miércoles, 1 de octubre de 2014

Homilía del Domingo XXVII del tiempo ordinario, ciclo a


DOMINGO XXVII DEL TIEMPO ORDINARIO, ciclo a
                Is 5,1-7; Sal 79; Flp 4,6-9; Mt 21,33-43

No hace mucho me comentaban que un cura de un pueblo bautizaba y casaba a la gente ‘sin pedir tantos requisitos’. Mejor dicho, no pedía ningún requisito y muchas personas se iban a donde él para que les hiciese todo. Además –algunos de ellos tienen la desfachatez de decirte- «ahí tienes el crucifijo, confiésate con él» o engañan a sus feligreses impartiendo la absolución general sin que nadie pase por el confesionario a manifestar sus pecados. Nada de catequesis o de preparación previa, nada de formación en la vida espiritual, nada de nada. Y además me comentaban que la gente y sus feligreses están contentísimos con ellos y que les quieren mucho.

Ante esto me paro a pensar y me digo: De este modo ¿se ayudará a que las personas bautizadas se puedan llegar a plantear el fundar hogares cristianos? ¿Acaso creen ustedes que se llegan a plantear que esto de ser cristiano es un estilo de vida basado en seguir a la persona de Jesucristo? Deseo recalcar eso de «se puedan llegar a plantear» porque no se puede dar ya nada por supuesto. España es territorio de misión en toda regla y es urgente adentrarse, sin miedos ni temores, en una nueva evangelización. Esos curas –más funcionario del culto que otra cosa- con su lamentable modo de ejercer su ministerio ¿están provocando que se den los primeros pasos para la conversión y así poder aceptar el mensaje de Jesucristo? ¿No será que ese cura se ha secularizado y mundanizado y lo único que haga sea un emisor, que esté emitiendo, generando ondas corrosivas de esa secularización y mundanización pervirtiendo la vida cristiana y así perjudicando a tantas almas? Si el pastor de almas no está profundamente enamorado del Señor y no tiene un trato muy frecuente con Él en la vida de oración ¿cómo va a trasmitir a los demás una espiritualidad que no tiene? ¿Cómo comunicará una experiencia viva y profunda de Dios si carece de ella? Ahora bien, como no genera problemas –al plantear todo tan light`- que ningún responsable le dice nada incrementando, aún más, el daño a las almas ocasionado por ellos. A corto plazo todo iría genial, a largo plazo esas parroquias tendrán que poner el cartel  cerrado por cese de negocio.  

            Dice el profeta Isaías «Mi amigo tenía una viña en fértil collado. La entrecavó, la descantó, y plantó buenas cepas; y construyó en medio una atalaya y cavó un lagar. Y esperó que diese uvas, pero dio agrazones».

Los primeros que nos tenemos que convertir somos los presbíteros. Los presbíteros no gozamos de inmunidad ante el pecado, como pueden gozar de inmunidad parlamentaria algunos políticos. A nosotros también el pecado nos corroe, nos erosiona. Por eso la oración personal y la oración de intercesión de cada uno de ustedes son tan sumamente importantes. Nos dice San Pablo «vuestras peticiones sean presentadas a Dios». Recordemos que llevamos un tesoro tan importante ‘en vasijas de barro’.

            Un padre o una madre de familia ¿cómo van a santificarse si ni siquiera se han planteado tener a Jesucristo en medio de su matrimonio? Uno se encuentra con parejas de novios que primero van a hablar con el restaurante, determinan el día de su enlace matrimonial conforme a los intereses del banquete y luego el presbítero tiene que ceder en el día y hora  para que ‘no le armen la marimorena’.  Uno se encuentra con parejas de novios que dicen que se casan por lo civil porque no tienen dinero para casarse por la Iglesia, a lo que yo digo ¿tanto cobrarán los curas por las bodas?, pues yo soy presbítero y yo que sepa no se cobra por administrar los sacramentos.  Muchos novios se excusan para no asistir a los cursillos prematrimoniales por falta de tiempo y acuden a todas y cada una de las citas con el modista o la tienda de ropa, así como de todos los preparativos nupciales. Muchos padres y madres no dan importancia a la asistencia de sus hijos a las catequesis, no llevan a sus hijos a la Eucaristía dominical –porque ellos tampoco asisten-  ni participan en la vida parroquial y luego bien se afanan en que vayan vestidas como princesitas o como marineros sin importar el tiempo y el dinero a emplear. Van a bautizar a sus hijos y ponen como padrinos o madrinas a personas que no son referentes en la vida cristiana porque Cristo para ellos ‘ni les va ni les viene’.  ¡Toda esta gente no se ha enterado aún de lo que va el ser cristiano!

¿Cómo pueden sacar ‘el jugo’ de la vida conyugal si lo más importante –que es Cristo- está siendo excluido? Es cierto que el paladar se puede llegar a acostumbrar a todo –a todos los sabores de muy baja calidad que no dejan de ser sucedáneos,- ¿pero no creen ustedes que será mejor poder paladear y disfrutar de lo que es auténtico y dejar de lado lo que es sucedáneo? ¿Por qué estar metido en un amor de baja intensidad pudiendo estar en alta tensión?

Nos escribe San Pablo diciéndonos que «lo que aprendisteis, recibisteis, oísteis, visteis en mí, ponedlo por obra». Ahora bien, ¿cómo pueden llegar unos esposos a vivir su matrimonio en cristiano si la fe de uno de ellos o de ambos ha quedado estancada  en la etapa de la Primera Comunión? ¿Cómo poder llegar a trasmitir la fe a los hijos si ellos no estiman como importante la fe? ¿Cómo poder realmente plantear la vida cristiana en familia  cuando no se ha llevado a cabo una evangelización dando por sentado que todos ya éramos cristianos? ¿Cómo es posible que conozcan la Buena Noticia si nadie les ha presentado a Cristo? ¿Cómo es posible?

            Dios se compromete con cada uno de nosotros. Depende de nosotros también  deseemos comprometernos con Él.

 

No hay comentarios: