domingo, 23 de febrero de 2025

Homilía Domingo VII del Tiempo Ordinario, Ciclo C Lc 6, 27-38

 

Homilía del Domingo VII del Tiempo Ordinario, Ciclo C

Lc 6, 27-38

 

         La semana pasada habíamos meditado sobre las bienaventuranzas que Jesús había pronunciado a todos aquellos que acepten su mensaje y su propuesta de hombre nuevo. La última de esas bienaventuranzas era esta: «Bienaventurados vosotros cuando os odien los hombres, y os excluyan, y os insulten y proscriban vuestro nombre como infame, por causa del Hijo del hombre». El Señor nos dice que si razonas, si hablas, si vives de una manera evangélica te molestarán y te perseguirán todos aquellos que sigan otros principios, otros planteamientos, otras metas que tengan en la vida. La propuesta de Jesús es hacerse pobre y darle todo/vivir para el hermano mientras que los otros lo que plantean es acumular cosas para sí.

         Si uno acepta la propuesta del hombre nuevo que nos plantea Jesús nos constituimos en molestia para todos aquellos que viven según el hombre viejo, ya que obstaculizamos sus planes y sus proyectos ya que cuestionamos su propio modo de entender la vida. En la segunda carta a los Timoteo cuando las comunidades cristianas han tenido esta experiencia de la persecución «todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús padecerán persecución» (cfr. 2 Tim 3, 12). Si piensas y vives como los demás no tendrás problemas y te dejarán tranquilo, ya que no les molestas con tu forma de vivir mostrándoles ese modo de ser un hombre nuevo en Cristo. Hay muchas formas de persecución, no solamente la cruel con el derramamiento de la sangre; sino también la burla, la marginación, el insulto, el acoso en los medios de comunicación social, el desprecio de los signos de nuestra fe, etc. El impulso espontáneo es pagarles con la misma moneda; responder a la violencia con la violencia, al insulto con insulto, a la amenaza con la amenaza. El evangelio de hoy nos da las claves de cómo estamos llamados a comportarnos cuando se esté dando esta persecución. Escuchemos el modo de pensar de Jesús:

 

         «A vosotros los que me escucháis os digo: amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian, bendecid a los que os maldicen, orad por los que os calumnian».

         De la boca de Jesús han salido cuatro imperativos muy claros, los cuales no dejan margen de mal interpretación o de malentendidos. Si tú actúas de un modo diverso no actúas como un discípulo de Cristo.

         El primer imperativo es «amad a vuestros enemigos»: haz del bien al que te haga el mal. El verbo que se usa aquí no es el verbo que indica el amor hacia el amigo o un amor de amistad. Jesús era amigo de publicanos y de pecadores, pero no de Herodes Antipas ni de Anás y Caifás. Jesús los amaba y les quería salvar, pero no eran sus amigos. La amistad viene espontánea con aquellos con los que nos sentimos en sintonía y no puede ser impuesta con un imperativo. El verbo usado aquí es ἀγαπὰω, que indica un amor firmado, un amor sellado como hijo de Dios; indica el amor que viene de arriba, no el amor de naturaleza biológica, sino que viene del Cielo. Recordemos lo que Jesús dice a Nicodemo que es preciso nacer de lo alto, que estamos urgidos a nacer del agua y del Espíritu de Dios, y no de lo terreno. Da la bienvenida a una vida que viene de lo alto, que viene de Dios y que a ti te hace hijo de Dios, porque Dios te dona de su propia naturaleza. El impulso que te hace hacer el bien y solo el bien, procede de ese amor sellado por Dios, sin esperar nada a cambio, un amor sin condiciones. Y lo que se pretende es que el otro sea feliz, incluso si es tu enemigo.

 

         El segundo imperativo es «haced el bien a los que os odian». No confundamos el odio con la antipatía, con la aversión de aquellos que no nos resultan simpáticos. El problema está en que si no lo controlamos esta antipatía se puede convertir en odio; es decir, querer el mal para el otro. Es el que desea que el otro desaparezca porque está convencido que el mundo será mucho mejor sin él, sin su existencia: esto es el odio. Muchos por ser de Cristo y vivir en esas categorías de la nueva humanidad puede generar que otros nos odien. La pulsión natural es odiarle y desearle una desgracia. Pero esto no lo podemos hacer, ya que el espíritu que tenemos dentro de nosotros nos impulsará en sentido opuesto al odio, porque Dios ama a todos, a buenos y a malos, y manda la lluvia a justos e injustos. El hijo de Dios quiere que todos tengan la vida y la tengan en plenitud. Jesús nos invita y urge a aprovechar todas las oportunidades para hacer el bien posible a esas personas que nos odian. ¿Conseguiré que esa persona que me odia cambie? Tal vez no, tal vez se vuelva aún peor. Nuestra naturaleza de hijos de Dios es hacer el bien y amar; la vid produce uvas y no hace más que producir uvas porque esta es su propia naturaleza; lo mismo nosotros con nuestra propia naturaleza. Y si a esa vid le das una patada o le escupes, no dejará de producir uvas cuyo vino alegre a los hombres. La naturaleza del cristiano, que es hijo de Dios, es ἀγαπὰω, es el amor gratuito.

 

         El tercer imperativo es «bendecid a los que os maldicen». “Barak” בָּרַך en hebreo significa ‘dar vida’; maldecir es lo opuesto, ‘es querer la muerte’. Bendecimos a Dios porque reconocemos que recibimos de él la vida, la alegría; Dios nos bendice dándonos vida. La vida de los hijos de Dios, de todos nosotros, es como la del Padre del Cielo, no puede hacer otra cosa más que bendecir, buscar y desear la vida de todos. Cuando alguien me maldice es porque desea mi propia muerte y que desaparezca de la faz de la tierra. Nuestro corazón no está creado para ser un cementerio maldiciendo a los demás, sino un lugar de vida para los demás. Este modo de pensar a la hora de maldecir a alguien, para Jesús, es ya un homicidio. El discípulo no puede hacer otra cosa más que bendecir y ponerse a disposición de la vida, incluso de aquellos que le maldicen.

