martes, 16 de abril de 2013

Homilía de un difunto en Valle de Cerrato


FUNERAL DE GERARDO MANCHÓN MONTOYA

            Hermanos, con pena despedimos a nuestro hermano Gerardo. Nuestra fe nos asegura que nos volveremos a reunir con él cuando todos resucitemos de entre los muertos. Lo que nos sucede es que, como las cosas las queremos como algo inmediato, ¡ya!, pues nos impacientamos e incluso llegamos a dudar o nuestra fe tiende a tambalear.

            Sin embargo hermanos, ¡todos sabemos de quién nos hemos fiado!. Nos fiamos totalmente de Jesucristo, el cual murió por nuestros pecados, con su sangre compró para Dios nuestra salvación, resucitó de entre los muertos y ahora está en la diestra de Dios Padre Todopoderoso. Nuestra vida y nuestra muerte adquiere sentido pleno en Él. Éramos como ovejas sin pastor, descarriadas, desorientadas, perdidas, mas Él –movido por profundo amor- , vino hasta nosotros, caminó con nosotros y nos condujo por el camino de la salvación para que todos seamos un único rebaño con un único pastor conducidos hacia la Gloria. Nuestro destino es vivir. La muerte ya no tiene dominio ni sobre Cristo ni sobre nosotros. Cierto es que nuestros cuerpos mortales tienen caducidad y que los años pesan a todos y la enfermedad terminan minando a la persona en su salud; pero nosotros sabemos que este cuerpo que hoy enterramos en debilidad será resucitado. ¿Cómo será eso?, pues yo no lo sé, simplemente me fío de Dios. ¿Cómo puede la mente de una criatura entender la grandeza del conocimiento del Creador? Dios es Dios y su poder supera todo tipo de entendimiento. Y tenemos el gran gozo de tener a Dios de nuestra parte, por lo tanto su poder todopoderoso nos protege, nos ampara y nos ayuda asegurándonos que nuestra persona nunca será olvidada ni arrinconada porque ya nos ha reservado un lugar precioso en el Cielo. De nosotros depende que mencionado lugar reservado lo podamos ocupar o dejarlo vacante o libre.

            Hoy nuestro hermano Gerardo se estará reuniendo con su esposa Julia. ¡Qué bello es el matrimonio, hermanos!. El esposo amando a la esposa y la esposa amando al esposo y sin reservas… está amando al mismo Jesucristo y está permitiendo que el mismo Todopoderoso esté en el centro de ese hogar. Amándonos como Dios nos ama nos santificamos porque nuestra meta en esta tierra es ser santos como Él es santo y lo seremos en la medida en que dejemos que Cristo sea el centro de nuestra existencia.

            Cuando la muerte se hace próxima parece que nuestra fe y nuestras convicciones se adentrasen en una profunda niebla que nos impidiese ver con la nitidez con  la que solíamos ver las cosas de la fe. Sin embargo no teman: Cristo es el mismo ayer y hoy  y siempre, de tal modo que aquel o aquellos que le seamos fieles nunca nos abandonará sino que siempre nos abrazará, tal y como abraza una madre al hijo nacido de sus entrañas. Porque nosotros hemos nacido de Dios, de Dios hemos salido y a Él retornaremos. Hoy le ha tocado el turno de retornar a la casa del Padre a nuestro hermano Gerardo. Lanzamos una súplica al Dios misericordioso para que le acoja en el Cielo y desde allí pueda hablar de nosotros a los santos que acompañan en séquito al mismo Creador. Dale Señor el descanso eterno… y brille para él la luz perpetua. Que su alma y las almas de todos los fieles difuntos descanse en paz. Amén.

 

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