jueves, 19 de septiembre de 2013

Homilía del domingo XXV del tiempo ordinario, ciclo c


HOMILÍA DEL DOMINGO XXV  DEL TIEMPO ORDINARIO, ciclo c

AMÓS 8, 4-7; SALMO 112; PRIMERA CARTA DEL APÓSTOL SAN PABLO A TIMOTEO 2, 1-8;

SAN LUCAS 16, 1-13

 

            Todos formamos un único rebaño cuyo único pastor es Cristo. Él está en medio de nosotros y nos deja sentir su presencia por medio de su Palabra y de los sacramentos. El mundo pretende atraparnos con sus particulares ‘redes’. El mundo nos quiere reclutar para ‘su causa’ y ‘su causa’ excluye a Dios, borra a Jesucristo del mapa. Además, el Demonio que es el padre de la mentira y maestro del engaño, pretende –y se vuelca en todo su empeño- en que nuestro modo de actuar, de sentir y de pensar sea antievangélico. Todo lo tergiversa, todo lo confunde porque pretende que seas sus esclavos y no discípulos de Jesucristo. Hay que reconocer que el Demonio se ‘frota las manos’ y se lo ‘pasa como un enano’ cuando constata que los que decimos que somos seguidores de Jesús nos movemos con las reglas de juego que el maligno nos ha ido –poco a poco- inculcando.

            Sin embargo las palabras de Jesús, aun siendo muy claras y tajantes, nosotros no terminamos de verlas tan claras. Hay algo dentro de nosotros que nos dice que ese es el auténtico camino pero ‘nos hacemos los locos’ como sino oyésemos esa seria advertencia del Señor. Y es más, somos tan creativos a la hora de auto-engañarnos que nos tratamos de convencer que podemos poner nuestro corazón en el acaparar bienes y prestigio y a la vez servir al Señor con todo el corazón. ¿Dónde tenemos nuestro corazón apegado a los bienes o al lado del Señor?

            El profeta Amós –en la primera de las lecturas- se puso a denunciar los pecados sociales de su pueblo. El corazón de Amós estaba al lado de Dios y cuando uno está con Dios adquiere esa sabiduría para conducirse y conducir a los demás a la salvación. Por eso el profeta Amós no tenía pelos en la lengua para denunciar los abusos de aquellos que se enriquecían a costa del sufrimiento de los pobres. Además les echaba en cara cómo su culto era hipócrita y falso. ¿Cómo se atrevían a ofrecer a Dios el grano cuando habían exprimido al pobre y generado sufrimiento y miseria a mucha gente?

            Ponemos los telediarios y nos dan noticias de corrupción, de robar dinero destinado a fines sociales, de sueldos desorbitados de algunos que viven a costa de la política y del trapicheo, de la cantidad de dinero negro que aún está oculto, de las familias que son desahuciadas de sus hogares por no poder pagar la hipoteca al banco… Hagamos un ejercicio de imaginación: Supongan ustedes que tuviéramos un peculiar televisión en nuestra alma donde pudiésemos escuchar y ver las noticias que nosotros mismos hemos generado: los ratos que hemos robado a nuestra familia por estar mandando mensajes o hablando con el teléfono móvil; las veces que hemos preferido ‘ir a nuestra bola’ para conseguir tal o cual cosa en vez de acompañar y mostrarnos cercanos a esa persona; el suspirar por comprar ese coche o ese mueble o esa prenda de ropa en vez de preocuparte por la amistad de alguien que te necesita; derrochar el dinero en un objeto de lujo en vez de ayudar a paliar las necesidades básicas de algunos hermanos; tirar al cubo de la basura tanta comida sin plantearnos un consumo más moderado pensando en los que no pueden comer ese día… cada cual ‘sabe donde cojea’. ¿Se dan cuanta ustedes como el demonio se lo pasa en grande disfrutando de nuestras constantes infidelidades a Dios? Pues incomodemos al Demonio –cortémosle su perversa diversión- sirviendo únicamente al mismo Dios, sin hacer trampas ni reservándonos nada. NUESTRA VIDA ES CRISTO.

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