 

         El cuarto y último imperativo es «orad por los que os calumnian». Practicar los otros tres imperativos es complicado por eso pone Jesús el tema de la oración. Sólo la oración puede apagar nuestra agresividad; la oración desarma nuestro corazón. Con la oración se comunica los sentimientos del Padre Celestial y nos da la fuerza para vivir como sus hijos. La oración por el enemigo es el punto más alto en el amor porque presupone un corazón dispuesto a dejarse purificar de toda forma de odio. Cuando rezamos y ponemos delante a Dios no podemos mentir, no podemos engañarlo; en la oración pedimos a Dios que a mi enemigo le llene de bienes, le llene de regalos; esto es posible porque uno tiene el corazón en sintonía con el corazón del Padre del Cielo que hace salir el sol sobre malos y buenos y manda la lluvia a justos e injustos.

 

         Además, Jesús explica sus imperativos con cuatro ejemplos prácticos.

         «Al que te pegue en una mejilla, preséntale la otra; al que te quite la capa, no le impidas que tome también la túnica. A quien te pide, dale; al que se lleve lo tuyo, no se lo reclames».

         El primer ejemplo se trata de la violencia física representada con la bofetada. Si uno te pega en una mejilla preséntale la otra. Quiero decirnos Jesús que tú no puedes responder a la violencia con la violencia; no es con la violencia como se construye el mundo nuevo. La violencia es incompatible con el Reino de Dios. Cuando Pedro ha pensado recurrir a restablecer el orden y la justicia recurriendo a la espada, Jesús le dice ‘vuelve a meter la espada en su sitio’. Un padre de la Iglesia, Tertuliano del siglo I, dice ‘tomando la espada de la mano de Pedro, Jesús lo tomó de las manos de todos sus discípulos’. En el escrito de la Didajé (didaché) (Διδαχὴ τῶν δώδεκα ἀποστόλων) da unas disposiciones muy claras al respecto, dice cosas como estas: ‘el soldado que está bajo la autoridad de un superior no matará a nadie; y si recibe la orden de matar no matará a nadie’; ‘El cristiano que quiere ser soldado es excomulgado porque ha despreciado a Dios’. En los primeros siglos el rechazo de la violencia era completo. No recurras a la violencia para restablecer la justicia.

         El segundo ejemplo nos habla del comportamiento del bandido que cuando te encuentra te roba la primera cosa que logra quitarte. Y la primera cosa que podía quitarte era la capa y uno se quedaba únicamente con la túnica. Jesús dice que le demos también la túnica. Si uno se quita la túnica, uno siente y experimenta el mismo frío que los pobres tirados en la calle o que duermen debajo de un puente. Es significativo lo que Jesús les pide a sus discípulos.

         El tercer ejemplo es la petición de ayuda que a veces se hace sin discreción y que crea cierta situación vergonzosa. Jesús dice a sus discípulos que no busquemos excusas para evitar la necesidad del hermano; si tú puedes ayudarlo, hazlo. Ten cuidado que lo que hagas sea realmente para el bien del hermano. En la Didajé, que es una especie de catecismo, hablando de la limosna y del bien que puedes hacer al hermano se dice que ‘ten cuidado a quien se lo das, no sea que des limosna a quien no lo necesita’.

         El cuarto ejemplo se refiere a la injusticia económica. Alguien que se apropia de lo tuyo. Jesús da pautas de cómo reaccionar. Jesús no invita a la pasividad y no nos dice que nos comportamos como unos tontos e ingenuos. Jesús sugiere la acción positiva para ayudar al malvado a que se de cuenta de que se está comportando mal. El cristiano no es alguien que tolere pasivamente las injusticias; pero cuando la única vía para obtener la justicia sea la violencia, es entonces cuando el discípulo se detiene y acepta soportar el peso de la injusticia.

 

         «Tratad a los demás como queréis que ellos os traten. Pues, si amáis sólo a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores aman a los que los aman. Y si hacéis bien sólo a los que os hacen bien, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores hacen lo mismo. Y si prestáis a aquellos de los que esperáis cobrar, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores prestan a otros pecadores, con intención de cobrárselo».

         Jesús nos da ejemplos prácticos. Jesús continúa introduciendo el tema de la gratuidad, que es la característica el amor cristiano. Aunque en la traducción se dice ‘mérito’, no es esa la palabra adecuada en la traducción. Lucas tiene muchas más finura y delicadeza, no dice mérito, sino que elige otro término griego χάρις, ‘gracia’, ‘gratuidad, gratuito’.  La traducción sería ‘si amas sólo a los que os aman, ¿dónde está la gratuidad?’ Amar a los que nos aman es un amor que procede de lo biológico, que viene de la tierra y no tiene la característica de un amor diferente. La gratuidad es la característica de un amor diferente; es la gratuidad lo que garantiza el amor firmado que sólo puede venir de Dios. El impulso natural nos lleva a una dirección opuesta; nos lleva a pensar en nosotros mismos y pensando siempre en obtener la recompensa o beneficio oportuno, espera la reciprocidad. Es la gratuidad la que nos permite identificar de modo inconfundible que somos hijos de Dios, porque uno ama como le ama el Padre que está en el Cielo. Y este amor que nos viene de Dios a cada uno es un amor gratuito. Y a través de esta gratuidad se trasparenta y se comunica a todos los hombres el esplendor del amor del Padre Celestial. El amor gratuito es la prueba irrefutable de la presencia en nosotros de una vida que no procede de la tierra, sino de lo alto. Una gratuidad, una gracia que es un reflejo del amor de la belleza de Dios.

 

         «Por el contrario, amad a vuestros enemigos, haced el bien y prestad sin esperar nada; será grande vuestra recompensa y seréis hijos del Altísimo, porque él es bueno con los malvados y desagradecidos».

         Jesús nos ha manifestado las ocasiones privilegiadas en las que podemos manifestar el amor gratuito. Cuando te encuentres con tu enemigo tienes la ocasión de hacer el bien a aquel que te ha hecho el mal. Y este amor no viene de la naturaleza biológica, sino que viene de la vida divina que Dios te ha donado, te ha regalado con su Espíritu. Jesús dice que no pierdas estas oportunidades. Para Jesús el bien se ha de hacer excluyendo toda búsqueda del propio beneficio; no lo hacemos para poder acceder a una posición más alta en el Paraíso, no lo hacemos por eso; recordamos que es un amor gratuito, sin esperar nada.

