DOMINGO IV DEL TIEMPO ORDINARIO, 30 de enero de 2011
Decía San Agustín de Hipona que ‘cantar es orar dos veces’. Hay una canción preciosa que tiene este tenor literal: “Cristo te necesita para amar, para amar”. Y es cierto que Cristo nos necesita para que llevemos a cabo este cometido, que amemos. Sin embargo, los cristianos sufrimos una contaminación que llega a adulterar el propio significado del amor, y esa contaminación no son humos tóxicos, ni residuos nocivos al medio ambiente, esa nuestra contaminación es el pecado. El pecado adultera y malogra el amor.
El profeta Sofonías, hombre que velaba por la salud espiritual del pueblo hebreo, nos exhorta a que busquemos al Señor. ¿Cómo buscar al Señor?, ¿Qué pista nos ofrece el profeta para realizar tal búsqueda de Dios?, los instrumentos que él nos plantea es cumplir los mandamientos y hacerlo por amor a Dios. Los cristianos necesitamos estar en una actitud constante de búsqueda del Señor para ir purificando y madurando en esta tarea que Cristo nos ha encomendado de amarnos.
Sin embargo se puede plantear otra cuestión: ¿Por qué tenemos que buscar al Señor?. ¿Por qué emprender esta búsqueda cuando la vida nos sonríe, la salud no nos falta y el dinero no nos escasea?. Además, ¿por qué buscar al Señor si lo que está en el ambiente es pasar de la Iglesia?. Hermanos, cada cual tenemos que ser responsables de nuestros propios actos. Sin embargo les recuerdo el primer mandamiento de la Ley de Dios: Amarás a Dios sobre todas las cosas.
Si diésemos la misma importancia a la salud espiritual que a la corporal todo podría cambiar, e incluso se podría cicatrizar muchas heridas abiertas en nuestros pueblos. Una persona diabética tiene que estar controlándose, varias veces al día, el nivel de azúcar en sangre. Debe inyectarse unas dosis de insulina y guardarse de comer y de hacer determinados esfuerzos. Esto supone un control y un esfuerzo para la persona en cuestión. Nosotros los cristianos también tenemos que estar controlándonos, varias veces al día, para conocer cual es nuestro nivel de amor. Porque puede suceder que, por descuidar el control de la vida espiritual terminemos como ‘zombis’ espiritualmente hablando. ¿Qué quiero decir con la expresión ‘acabar como zombis espiritualmente’?, quiero decir que se va creando el hábito de tratar mal a la gente, de faltarla el respeto ya sea personalmente cara a cara o empleando alguna red social de Internet, que da igual, porque aparentemente no pasa nada por no asistir a la Eucaristía Dominical, que da igual acercarse a Comulgar sin confesarse durante mucho tiempo, que da igual dar gracias a Dios que no dárselas, que da igual blasfemar que no blasfemar, que da igual llevar una vida ordenada que no llevarla, que da igual crecer en sacrificio interior que no crecer en sacrificio… y empezamos con la dinámica peligrosa del ‘¡qué mas da!’. Recordemos que Cristo es exigente a la hora de amar.
El Papa Benedicto XVI en su libro ‘Jesús de Nazaret’ nos expone lo siguiente: “Quien lee atentamente el texto de las Bienaventuranzas descubre que estas son una velada biografía interior de Jesús, como un retrato de su figura”. ¡Ojala que las Bienaventuranzas sean el retrato de nuestra propia vida espiritual en el arte del amor!.