martes, 13 de marzo de 2012

Homilía del tercer domingo de cuaresma, ciclo b

DOMINGO TERCERO DE CUARESMA, ciclo b

11 de marzo de 2012

En medio de este itinerario cuaresmal, el Dios de la misericordia desea que todos, al final de nuestras vidas, lleguemos a la Patria Celestial. Sin embargo no olvidemos que cada día es una oportunidad que el Señor nos ofrece para que al final de la jornada, estando a bien con Dios y con los hermanos, podamos cerrar nuestros ojos para descansar durante la noche en Él.

Muchas veces hemos oído que nuestra vida es un camino, un itinerario, que somos peregrinos. Que dicha peregrinación tiene una etapa de descanso que es la muerte, pero que gracias a que Cristo resucitó de entre los muertos, mencionada peregrinación continúa hasta que terminamos resucitando en compañía del mismísimo Dios.

Para conducirnos por este camino Dios nos ha proporcionado una serie de normas, que lejos de limitar nuestra libertad nos la potencia. El Decálogo, o los Diez Mandamientos son como las señales de tráfico de nuestras carreteras que están puestas para que todos lleguemos a felizmente a buen término. Si uno respeta las normas del Decálogo está cuidando su relación de amistad tanto con Dios como con los hermanos. ¿Y por qué nos fiamos de Dios?¿por qué estamos llamados a cuidar nuestra amistad con el Señor? Podríamos tener muchas razones, sin embargo yo voy a entresacar una: tenemos sed de eternidad.

En la medida en la que nos encontremos cerca de Dios iremos adquiriendo ese descanso del alma, esa mirada límpida y esa alegría del corazón de la que nos habla el salmo responsorial.

Somos cristianos y estamos siguiendo a Jesucristo. Nos encontramos ahora en la iglesia porque deseamos ser fieles al Señor. Del mismo modo también sabemos que asistir a la Eucaristía nos implica una particular exigencia. Celebrar la Santa Misa no es lo mismo que sentarse en la grada de un campo para disfrutar de una excelente interpretación teatral o de una película en el cine. Participar en la Santa Misa nos exige el ir dando pasos para ser mejores cristianos. No podemos estar en la Iglesia con actitudes negativas ni revanchistas. No podemos porque estaríamos haciendo mucho daño tanto a uno mismo como a los demás. Todos nosotros somos templos del Espíritu Santo y nuestro particular invitado es Jesucristo. Y si somos templos del Espíritu Santo eso implica tener un continuo deseo de mejorar en la vida cristiana. No nos podemos estancar en la vida cristiana, del mismo modo que nuestro corazón no puede dejar de palpitar.

Jesucristo se enfadó al ver a los vendedores de ovejas y de bueyes y a los cambistas porque lejos de preocuparse de la vida espiritual se habían afanado en los bienes terrenales. Sus corazones no estaban orientados hacia el Señor sino hacia sus posesiones. Es verdad que ellos estaban en el templo, pero aunque su cuerpo estaba en el recinto sagrado, sin embargo su corazón estaba muy lejos de Dios. Ojala que al final de cada jornada podamos estar, cada vez, más cerca de Dios. Así sea.

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