         La primera condición para ser su discípulo es ‘deja de pensar en ti mismo’; ‘estás llamado a pensar a amar gratuitamente a tu hermano, a estar disponible para su vida’. Es la gratuidad es la característica del amor que Cristo propone a sus discípulos. No lo hacemos para buscar la paz interior o la completa serenidad o el completo autocontrol de uno mismo, ya que si lo hiciéramos de este modo nos estaríamos buscando a nosotros mismos y a nuestra propia gratificación. El discípulo no puede dejarse tocar ni influir por pensamientos egoístas, ni aceptar planteamientos de autocomplacencia. Recordemos que Jesús nos dijo ‘que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu mano derecha' (cfr. Mt 6,3). Se dio una espiritualidad del pasado de ir acumulando méritos para luego poder ir al cielo; ésta era una espiritualidad egoísta.

         ¿Qué recompensa promete Jesús a los que aman de esa manera gratuita? Es mucho más que un puesto en el cielo; serán hijos del Altísimo; el premio es ser semejante al Padre del Cielo que ama gratuitamente y tú y yo lo podemos ya experimentar en esta tierra ese amar con ese amor gratuito; por eso somos semejantes al Altísimo.

 

         El texto concluye con la exhortación a los miembros de la comunidad cristiana para que hagan visible a los ojos de todos este rostro del Padre Celeste.

         «Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso; no juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados; perdonad, y seréis perdonados; dad, y se os dará: os verterán una medida generosa, colmada, remecida, rebosante, pues con la medida que midiereis se os medirá a vosotros».

         Sed misericordiosos… esta palabra ‘misericordioso’, Dios nos ama porque somos sus hijos. Nos dice que no juzguemos porque la primera víctima de error es quien lo comete porque se termina deshumanizando; pero sigue siendo hijo de Dios. Dios está visceralmente enamorado del hombre. Es propio de la naturaleza de Dios el amar incluso a aquellos que hacen el mal. Dios no puede dejar de amar incluso al peor criminal; y es en este amor incondicional y visceral que no razona con la cabeza, razona con el corazón que revela la naturaleza de Dios.

         Nosotros no nacemos misericordiosos; nacemos replegados en nuestro yo, en nuestro propio egoísmo, en nuestros propios intereses. Poco a poco estamos urgidos a crecer, no a replegarnos en nosotros mismos, en esta vida divina que nos ha regalado Dios. Jesús nos da dos comportamientos que tenemos que evitar: no juzgar y no condenar. Pero ¿cómo no juzgar y condenar a un criminal de un crimen? Lo explico: son dos verbos muy distintos, uno es κρίνω, que significa ‘discernir, decidir’ y lo que dice Jesús que no se condena a la persona, sino que Dios condena el mal que hace daño a su hijo; condena el pecado, pero no a la persona. Condena el error y el pecado que has cometido y retoma la vida. Ámate a ti mismo y ama a los demás.

         Y el Señor nos da dos comportamientos positivos: el primero es perdonar. Pero la traducción debería ser la del verbo ‘ἀπολύετε’ que significa ‘disolver’, ‘desatar’; no mantener a las personas atadas con una cuerda alrededor de su cuello por haber pecado o cometido un error. Una persona que ha cometido un error no tiene por qué estar toda la vida atada a ese error. No se puede identificar a la persona con un error que ha cometido. Si tu disuelves ese error, te vuelves libre y uno comprenderá sus propias fragilidades y vivirás feliz y no atado a un error que ha cometido en el pasado.

         Dad y se os dará. ¿Qué cosa se nos dará en una mesura extraordinaria? Se nos dará la identidad con el Padre del Cielo; es decir, la semejanza con Dios, la cual es proporcional a nuestra capacidad para dar amor. Se nos invita a donar amor para que así podamos crecer en la semejanza del Padre que es misericordioso.

miércoles, 19 de febrero de 2025

Homilía de la Misa de Radio María del 19.02.2025 desde Palencia Mc 8, 22-26

 

Queridos radio oyentes de Radio María.

         No es por casualidad que nos encontramos a Jesús hoy en Betsaida, en este pueblo pesquero al norte del mar de Galilea. El mismo Jesús que se embarca en la barca para zarpar e ir a faenar donde más profundo es el mar, en lo más hondo donde la oscuridad es intensa. Y es ahí, en ‘mar adentro’ donde el Señor manda ‘echar las redes’. ¿Quiénes están en lo más profundo del mar donde la oscuridad reina y uno se queda ciego? Nosotros somos esos pescados rescatados por la red de Cristo de la fosa de la muerte. Nosotros somos esos peces rescatados desde lo más profundo del pecado. Nosotros, tú y yo, somos ese ciego del evangelio de hoy. Estamos muy catequizados por los medios de comunicación social, por las series de televisión, por la ideología de género, y por muchas ideologías amparadas por intereses económicos…  Todo esto hace que nuestra conciencia esté anestesiada y nuestra mente y corazón quede dañado.

         Dice el evangelio que unas personas llevaron al ciego ante Jesús; esos que presentan al ciego a Jesús es la comunidad cristiana. Esa comunidad cristiana ¿de dónde ha salido? Han salido de esas pescas que Cristo ha realizado cuando ha lanzado sus redes a lo más profundo del mar. Y esa comunidad cristiana, a semejanza del pueblo de Israel, ha salido del Egipto seductor y están atravesando el desierto de la conversión para llegar a la Tierra Prometida. Y ese ciego no está solo, sino que toda una comunidad cristiana camina con él y juntos están adentrados en un proceso paulatino de conversión. Esa comunidad cristiana acompaña y se acompañan, escuchan la Palabra de Dios, celebran los sacramentos, obedecen a sus Obispos, presbíteros y catequistas, y de este modo van abandonando el modo de proceder característico del hombre viejo para revestirse del hombre resucitado, el hombre nuevo en Cristo.

