jueves, 1 de septiembre de 2011

Persecución anticatólica: la otra cara de las JMJ

PERSECUCIÓN ANTICATÓLICA: LA OTRA CARA DE LAS JMJ

Es la otra cara de la Jornada Mundial de la Juventud: el odio a la religión manifestado por algunos. Dos jóvenes sevillanos cuentan en ALBA los momentos de miedo y persecución. Es un reportaje de Marta Santín.

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Alejandro, de 35 años, es el coordinador de formación de jóvenes de una hermandad de Sevilla. Se desplazó a Madrid con un grupo de 55 chicos y chicas a su cargo para escuchar y acompañar al papa. Entre ellos estaba Manolo, de 17 años. Se inscribieron por la diócesis de Madrid y les asignaron la parroquia de Santa Eulalia en el barrio de Entrevías.

Los voluntarios así como el padre Edison (sudamericano) los recibieron con los brazos abiertos. “Desde el primer momento sentimos el calor de los peregrinos. El ambiente era increíble, una misma fe. Compartimos desayuno en la parroquia con 300 jóvenes polacos”, recuerda Manolo.

¡A por ellos!

El viernes 19 acudieron a las 10 de la mañana a una catequesis multitudinaria impartida por el arzobispo de Sevilla, monseñor Juan José Asenjo. Cientos de jóvenes sevillanos se reunieron en una parroquia cercana al Retiro. Los testimonios de fe llegaron al corazón de todos. “Fue una experiencia única”, relata Manolo.

A las 12.20 horas se dirigieron al Paseo de Recoletos para ver los pasos del vía crucis. Después, almorzaron un bocata de calamares en el bar Postas de la Plaza Mayor y a las 17.30 ya estaban colocados en un buen sitio para disfrutar del vía crucis. “El Santo Padre pasó delante de nosotros. Fue una emoción indescriptible”, recuerda Manolo.

El grupo estaba pletórico, impactado, feliz. Pero minutos después experimentaría los momentos de mayor angustia de su vida. “Queríamos cenar. Toda la calle Alcalá, de Cibeles hasta Sol, estaba abarrotada de peregrinos. Encontramos un bar en una de las calles estrechas laterales de Gran Vía. Y a las 10.30 de la noche comenzó el horror”, recuerda Alejandro.

Y describe las escenas de pánico: “De pronto, escuchamos unos gritos estrepitosos. Vimos una marabunta de gente, una gran masa de personas que llenaba toda la Gran Vía. No eran peregrinos. Sus atuendos eran distintos: piercings, crestas, pelos rapados, etc. Portaban pancartas contra el papa. Esa manifestación laica o antipapa venía de Plaza de España. Se encontraron con un cordón policial brutal que los desvió. Y fue entonces cuando se toparon con nosotros, en la misma calle estrecha de Gran Vía. Había también muchos peregrinos y sacerdotes.

Esa gran masa, al vernos y al grito de uno, vociferó: '¡A por ellos!'. Eran unos 400. Venían a por nosotros. Sentimos pánico

Nos cruzamos con la Policía Municipal que nos espetó: “¡huir de aquí!”. Se mostraban violentos. Nos quitamos las camisetas de la hermandad que llevábamos todos iguales, plegamos la bandera y salimos corriendo”, relata Alejandro.

Manolo recuerda a muchos peregrinos corriendo, con miedo, pero sobre todo, no se olvidará de aquel sacerdote que temió por su vida:

“Vi a un sacerdote que se quitaba el clériman para no ser identificado. Me quedé impactado. Observé de cerca la persecución, la falta de libertad religiosa”

Los gritos de la marabunta de la gente iban en aumento. La bulla era espantosa. “Aceleraban contra nosotros. Yo iba a cargo de menores y temí que nos dieran una paliza. No era una manifestación pacífica porque los insultos eran tremendos. Nosotros nos pusimos a correr como locos. Los sacerdotes que había por esa calle también huían”, describe Alejandro.

“Fue una provocación enorme que esta marcha laica o como quieran llamarla, autorizada o no, discurriera por el centro de Madrid cuando estábamos allí miles y miles de peregrinos”, señala. Esos momentos de pánico se suavizaron imprevisiblemente con un encuentro inesperado. “Antes de irnos a la parroquia de Entrevías, nos topamos con la infanta Elena. Salía de un coche porque no podía pasar por las calles cortadas al tráfico. La saludamos, le dimos estampas de la hermandad y nos dijo: estad tranquilos y disfrutad. Fue gracioso”, comenta Alejandro.

Como en el 36

El sábado por la mañana después de la visita al Museo del Prado, la hermandad de Madrid los citó a las 6 de la tarde. La reunión finalizó a las 7 y les comunicaron que Cuatro Vientos estaba cerrado a más peregrinos. Por lo tanto, durmieron en la parroquia y se levantaron a las 5 de la mañana del domingo. Llegaron a Atocha a las 6.30. “En la vía 4 de cercanías vivimos otra situación de pánico. Nos topamos con un grupo de 5 antisistema, cuatro chicos y una chica, con la cabeza rapada y tatuajes. Vimos como rodeaban a un sacerdote de unos 70 años. Le empujaban e insultaban. Estaba pálido, asustado. Sentí un vuelco en el corazón, de rabia, indignación, miedo. Sufrí por el sacerdote. Cuando nos vio, se unió a nosotros. Fuimos su salvación”, recuerda Alejandro.

El grupo de cinco antisistema subía las escaleras de la estación, delante del grupo de los jóvenes sevillanos. De vez en cuando se volvían y los insultaban directamente. A pesar de ser cinco se mostraban violentos, sin escrúpulos. “Escupían odio. Nos amenazaban. Nosotros no respondimos. Teníamos miedo porque su porte, sus maneras y su vocabulario era de una agresividad que asustaba. Yo me preguntaba como en el siglo XXI pasaban estas cosas. El pánico, la rabia y la indignación discurrieron deprisa por cada uno de nosotros. Pensaba que estábamos en el 36, cuando nuestra Virgen de la hermandad fue una de las más perseguidas en aquellos años”, expone Alejandro.

Al final de la escalera, dos personas de seguridad de la estación de Atocha los protegieron. Arrinconaron a los 5 antisistema. Pero aun así, ellos prosiguieron con sus insultos. “Ya a unos cuantos metros de distancia y a pesar de que estaban retenidos por los de seguridad, vi como uno de ellos nos hacía el gesto de cortarnos el cuello. En ese momento sentí lástima por ellos”, dice Manolo. Recuerda algunas de las barbaridades que escuchó esos dos días: “Curas y monjas, chupan como esponjas”; “El papa nos come la po…”; “Esa mochila la he pagado yo”.

En aquellos momentos de pánico de la noche del viernes pensó que los violentos les habían chafado la JMJ. Pero no pudieron con ellos. Disfrutaron de la celebración de la eucaristía del domingo en Cuatro Vientos junto al papa.


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