dicen que se casan por lo civil porque no tienen dinero para casarse por la
Iglesia, a lo que yo digo ¿tanto cobrarán los curas por las bodas?, pues yo soy
presbítero y yo que sepa no se cobra por administrar los sacramentos. Muchos novios se excusan para no asistir a los
cursillos prematrimoniales por falta de tiempo y acuden a todas y cada una de
las citas con el modista o la tienda de ropa, así como de todos los preparativos
nupciales. Muchos padres y madres no dan importancia a la asistencia de sus
hijos a las catequesis, no llevan a sus hijos a la Eucaristía dominical –porque
ellos tampoco asisten- ni participan en
la vida parroquial y luego bien se afanan en que vayan vestidas como
princesitas o como marineros sin importar el tiempo y el dinero a emplear. Van
a bautizar a sus hijos y ponen como padrinos o madrinas a personas que no son
referentes en la vida cristiana porque Cristo para ellos ‘ni les va ni les
viene’. ¡Toda esta gente no se ha
enterado aún de lo que va el ser cristiano!
¿Cómo pueden sacar ‘el
jugo’ de la vida conyugal si lo más importante –que es Cristo- está siendo
excluido? Es cierto que el paladar se puede llegar a acostumbrar a todo –a todos
los sabores de muy baja calidad que no dejan de ser sucedáneos,- ¿pero no creen
ustedes que será mejor poder paladear y disfrutar de lo que es auténtico y
dejar de lado lo que es sucedáneo? ¿Por qué estar metido en un amor de baja
intensidad pudiendo estar en alta tensión?
Nos escribe San Pablo
diciéndonos que «lo que aprendisteis,
recibisteis, oísteis, visteis en mí, ponedlo por obra». Ahora bien, ¿cómo
pueden llegar unos esposos a vivir su matrimonio en cristiano si la fe de uno
de ellos o de ambos ha quedado estancada
en la etapa de la Primera Comunión?
¿Cómo poder llegar a trasmitir la fe a los hijos si ellos no estiman como importante la fe? ¿Cómo poder realmente plantear la
vida cristiana en familia cuando no se ha llevado a cabo una
evangelización dando por sentado que todos ya éramos cristianos? ¿Cómo es
posible que conozcan la Buena Noticia si
nadie les ha presentado a Cristo? ¿Cómo
es posible?
Dios
se compromete con cada uno de nosotros. Depende de nosotros también deseemos comprometernos con Él.
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