         Pero este camino que el ciego hace acompañado por la comunidad cristina no es corto, ni es ligero, ni es fácil. Es duro y exigente, por eso el Señor nos cuida y anima en la comunidad cristiana. No se recupera la visión de la noche a la mañana; por eso dice el ciego «veo hombres, me parecen árboles, pero andan».

         Habrá muchos momentos en los que uno anhele llenarse el estómago con aquellas cebollas de Egipto. Por eso la Comunidad cristiana nos sostiene porque en la Comunidad es donde nos encontramos a Cristo, y como dice el Papa Francisco en la encíclica ‘Dilexit nos’ hace que nuestro corazón fragmentado se junte y se una y podamos sentir los gestos y palabras de su amor.

         La fe se vive únicamente en comunidad por eso las parroquias están llamadas a ser comunidad de comunidades donde el otro es Cristo.

sábado, 15 de febrero de 2025

San José enseñando a andar en la fe y como hombre a su hijo Jesús

 San José, el hombre justo y fiel, es el hombre con la rectitud de conciencia ante Dios que enseña a andar a su hijo Jesús. José representa la fidelidad de la Antigua Alianza que educa conforme a la Torah a Jesús. Los dos están dando al mismo tiempo un paso adelante porque el pueblo de Israel siempre ha esperando andando al Mesías del Señor. 




Esta obra es de Arévalo Jiménez realizada en el año 2024

viernes, 14 de febrero de 2025

Retiro para las Hermanitas de los Ancianos Desamparados

 


 Tomad, Señor y recibid

 mi libertad

mi memoria, mi entendimiento

y toda mi voluntad

 

Todo mi haber y mi poseer

vos me lo disteis

a vos Señor lo torno

Todo es vuestro

disponed a toda vuestra voluntad

 

Dadme vuestro amor y gracia

que ésta me basta

SAN IGNACIO DE LOYOLA


1.- Los Principales Errores en Nuestra Percepción del Pecado.

¿Cuáles son los principales errores en nuestra percepción del pecado? En otras palabras: Vamos a caer en la cuenta de cómo Satanás nos quiere llevar a su terreno: Cuando no vemos este drama desde los ojos de Dios caemos en los errores.

 

j Uno de los errores es la concepción horizontal del pecado. La típica expresión: ‘Yo ni mato ni robo, yo no tengo pecados’. Con esta expresión uno manifiesta que entiende únicamente el pecado como un haber hecho daño al prójimo, es inconsciente de que es una ofensa a Dios; es inconsciente de que existe pecados de omisión. Es una visión meramente horizontal; yo ni mato ni robo.

 

k Hay otro tipo de errores, hay quienes confunden el pecado con un fallo. Esto es una visión escrupulosa. El pecado no es un fallo, el pecado no es una inadvertencia, el pecado requiere una deliberación voluntaria, un acto libre y consciente.

 

l También está el error de confundir el pecado con la concupiscencia. La concupiscencia es una atracción que tenemos en nosotros hacia lo sensible. Una atracción que puede ejercer en nosotros el pecado, pero la concupiscencia en sí misma no es pecado. Sentir la inclinación al mal no supone un pecado en nosotros.

 

m Otro error es el pensar que el pecado se produce cuando a uno le remuerde su conciencia. Pero también puede ocurrir que nuestro pecado consista en haber anestesiado nuestra conciencia. Porque hay gente que peca y como no le remuerde la conciencia se siente satisfecho y no hace problema de ese pecado. Lo que puede ocurrir es que nosotros tengamos culpa por haber adormecido nuestra conciencia. La no delicadeza de la conciencia puede ser también culpable, el no haber educado la conciencia moral.

 

n Pero el error más común es el hablar del pecado sin referencia a Dios. El pecado como un fallo personal que incluso nos humilla en nuestra soberbia. Entender el pecado como un fracaso personal que nos hiere en la vanidad. Parece que lo peor del pecado no es el no haber correspondido al amor de Dios, sino que lo peor del pecado es que yo no me siento satisfecho de mí mismo; porque yo quería que mi imagen estuviera mejor considerada por los demás y he hecho el ridículo, me siento humillado por no haber sido capaz de contenerme ante los demás, por haber perdido los papeles… cualquier situación a la que uno se haya sentido humillado. Esto es entender el pecado como un fallo personal en vez de entenderlo como una ofensa al amor de Dios.

 

 

2.- El Pecado: El Amor no correspondido.

Lo principal del pecado es el amor de Dios no correspondido. En la definición sobre lo que es el pecado, Santo Tomás utilizó la siguiente expresión: El pecado implica dos cosas, separación de Dios y entrega desordenada a los bienes creados. De estas dos cosas, lo más grave es lo primero, la separación de Dios. Lo segundo, la entrega desordenada a las criaturas es la forma concreta de la que el Demonio se ha servido para que nos separemos de Dios.

 

En el caso del hijo pródigo: ¿dónde está verdaderamente la gravedad del pecado del hijo pródigo?  ¿En qué malgastase su dinero? ¿En que estuviese con prostitutas? Obviamente la esencia del pecado del hijo pródigo está en haberse apartado del amor de su padre, en el desprecio del amor de su padre. En esta afirmación de Santo Tomás en que el pecado tiene dos elementos, separación de Dios y entrega desordenada a las criaturas, en el caso de esta parábola del hijo pródigo la esencia del pecado está en el desprecio del amor del padre. El hijo va a intentar buscar una plenitud, que no va a encontrar entregándose desordenadamente al pecado, es decir a la atracción carnal o al derroche de los bienes…

 

 

3.- A Dios le Ofende Todo Lo que Le dañe Al hombre.

