sábado, 7 de septiembre de 2024

Homilía del Domingo XXIII del Tiempo Ordinario, Ciclo B Mc 7, 31-37

 

Domingo XXIII del Tiempo Ordinario, ciclo B

08.09.2024 (Mc 7, 31-37)

             Jesús después de aquella discusión con los fariseos y algunos escribas venidos de Jerusalén acerca de lo puro y lo impuro; y en este contexto Marcos nos cuenta que Jesús se levantó y partió hacia Tiro, por lo tanto había ido a tierra pagana. Los judíos se alejaban de la tierra pagana porque era impura. Es precisamente en la región de Tiro y Sidón donde encontró a una mujer pagana, sirio fenicia, la cual según los fariseos había que evitar porque era impura (Mc 7,24-30). Pero resulta que hay una sorpresa, la mujer pagana había demostrado una gran fe en Jesús y en su palabra: «Es cierto, Señor, pero también los perrillos, debajo de la mesa, comen las migajas de los niños». Y Jesús se admira de su fe. Cosa que Jesús, muchas veces hablando con sus discípulos les decía que ‘eran gente de poca fe’. Alaba la fe de esta pagana y constata la poca fe de sus discípulos. Una mujer pagana e impura era una mujer de gran fe.

            Es cierto que la sociedad pagana era movida por las creencias de los espíritus inmundos, pero los paganos no eran impuros. Y el texto evangélico de hoy empieza con el retorno de esta tierra pagana. Jesús sale de la región de Tiro y debe dirigirse hacia el mar de Galilea, por lo tanto debe descender hacia el sur, pero en lugar de eso va al norte, va a Sidón. Posteriormente retorna al sur porque tiene que irse a Cafarnaúm, ya que tiene allí su residencia. Es decir, nos encontramos a Jesús en pleno territorio de la Decápolis. La Decápolis era un grupo de diez ciudades que constituía la frontera oriental del Imperio Romano. Jesús quiere estar más tiempo en territorio pagano. Los paganos no son impuros, pueden hacer obras inmundas, pero son hijos de Dios.

¿Qué vino a hacer Jesús en la Decápolis? Va allí a llevar la Palabra de vida que sana a la sociedad y que la hace más humana. Y es allí donde se encuentra con un sordo mudo. Tengamos en cuenta que cuando los evangelistas cuentan la realización de un milagro no lo hacen únicamente para darnos una información. El objetivo principal es otro: Nos quieren hacer entender, a través del signo prodigioso, lo que ocurre cuando una persona se encuentra con Cristo y con su Evangelio: esa persona se transforma.

Ahora bien, ¿qué hombre se presenta a Jesús? ¿En qué condiciones se encuentra ese hombre? No es una persona sana; es un enfermo. En el evangelio nos damos cuenta que el hombre que Jesús siempre se encuentra está enfermo o en el cuerpo o en el espíritu. Un dato clave de esa enfermedad es la sordera. Éste es el primer detalle. El hombre que Jesús se encuentra es sordo. Esta es una imagen bíblica recurrente continuamente en el Antiguo Testamento cuando los profetas hablan de la condición del Pueblo de Israel. Es un pueblo que siempre termina mal parado: acabó exiliado y deportado a Babilonia porque estaban sordos a la palabra de los profetas y a la Palabra de Dios. Recordemos lo que dice el profeta Jeremías: «Escucha, pueblo, insensato y necio que tiene ojos y no ve, oídos y no oyen» (Jr 5, 21). Y por no escuchar terminan en medio de los paganos. Por no escuchar Palabra de Dios, dejas de vivir ‘de modo cristiano’ para pasar a actuar ‘de modo pagano’, con todas las consecuencias que esto acarrea consigo. Cuando una persona sorda no puede tener las indicaciones sobre cómo comportarse y, por lo tanto se adecua, se adapta a lo que ve hacer a todo el mundo. Es lo que pasó a los israelitas en Babilonia que vivieron en medio de los paganos y poco a poco se fueron separando de las tradiciones de sus mayores porque empezaron a guiarse por lo que veían hacer a la gente pagana: Y es que resulta que ésta es nuestra historia. Si nos volvemos sordos a la Palabra del Evangelio comenzamos a dejarnos guiar por lo que vemos hacer a nuestro alrededor. Y estamos dentro de una sociedad que no sigue los principios evangélicos porque no escuchan el Evangelio. Siguen los criterios de su propia intuición, los  cuales san Pablo los llama ‘las pulsiones/impulsos de la carne’ (Gal 5, 16). Si nosotros nos dejamos llevar por ‘los impulsos de la carne’ nos volveremos sordos y nos comportaremos ‘a modo pagano’ y nos involucraremos en la mundanidad y en la secularización. Si no escuchamos y nos volvemos sordos nos adaptaremos a las modas y al pensamiento dominante y luego pasa lo que pasa: manejamos el dinero como los demás; la sexualidad la entenderemos como los demás; la lealtad, la justicia, el respeto a la vida… terminaremos pensando como todos los demás. Si nos volvemos sordos perdemos el contacto con la única palabra que nos da las indicaciones correctas.

La sordera de este hombre representa la sordera de la humanidad. Además esta persona decía que «apenas podía hablar». Éste es el segundo detalle. Este hombre balbuceaba alguna cosa pero de un modo incomprensible. Este balbucear, este tartamudear representa a un pagano. Representa a la sociedad que intenta buscar una respuesta a los enigmas humanos, al sentido de la vida pero no encuentran el sentido de las cosas, pero sólo cuando el hombre encuentra a Cristo es cuando el hombre deba de tartamudear ya que empieza a decir cosas seguras, auténticas. Un matrimonio que está alejado de Cristo son dos personas que tartamudean, que no pueden vivir el auténtico sentido de la vida matrimonial, que están desorientados y abocados al naufragio; más cuando aparece Cristo en sus vidas ese matrimonio adquiere sentido y lejos de naufragar surca los mares con majestuosidad. Cristo tiene una propuesta del hombre, acepta sus consejos; de tal modo que cuando se ha de elegir entre el bien y el mal, entre la luz y la tiniebla, entre lo dulce o lo amargo no se puede tartamudear porque uno sabe qué cosa es lo mejor. El tartamudear significa que uno se ha vuelto sordo al Evangelio. Cuando nos enfrentamos a decisiones morales y tenemos abierto el oído al Evangelio sabemos que respuestas dar.

El tercer detalle es que este sordo no va solo, va acompañado: «le presentaron un sordo». Este sordo no va solo ante Jesús, sino que otros le acompañan. Cuando un ciego quiere encontrarse con Jesús debe de ser acompañado, pero este sordo podía haber ido solo ante la presencia de Jesús. El hecho de que este sordo haya ido acompañado ante Jesús no es un detalle secundario. Este tipo de enfermos han de ser acompañados ante Jesús, ya que de otro modo, por ellos solos no irían. Acuérdense de aquel paralítico que es traído entre cuatro personas ante la presencia de Jesús o el ciego de Betsaida que le acompañan ante la presencia de Jesús. ¿Qué significa este detalle del acompañar a este sordo? Es la imagen de alguien que está muy lejos de Cristo y además no es consciente realmente de lo mal que él se encuentra, que lo que vive no es vida. Recordemos en todas aquellas personas que viven en un modo pagano, ellos no se dan cuenta de lo bajo que han caído y de lo mucho que se han degradado. Pero el que tiene los oídos abiertos al Evangelio, el que ama al hermano sinceramente quiere acompañarlo ante Cristo, porque sólo si encuentra a Cristo y a su evangelio él sanará. El hecho de que este enfermo esté acompañado significa que esta persona ama a su hermano y desea que sea feliz: son aquellos ángeles que Dios encarga para que cuide de cada hombre. Nosotros estamos llamados a ser esos ángeles que acompañan a aquellos hombres que están sordos porque no han escuchado la Palabra de Dios.

El cuarto detalle es que le piden a Jesús que «le imponga la mano». Son estos ángeles quienes se lo piden a Jesús porque el sordo no tiene ni idea del porqué está ahí ni el porqué le han llevado ante Jesús. Estos ángeles están llamados a orar constantemente cuando hacen este servicio al hermano. ¿Por qué tienen que orar? Tienen que orar porque la oración es lo que nos mantiene en contacto con el Señor. Rezando uno ve a ese hermano tal y como lo ve el mismo Jesús. Si uno no reza empieza a ver a ese hermano desde el prisma humano y empiezas a enfadarte, incluso a enojarte con él porque no hace lo que se le dice, porque se arrepiente, porque desea hacer lo que hacía en la vida antigua, ‘añora las cebollas de Egipto’, o incluso te ofende diciéndote que ‘déjame en paz’. Si uno no reza uno actuará mal y arruinarás todo. Cuando uno se da cuenta que el hermano está sordo al no escuchar el evangelio, la primera cosa que debe de hacer antes de ayudarlos es rezar por ellos. Rezando estaremos sintonizando nuestras elecciones con las del Señor.

Jesús realiza una serie de gestos curativos que pueden parecer un tanto extraño, pero tienen un significado y un mensaje.  El primer gesto es que Jesús aparta a este enfermo de la gente, lejos de la multitud. ¿Por qué le separó de la multitud? Este hombre nació y creció en un ambiente pagano y sólo puede vivir y pensar como un pagano. Es sordo y nunca había oído nada más, nunca había oído otra propuesta de vida diferente. Ésta es la condición que tienen tantas personas que llevan una vida tan diferente a la propuesta del Evangelio y que se han dejado arrastrar por los pensamientos dominantes y no han escuchado otras propuestas de vida. Jesús saca a esta persona lejos del modo de razonar y de vivir al modo pagano. El mensaje es claro: si quieres que tu vida sea curada por el Evangelio debes de alejarte de la multitud y del modo de razonar de todos. Es preciso alejarse de las banalidades de Internet, del cotilleo de la prensa del corazón… es preciso alejarse de aquellas realidades que conciben como justo y como bueno lo que es en sí mismo el mal, lo malo, lo dañino. Si no te alejas de este modo de pensar, si no marcas distancias no podrás dar alas a la otra vida planteada por Cristo.

El segundo gesto es que coloca sus dedos en los oídos. El tocar a un enfermo era algo común en aquel tiempo; era el modo de comunicar el poder curativo al enfermo. En la Biblia se habla del ‘dedo de Dios’. Por ejemplo cuando los magos del faraón ante los prodigios que estaban siendo testigos exclaman ‘paremos porque aquí está el dedo de Dios’. Es el signo de la presencia del poder del Señor que interviene.

El tercer gesto es que con la saliva le tocó la lengua. Hay que entender que en aquel tiempo la saliva era entendida como el concentrado del aliento, la materialización de la respiración. Tocando con su saliva la lengua, Jesús pretendía comunicar su espíritu y su aliento al enfermo. De tal manera que la lengua tocada por Cristo ya no habla un lenguaje como antes, ahora habla otro nuevo idioma. Recordemos cuando en Pentecostés, cuando desciende el Espíritu todo el mundo habla un lenguaje nuevo; ya no hablan inspirados por los espíritus inmundos que dictan palabras ofensivas, del demonio de la arrogancia, de la mentira, del orgullo y te hacen decir cosas que no están en sintonía con el Evangelio. Quien está tocado por el espíritu de Cristo habla como hablan los hijos de Dios.

El cuarto gesto es que Jesús levanta su mirada al cielo. Este gesto es totalmente nuevo. Mirando al cielo Jesús reconoce que toda la fuerza vital procede de Dios. Luego Jesús suspiró. En ese suspiro captamos cómo Jesús entiende el sufrimiento humano. Luego pronuncia una palabra aramea: Effetá, ‘ábrete’. Es tanto como decir ¿quieres abrir tu corazón ante mi palabra? Es una palabra que te cura. Abre tu alma a la belleza del rostro de Dios que es bueno y sólo bueno y ama de un modo incondicional. Es un ábrete para descubrir lo que te está aconteciendo en la vida, el realizar la lectura creyente de todo lo ocurrido. Es una llamada a percibir la presencia de lo divino en medio de lo cotidiano.

El resultado es que a este sordo se le abrió el oído y se le soltó la traba de la lengua. Si escuchas y abres el oído al Evangelio entonces hablarás de un modo correcto y no te engañarán ante tantas tentaciones y planteamientos mundanos aparentemente buenos y seductores.

Jesús manda que no digan nada porque no quiere ser considerado como un sanador y se olviden de la auténtica señal que él quiere darnos que es traer un mensaje nuevo en medio de esta sociedad pagana. Y la gente decía admirada que ‘todo lo hace bien, hace oír a los sordos y hablar a los mudos’. Esto nos remite al libro del Génesis donde se nos dice que Dios hizo todo bueno. Con esta expresión de la gente está indicando cómo en Jesús comienza lo nuevo, comienza una nueva creación; cómo en Cristo todas  las cosas son nuevas. Ahora nace un mundo nuevo, una nueva realidad.


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