Cuando decimos que el pecado ofende a Dios, hasta esto hay que entenderlo correctamente, porque a Dios le ofendemos no en el sentido de que le quitemos algo. Nuestro pecado, quitar, quitar, a Dios no le va a quitar nada. En realidad, a Dios le ofende lo que le daña al hombre. Ofende a Dios lo que daña al hombre. ¿Qué le ofende a un padre?, lo que le daña a un hijo. Esto es exactamente lo que ocurre con Dios. Dios se siente ofendido por nosotros en cuanto nosotros atentamos contra nuestro propio bien. ¿O es que nosotros pensábamos que íbamos a añadir algo a Dios que él ya no tuviese? A Dios le duele que nosotros no vayamos por el camino de la santidad; le duele que nos hagamos daño a nosotros mismos. Nuestro pecado no quita nada a Dios, pero al amor de Dios espera una respuesta por nuestra parte. Quiere nuestra correspondencia, y nuestra correspondencia es el haber aceptado el amor de Dios. Esta es la naturaleza del pecado.

 

4.- ¿Cuáles son los Efectos del Pecado en Nosotros?

En primer lugar, en lo que del pecado original se refiere, la revelación nos indica que el pecado original ha originado en nosotros una cierta esclavitud, una cierta esclavitud de sujeción al Demonio.

Es una esclavitud, tal y como nos enseña el Concilio de Trento, a la que nos ha venido a libertar Jesucristo. La creación entera por el pecado original resultó hostil al hombre: «Al hombre le dijo: Por haber hecho caso a tu mujer y haber comido del árbol prohibido, maldita sea la tierra por tu culpa. Con fatiga comerás sus frutos todos los días de tu vida» (Gn 3, 17). Este pecado original está en nuestra propia naturaleza. Este pecado de desobediencia fue el pecado original, llamado así porque fue el primer pecado que se cometió en la Tierra, en los principios de la humanidad. Con este pecado de desobediencia nuestros primeros padres perdieron la gracia para ellos y para nosotros sus hijos. Lo mismo que cuando el padre se arruina en el juego de la ruleta, arrastra a la ruina a la mujer y a los hijos. Si un monarca concede un título nobiliario con la condición de que el cabeza de familia no se haga indigno de semejante gracia, ¿quién puede protestar si después de unos actos indignos y despreciables de este cabeza de familia, el monarca retira el título a toda la familia?

 

Hay una cierta sujeción a Satanás. A Satanás se le llama ‘el Príncipe de este mundo’, tiene un cierto señorío sobre él. Pero sin embargo Jesucristo no le permite que ese señorío le permita impedir el ser rescatados. Cristo es Señor de Vivos y Muertos y nunca permitirá que el pecado sea más fuerte que la gracia. Ya lo decimos en el pregón pascual: ¡Oh feliz culpa que mereció tan grande redentor! El verdadero Señor es Jesucristo.

 

 

5.- El Pecado Mortal: Arranca del Cuerpo Místico de Cristo.

El pecado mortal, separa al hombre de Dios, lo arranca del Cuerpo Místico de Cristo. San Bernardo dice en su doctrina espiritual que el hombre por naturaleza es imagen de Dios, pero es semejanza de Dios cuando vive en Gracia; cuando vive en pecado mortal entra en la zona de la desemejanza.

El pecado mortal roba la semejanza del hombre con Dios. Muchas enfermedades, muchos encarcelamientos y crímenes crueles, ruinas y desgracias de familias tienen como origen un pecado contra la Ley de Dios.  Una piedra en el zapato no te deja en paz hasta que logras quitártela, así es el pecado que nos roba esa semejanza con Dios y nos conduce a la obscuridad del dolor.

 

 

6.- El Pecado Venial: Enferma el Alma

El Pecado Venial no mata el alma del hombre, pero enferma el alma. Y sus consecuencias son muy serias porque refuerza la inclinación al mal, dificultando el ejercicio de las virtudes, nos predispone al pecado, como la enfermedad nos predispone a la muerte; nos priva de muchas gracias actuales que hubiéremos recibido e impiden que las virtudes sean perfeccionadas… es decir enferma el alma. Una tos pequeña, pero descuidada, puede llevar a la sepultura. Un punto negro en un diente no es nada, pero si no se lo enseñas al dentista, pronto ese diente quedará dañado, y hasta puede ser necesaria la extracción. En una palabra: el pecado venial tiene en nosotros un influjo grave que es el condenarnos a la mediocridad, a ser mediocres. Cuando nosotros hemos nacido para la santidad.

 

7.- La Vida Cristiana del Hombre es un Combate y Somos los Soldados de Cristo.

La Revelación no se limita en decirnos dónde está el problema, sino que también nos da la pauta para cómo ser liberados. Y se nos recuerda que la vida del hombre en la tierra es combate, y que nosotros somos soldados de Jesucristo.

Ustedes son soldados de Jesucristo que como almas contemplativas, ustedes que han hecho de su vida una entrega total al Señor en la oración por nosotros, su pueblo. ¿Y cómo están ustedes combatiendo como soldados de Cristo?

 

Les voy a poner un ejemplo: cuando llegamos a casa y abrimos el grifo no caemos en la cuenta de lo que eso supone; tener el agua a nuestro alcance, con toda comodidad. ¿No nos pasará lo mismo con tantas gracias que recibimos de Dios y no nos damos cuenta de cómo ha llegado de una manera tan gratuita, sin que nosotros, a veces lo hayamos rezado, orado, preparado o merecido? ¿no será que mucha gente reza por nosotros, por el mundo y que nosotros no somos muy conscientes de ello? ¿No será que esa agua lo recibimos en casa de una manera inmediata porque allá, en lo alto de los montes y de las montañas hay nieve, la nieve de ese pico de la montaña? Muy poca gente alza la vista hacia ese pico nevado. Y esa nieve, despacio, sin hacer ruido se deshace hasta llegar a tu casa. ¿No será que las almas contemplativas están siendo parte de ese instrumento de Dios para que su Salvación llegue a todo el mundo?

Algún día, cuando estemos en presencia de Dios y allí lo veamos todo, veremos que somos lo que somos gracias a tanta oración y comunión dentro del seno de la Iglesia, a través de la cual hemos recibido tantos dones de Dios.

Ustedes son esos soldados de Cristo que batallan, pelean, guerrean con la oración. De tal modo que todo aquello que les separe de la oración genera como una bajada de tensión de los dones que recibimos de Dios.

 

8.- Las Tres Características para la Lucha contra las Tentaciones.

Tres son las características para la lucha contra las tentaciones:

8.1.- La Confianza.

j La primera es la confianza: Nosotros somos soldados de Jesucristo y Él es el que combate junto a nosotros. Confiamos en la victoria porque estamos con Cristo. La revelación cristiana nos habla de la lucha contra las tentaciones con la confianza en la gracia del Salvador. Lo dice la Palabra: «Todo lo puedo en Aquel que me conforta» (Flp 4, 13).

 

Sé que la victoria es segura, yo creo en el poder de Jesucristo, fuera todo amor desordenado, pues Cristo nos asiste. Y como dice San Agustín, incluso las tentaciones se convierten en un medio por el que Dios nos fortalece, ya que nuestro progreso se realiza a través de las aceptaciones. Dice San Agustín que nadie se conoce a sí mismo sino es tentado; y no puede ser coronado sino ha vencido, ni vencer sino ha combatido, ni combatido si carece de enemigo, de las tentaciones. Os invito a meditar el texto del Magisterio de la Iglesia que está en el Oficio de lectura del domingo primero de Cuaresma, de los comentarios de San Agustín, obispo, sobre los salmos, subtitulado «en Cristo fuimos tentado, en él vencimos al diablo»: «Pues nuestra vida en medio de esta peregrinación no puede estar sin tentaciones, ya que nuestro progreso se realiza precisamente a través de la tentación, y nadie se conoce a sí mismo si no es tentado, ni puede ser coronado si no ha vencido, ni vencer si no ha combatido, ni combatir si carece de enemigo y de tentaciones», así nos ilustra San Agustín de Hipona.

 

¿Tienes experiencia de conocerte mejor por haber caído en algún pecado? ¿Conoces tu debilidad para saber pedir socorro a Jesucristo? ¿Cuántas cosas tienes tú que realmente te sobran, no las necesitan? Conozco a sacerdotes que han desinstalado la aplicación del WhatsApp porque les robaba tiempo de oración, de silencio, de recogimiento. Conozco a personas que han renunciado de su teléfono móvil porque es un gasto y quieren vivir en una austeridad. Hay unos anuncios de televisión, que anuncian una aplicación para el móvil o el ordenador cuyo lema es ‘sino lo usas, véndelo’. Sino usas la ropa de tu armario, véndela. ¿Cuántas cosas tenemos innecesarias y cuántas veces hemos atentado contra la austeridad? Seamos claros: La ausencia de austeridad nos han traído muchos problemas. La austeridad es fundamental para seguir a Cristo de cerca.

 

Les hago una pregunta con moraleja: ¿Qué cosa o cosas si el Señor te pidiese que lo abandonases, que lo dejases, que lo regalases…te costaría tanto que incluso te podría llegar a desestabilizar, ponerte tenso/en crisis por no tenerlo?  Porque si el Señor te pide algo que te desestabiliza y tú no se lo das, es porque en esa cosa tú has puesto tu corazón.

 

Por lo tanto, hay que decir que Dios permite las tentaciones como pruebas para provocar el avance de nuestra vida espiritual. Dios a veces permite que nos pongamos en situaciones fuertes para que reaccionemos, para que no nos quedemos en la mediocridad. Por eso Dios puede permitir determinadas enfermedades, luchas, desengaños… y nos da su gracia para que estas ocasiones sean oportunidades para nuestro crecimiento interior. Lo hace para ser acrisolados, para acrisolar nuestro corazón, tal y como hacen con el oro cuando es purificado.

Dice San Pablo a los Corintios, que fiel es Dios que no permitirá que seáis tentados sobre vuestras fuerzas, sino que dispondrá en su providencia el cómo resistir con éxito. Dice exactamente: «Dios es fiel, y no permitirá que seáis tentados por encima de vuestras fuerzas, sino que con la tentación hará que encontréis también el modo de poder soportarla» (1 Cor 10, 13).

Lo que hay que tener muy claro es que tú no estás solo inmerso en esta batalla, que esto forma parte de un plan de Dios.

 

8.2.- La Humildad.

Otra característica para la lucha contra las tentaciones es…

k La segunda es la humildad:  El Señor nos pide que tengamos confianza en Él, pero también nos pide humildad.

 

La humildad, recordemos que Dios se resiste a los soberbios, pero da su gracia a los humildes. Nadie debe de fiarse de su propia fuerza, y «el que crea estar de pie, mire no caiga» dice San Pablo a los Corintios (1Cor 10, 12). Los soberbios se exponen a ocasiones de pecado y caen en él porque se toman confianzas. El que anda en el peligro cae en él. Le decimos al Señor ‘…y no nos dejes caer en la tentación’, a lo que el Señor te dice ‘y tú no te pongas en ella’, ‘y tú no te pongas en la boca del lobo’.

 

Dios puede permitir que un defecto, por ejemplo, el mal genio humille a un cristiano muchos años, por más que haga por superarlo, y sólo cuando el cristiano llega a la perfecta humildad es cuando Dios le da su gracia para poder superar ese defecto. Recordad ese pasaje donde San Pablo decía que sentía una espina clavada en la carne y que por tres veces pidió que le fuera quitada esa espina y por tres veces escuchó, «te basta mi gracia» (2 Cor 12, 7b-10). Tú permanece, sé humilde.

 

8.3.- Tomar las Armas del Cristiano.

l La tercera característica para la lucha contra las tentaciones, a parte de la confianza y la humildad, es el Tomar las Armas: Tomar las armas del cristianismo en la lucha contra la tentación.

 

Las armas son las sobrenaturales: Palabra divina, sacramentos, oración, el ayuno, limosna, ascesis… es que nosotros no podemos hacer frente a un enemigo así sin unos medios proporcionales. Es que no se puede salir a matar elefantes con un tirachinas. Recordad es que estamos hablando de luchar contra Satanás. Nuestra lucha no es contra la carne ni contra la sangre, no es contra las potencias de este mundo; nuestra lucha es contra Satanás, por eso necesitamos medios sobrenaturales. El ayuno y la oración y la limosna nos permite ahuyentar a «Satanás que como león rugiente ronda velando a quien devorar» (1 Pe 5, 8). Aquí no nos valen los libros de autoayuda; nuestra ayuda y nuestra fuerza viene de lo alto, viene de Dios.

 

Leo este texto de San Pablo a los Efesios, capítulo 6, versículos del 10 al 18 donde se nos habla del combate espiritual:

«10 Por lo demás, fortaleceos por medio del Señor, de su fuerza poderosa. 11 Revestíos de las armas de Dios* para poder resistir a las acechanzas del diablo. 12 Porque nuestra* lucha no va dirigida contra simples seres humanos, sino contra los principados, las potestades, los dominadores de este mundo tenebroso y los espíritus del mal que están en el aire*. 13 Por eso, debéis empuñar las armas que Dios os ofrece, para que podáis resistir en los momentos adversos y superar todas las dificultades sin ceder terreno. 14 Estad, pues, en pie, ceñida vuestra cintura con la verdad, protegidos con la coraza de la rectitud, 15 bien calzados vuestros pies para anunciar el evangelio de la paz. 16 Tened embrazado siempre el escudo de la fe, para que podáis apagar con él todos los encendidos dardos del maligno. 17 Tomad, también, y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios. 18 Manteneos siempre en la oración y la súplica, orando en toda ocasión por medio del Espíritu, velando juntos con perseverancia e intercediendo por todos los santos». 

El Señor te dice, ¡toma los bienes sobrenaturales, las armas sobrenaturales, fíate de ellos y de su poder sanador!

 

 

9.- Tácticas del Evangelio para Luchar contra el Pecado.

Además, el evangelio nos señala las tácticas para luchar contra el Pecado:

9.1.- Luchar desde el Principio.

          j El evangelio nos dice que hay que luchar desde el principio, desde el minuto cero. Desde el primer momento en que se insinúa la tentación para apagar inmediatamente la chispa antes de que se haga un incendio. Cortar las cosas de raíz. Hay personas que me dicen ‘es que no me he podido resistir a la tentación’, a lo que yo le contesto ‘porque lo has dejado crecer’. Porque has dejado que crezca y llega un momento en que ya no eres capaz de dominarlo.

 

9.2.- Tomar Medidas Radicales.

         k La segunda táctica para luchar es que el pecado tiene que ser vencido por las buenas o por las malas. Cuando se dice ‘si tu ojo es puro, tu cuerpo entero será iluminado’ o por las malas ‘si tu ojo te escandaliza, sácatelo’.

A veces cortar con el pecado supone tomar medidas radicales. Imaginemos que uno está trabajando explotando mujeres o en la trata de personas, pues uno ha de cortar con eso. O uno se está enriqueciendo, robando a costa del sufrimiento del otro, o enriqueciéndose con las drogas o adulterando la carne para que un animal crezca antes poniendo en riesgo la salud de los que lo vayan a comer. Ha de cortar con eso. O uno que hace mal uso del teléfono o del internet visitando páginas pecaminosas, fuera el Internet y el teléfono. Me acuerdo de un conocido que dejó el trabajo porque una compañera se le insinuaba demasiado y él dejó ese trabajo porque no quería ser infiel a su esposa. A veces no hay otro camino que el del heroísmo. A eso se refiere el evangelio cuando nos dice:

« 8 Por eso, si tu mano o tu pie te es ocasión de tropiezo*, córtatelo y arrójalo de ti; más te vale entrar en la Vida* manco o cojo que ser arrojado en el fuego eterno con las dos manos o los dos pies. 9 Y si tu ojo te es ocasión de tropiezo, sácatelo y arrójalo de ti; más te vale entrar en la Vida con un solo ojo que ser arrojado a la Gehenna del fuego* con los dos ojos» (Mt 18, 8-9).

 

La mano indica la actividadel pie indica la conducta; y el ojo el criterio con el cual se observa las cosas y acontecimientos de la vida. Si el motivo de escándalo es una actividad, Jesús es radical y dice que cortes radicalmente con eso. Y lo mismo se debe a aplicar a la conducta y a los criterios que uno tiene para observar, juzgar y posicionarse.

 

 

9.3.- Desarmamos a Dios cuando Manifestamos Nuestro Pecado

l La tercera táctica para la lucha contra el pecado es la Manifestación de nuestra tentación. Es la manifestación del pecado a nuestro director espiritual, a nuestro acompañante espiritual. Este sí que es un medio que deja al Demonio desarmado. La fuerza de Satanás reside en habernos aislado con nuestro pecado, su fuerza reside en que nosotros convivimos en silencio con nuestro pecado, cuando ocultamos nuestro pecado.

Juan Casiano, uno de los antiguos monjes del desierto y Padre de la Iglesia, dice en una de sus enseñanzas: «En el monasterio se enseña a los principiantes a no esconder nada por falsa vergüenza, a no esconder ninguno de los pensamientos que les roe el corazón; sino a manifestarlo al anciano, al maestro espiritual desde el mismo inicio de sus pensamientos. De este modo, el astuto enemigo, Satanás, ya no puede embaucar al principiante aprovechándose de su inexperiencia e ignorancia».

 

Lo que el demonio quiere es que cayes y no hables de tu pecado, tapa tu pecado, no pongas las cosas encima de la mesa. La tentación manifestada es la tentación medio vencida. Es importante hacer luz en nuestra vida, que no haya cuartos oscuros.

Estas son las tácticas en las luchas contra las tentaciones, en la lucha contra el pecado.

domingo, 9 de febrero de 2025

La Virgen Peregrina de Radio María en la Casa Provincial-Noviciado de las Hermanitas de los Ancianos Desamparados en Palencia (España)

 La Reina de Radio María peregrina en Palencia.

El día 7 de febrero de 2025 (viernes) está en la CASA PROVINCIAL - NOVICIADO DE LAS HERMANITAS DE LOS ANCIANOS DESAMPARADOS  de Palencia (ESPAÑA)

C/ Mayor Antigua, nº 36 de Palencia


sábado, 8 de febrero de 2025

Homilía del Domingo V del Tiempo Ordinario, Ciclo C Lc 5, 1-11 Pesca milagrosa

 

Homilía del Domingo V del Tiempo Ordinario, Ciclo C

Lc 5, 1-11

          Nos cuenta el profeta Ezequiel que la abundancia de la pesca era una señal de la bendición divina: «A sus orillas vendrán los pescadores; tenderán redes desde Engadí hasta Enegláin. Los peces serán de la misma especie que los del mar Grande (el Mediterráneo), y muy numerosos» (cfr. Ez 47, 10). Estos pescadores obtienen una pesca abundante gracias al agua que brota del Templo de Jerusalén.

          Sin embargo, el evangelista Lucas presenta una pesca abundante pero no con el agua que sale o emana del Templo; sino de la que mana, brota de la Palabra de Jesús: «La gente se agolpaba en torno a Jesús para oír la palabra de Dios».

          Jesús estaba antes en Judea (cfr. Lc 4, 44), pero ahora cambia de escena y se encuentra «de pie a la orilla del lago de Genesaret», por lo tanto está en Galilea. Nos cuenta el evangelista que «vio dos barcas que estaban en la orilla; los pescadores, que habían desembarcado, estaban lavando las redes». Este estar lavando las redes es una cita, una referencia al profeta Ezequiel a esa pesca abundante: «Quedará, en medio del mar, como un secadero de redes» (cfr. Ez 26, 5).

          Jesús se sube «a una de las barcas, que era la de Simón». Jesús ya conocía a Simón porque había curado a su suegra (cfr. Lc 4, 38-39) y había estado en aquella casa y «le pidió que la apartara un poco de tierra». Hecho esto, Jesús «se sentó». El estar sentado es la posición del maestro, y como maestro «empezó a enseñar desde la barca a la muchedumbre». Sigue diciendo el evangelista que cuando Jesús había terminado de hablar hace algo muy extraño. Jesús no es un hombre de mar ni relacionado con la cultura del mar, sino que es un hombre de interior; y a pesar de esto se atreve dar lecciones de pesca a un experto en pesca y que había dedicado toda su vida a este trabajo, a Simón.

          Le dice a Simón que reme «mar adentro, y echad vuestras redes para la pesca». Que lleve la barca hacia lo más profundo del lago para echar las redes allí. Simón le contesta con toda la razón: «Maestro, hemos estado bregando toda la noche y no hemos recogido nada»; Simón le tiene en consideración porque reconoce en Jesús a alguien jerárquicamente superior a él. Todo el mundo sabía que el tiempo o el momento propicio para la pesca es durante la noche porque los peces suben hacia la superficie, mientras que por el día se adentran en la oscuridad. Y sigue diciendo Simón «pero, por tu palabra, echaré las redes». Esa palabra el evangelista la presenta como la Palabra de Dios, por esa palabra Simón echa las redes. Simón acepta el desafío lanzado por Jesús y echa las redes para pescar de nuevo en pleno día. Y como resultado «pescaron tan gran cantidad de peces que las redes amenazaban con romperse». El evangelista no dice cuántos peces capturaron, sino que únicamente nos dice que era una redada bastante grande. No dice el número de peces porque no se trata de un episodio de una crónica, sino que se está tratando de una reflexión teológica. Esa multitud de peces tan grande nos remite a la primitiva comunidad cristiana que siguió la Palabra del Señor. Echaron las redes hacia los marginados, los excluidos. Esa barca fue donde estaba más profundo el lago, es decir, allí donde se encuentran las personas que lo están pasando peor, los excluidos, los marginados, los desahuciados de la sociedad. Las redes estaban a punto de reventar con tanto pescado, con tantas personas que fueron rescatadas de la fosa de la muerte.

          «Entonces hicieron señas a los compañeros, que estaban en la otra barca, para que vinieran a echarles una mano. Vinieron y llenaron las dos barcas, hasta el punto de que casi se hundían». El evangelista Lucas ofrece una clara catequesis a la comunidad dejando en evidencia que Dios lo puede todo, que para Dios nada hay imposible; que después de una noche infructuosa para la pesca, acogiendo la Palabra de Dios, incluso durante el día se consigue tener tanta pesca hasta el punto que ambas barcas casi se hundan por el peso de la captura: Lo que era imposible, con Dios se hace realidad.

          El evangelista nos sigue diciendo que «al verlo, Simón Pedro cayó a las rodillas de Jesús». Por vez primera Lucas añade el nombre de Pedro al apodo negativo «Simón» que indica su terquedad y su dureza: le llama Simón Pedro. Al caer de rodillas ante Jesús es tanto como si Simón Pedro se sintiera poseído por Jesús. A lo que Simón Pedro dice a Jesús: «Aléjate de mí, Señor; que soy un hombre pecador». Jesús viene a llamar y a acercase a los pecadores, en cambio Simón Pedro le está pidiendo todo lo contrario. A lo que Jesús le responde a Simón Pedro: «No temas. Desde ahora serás pescador de hombres». A Jesús no le interesa si era pecador o no; a Jesús no le interesa su pasado como pecador. A Jesús le interesa el futuro de Simón Pedro. Jesús le está diciendo que mire al futuro, que alce la mirada hacia la gracia divina, no es lo que eres, sino lo que serás: «pescador de hombres». Jesús le invita a Simón Pedro a una relación nueva con Dios y con los hombres. Ser pecador de hombres es conducir a los hombres hacia la Vida.

          Pescar un pez, todo lo sabemos, significa sacar al pez de su hábitat vital para darle muerte. Atrapar o pescar a un hombre sumergido en el agua significa todo lo contrario; significa eliminarlo de la esfera de la muerte y tirarlo en un hábitat vital. Ahora la invitación que Jesús hacia a Simón es ésta: Sacar a los hombres de las zonas de muerte donde corren el riesgo de ahogarse; donde corren el riesgo de morir.

          Y termina diciendo Lucas que «entonces sacaron las barcas a tierra y, dejándolo todo, lo siguieron». Dicho de otro modo, la comunidad cristiana comienza a formarse en torno a Jesús. Pero no se trata de una comunidad de pastores; Jesús no les invita a ser pastores, sino una comunidad de pescadores de hombres que comuniquen la vida a todos aquellos que tengan necesidad.